Oh, oscura y brillante navidad.
***
Querido Santa Claus... ¿y porqué mierda te tengo que llamar así si yo soy española y no de Estados Unidos como el trumposo de los cojones —Donald Trump le dicen al personaje de pacotilla—. Además, soy más clara que la nieve en primavera «Ay si supieras mi nombre, estarías pegándome collejas hasta el amanecer. Si, la misma que canta Nicky Jam y así dice: «Cómo tú te llamas, yo no sé. De dónde llegaste ni pregunté». ¡Tu de Santa Claus no tienes ni el apellido, tu eres Papá Noél de toda la vida! Y quien diga lo contrario es que es como la canción de Karen Méndez «Hecho en china». Y mejor voy a cambiar de tema porque me estoy metiendo en camisa de once varas. ¡Espero no haberme equivocado con el dicho porque sino mi cuñado que es fan fan pero flan dhul como el postre me va a dar más de un leñazo que para qué, y la leña nada más para la lumbre!
Bueno, voy a centrarme amoroso y precioso Papá Noél —nótese la ironía—. Aclaro que te estoy escribiendo porque mi sobrina me ha obligado. Y si, a una mujerona de treinta años su sobrina la obliga a escribirte solo por el hecho de que le hace ilusión, aparte según ella si te escribía yo le caerían más regalos. Que no sé yo, en todo caso es más probable que caiga un buen saco de carbón y de chimenea. ¡Nada del dulce de Belros ni de marca Carrefour! ¡Más negro que el tizón!
Lo mejor será que vaya al grano o mejor, al turrón. La petición es que todo lo que pida, nada es para mí sino para mi niña. Así que será mejor que empiece:
-Un jarrón negro con adornos plata y destellos dorados.
Este se supone que es para mí hermana pero me da que va más para mí tejado. ¡Ya entenderéis el porqué lo digo!
-Un Ken negro.
¡Si, el mismo que viste y calza! A la niña le ha dado por ponerle a su Pocahontas un novio negro! Si, ¡negro! No le sirve el rubio de Jonh Smith, así que el pobre ya pasó a la historia. ¡Pobre muchacho! ¡Con los monos que son los de tez blanca y ella no los quiere! Pero esperarse, ¡que esto aún no ha terminado! ¿A qué no imagináis para qué quiere al negro? ¡Para encasquetarmelo de novio! Menos mal que es un muñeco. Se mea cuando le suelto mi frase estrella: ¡De mayor me voy a echar un novio negro para poder decirle me tienes negra! Eso sí, como soy una chica precavida no le dije el tamaño de como la tenía sino con lo pilla que es, imagínate que se lo diga a sus amigas. Ya empiezo a visualizar un ejército de madres detrás mía lanzandome cazos y sartenes! ¡Qué Dios me pille confesada al estilo Maria Pelae!
-El disco de "Colores" de JBalvin.
Otro regalo más que va para mi tejado pero esta vez no lo ha pedido ella, sino yo. Vale, vale don gordito de barba blanca. Sé que he dicho que todo es para ella pero oye... yo lo lanzo al azar y si cae, ¡pues eso que me llevo!
Ahora si me voy a despedir ya que te lo he dicho todo. Eso contando de que no aparezca por mi casa a pedirme algo tan real como la muñeca de Frozen en peluche. Ya solo le faltaría que nos cantara el hit del momento que ha lanzado Natti Natasha «Con to mi shortie en el club. Tanto hielo en el cuello que lo tengo frozen». Con tan solo pensarlo, me imagino a la muñeca esa de hielo cantandola y juro que me jode toda la infancia. Con lo feliz que era yo viendo los Teletubies, Marco y la Heidi. Ains, que nostalgia me da.
¡Anda condio y con la virgen!
Si desea traerme un saco de patatas, huevos y unos milloncicos le bailo una sevillana, un pasodoble y hasta el mismísimo baile del chiliquicuatre o cualquier canción de los morancos pero como no existes. Me van a dar once carretás de por culo.
¡Hasta el año que viene y lamento decirle que yo soy más de los reyes!
Siete de la tarde. En lugar de estar preparándome para la cena de Nochebuena junto a mis amigas, me encuentro sola, sola con mi pena. «Sola, triste y sola, Sola en mi amargura» como bien me canta mi Diana Navarro. También tengo que decir que ni estoy triste ni amargada. Sola si, pero solo en este preciso momento y porqué yo quiero. Cabe decir que estoy invitada a una fiesta de Nochebuena junto a mis amigas y por parte de familia, mi hermana me invitó a su casa para cenar con ellos y mi sobrina pero seguro qué no sabéis como me encuentro ahora mismo. Estoy tumbada en mi cama, con mi traje de luces —entiéndase por el pijamita— y mis calcetines que me encantan de navidad. Junto a eso, me acompaña una taza humeante de té verde y de fondo escucho el concierto de villancicos que tiene la vecina de enfrente. ¡No se le caerá la mini cadena en la sesera, cojones!
Inmersa en mis pensamientos, miro la hora y recuerdo que el repartidor de Amazon Prime estará a punto de llegar. Así que mientras decido levantarme escucho el timbre y casi del susto se me cae la taza. Corriendo como la vieja del visillo, suelto en la cocina la taza y sin peinarme abro la puerta. ¡Santa madre de Dios del picatoste lo que están viendo mis ojos! Necesito parpadear dos veces para contemplar a un chico bastante corpulento, desnudo, tez negra y de los atributos prefiero no hablar. Sin esperarmelo, empieza a cantar canciones de los Morancos, Chiliquicuatre y hasta baila la canción de JBalvin. ¡Lleva en las manos una foto de José, además, lo acompañaba un vestido negro con plata y destellos dorados.
—Eh... disculpe. Creo que se ha equivocado de casa —digo mirando en todas las direcciones para que nadie crea que soy una pervertida.
—Soy tu regalo, yo para ti, tu para mí —me rodea por la cintura.
—Tu no puedes ser mi regalo, lárgate —me deshago de su agarre nerviosa. ¡Con lo agustito que estaba entre esos fornidos brazos!
—Soy tu regalo, papá Noél me mandó para ti.
Echo a reír a carcajadas pero el buen rato se me acaba cuando veo aparecer por la esquina a mí familia. ¡Tierra trágame y escupeme en las Canarias con un negro, qué digo el negro ya lo tengo! Lo primero que se me ocurre hacer es tirar de "mi regalo" qué está como dios quiere y cerrar con él dentro.
—Escúchame, ¡tienes que vestirte!
—No ropa.
—¡Sígueme porque te voy a matar! —lo llevo a mí habitación y le doy un disfraz de Santa Claus—. Vístete y no salgas de aquí —le ordeno y conforme oigo el timbre sonar abro la puerta.
—¡Pero qué sorpresa! ¿Qué hacéis aquí? —si mi hermana no va de fiesta, la fiesta viene a su casa -me abraza mi hermana.
—¡Tita!
—¡Mi amor! —la cojo en brazos y le lleno de besos su carita preciosa—. ¿Cómo está mi princesita?
—¡Bien! —chilla abrazándome.
—¡Hola, Clarita cervecita!
—Nacho no me llames así o me vas a obligar a sacar unos nachitos con tequila, ¡wey!
—Quejas a tu madre —suelta una risotada él—. Cabrona.
—Porque está mi sobrina que sino... —los invito a pasar con un gesto aunque no estoy muy segura si eso debía de suceder.
Entran y cierran la puerta.
—¿Qué hacías?
—Estaba tumbada en la cama como tal bella durmiente.
—Vístete, nos vamos a cenar —le da la niña a su padre y me coge de la mano para ir a la habitación.
—¡No! Mejor vamos a... al cuarto de la plancha. Allí tengo ropa —digo para disimular.
—A donde sea pero vamos -escuchamos que alguien sale de mi habitación y se acerca a nosotros vestido de Santa Claus.
—¡Mami, un ken negro! ¡Santa me ha cumplido mi deseo!
—Hola, soy el novio de Clara.
—¡Él no es mi novio! ¡Y ya cállate que me tienes negra!
—No lo niegues, cariño -me rodea por la cintura y resoplo por no darle dos galletas de jengibre.
—Date prisa y nos vamos. Así conocemos a nuestro cuñado.
—¡Y dale, que no es vuestro cuñado!
—Qué si —suelta el ferrero rocher.
—Que nunca te decides... —tararea mi hermana.
—¡Mamá, es papá noél! —se acerca al negrito—. ¿Porqué es negro?
—Has visto peque, son el blanco y negro de Malú.
—Y el claro y oscuro —ríe mi cuñado—. Aunque parece Baltasar.
Entro a mi cuarto, me visto, cojo el bolso y vamos al restaurante.
—Debería llevar un traje —susurro.
—Déjalo, está la mar de gracioso —anuncia mi hermana—. Calladito te lo tenías.
Asi termina mi nochebuena atipica, solo espero que el negro me de suerte y me toque la lotería del niño.
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