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Oh, Shut up!

—Bakugo, ¿Podrías dejar de subir los pies a la mesa?

Iida se dirigió hasta Bakugo, quien mantenía una expresión despreocupada. Era una rutina diaria para la clase "A" para este punto que Iida tratara de corregir los hábitos desagradables y poco formales de Bakugo Katsuki. Cómo también lo era el hecho de que Katsuki lo mandara a la mierda.

La clase espero paciente a qué la pequeña discusión empezara. A pesar de sus personalidades aparentemente contrarias ambos eran tercos hasta la médula cuando se trataba de defender sus principios.

Lo que no esperaron fue la respuesta de Bakugo.

—¿Y tú podrías dejar de arruinar tu bonita cara? Parece que tuvieras un palo enterrado en el culo.

—¡Uuuuuh! —se alzó la voz de Kaminari incentivando la controversia, solo para detenerse en seco cuando su cerebro descifro el mensaje de Bakugo— Espera... ¿Qué?

Al parecer no había sido el único que había quedado en shock, toda la clase se encontraba de la misma forma, y su presidente de clase parecía el más afectado de todos.

—¿Bakugo le dijo a Iida que tenía bonita cara? —se recompuso Sero, aún inseguro de lo que había escuchado. Eso pareció animar a los demás y el cotilleo no se hizo esperar. Iida pareció reaccionar ante ello.

—Agradezco tu preocupación por mi cara, aunque el planteamiento fue algo grosero y despectivo, sin embargo —Iida ajusto sus gafas— Eso es un tema fuera de discusión cuando el tema principal de nuestra conversación era sobre tu falta de modales en un área común como el salón de clases. Lo cual deja una mala imagen no solo en tu persona sino en la clase completa ya que...

Bakugo frunció el entrecejo, su silla rechino cuando dejo su posición anterior. El ruido de la pata de la silla resonó con fuerza cuando cayó y se alineó con las demás. Los brazos que alguna vez se mantuvieron como una almohadilla detrás de su cabeza, mientras se balanceaba en la silla se habían movido demasiado rápido como para ser vistos hasta que llegaron a su objetivo.

El lugar se sumió en completo silencio. Iida había sido empujado hacia enfrente, su cuerpo choco contra el escritorio y su rostro estaba a un par de centímetros del de Bakugo.

—Tomaste mi corbata... —Iida parpadeo con perplejidad, sus ojos temblaron levemente. Bakugo ni se inmutó.

—Dime algo que no sepa.

Iida trago duro.

—Este tipo de desplantes están mal dentro del salón de clases —refuto, tratando de recobrar algo de control de la situación. Tal vez si hacía recapacitar a Bakugo sobre lo que estaba haciendo y dónde lo estaba haciendo, él lo pensaría mejor.

—¿Así que preferirías que lo lleváramos a un lugar más privado? —soltó con una sonrisa descarada. Demasiado descarada para el gusto de Iida. Un chillido se escuchó detrás de él. Las miradas de sus compañeros seguían puestas en ellos dos, pero no sé atrevió a desviar la mirada de Bakugo. Sus ojos brillaron depredadores. Bakugo era más pequeño que él, si hablaban de estatura. Sin embargo Iida tuvo que admitir que Bakugo -muy a regañadientes ante su forma irascible de ser- era mejor en el campo de batalla que él. Un brillo singular se estaciono en el bermellón de sus ojos.

—Y-Yo no dije eso —su voz salió torpe, como un susurro amortiguando el silencio que se estaciono, Iida tuvo que desviar la mirada para no enredarse con las palabras— Yo quise decir que...

—¡Oh, cállate! ¿Vas a seguir gastando aliento de esa forma o prefieres que lo gastemos de otra forma? —interrumpió Bakugo, su sonrisa se hizo más grande e Iida casi perdió el aliento cuando Bakugo lamió sus propios labios.

Eso había sido obsceno. Su mente grito a mil por hora. Mientras su rostro empezó a calentarse. Sin embargo la parte lógica y razonable le dijo que eso no era una invitación, que Bakugo solo estaba tratando de meterse con él. Molestarlo. Pero su mirada siguió clavada en él. Iida se sintió tan pequeño frente a su presencia. Bakugo como de costumbre tenía la camisa mal abotonada. El pliegue de sus anchos pectorales resaltaba a la vista, su piel brillaba a contra luz mostrando lo tersa y suave que era, su cabello tenía un bonito color heno que le hizo recordar los campos, cuando visitaba a sus abuelos, su sonrisa, en cambio era arrogante. Fuerte, demandante al igual que su mirada clavada en él, tanteando el siguiente movimiento.

Iida por segunda vez trago duro.

—Y-Yo...

—Iida, toma asiento, las clases ya comenzaron.

La voz de su profesor llamo la atención de todos, o al menos la de la mayoría, ya que Bakugo no pareció sorprendido al ver a Aizawa en frente de la pizarra. Con un resoplido aburrido Bakugo soltó la corbata de Iida, quien como un resorte se paró firme en su lugar. Su rostro estaba completamente rojo como una remolacha, mientras giraba por sobre sus talones de forma mecánica para ver a su maestro.

—¡Yo lo siento mucho, profesor! —Iida había hecho una perfecta reverencia en un ángulo de 90°— No quise interrumpir la clase, yo realmente...

Aizawa suspiro, ya sentía venir la migraña.

—Iida, solo toma asiento por favor —Iida asintió efusivamente antes de dirigirse a su asiento— Y por favor ustedes dos absténganse de coquetear hasta que termine mi clase— el sonido de la silla cayendo en su lugar chirrió, para sorpresa de todos no había sido Bakugo el del desplante. Sino Iida quien había dejado caer la silla antes de tomar asiento.

—¡Sensei, no estábamos coqueteando! —miro con horror a Aizawa quien solo se limitó a alzar una ceja hacia Bakugo, quien solo se encogió de hombros— ¿Verdad? —miro a su alrededor buscando apoyo en sus compañeros de clase, solo para encontrar evasivas. Derrotado, busco apoyo en la persona que había comenzado todo esté enredo, quien solo le guiñó un ojo.

Esta vez, no solo el rostro de Iida se había puesto rojo, sino todo su cuerpo, el cual había quedado rígido cuál piedra.

Aizawa volvió a suspirar, no se perdió la sonrisa de comemierda de su alumno problemático favorito, la cual le decía que había ganado la batalla -sea cual sea la batalla que según él había ganado-, girando por sobre sus talones, tomo la tiza y empezó a escribir en la pizarra, perdiendo el interés rápidamente. Después de todo solo era un día común y corriente en U.A.

Cuando la clase termino y la campana sonó, este salió sin mirar en dirección hacia Bakugo, demasiado nervioso y tímido como para hacerlo. Bakugo lo siguió con la mirada, aun divertido por la situación. Kirishima y por extensión el autodenominado "Bakusquad" se cernió sobre él, con una curiosidad que saltaba a simple vista.

Sus compañeros siempre fueron tan chismosos.

—Lo que pasó hace un momento —Kirishima había sido el primero en hablar, una sonrisa tímida se extendió en sus labios, mientras dejaba caer con lentitud las palabras y se tomaba el tiempo para redactarlas adecuadamente— ¿Qué se supone que fue eso?

—¡Sí! —se unió Kaminari ya envalentonado por Kirishima— El cerebro del presi pareció hacer cortocircuito —hizo un exagerado ademán con las manos.

—Rompiste al chico —declaro solemne Sero, colocando una mano en su hombro.

—No es mi problema.

Ashido jugueteo con las correas de su mochila.

—Entonces, Blasty —tarareo, sus ojos brillaron con emoción ante el jugoso chisme que estaba a punto de sacarle a su amigo— ¿Te gusta Iida?

Bakugo sonrió de forma audaz y altanera, mostrando los colmillos.

—¿Quién sabe? —se encogió de hombros antes de salir por la puerta y escuchar a sus ruidosos amigos llenándolo de preguntas que obviamente no iba a responder.

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