Lentamente Lisa se dirigía a su puerta, después de haber sido interrumpida de estar haciendo nada en el sofá de su sala. Al abrirla sus ojos se quedaron estáticos en la figura frente a ella. Su vista se volvió borrosa por las lágrimas que inundaron sus ojos, y sus labios fueron atrapados entre sus dientes.

— Y-Yo, necesito hablar contigo... — pronunció lentamente la de baja altura frente a ella.

La pelinegra bajó su mirada y asintió lentamente con la cabeza, haciéndose a un lado y dejando pasar a la castaña, quien dió sus pasos suavemente hacia en interior. En cuanto entró se quedó estática, sus oídos escucharon la puerta ser cerrada, cerro sus ojos y agarró una gran bocanada de aire. Tenía que hacer ahora o no sería nunca.

— L-Lisa, quiero que me escuches y no digas nada hasta que termine — pidió.

Lisa aún no pronunciaba palabra alguna, y solo asentía con su rostro.

— Bueno... Cuando todo este empezó, yo... No creí que llegaríamos a esto ¿Sabes? A estar peleadas y sin hablar...

— No estamos peleadas, Jen. — habló por primera vez la pelinegra, removiendose en el sofa donde las dos se habían sentado para estar más cómodas.

— Déjame hablar... Lisa, nunca pensé que llegaría a este punto contigo ¿Okay? Ni siquiera pasó por mi mente en algún momento en tener sexo contigo hasta ese día que vine llorando a tu casa y me consolaste. — explicó. — Tal vez esa noche deje que pasara porque me sentía dolida o tal vez realmente lo quería, no estoy segura. — Lisa empuñaba sus manos encima de sus piernas mientras intentaba tragar el nudo que se formó en su garganta desde la declaración —. Pero... L-Lo único que sé, es que no me arrepiento de haberlo hecho, ni siquiera de seguir haciéndolo ¿Sabes por qué? Porque me gustaba, Lisa, me encantaba hacer el amor contigo, escucharte gemir y abrazarte cada que dormiamos juntas, me encantaba sentir tus besos en mi cuello en las mañanas cuando me quedaba en tu casa, me encantaba oler tu aroma, me encantaba darte besos en la espalda cuando te abrazaba por detrás... Incluso me encantaba rasguñarte la espalda — río suavemente por la nariz, suspirando y mirando fijamente a los ojos de Lisa esta vez, los cuáles tenían un brillo especial además de las lágrimas que ya corrían por sus mejillas sonrojadas.

— Me dí cuenta de que... Realmente me gustas Lisa, me gustas mucho, y tenía tanto miedo de decírtelo. Solo pensaba en como sólo soy una amiga con derechos para ti y en como seguramente me recha... — sus palabras se quedaron estancadas en su garganta en cuanto los húmedos labios de Lisa –a causa de las lágrimas– colisionaban con los suyos en un beso lento pero profundo.

Sus labios se movieron lentamente, como sí tuvieran todo el tiempo del mundo, las emociones de las dos se encargaban de disfrutar el contacto. Las manos de Jennie se dirigieron hacia las mejillas de la pelinegra, tomandolas con cuidado y acariciandolas con su dedo pulgar; mientras las de Lisa se deslizaban desde su cuello a su abdomen y cintura, tomando esta para acercar a la morena más cerca de ella, buscando más contacto y si era posible más calor de su cuerpo.

— N-No vuelvas a pensar eso Jennie, nunca — sentenció con la voz entrecortada por la falta de aire, volvió a darle un pequeño beso y continuó hablando. — Tú también me gustas... Demasiado Jen, me encantas, también me encanta hacer el amor contigo, también me encanta abrazarte, también me encanta que me dejes rasguños y muchas cosas más, solo... Me gustas Jennie Kim — susurró juntando sus frentes.

Las dos se miraban a los ojos, se dieron un pequeño beso esquimal y volvieron a juntar sus labios.

Porque aunque sus sentimientos hayan nacido de una pasión carnal, eran realmente fuertes y estoy segura de que su amor duraría mucho tiempo más.

Y ahora qué
¿Fin?