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14, Familia, honor y orgullo.

 Se puso a hurguetear donde su padre pudo haber guardado algo mas. En el librero encontró un par de cuadernos limpios, algunos libros a punto de hacerse polvo, y revistas de ingeniería que no tenía nada mas temas sobre la materia en que el hombre trabajaba. Revisó hasta las cajoneras del viejo escritorio, solo para encontrarse con algún bolígrafo sin tinta, o mas polvo.

  No quedaba, o al menos no hallaba ningún escrito de él. Ni tampoco recordaba en que haya en la casa de Zaun. 

 A Darling no le quedaba otra alternativa que seguir pensado por su cuenta, sin ningún sustento mas que su propia creatividad. La cual parecía escasear, y se ponía en blanco al momento de diseñar lo que sea que tenga que ver con el traje para los mineros. 

 A punto de darse por vencida, pues el día pasaba mas rápido de lo previsto y debía volver a la academia para luego ir al atelier, oyó pasos acercarse por el pasillo. El apuro les entró a ambos por igual, ¿Quién de los dos se podría enfrentar a un maleante y salir victorioso? Tanto Darling como Smith sabían que no eran capaces de enfrentarse a alguien armado. Aún así, agarraron sus improvisadas armas, ella una lampara de pie, y él un viejo escobillón, para poder defenderse, o al menos verse un poco intimidantes para poder huir en la primera oportunidad. 

 Sin hacer mucho ruido, se acercaron a la puerta de la habitación. Darling iba delante, con la lampara alzada por encima de sus hombros. Miró a Smith y asintió en señal de que debía gritar cuando pudiera abrir. 

 —Cuando diga tres —murmuró Darling, y Smith asintió. 

 Un paso más y a punto de abrir la puerta, gritó y corrió para hacerlo. Smith, tan enérgico como ella, hizo lo mismo. Los dos se abalanzaron sobre el intruso con los ojos cerrados, gritando como si aquello los hiciera sentir mucho mas valiente. 

—¿Qué creen que hacen? —exclamó una mujer, a unos metros de ellos. 

 Reconocieron su voz en el acto, y frenaron de golpe al abrir los ojos y encontrarse con Lauren. Su rostro pálido del miedo, apenas era protegidos por sus delgadas manos. Estaba segura que el grito que brotó de su garganta le dejaría secuelas, y le echaría la culpa a aquellos dos por comportarse de esa manera. 

—Señora Highway —exclamó Smith, y soltó el escobillón. 

—Lauren —Darling se frenó de golpe. 

 Smith atropelló a Darling, y los dos terminaron en el polvoriento suelo, a los pies de Lauren Haghway. Se le había pasado el terror de ser golpeada, los veía entre la confusión, el enojo, y conteniendo la risa por tenerlos revolcados a sus pies. 

—Nunca imaginé que algo así saliera de mi boca pero, ¿Qué hacen, par de idiotas? —preguntó, y se cruzó de brazos. 

 Se pusieron de pie de inmediato, y se sacudieron sus elegantes prendas. Smith solo se ensució las rodillas de su pantalón sastrero, mientras que Darling casi lustró el suelo con su vestido marinero azul y blanco. La cinta que tiraba su fleco hacía atrás había quedado torcido, erizando sus cabellos. 

 Cuando al fin estuvieron un poco mas tranquilos, Darling sintió curiosidad de saber por qué estaba allí su jefa. No dudó en cuestionarla, mas de lo que la mujer hizo. 

—¿Tú que haces acá? —preguntó Darling—. Digo, esta era la casa de mis padres, pero yo nunca ...

 Se frenó de golpe al darse cuenta que le estaba revelando a la señora Highway sobre su verdadera identidad. Frunció la boca, y supuso que ya había sido demasiado tarde. 

—Smith, necesitó hablar a solas con la señorita Greywall. 

Él no dijo nada, y se marchó escaleras abajo. Cuando oyeron la puerta de la entrada cerrarse, Lauren invitó a que Darling volviera a la oficina de Salomón.  

 Darling volvió a entrar, y se sentó en la silla frente al escritorio. Estaba a punto de protestar, cuando vio a Lauren moverse por la habitación con naturalidad, como si ya hubiese estado allí antes. Entonces solo pudo tener mas preguntas. A punto de hacer la primera, se calló en cuanto la señora Highway se arrodilló, y comenzó a tantear el suelo, dando algunos golpecitos con los dedos.  

 Entonces no dijo nada, e imaginó que ya había perdido la cabeza. La pensaba como una mujer sensata, y eso le hacía dudar de lo que la conocía. 

—¿Qué haces? —se animó a hablar. 

—Ya lo veras —respondió Lauren. 

 Tocó una tabla que apenas sobresalía, y le dio un golpe mas fuerte, con el dorso de la mano. Esta se levantó de inmediato, y Lauren sacó una carpeta del suelo. Darling abrió los ojos, llena de asombro. No esperaba algo como eso, ni recordaba haber visto a su padre tener un compartimento escondido en la oficina. 

—Es que tu eres demasiado pequeña para conocer todos los trucos de Salomón —dijo Lauren, y se puso de pie. 

—¿Cómo? —preguntó Darling, atónita—. ¿Conocías a mi padre?

 Lauren se sentó al frente, y puso la carpeta sobre el escritorio. La abrió con cuidado, y de allí sacó una foto en color sepia, y las esquinas comidas, delatando su vejez. Darling los reconoció a los tres. Estaban sonrientes, una de las mujeres, la de estatura mas baja, estaba embaraza y era su madre, la reconoció por el vestido de tirantes, y el largo cabello lacio. Entre los otros dos, su padre, quien llevaba una melena rizada y una barba tupida, y del otro lado su jefa. Quien no lucia para nada como la veía ahora. 

 Lauren siempre llevaba ropa de sastrería, trajes de pinzas que marcaban su figura, y el cabello canoso atado en un moño alto. Mientras que en la foto, usaba un gran overol, y tenía los mismo rizos rebeldes que Darling. 

—Demasiado, tu padre es mi hermano mayor —respondió Lauren, y tomó la foto—. Si, no te debes acordar de mi, te han llevado de Piltover cuando eras una niña pequeña. 

 Observó la foto, y sus ojos brillaron. Darling no supo si se trataba de alegría o tristeza. Pero en unos segundos, se dio cuenta de que se trataba de lo mismo que ella sintió al volver a la casa. Añoranza, o nostalgia, una punzada por volver a esa parte del pasado en que todo parecía estar bien, brillante, cálido, colorido. Como cuando se encontraba despierta en medio de la noche, sumergida en sus recuerdos, un poco descoloridos, antes de perder todos los colores y darse cuenta que estaba a punto de ahogarse en la oscuridad de los mismos.

 Pero aquello no tardó en mutar en algo mas cálido. Se centró en el presente momento, en que se enteraba que estaba trabajando para ella, y que nada parecía una sutil coincidencia. 

—¿Todo este tiempo me estuviste ocultado ser mi tía? —le cuestionó Darling—. O sea, ¿Soy un nepote? Maldición, ¿Alguien mas en el atelier sabe que somos familia? 

 Se puso de pie, y la silla cayó al suelo por el impulso. 

—Ya de por si debo lidiar con la idea de que van a saber quien es mi padre en la academia, como para tener que preocuparme por esto también —exclamó enojada. 

 Lauren la veía hacer su rabieta. No le iba reprochar el estar viéndola por primera vez patear el suelo, y refunfuñar. Había visto a Darling picharse sin estar usando dedal, y no quejarse. Así que ahora podía presenciar lo que estuvo guardándose por años. Tenía las mejillas rojas, y el ceño fruncido, ya hacía todo tipo de movimiento hacia arriba con las manos. Se tragaba los gritos, pero también dejaba escapar algunos.  

—Por todos los cielos  —exclamó Darling—. Termino siendo una falsa. 

—Por favor —dijo Lauren, y se puso de pie. 

 Se acercó a ella, y la tomó de los hombros, deteniéndola. 

—No lo eres —dijo Lauren, y le sonrió—. Eres una mujer inteligente, no por el apellido, sino por ti misma. 

—Pero ...

—Pero nada —le interrumpió—. Cuando me llegó tu portafolio, esperaba diseños simples, como los que hacia tu madre. Pero no solo demostraste ser creativa sino que también ingeniosa. Te has empapado de ambas parte, y haz logrado ser una gran diseñadora, y algún día, te darán un titulo que dirá que eres igual, o una mejor ingeniera que tu padre. 

—Lo dudo —murmuró Darling, e hizo la vista a un lado—. Tenía una tarea, y no he logrado llegar mas que a un callejón sin salida. 

 Lauren se hizo a un lado, y se acercó al escritorio. Tomó la carpeta de su padre y se la entregó a su sobrina. 

—Tu padre estuvo igual que tu —comentó, con nostalgia—. Pero, creo que ha logrado saltar ese muro. Quizás esto de ayude mas de lo que imagina. 

 Darling dio un soplido. Tomó la carpeta, que después de todo era la que buscaba, aunque mas esperaba hallarla por su cuenta. Leyó la letra de su padre, una perfecta y pulcra cursiva, y sonrió. Lo sentía a su lado, dándole el empujón hacia el lado correcto. 

—Gracias por esto —dijo Darling. 

—No hay nada que dabas agradecer, esto te pertenece —dijo Lauren, y sonrió—. Eres su hija, una viva imagen. Salomón podía perder rápido los estribos cuando algo lo sobrepasaba. 

 Darling la abrazó, tomándola por sorpresa. Ahora que sabía que aun quedaba un familiar en pie, no se sentiría tan sola en la gran ciudad.  

—No he tenido tiempo —dijo y se apartó sin soltarla—, pero me casaré. 

—Oh, mi niña —exclamó Lauren, y la abrazó con fuerza—. Estoy tan feliz por ti. Deberé hablar con ese tal Silco, debo ponerlo en su lugar. Alguien de la familia se tiene que hacer cargo de estudiar que tan bueno es para ti. 

 A Darling aquello se le hizo gracioso, mas aun saber la cara que pondría su prometido en el momento que le diga que una tía, hermana de su padre, quiere tener una charlar con él. 

—Silco es un buen hombre —murmuró Darling—. Cuando lo conozcas, te darás cuenta rápido que lo es. Me hace bien. 

—Lo se, niña —dijo Lauren, y abrió el abrazo—, pero aun así tengo que hacerle saber que si te hace llorar, o lo que fuera, yo no seré buena con él. 

•••

Unos meses después del descubrimiento de su no tan muerto árbol genealógico, Darling se encontraba ajustando el primer prototipo de un nuevo traje paras el trabajo en las minas. Decantó por hacer algo con varías piezas, pero que no dejaba de ser cómodo para los usuarios de las minerías. 

  Un par de botas flexibles y resistentes a suelos rocosos.

Una camiseta delgada de un textil de secado rápido. El cual fue hecho en un principio para atletas, pero ella decidió que también podía funcionar para mantener el cuerpo seco bajo tierra. 

 Un chaleco que mezclaba algodón con una fibra sintética de aluminio, capaz de reflectar la luz, y mantener el calor alejado. 

 Pantalones y una gabardina de dos capas. Una delgada por dentro que conservaba el frio, y por fuera mas gruesa, resistente y flexible. 

 También se las ingenió para mejorar los revestimientos internos de los guanteletes que usaban para romper las rocas, al ver el estado deplorable de las manos de Vander. Dejando los callos, las lastimaduras frescas mas recientes en los nudillos, le dio a entender que no tenía nada que amortiguara los golpes. 

 A eso se le sumaba la liviana mochila que servía para refrigerar liquido (solo usada por quienes iban mas abajo en las minas) y las mascarillas para evitar aspirar los restos de gris que aun rondaban.

 Darling veía el conjunto con entusiasmo. En la tarde un minero de Piltover y otro de Zaun los probarían por quince días y le darían la el visto bueno (o no) y así mandar a fabricar el primer par de docenas. 

 Las notas de su padre le habían ayudado. Mas la parte en la que él remarcaba que a veces un poco mas era mejor que simplificarlo todo a un solo traje tipo mameluco. Los había visto antes, y solo servían para entorpecer los movimientos, y no permitía que hubiera mas personas en un mismo pasillos.    

Al fin había logrado saltarse esa muralla que le impedía ver del otro lado. Cuando se topaba con los nuevos planos, o los moldes, no tenía ganas de romperlos, sino de seguir modificándolos para poder llegar a eso tan ideal con lo que soñó alguna vez. No creía en vano salir de la cama, y ni que tampoco el lugar que ocupaba lo podría estar usando alguien mas capacitado. Una vez mas, Darling volvía a sentir el alegre cosquilleo del orgullo llenar su pecho cada vez que ponía un pie en la academia. 

 Las largas noches en que se quedaba leyendo los apuntes de su padre, o miraba la hoja en blanco en donde trazaría las primeras líneas de un nuevo diseño, ya no serían en vano. El prototipo que tenía la frente era el resultado de no haber bajado los brazos cuando mas le pesaba. 

—Se ve bien —dijo Cassandra, detrás de ella. 

 Darling se quitó los lentes, y los dejó con cuidado sobre unos planos en la mesada. Se puso al lado de Cassandra, miró lo mismo que ella. Dos trajes, con los mismos materiales, de pie como si los mantuviera el orgullo de haberlos hecho con sus propias manos. 

—No solo eso —dijo Darling, y sonrió—, sino que también funcionaran excelente. 

 Cassandra la miró, y arqueó una ceja. 

—Suenas seguras —dijo, dando un sonrisa ladeada. 

—Lo estoy —aseguró Darling—. Pecare de orgullosa, pero ¿Por qué no estarlo? Al igual que el vestido de novia, se hablará de esto por meses. 

 Cassandra le dio una palmada en la espalda, y luego se puso frente a ella. Le extendió una mano, que Darling no dudó ni un segundo en estrechar. Se sentía poderosa, capaz de comerse el mundo si debía hacerlo. Nunca antes, en sus veintisiete años, sintió algo parecido a la grandeza, como en el momento en que estrechó la mano de la matriarca Kiramman, tras haber cumplido con su objetivo principal. Que la gente de Zaun pudiera trabajar en paz. 

—Darling Greywall es todo un honor que trabajes para mi, conmigo, a mi lado —dijo Cassandra, apretando con fuerza el agarre. 

 Darling ensanchó la sonrisa de victoria. Tuvo que tomar aire por la nariz, pues sentía que no le era suficiente con lo inflado que se había puesto su pecho, y estaba segura que ayudaría a contener las lágrimas en sus ojos. 

—El honor es todo mío, Cassandra Kiramman —dijo, con la voz trémula. 

☆☆☆

Ahhhh, perdón la tardanza, pero es que ando en medio de la corrección de otra historia. Este capitulo es una gran adelanto para la personalidad de Darling.

Por cierto, la conversación entre Lauren y Silco está lista, y esta muy 🥵🥵🥵

En fin, el sistema es el mismo, termino un capítulo y sigo publicando. Que por cierto, cada vez más cerca de lo que pasa en el puente 😭

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