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Capítulo I. Tropezar ante el deber supremo


Noble caballero, he de advertirte que hasta ahora has luchado a ciegas: te has enfrentado a un enemigo del cual solo conoces lo que te ha permitido que veas. Si realmente quieres triunfar sobre la oscuridad que amenaza los tiempos actuales, es imprescindible que te adentres en las profundidades de esta catástrofe.

Siéntete honrado, que te he elegido a ti para embarcarte en está historia, pues entre todos los combatientes, considero que eres el de voluntad más sincera. Por lo tanto, permíteme guiarte a través del pasado, hacia aquella época que debe ser recordada como «el principio del fin». 


Año 24 del emperador Jungwoo. 
5° mes. // Día 11. // Primavera.

—¡Hey!, no te quedes ahí parado y date prisa con eso —protestó el médico Oh al eunuco¹ que tenía por asistente.

El joven sirviente que responde al nombre de Taehyung —y no posee apellido por ser bastardo²—, se sobresaltó ante la voz del mayor. De inmediato, Taehyung se acercó a la mesa en donde el médico real preparaba una infusión.

El mortero que Sehun le dio para preparar el brebaje se encontraba tintineando entre sus manos. Y en cuanto Taehyung estuvo al lado del médico Oh, y este le pidió que le entregará la mezcla, sus manos apretaron con tal fuerza el recipiente que parecía a punto de romperlo.

—Lo lamento, señor —murmuró entre dientes—. Me distraje al observar las carátulas de los libros y no pude terminar mi labor.

Taehyung no pudo evitar que su cuerpo se encogiera con anticipación, aún a sabiendas que el médico Oh se rehusaba a los castigos físicos. Sin embargo, en el tiempo en que llevaba trabajando en la clínica, Sehun le demostró que existían gestos y palabras con efectos más contundentes que un golpe; un ejemplo de ello es la manera en que retiró su mirada, con tal indiferencia que deja en claro que prestarle atención es una pérdida de tiempo.

Dándole la razón, Taehyung agachó la cabeza. Hace 6 meses sus actividades principales fueron puestas en pausa y desde entonces se ha dedicado a cubrir diversos puestos provisionales en los diferentes departamentos del palacio. En un principio se mantuvo al servicio directo de la familia real hasta que los caprichos de la princesa Eunha le trajeron problemas.

Después de eso se encargó de la comunicación con funcionarios, luego pasó por el control de entrada y salida del palacio y, por último antes de llegar a la clínica, asistió en la biblioteca real. Una gran posibilidad de actividades se extendieron ante él y en ninguna lograba hacer un trabajo eficiente; pues, sitio al que llegaba, sitio en el que era expulsado por no ser suficiente.

Enfadado por su pésimo rendimiento, el capataz Seojoon le advirtió que si recibía una sola queja del médico real —su más reciente encargado— sería castigado y mandado a limpiar los establos juntos con los nobi⁴.

La amenaza produjo un escalofríos en Taehyung, ya que se dice que los nobi y el resto de grupos pertenecientes a los cheomin⁵ poseen tan mala fortuna que la muerte acechaba alrededor de ellos como milano negro; y al igual que esta ave carroñera, el infortunio podría abalanzarse sobre cualquiera que estuviera a su alrededor.

A pesar de que Taehyung no tiene ningún otro familiar al que el infortunio de los nobi pudiera arrebatarle la vida, prefería mantenerse alejado para proteger su propia vida.

—Reconozco que mi error fue haber sentido curiosidad por las labores del médico real y no saber contener mis impulsos —agregó diligente, esperando la compresión del mayor.

Desde que Taehyung era un crío sabía que la curiosidad era una pasión que debía inhibirse debido a que únicamente lo distraía de su deber. Por años fue un carcelero excepcional de sus impulsos hasta que la enfermedad y el alivio que se estudiaba en la clínica real volvieron de su curiosidad una fierecilla incontrolable. Ante los ojos de Taehyung, la medicina era como una magia, y mantenía aquella opinión aunque al médico Oh se enfadara por la comparación.

A Taehyung le gustaba merodear alrededor del médico, fascinado por su conocimiento, habilidad e incluso por su estricto carácter que solía cuestionarlo cruelmente cada que la paciencia se le agotaba.

—No comprendo la razón por la que un eunuco de rango inferior se tomaría la molestia de leer algo que va más allá de sus capacidades, a menos de que este pretenda aparentar algo que no es —recrimino Sehun, tomando por sorpresa a Taehyung.

El eunuco pestañeó lentamente, reflexionando las declaraciones tan escandalosa que había caído sobre él, y por las cuales serían merecedor de 30 golpes con la vara si la acusación llegaba a los oídos de algún juez. De inmediato saltó a defenderse, luchando contra el nudo que se formó en su garganta.

—Perdóneme, señor. Le aseguro que mis acciones no eran malintencionadas, sé lo que soy y lo que me corresponde por serlo.

Cada día su vestimenta se lo recordaba: el jeogori⁶ y el pantalón blanco, perteneciente a los sangmin⁷; y por encima, la túnica de color verde esmeralda, que se complementa con el sombrero de doble copa y el cinturón de cuero como un recordatorio de que la familia real lo acogió como eunuco entre su servidumbre.

—Tiene tus disculpas muy bien formuladas. Me preguntó cuántas veces te has tenido que arrepentir de tus acciones —cuestionó Sehun, a la vez que le quitaba el mortero de las manos.

La vergüenza tiñó de carmesí las mejillas de Taehyung, quien no podía creer lo que oía: incluso un ermitaño como el médico Oh había escuchado los rumores que se asociaban a su nombre. Deseo aclarar que él no era ningún alborotador como los demás lo describen; no obstante, recordó aquellas ocasiones en que solía verse envuelto en problemas, como si su mera presencia fuera capaz de atraer desgracias y prefirió quedarse callado.

Sehun terminó de moler la mezcla de lúpulo y pasiflora, obteniendo un fino polvo de color marrón. Vertió la mezcla en el contenedor en donde calentaba agua y lo revolvió con una cucharilla de metal.

—En vista de que la lectura te absorbe hasta el punto de perder la noción de tus responsabilidades, te pediré que vayas a la bodega y me traigas el envoltorio del cual puedas leer la palabra «Peonía roja».

Taehyung asintió en respuesta y se encaminó hacia la bodega: una pequeña habitación que se sentía todavía más estrecha debido a los numerosos estantes que la llenaban. Estando allí, se colocó frente a los estantes que albergaban los envoltorios de flores secas.

En ese instante su ceño se frunció y sus labios se mantuvieron abiertos mientras trataban de darle significado a los caracteres con sus limitados conocimientos en lectura y escritura. A diferencia de la mayoría de los eunucos del palacio, Taehyung no rindió una prueba para ser admitido en la servidumbre del palacio, sino que ingresó por circunstancias un tanto peculiares. Tampoco se le exigió aprender a escribir o leer, ya que era más simple negar su participación en las actividades que requerían de estos saberes.

Taehyung sería un completo ignorante de no ser por lo poco que había aprendido al ver y oír a otras personas a lo lejos. Confió en que algún momento había visto el trazo de la palabra «roja» y que podría reconocerla en cuanto lo viera.

Buscó por un rato, con su vista recorrió cada trazo escrito sin poder comprender lo que significaba la mayoría. La palpitación en su cabeza fue la clara señal de lo agobiante que le estaba resultado la tarea. De un momento a otro sus pensamientos se desviaron en planear el modo en que le daría la cara al médico para admitir que se había subestimado a sí mismo.

Entonces, el médico lo llamó:

—Taehyung, necesito que me aclares algo.

El eunuco miró la espalda del hombre que se encorvaba sobre el escritorio, completamente intrigado por su petición.

—Dígame, señor —respondió tímidamente y al comprender que el noble no lo miraría de vuelta, se atrevió a voltear su cabeza y seguir en su búsqueda.

El silencio le supo amargo y se preparó para responder a lo que fuera necesario; no tenía otra opción.

—Es cierto lo que dicen acerca de ti, ¿serás el predilecto del príncipe Jungkook una vez que su magestad ocupe el trono?

Taehyung dejó escapar el aire contenido, aliviando su tensión. No existía ningún misterio tras aquella pregunta.

—Sí, es verdad —confesó con una sonrisa sobre los labios—. Los dioses me concedieron aquella dicha.

En la época en que Taehyung decía adiós a su niñez y tanto al príncipe como a él se les iban asignando cada vez más responsabilidades correspondientes a sus roles, Jungkook le extendió la promesa de elegirlo como su predilecto en cuanto asumiera el trono. Aquella promesa se convirtió en su más grande anhelo, la razón por la que constantemente soñaba despierto. Un estado de letargo e ilusión tan frágil que se rompió ante la risa del médico Oh.

—Cualquier otro diría que es el fruto de su trabajo, pero tú has asumido que fue la decisión de un dios —hizo una pausa, en la que pareció perderse entre sus pensamientos. Su voz se volvió más solemne y su mirada se cargó de un cruel juicio—. Ese es el mayor problema de la gente de tu casta, suponer que seres supremos intervienen en sus vidas para darles o quitarles algo. Después de eso, ruegan misericordia corriendo en círculos con el rostro pintado y la ropa hecha girones. Sin duda alguna la forma más primitiva del ser humano.

Como la gran mayoría de los eruditos, Oh Sehun aborrecía cualquier fantasía e idea mágica. Su pensamiento y voluntad se regían estrictamente por la razón y las normas del Confucianismo⁵. Fue su carácter solemne y su sólida disciplina lo que hizo que su nombre se extendiera como uno de los mejores médicos y botánicos de la nación.

Aunque su sabiduría y templanza podían conferir la apariencia de un anciano, la realidad era que Sehun seguía siendo un adulto fuerte y pleno. Las ligeras marcas de expresión que comenzaban a mostrarse en su frente y en las orillas de sus ojos únicamente añadían una mayor profundidad a su mirada implacable.

Las palabras de Sehun resonaban en la mente de Taehyung, cuestionando la existencia de los dioses y su intervención. De repente, los caracteres comenzaron a dar vueltas en su cabeza y, en búsqueda de algo tangible a lo que pudiera aferrarse, tomó un envoltorio cualquiera y lo abrazó contra su pecho, sin estar seguro de que fuera lo que buscaba o no.

La voz de Sehun se oye lejana, hace otra pregunta acerca de él: —Sabes la verdadera razón por la que la familia real le tiene tanta consideración a un muchachito sin apellido que nació en donde no debería de haber nacimientos.

¿Por qué su curiosidad hacia él es tanta el día de hoy, si otras veces ni siquiera le ha importado su presencia? Y no es como que ahora le importe, lo comprobó al notar que seguía sin mirarlo, lo que realmente quería era la información que podría proporcionarle.

En un momento inesperado, un destello de luz golpea sobre la piel bronceada, llamando la atención del joven eunuco. Sigiloso, Taehyung aprovechó el eco de la voz pesada para perseguir el destello de luz hacia un estrecho pasillo. Aquel camino era una vieja ruta de escape que quedó olvidada tras los centenares de paz, y por el cual el delgado cuerpo de Taehyung logró pasar entre los escombros para llegar a una vieja puerta.

Sobre la hinchada y desgastada madera, un pequeño hueco permitía la entrada de luz a la oscura habitación. Taehyung se hincó sobre sus rodillas para dar un vistazo hacia el exterior. Un ligero suspiro escapó de sus labios al observar el camino de terracería que se adentraba en el bosque, llevando consigo el anhelo de liberarse en ese mismo instante y experimentar la amplitud del mundo que se encontraba afuera del palacio.

Solo era un deseo que no podía ser. Taehyung era consciente que tenía que hacer algunos sacrificios para mantener la seguridad de su futuro; por ello, no tenía más alternativa que permanecer encerrado en medio del estrecho y oscuro espacio, en donde se preparaba para hablar sobre aquello que agitaba su corazón.

—Mi madre desempeñó el papel de amamantar y cuidar al príncipe heredero después de la muerte de la emperatriz, y de esta labor pudo preservar la vida de su hijo —sintió que se formaba un nudo en su garganta al hablar de su madre—. A pesar de que nací de una doncella real y mi destino inicial era la expulsión, nuestro benevolente emperador permitió que permaneciera en el palacio bajo la condición de que formaría parte de la servidumbre de la familia real. Desde temprana edad comencé a desempeñarme dentro del palacio y, dado a que apenas soy un año mayor que el príncipe, fui encomendado a forjar una una relación cercana con él con miras a servirle en un futuro próximo.

Taehyung ni siquiera tuvo tiempo para enfrentar la tristeza que le provocaba el hablar de su madre fallecida, ya que tuvo que actuar con rapidez para salir de su escondite en cuando escuchó al médico Oh ponerse de pie. Sus pies se movieron con prisa, al igual que sus manos que deshacían el nudo de la envoltura. Un paso en falso hizo que tropezara momentáneamente; logró mantener el equilibrio, pero la envoltura se le escapaba de las manos.

La tela se abrió y una singular flor azul se desbarató sobre el suelo. En medio de los latidos acelerados de su corazón, Taehyung escuchó cómo Sehun se ponía de pie y se acercaba hacia él.

—Lo siento tanto, señor —suplicó Taehyung, a la vez que frotaba sus manos en señal de arrepentimiento.

Sus ojos se abrieron ampliamente al notar que el médico estaba frente a él. Anticipando lo que pasaría, bajó la mirada y esperó el impacto sobre su cuerpo.

Pero, de nuevo, este nunca llegó.

—Recoge los pétalos y vuelve a cerrar el envoltorio. Hazlo rápido antes de que se contamine más —mencionó el médico al pasar a su lado, dirigiéndose hacia la bodega.

Llenó de incertidumbre y duda, Taehyung accedió. Puso la tela sobre su regazo, y permaneció mirando el recuadro de color pálido con el ceño ligeramente fruncido como si este tuviera las respuestas a la incertidumbre que crecían en su interior.

—Señor, ¿se ha enfadado? —preguntó con voz temblorosa y alzando la mirada.

Sehun mostró un semblante solemne que lo hizo arrepentirse de haber abierto la boca. Sin embargo, el médico suspiró y regresó su vista a los estantes.

—La verdadera pregunta aquí es: ¿con quién debería estarlo? ¿Contigo, por dar un paso en falso y caer? ¿O conmigo mismo, por subestimar tus conocimientos y decepcionarme? Esperaba que al menos supieras cuál carácter pertenece al color rojo, o que recordarás dónde colocaste el envoltorio que tú mismo hiciste.

Fue entonces qué Taehyung lo recordó, hace una semana hizo envoltorios con las flores que previamente habían puesto a secar. El médico Oh le pidió que fuera sumamente cuidadoso con la peonía roja, ya que era un elemento de gran valor médico y extremadamente delicado.

Regresó su vista al suelo y comenzó a armar el filtro. La flor que había tirado era bonita en apariencia por su profundo color azul y sus largos pétalos; desconoce sus nombres, al igual que mayoría de las plantas que se almacenan en la clínica.

Taehyung se mordía el labio inferior mientras terminaba de cerrar el envoltorio. Su mandíbula se apretó todavía más fuerte cuando el médico Oh pasó a su lado, regresando a su escritorio con el envoltorio correcto. Ni moler un sustrato ni traer una flor de la bodega, nada podía hacer bien: era un completo incopetente.

La partida del príncipe heredero a la escuela militar en el distrito de Pyeongado representó un amargo escenario que reveló su incapacidad para forjarse en otras actividades. Taehyung ansió el regreso de Jungkook y de las actividades que representan gran parte de su vida.

Pero hasta que ese día llegará, tenía que seguir adelante en los lugares donde lo asignaba.

—Trae el envoltorio, déjalo sobre el escritorio y acércate —pidió Sehun, a lo que Taehyung asistió.

No era ningún secreto que el médico Oh también ansiaba el día en que el príncipe heredero llegará y Taehyung finalmente se fuera, así como tampoco era un misterio la rivalidad entre el capataz Seojoon y el médico Oh. Sehun prefería perder saliva en corregir el comportamiento de Taehyung a aceptar frente al capataz que lidiar con el muchacho resultó ser demasiado difícil para él.

—Mira acá —indicó el médico. Taehyung se dió la vuelta y le dio un vistazo a la etiqueta que el mayor le señalaba—. «Bulgeun molan»; entre el candelero y la flama, ahí vas a distinguir el rojo a través de lo que pareciera una simple mancha de tinta.

El médico deslizó su dedo a través de la figura que asemejaba el fuego y luego por la que simulaba un candelero. Taehyung se sintió demasiado conmovido como para prestarle atención, ¿está era la forma en que los eruditos aprendían a leer?

Sehun abrió el envoltorio y pétalos marchitos se hicieron ver. Taehyung los reconoció enseguida, ya que él mismo los había puesto a secar. Le resulta extraño que después de hacer referencia al pasado, se da cuenta de que apenas puede recordar los días anteriores, como si durante estos su conciencia se hubiera desconectado de la realidad, entregándose a cumplir sus tareas diarias sin ser plenamente consciente de ellas.

Más extraño aún, pensar en eso le causaba un terrible dolor en el pecho, que no puede permitirse debido a que tiene que concentrarse en su trabajo.

El médico Oh se dedicó a preparar la infusión, pronunciando en voz alta cada una de sus acciones para que Taehyung pudiera seguirlas. Era mejor guiar su curiosidad a permitir que esta vagara de manera errática. Además, si llegaba a aprender bien podría dejarlo a cargo de preparar infusiones simples.

El agua de la tetera burbujeaba en color amarillento, desprendiendo un olor terroso y cítrico. A la mezcla de lúpulo y pasiflora, el médico agregó una gran cantidad de los pétalos de la peonía.

Sehun le explicó a Taehyung que el lúpulo y la pasiflora tenían fuertes efectos relajantes, mientras que la peonía aliviaba el malestar del "fulgor amarillo", del que lamentablemente el emperador Jungwoo era víctima.

Mientras se cocían los elementos, Taehyung preparó un filtro con una tela finalmente hilada y blanquecina y un embudo de metal, siendo apoyado por el médico Oh para hacerlo.

El intenso color rojo del que se tornó el líquido fue la señal de que la infusión estaba lista.

—Prepara la bandeja. En breve iremos con nuestra majestad —anunció el médico, yéndose hacía su maletín para asegurarse de que su instrumental de acupuntura estuviera en orden, sin percatarse de lo tenso que Taehyung se había puesto.

No importa cuántas veces lo enfrentará, la imagen imponente del emperador seguía causando nerviosismo en Taehyung. El eunuco llevaba una semana acompañando al médico Oh a la recamara del emperador; sin embargo, y desde que era un crío, Taehyung acompañó al príncipe heredero a que le brindara honores a su padre cada mañana.

Una opresión en su pecho creció a medida que abandonaba la clínica real. Sehun tomó la delantera, cargando su maletín y manteniendo una apariencia solemne, mientras que Taehyung cargó la bandeja con los utensilios necesarios para servir la infusión.

Al caminar por el ala oeste se encontraron con un grupo de eunucos que se dirigía hacia Nakwon-jeon⁷ para tomar la cena. Los siervos se inclinaron cortésmente ante el médico e ignoraron a Taehyung. Para el resto de siervos del palacio, Taehyung era un bicho raro del que preferían mantenerse alejados.

El grupo pasó de largo. Taehyung todavía tenía que concluir sus deberes junto con el médico real si deseaba saciar su apetito. No tenía problemas con ello ya que sus actividades con el príncipe terminaban a altas horas de la noche, por lo que su estómago estaba acostumbrado a aguantar el hambre.

Siguieron de largo hacia el palacio principal, donde se hallaba la residencia de la familia real; atravesar aquellos espacios resultaba abrumador debido a la atmósfera solitaria y casi fantasmal que lo envolvía.

La ausencia del príncipe heredero y la partida de las princesas mayores sumió la zona en una oscuridad inquietante. Las luces apenas brillaban en los interiores de la residencia de la princesa Eunha y del emperador Jungwoo, destacando como destellos en medio de la penumbra que envolvía el lugar.

Finalmente, el médico Oh y Taehyung ingresaron a la residencia del emperador. Un grupo de cuatro doncellas inferiores y dos de rango más alto esperaban en el pasillo y frente a la puerta. Curiosamente, también se encontraban las dos damas de compañía de la princesa Eunha.

Las mujeres saludaron al médico con una reverencia respetuosa. Luego, dos de las criadas se apartaron de la formación para abrir las puertas del estudio: Sehun entró primero y después Taehyung.

Normalmente, las dos doncellas de grado superior también entrarían, pero debido al secreto que debía mantenerse dentro de la habitación, las mujeres únicamente dieron la indicación de cerrar las puertas.

Sin embargo, e irónicamente, la habitación se encontraba saturada con la presencia de tres voces distintas: la correcta formalidad del ministro Choi se entrelaza con la impaciencia de la princesa Eunha y el tono agresivo del capataz Seojoon. Cada uno de ellos demandaba que su asunto fuera escuchado y resuelto por el emperador que se mantenía imperturbable frente al caos que lo rodeaba.

El médico Oh se acercó al oído de Taehyung.

—Haz saber a la princesa y a los nobles que nos acompañan que deseo que se retiren —ordenó, para después darse la vuelta e instalar sus instrumentos sobre uno de los muebles.

Las indicaciones de Sehun fueron para Taehyung un aventón seguro hacía las puertas del inframundo; ni siquiera el mismísimo dios Yeomna⁹ sería tan cruel en su juicio de muerte como aquellos cuatro personas lo eran con él en vida.

—Muchacho, date prisa —exigió el médico, fastidiado.

El buen oído de Seojoon captó lo dicho y su mirada no tardó en mostrar desagrado hacia su subordinado. Taehyung actuó antes de que el enojo del capataz explotará y con inseguridad se aproximó al biombo.

Las voces callaron al verlo llegar. Taehyung se hincó sobre sus rodillas e inclinó su frente sobre el suelo, honrando al emperador. Seojoon estuvo a punto de reclamar su protocolo cuando el emperador Jungwoo hizo un ademán para callarlo.

—Ponte de pie y habla con claridad, ¿cuál es la razón por la que has interrumpido? —La voz del emperador resonaba con una imponente autoridad, capaz de llegar a cada rincón de la estancia.

Taehyung estaba helado: tartamudeo por la presión de decir algo, lo que fuera, pero en vez de su voz aterciopelada, se escuchó la del médico Oh.

—Vuestra majestad requiere de paz y tranquilidad para tomar su medicamento y, como médico responsable de la salud de la familia real, solicitó que cualquier consulta con el emperador sea pospuesta para el día de mañana.

Los involucrados esperaron la respuesta del emperador. Jungwoo no necesito más que un gesto para confirmar la orden.

El ministro Choi y el capataz Seojoon se retiraron; este último le dió una amenazante mirada a Taehyung, desaprobando su ineptitud.

Una voz prevaleció entre las que fueron ordenadas a callar: únicamente una persona sería capaz de poner sus deseos sobre la orden del emperador.

—La demanda que traigo ante mi padre debe tratarse hoy mismo —protestó la princesa Eunha, imponiéndose ante Sehun y evitando la mirada imperturbable del emperador.

Sin embargo, fue Jungwoo quien le respondió.

—El momento es inoportuno para llevar la charla que quieres. Vuelve a mí mañana por la mañana y entonces podré oír tus peticiones —declaró el emperador, su voz era severa sin importar que se estuviera dirigiendo a su propia sangre.

La valentía de Eunha se tambaleó al cruzar miradas con su padre. Padre e hija se enfrentaron, saliendo vencedor aquel que con una sola palabra podría provocar una guerra. La princesa aceptó en silencio y con una mezcla de desilusión y resignación se retiró de la sala.

Las puertas se cerraron y de inmediato se llevaron a cabo las actividades correspondientes. Jeon Minho, predilecto del emperador Jungwoo, preparó la cama, para luego ayudar al emperador a levantarse y cambiarse la ropa.

Mientras tanto, Taehyung llevó la bandeja que cargaba sobre la mesa junto a la cama, en donde se arrodilló sobre un cojín para servir la infusión. Se concentró en cumplir su labor, sin prestar atención a los quejidos que provenían del cansado cuerpo del emperador.

Entre la servidumbre, Taehyung era el único siervo —además del actual predilecto— que conocía a detalle la enfermedad del emperador. Fue inevitable que supiera debido a su cercanía con el príncipe heredero; sus oídos no eran de cera como para no haber oído a Jungkook hablar esto, además de haberlo visto preocupado por lo mismo.

Ahora que trabaja junto al médico real conoce que la enfermedad del emperador radica en su hígado y que el líquido rojizo ayuda a aliviar su malestar. La "enfermedad del fulgor dorado" era la manera por la que el médico Oh se refería al padecimiento del emperador y, por lo que alcazaba a saber, esta no era estática.

A veces la enfermedad se manifestaba y otra veces dormía dentro del cuerpo del emperador, e incluso en las épocas en que se presentaba no lo hacía con la misma intensidad: en ocasiones el emperador únicamente presentaba un ligero malestar en el abdomen y otra veces su abdomen se hincha y los dolores lo obligaban a guardar reposo.

Se describe como la enfermedad del fulgor dorado porque la piel del emperador se tiñe de una coloración amarillenta cuando se encuentra más grave.

Un pequeño derrame de té escapó del cuenco, nada escandaloso y que Taehyung pudo limpiar rápidamente con la manga de su traje. De manera inesperada, un cosquilleo se acentuó en su nuca y tuvo la necesidad de alzar la mirada, percatándose de la mirada severa que caía sobre él.

—Ponte de pie —exigió el emperador, que ya se encontraba recostado en su cama. Taehyung obedeció, apenas logrando sostenerse sobre sus piernas—. El médico te ordenó que entregaras su mensaje, del cual no pudiste pronunciar ni una sola palabra, ¿cómo esperas que alguien tome en serio una orden cuando ni siquiera puedes emitirla?

—Lo lamento, su majestad. No volverá a repetirse.

El emperador irradiaba una presencia dominante, con su gesto severo y su mirada penetrante que parecía escudriñar el alma de aquellos que se atrevían a enfrentarlo. A su lado, Taehyung se irguió con temor, sintiendo el peso de la expectativa que caía sobre él; aún así, se forzó en que su voz saliera fuerte y clara, tal y como el Jungwoo solía exigirle.

—Al estar junto al príncipe de la corona debes lucir como un cimiento sólido. Mantén una postura erguida, los hombros cuadrados y la cabeza levantada —exigió el emperador Jungwoo.

A pesar de que Taehyung siguió cada una de las recomendaciones del emperador, el semblante del líder siguió mostrando una clara insatisfacción. Taehyung experimentó en carne propia lo que era estar sometido bajó el juicio de Jungwoo, "El implacable".

—Tu mirada sigue siendo la de un animal aterrorizado, debes cambiarla —expresó con firmeza el soberano.

Taehyung bajó la cabeza, sintiendo un pesar inmenso. Había asumido que las palabras de Jungwoo se referían al color de sus ojos que, al ser claros como la resina de los árboles, se consideraba un atributo desfavorable.

Los ojos negros, como los del príncipe heredero o el propio emperador, simbolizaban integridad y fortaleza. En cambio, la transparencia de sus ojos solo lograba reflejar el temor que habitaba en su interior ante las pupilas oscuras de los demás.

—Lamento profundamente no ser capaz de lograrlo —confesó con amargura, ganándose el disgusto del emperador.

Sehun interrumpió, dando la orden al joven eunuco de brindarle al emperador la infusión que prepararon. Fue discreto al ocultar sus verdaderas intenciones, que consistían en impedir que Taehyung escupiera más imprudencias.

Con una reverencia respetuosa, Taehyung tomó el cuenco con la infusión, para luego acercarse al emperador. Sostuvo la porcelana entre sus manos temblorosas, mientras el emperador llevaba sus labios al borde de la taza para tomar de esta.

El líquido rojo fluyó por la superficie blanca con suavidad y constancia. Taehyung inclinó poco a poco el cuenco sobre la boca del emperador. En un giro inesperado, la corriente se aceleró de manera repentina, provocando una sacudida imprevista.

La respiración del emperador se volvió agitada y desigual. La tos, inicialmente suave, se intensificó hasta convertirse en una serie de espasmos incontrolables.

Taehyung retrocedió, disminuyendo su presencia ante la adversidad. En medio de su agitación desesperada, su mente se nubló y olvidó por completo la taza que sostenía entre sus manos.

El estruendo de la caída se mezcló con la angustia de quienes entraban a auxiliar al emperador. Minho hizo a un lado a Taehyung para acercarse al emperador, una sacudida que logró sacarlo del estado de trance en el que se hallaba.

—¡Lo siento, de verdad lo siento! No quería que esto pasara, fue un error terrible. ¡Le ruego que me perdone! —exclamaba Taehyung, preso del pánico. Su voz surgía ahogada en desesperación y todo su cuerpo temblaba.

Sus súplicas pasaron como un acto imprudente, merecedoras de la desaprobación del emperador, antes de que este comenzara a ahogarse por su propia respiración.

El médico Oh le exigió irse de ahí, ya que su presencia parecía empeorar la situación. Todavía aturdido, Taehyung volvió a erguirse; dió una ligera reverencia, casi perdido el equilibrio, y retrocedió lentamente, manteniendo el protocolo con la absurda idea de no liarla más.

Su espalda chocó con la pared, provocando un vuelco en su corazón. Rápido se dió la vuelta y escapó por una pequeña abertura que abrió. Al encontrarse fuera de la habitación y cerrar la puerta tras de sí, se encontró con las miradas curiosas y preocupadas de las doncellas. ¿Será posible que ya se hayan enterado de lo ocurrido? ¿Lo juzga por haber atentado contra el emperador?

Agitó su cabeza, alejando aquellos pensamientos que intentan darle una carga incorrecta. Se puso en marcha, sus pasos resonando por el pasillo, volviéndose más rápido hasta el punto en que estaba corriendo.

Corrió lo más rápido que pudo, huyendo del momento sin pensar en un rumbo. Su respiración agitada y su piel pálida llamaba la atención de las personas con las que se cruzaba. Los ojos oscuros que se posaban sobre él, cargados de rencor, alimentaban a los fantasmas de su cabeza.

—No hay forma de que lo sepan —pensó para sí mismo—, pero pronto lo descubrirán.

El capataz Seojoon lo hará y seguramente lo va a sancionar por esto Ya no era solo la posibilidad que lo enviaran con los nobis, sino que algo mucho peor lo estaría esperando: ser negado a asumir el puesto de predilecto del emperador.

Pasó de largo del camino que lo llevaba a la residencia de los eunuco para ir al lugar de las criadas, en búsqueda de la seguridad y la privacidad que solo su primer hogar podría darle. 

🌙;

¡¡Feliz cumpleaños a mí!!
No habrá persona que haya esperado con más emoción y que tenga más esperanza hacia esta historia que yo.

La manera en que se ha desarrollado Ojos ámbar es una historia larga, que prefiero contar en otro momento. Por el momento, me gustaría dejar está nota corta y simple.

Con gran entusiasmos le doy la bienvenida a Ojos ámbar. Esta primera parte tiene el objetivo de presentar a Taehyung y el mundo en que se desenvuelve. Me gustaría que me contaran ¿cuáles fueron sus primeras impresiones?

Hago mención que algunas palabras tendrán un número que pueden buscar en los comentarios para conocer sus significados.

Espero que les haya gustado esta pequeña probadita. En la siguiente parte pueden esperar la presentación de más personajes interesantes. Nos estaremos leyendo cada miércoles por un tiempecito. Buenas noches. ✨

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