Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9, La manera en que siente.

Smith la acompañó hasta la puerta del departamento. No quería desperdiciar ni un segundo que pasaba alejado de ella, a sabiendas de que podía perder frente a cualquier paso que diera. Darling nunca le fue distante, lo contrario. Era cálida y cariñosa, aún así, en su mirada se reflejaba algo de lo que estaba seguro que nunca dejaría de ser.

Un amigo.

Sin embargo, un nuevo accionar  por parte de ella lo tomó por sorpresa. Su camino se iluminó con rapidez,  creyendo que todo sería posible. Llegaron hasta la puerta, y Darling comenzó a buscar la llave en su cartera.

—En el bolsillo de tu chaqueta —dijo Smith, con vaguedad.

Darling lo miró atenta, y por unos segundos, cortos y llenos de calor, creyó que allí era la respuesta correcta a seguir adelante. Lo tomó del cuello de la camisa, arrugando la suave tela, y lo acercó a ella. Sus alientos, impregnados del dulce aroma del vino tinto, chocaron, casi como una caricia.

Smith no lo dudó, y la tomó de la cintura, bajo la chaqueta negra. Sintiendo el calor de su cuerpo en las palmas de su manos. Se dejó arrastrar por la suavidad con la que Darling jalaba de su camisa, hasta que sintió el suave golpe de su cuerpo contra  la puerta. La podía besar, ella había dejado la vía libre para romper cualquier límite hasta momento.

Pero así como ella se atrevió a hacerlo, también los recompuso. Lo soltó con rapidez, apartándolo de su cuerpo, y despegándose de la puerta, para volver a caer sobre esta. La firme madera la situó allí mismo y en lo que estaba por hacer. Porque Smith volvió a ser el joven agradable, y no aquel que deseaba como si fuera un fuego y ella un pequeño bicho volando directo a su luz.

 Ciega por el deseo, pero la realidad, es que Smith no era quien lo provocaba. 

—Lo siento —murmuró Darling, apenada—. Yo, yo no debí. Lo siento.

Smith se alejó unos pasos, sin dejar de sonreír aunque por dentro se odiaba por lo rápido que se disparó su ilusión. Lauren, y sus compañeras les advirtieron sobre que Darling podría ser problemática en ese ámbito.

O quizás lo era él por haberse flechado de inmediato, y ellas no lo querían admitir.

—No, Dar, no debes disculparte —dijo y se rascón la nuca—. Que descanses, nos veremos en el taller.

Sin decir y hacer nada más, se alejó, dejando de sonreír en cuanto le dio la espalda. Darling sintió una soga alrededor de su cuello, que a poco le iba quitando el aire. No estaba segura de cómo llegó ahí, pero si que la podría matar.

Se metió en el departamento. Tras cerrar la puerta, se encaminó al baño, arrastrando los pies como si el cuerpo le pesara. El día le pasaba el doble de factura y lo sentía en su palpitante sien. Quería meterse en la cama, y dejar que lo sucedido se borrara hasta que el sol saliera, y encontrara las agallas necesarias para poder enfrentarlos de vuelta. 

—¿Día largo? —dijo alguien.

Ella asintió con un inaudible si, y continuó su camino. Hasta que se detuvo, y gritó al darse cuenta que había alguien es su departamento. Tomó lo que había a su alcance, desde pequeñas estatuillas en una mesa, hasta un velador, que pretendía usar de arma.

—Lo único que puedes lograr hacer con eso es  encandilarme —dijo el intruso, en un tono burlón.

 Darling abrió los ojos al reconocer su voz, y lo vio allí a un costado del pasillo. Apoyado contra el muro, sosteniéndose el brazo, dando una sonrisa tan torcida como su postura. No pudo decir nada, tratando de hilar lo que veía con el exabrupto interno que no se reflejaba del todo. 

 Soltó el velador, y este cayó de pie iluminándolo. Darling dio unos pasos inseguros, alzando una mano en el aire. Se detuvo casi rozando su pecho, lo miró de arriba a abajo, hasta que llegó a sus ojos. Donde encontró la mas clara confusión. Silco parecía incapaz de decir algo al tenerla tan cerca, como si ella se hubiese robado cada mala broma, o palabra que servía para mantener la distancia. 

 Una barrera que cada día que pasaba era mas difícil de mantener. Mas aun cuando no era capaz de verla todos los días, y ella rondaba en sus pensamientos de la nada, y lo sacaba de su curso. Silco cuando menos se deba cuenta se encontraba queriendo saber como se encontraba, y eso le molestaba. De alguna manera que no podía explicar, le frustraba que ella solo apareciera, y se encontrara tan lejos como para ir ha hablar de lo que fuera. 

 Ahora que se encontraba allí, con Darling saliendo de sus pensamientos, haciéndose realidad, tangible, perfumada, se quedaba sin palabras, con las defensas por completo bajas. Dispuesto a todo lo que ella quisiera, porque aun cuando estuviese de pie, se sentía de rodillas ante su presencia.     

—Mi chaqueta de verdad te queda bien —murmuró Silco, sonriendo. 

 Darling contuvo la sonrisa, y se dejó llevar por ese sentimiento que se venía guardado desde siempre. Las botas altas le ayudaban a no tener que estirarse tanto para poder alcanzar sus labios, y en cuanto los tocó, no ocultó lo mucho que deseaba, cuanto lo anhelaba desde esa ultima mañana que pasaron juntos, y decidió que lo mejor era convencerse que ser mas que amigos haría todo mucho mas difícil. 

 Se pegó aun mas a él, haciendo que su espalda se enderezara contra el muro, enredando sus delgados dedos en su desarmada coleta. Ahora si, Silco era el fuego, la fuente, la provocación, y ella quería enceguecer a su lado, arder, hacerse cenizas, sin temor a estar equivocada.  

 Las manos de Silco se aferraron a su cintura como un deseo hecho realidad. Las deslizó hasta sus caderas, apretando como si tuviese garras en lugar de dedos, y valiéndose de su reacción a la peligrosa cercanía. Mordió su labio, buscando un ápice de dolor que los situara en la realidad del momento. Que el calor de sus cuerpo, los suaves gemidos de sus bocas, y las irrefrenables ganas de desgarrar hasta lo ultimo que los separaba el uno del otro, era tan cierto, y soñado a la vez. 

 Silco lo quería todo de ella, aun de rodillas, suplicando por mas. 

Darling no se imaginó el poder que cabía en si misma, pero estaba dispuesta a darlo todo, a pedir cada parte de él.   

Darling aun no se dormía. Se mantenía con los ojos apenas abierto, mientras dibujaba pequeñas formas en el pecho de Silco. Él tampoco lo iba hacer, cuando dejarse ir por el cansancio del cuerpo implicaba dejar de verla por unas horas. Si podía armonizar su respiración, también podía estar lucido por un rato mas. Así apreciaría el color rojizo, casi como una llamarada, de su desordenado cabello, lo pálido de su piel, el suave rubor de sus mejillas, y el verde primaveral de su mirada. 

 Mientras él la examinaba, como si se tratara de una obra de arte, Darling tuvo tiempo de hacer lo mismo. Aun mas, cuando los suaves rayos del sol amanecido entraban por la ventana, apenas cubiertas por las cortinas, lo alcanzaron y le mostró los golpes sobre su piel casi gris. 

—¿Qué te sucedió? —preguntó Darling. 

—Creo que el boxeo no es lo mío —murmuró Silco, pasando una mano por su cabello rojizo. 

 Darling lo miró fijo. Sus ojos no se movían de los suyos. No le mentía, o lo hacía tan bien que le era imposible diferenciarlo de la verdad. Por lo que le dijo Felicia, él y Vander se estaban convirtiendo en la voces de Zaun, ¿Qué tantos problemas les traería aquello?

—Boxeas cuando no puedes golpear a alguien que quieres golpear —dijo Darling y se enderezó, atándose una sabana al pecho—. Te conozco, no lo haces por amor al deporte. 

 Silco se rio, y también se enderezó para quedar mas cerca de ella. No dijo nada, solo pasó una manos por su mejilla, hasta llegar a su nuca, y la arrimó para comenzar a besarla. Una estrategia que Darling la creía entre tentadora, y estúpida. Por unos minutos, se dejó engatusar por sus besos, y la manera en sus manos acariciaban su piel. 

 Lo detuvo cuando intentó sacarle la sabana que la cubría, y gozó ante su expresión de frustración. 

—Espera —dijo Darling, algo agitada—, ya que tu también has vuelto al boxeo —añadió, aunque rodó los ojos—, tengo buenas noticias. 

 Silco se echó hacía atrás, soltando aire por la nariz, y sonriente. La miraba como si todo fuera un juego, y Darling se derretía ante el brillo de su mirada. 

—Procede —dijo Silco, y se acomodó algunos cabellos hacia un costado—, quiero saber porque Felicia festeja tanto. 

Darling abrió la boca, indignada. 

—¿Leíste la nota? — preguntó.

—La dejaste allí sobre la mesa, y bueno, a Felicia se la oye hasta cuando escribe —respondió con suma tranquilidad.

Darling aguantó la risa, de no hacerlo, le sacaría toda credibilidad a su enojo. Aún así, no le dijo más nada, que darle una mirada, en la que se suponía, lo estaba regañando. Pero Silco no fue capaz de creerle, menos cuando le sonrió coqueto y a ella se le tiñeron las mejillas de rojo en segundos.

Era muy capaz de acalorada en cuestión de unos segundos, y sin la necesidad de tocarla.

—Bien, como sea —dijo Darling, agitando una mano en el aire—. La noticia es que la casa Kiramman me va a patrocinar mis estudios.

El brillo en sus ojos, y esa amplia sonrisa era la prueba del orgullo que sentía de poder decir aquello en voz alta, sin temor a represalias. Por unos segundos, no recibió respuesta por parte de Silco, hasta que lo vio reaccionar. Como si la ficha hubiese tardado en caer. Gesticulo sin poder decir nada, pero su mueca, esa que daba pie a una pequeña sonrisa cargada de asombro, evidenciaba su alegría.

Fue rápido, y se tiró sobre ella para darle un fuerte abrazo. Darling soltó un corto grito de alegría, y le correspondió. Se quedaron allí, juntos, en silencio, apreciando la compañía del otro. Su cuerpo, la suave piel, el calor que los mantenía en calma, y a la vez le provocaba esos violentos escalofríos que los recorrían de arriba a abajo.

—Sonara egoísta, pero esto lo hago por ustedes —murmuró Darling, acariciando su espalda—. Por Felicia, por Vander ...

Se pauso para poder verlo a los ojos. Su color, entre el verde agua y el gris, le hacia sentir segura, le maravillaba. Estaba segura que podía pasar horas viéndolo hacer lo que sea con ellos, desde leer, hasta verlo apreciar las ruinas de Zaun.

—Por ti —añadió Darling—. Por nadie más que por ti.

Silco no le dijo nada. Le dio un beso, lento, cargado, profundo. Se sumergió en sus boca, en la calidez de sus labios, en la veracidad de su lengua capaz de decir las palabras más dulces y convincentes. Palabras simples que eran capaces de evocar sentimientos complejos. Porque hasta momentos atrás se creyó el único de los dos, como el mas ferviente adorador. 

 Sin embargo, Darling parecía hacerlo de misma manera que él. Como una necesidad como, ese aire que lo mantenía vivo. Ella lo sentía igual, al menos se refugiaba en esa creencia. No podía sentirme mas ciego, y no le molestaba. Porque al final, ella también era ese fuego capaz de transformarlo todo en un incendio. 

—Te amo —murmuró Silco, sobre sus labios—. Te amo como no he amado a alguien mas. 

 Darling sintió su corazón palpitar errático en su pecho. El aire se agolpó en sus pulmones, y trató de contenerlo tanto como pudo, como si temiera a ser oída. 

—¿No te da temor sentir así? —murmuró Darling, con la voz trémula. 

—Amar de la manera en que lo hago, es el único riesgo al que no temo —respondió, y volvió a besarla. 

 Darling enredó los dedos en su largo cabello oscuro, y se fundió con fuerza contra su cuerpo. Se dejó consumir por el calor de su pecho contra el suyo, por el fuego en que se buscaban una y otra vez. Aquel día, aun cuando el sol estuvo en lo mas alto del cielo, no abandonaron el cuarto, ni el departamento. Ella no atendió a ningún llamado, ni él tuvo las intensiones de marcharse.

Pasó un par de días, Darling ya no pudo ignorar a mas nadie. Lauren le dejó pasar el no haber alzado el teléfono, por no haber faltado ni una sola hora desde el momento en que comenzó su trabajo en el atelier. Aunque si se lo descontaría de las próximas vacaciones. 

—Solo espero que la razón por la cual no me has atendido, valga la pena —dijo Lauren del otro lado del teléfono. 

 Darling miró a Silco, quien estaba a un lado de la ventana, fumando un cigarro, y sonriendo como si supiera de que hablaban. Traía el cabello suelo, y la camisa abierta, por lo cual no podía dejar de admirar la obra de arte en la que se había convertido.  

—Te puedo asegurar que si —respondió Darling, y sus mejillas se pusieron un poco roja—. En la tarde voy al atelier, y te cuento sobre el acuerdo con Cassandra Kiramman. 

 Mantuvo la charla unos minutos mas, donde hizo un par de anotaciones, y cortó el llamado. Con unos pasos lento, pero sonriente, se acercó a Silco. Lo abrazó estando cerca, y apoyó la cabeza en su pecho. Solo por él, no le importaba el humo del cigarro. Se mezclaba con su perfume cítrico, y lo pensó como el mejor aroma. 

—Pensaba —dijo Silco, y apagó el cigarro—, me gustaría que cuando me pregunten por la ingeniosa señorita Greywall, yo pueda decirles que ella es mi novia. 

 Darling se aferró con fuerza a su pecho, tratando de ocultar la sonrisa que le provocaba, y las mejillas ruborizadas. No dijo nada, solo asintió con la cabeza, por completo satisfecha de oír aquello. 

☆☆☆

Y es así, como unos que se traer más ganas de cagado de sed en el desierto con botellita de agua, se dan con ganas 😭💖

Los tkm mucho, espero que no les pase nada malo (espero, pero tengo a la guionista a mi lado *es el espejo*) se casen, y tengas hijos, y sean felices siendo tío y tía de Vi y Powder 😭🙏🏻🙏🏻

     

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro