Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

11, Our love.

En el departamento, cuando estuvo sola, Darling dejó que los nuevos sentimientos salieran. Estaba desbordada. La cabeza se le partía del dolor, no le alcanzaba la vista para poder escribir las anotaciones que le faltaban para poder terminar con su horario, y además, una parte de su cuerpo le dolía mucho mas que solo la jaqueca. 

 No quería detenerse tanto, de hacerlo, volvía una vez mas a lo ocurrido días atrás. No podía creer que en poco tiempo se encontró afligida porque no podía quedar embarazada, o de estarlo no saber como tener un hijo, se le añadía que ser zaunita era un problema. Para ella como residente en Piltover, y si todo hubiese seguido su curso sin interrupciones, como madre divida en dos también. Que Felicia lo fuera, y ella sin llevar una solución, como una promesa para una mejor vida, la azotaba. 

 El silencio del departamento parecía interrumpirse por el grito de múltiples voces clamando por algo concreto. Y Darling no lograba hacer nada sin que se desmoronase al instante. 

 Se dio una ducha rápida, y se fue hacer la maleta. Dejaba un rastro de agua a su paso, y no le importaba. Se cambiaría cuando estuviera lista para irse, y correría para alcanzar el próximo transporte que la lleve directo a Zaun. Necesitaba de aquel aire pesado, pero mas que nada, de estar rodeada de sus amigos, de su novio. Quería abrazar a Felicia, y acompañarla todos los días, hablar con Vander hasta pasada la media noche, y dormir abrazada a Silco. 

 No quería estar mas en Piltover. No por unos días, hasta incluso, semanas. 

 Cuando estuvo lista, con el cabello recogido en un rodete que sostenía sus rizos húmedos, salió del departamento, tratando de dejar puertas dentro todo el desbarajuste interno ocasionado en los últimos días.  Comenzó a caminar apurada, tratando de no chocar a aquellos que andaban tranquilos por las veredas. Darling sabía que si lo hacía, sería ella quien terminaría en el suelo. Y con las emociones a flor de piel, lloraría frente a un amplío público. 

 Tardó veinte minutos en llegar. Mientras esperaba para sacar el boleto, trataba de recuperar el aliento, y que calor no la terminara por sofocar. En el día, casi tarde, la temperatura no menguó tanto como esperaba, y la falda larga comenzaba a causarle estragos. Se sentía encerrada, y la falta de aire, no ayudaba a que la presión no fuera tan evidente en su cuerpo. 

—Su turno, señorita —dijo la mujer de boletería. 

—Lo siento —dijo Darling, dando una sonrisa torcida—, un boleto a Zaun. 

 Unos minutos después, Darling tenía el boleto, y las ansias por subirse y llegar a Zaun la consumía por dentro, y se reflejaba en sus manos temblorosas. Al primer llamado, y tras haber hecho confeti un folleto que tenía, se apuró y fue por su asiento. Por un instante, creyó que el respiro que dio al sentarse fue le primero en todo el día. 

 Cerró los ojos, y en segundos se durmió. El día le pesaba en los hombros, y solo quería que se terminara. Deseaba volver a empezar uno nuevo, y que su mente saliera del estancamiento en el que se encontraba. Estar rodeada de aquello que quería solucionar, y sus amigos, Darling lo veía como la oportunidad para cambiar la perspectiva. El viaje duró menos de lo que recordaba, y una señora la despertó para que bajara a la estación, antes de volver hacer el trayecto. 

—Gracias —murmuró Darling, adormilada. 

 En Zaun era casi de noche. Las luces de los faroles iluminaba de un tenue verde, que se mezclaba con la poca luz que quedaba del día que se iba extinguiendo. Solo pudo pensar en ir a un solo lugar, sabiendo quienes estaban allí a esa hora. Aun no era el horario en que abrían al publico, así la esperanza de solo encontrar a Vander y Silco era mayor.  

Llegó a la Ultima Gota sin problemas. Allí, en los carriles, la mayoría la conocían como para evitar írseles encima. Aunque Darling, de toda la vida, siempre llegaba a un momento en que temía andar de noche por la calle. 

 No entró por delante, sino que rodeó el bar, y fue por la puerta de salida. Caminó un corto trecho hasta encontrar la otra entrada, que era mas secreta que algo conocido por personas que no fueran quienes trabajan allí. Dejó la maleta y el abrigo en un cuartito al lado de las escaleras, y siguió por el pasillo hasta llegar detrás de la barra.

—Cantinero —exclamó, alegre—, deme lo mas fuerte que tenga. 

 Vander giró de golpe al oírla, y se carcajeó al encontrarla parada en la puerta de atrás, con la sonrisa cansada, y sus rizos a punto de hacer estallar la coleta de cabello que los apresaba. 

Negó con la cabeza, y abrió los brazos. Darling no dudó ni un segundo, se fundió en su pecho, y dio aquel suspiro. Uno suave, uno que brobataba de una sonrisa cansada, uno que siempre surgía cuando se encontraba en su hogar, con su gente.

—No te esperábamos hasta la próxima semana —murmuró Vander.

Darling se hizo a un lado, y se encogió de hombros. Ella no esperaba mucho, y los últimos días, semanas, hasta meses, no hicieron mas que darle sorpresa tras sorpresa.

—¿Me darás tu trago más fuerte? —preguntó Darling.

—Si, pero solo un vaso —dijo Vander.

Mientras el servía, Darling rodeó la barra, y miró a todos lados en busca de las dos personas que faltaban. Silco casi siempre estaba a la par de Vander, y Felicia nunca tardaba tanto en unirse a ellos.

—No te preocupes, fueron hacer un recado —dijo Vander.

Le pasó un vaso corto, decorados con franjas pintadas de bronce. Darling apenas lo olió, supo que le daría la peor de las resacas. Y quizás, era algo que buscaba por el momento, un fuerte golpe en el estómago y cabeza. No lo dudó más, y se lo bebió de un solo trago. Le quemó la garganta, y sus ojos se llenaron de lágrimas por el ardor, que iba bajando por el esófago.

—Tranquila, no querrás que te golpee tan fuerte —dijo Vander, en un tono burlón.

—No, pero ya me han golpeado por todos lados antes de este trago —dijo Darling, pasando un dedo por los bordes del vaso—. Supongo que esto estará amortiguado. 

 Vander estuvo a punto de decirle algo, cuando al bar entró una mujer. La expresión de él cambió de repente, por lo que Darling apenas giró para verla. Casi nadie tenía ese efecto, el de borrarle la sonrisa, y hacer que el ambiente se sintiera pesado. 

 Darling no la había visto antes, o al menos eso pensaba. Tenía casi su edad, y viéndola acercarse, casi amenazante, aseguraba que le sacaba un par de cabezas de alto. No sumaba su ceño fruncido, y mueca tensa. Ni tampoco que su físico era mayor al del Silco. Era de esas clases de personas que no acostumbraba a ver en momentos de paz. Menos cuando su presencia tenía tanta injerencia en Vander, la única persona que parecía no inmutarse con nada. 

 Era todo sonrisas, hasta su llegada. 

—Sevika —dijo Vander, en un tono mas bajo de lo usual. 

 Ella no dijo nada. Le echó una rápida mirada a Darling, quien quería entender la razón de su presencia, y el significado del silencio. Sevika volvió la vista sobre Vander, y le pasó un largo papel enrollado, él lo aceptó en el acto. Ambos asintieron, y no se dijo mas nada. Así como llegó, se marchó. 

 Darling, un poco mareada por el repentino efecto del alcohol, abrió los ojos desconcertada. Aun si no estuviera nada ebria, no entendería lo que pasó frente a su nariz, y reaccionaría de la misma forma. Porque en cuanto Sevika se marchó, la puerta se cerró, Vander volvió a ser el mismo. Le sirvió un vaso de jugo, y le sonrió como si nada. Una expresión que podía significar una cosa "no hagas preguntas" 

 Aun si quisiera hacerlas, si su mente no estuviera tan aletargada como para formularlas, ninguna saldría, o no de manera ordenada. Se mantuvo en silencio, y tomó lo que Vander le sirvió. Fueron los minutos mas largos que pasó allí abajo, hasta que llegó Silco, charlando muy en calma con Felicia. Darling tragó aire al oír sus voces, y se puso de pie, mareándose en el proceso. 

 Silco se apuró al verla tambalearse, y llegó a tiempo para sostenerla. En cuanto sus mirada se encontraron, sonrieron. Ella agradecida de su presencia, y él por completo enamorado de esa mueca, un poco intranquila. 

—Hola —murmuró Silco, y la ayudó a enderezarse.

—Hola —respondió Darling—. Me alegro tanto de verte. 

—Yo estoy alegre de verte antes de lo esperado —dijo Silco. 

 Darling se acomodó la falda del vestido, y dio un sonrisa, que iba entre lo tranquila y nerviosa. Era como si Silco hubiese detectado en el acto que algo no funcionaba bien. Mas aun cuando fue rápido en notar el vaso de tragos, vacío. 

—¿Es muy grave? —murmuró Silco. 

—Solo es angustiante —respondió Darling—. ¿Podemos hablarlo después?

 Él asintió, y le sonrió sin mostrar los dientes. Darling se apartó para ir a saludar a Felicia, quien se había acercado a la rokcola. Llegó antes que eligiera una canción, y la abrazó por la espalda. Su amiga la miró, con ese inusual brillo. Estaba segura de que había tomado una decisión.

—Lo diré ahora —murmuró Felicia. 

 O tal vez dos. Darling asintió, y la soltó, antes besando su mejilla. Volvió donde Silco estaba sentado, escribiendo en su cuaderno, y comiendo un recien servido plato de estofado. Le ofreció a su novia, pero se negó. Comer, cuando sentía el cerebro flotar en alcohol, implicaría vomitar en el acto. No estaba dispuesta ha hacerlo en ese momento. Se sentó a su lado, y apoyó la cabeza en su hombro. Cerró los ojos, y se dejó envolver por la canción que puso Felicia. 

 —¿Qué estamos celebrando? —preguntó Vander. 

 Darling imaginó su sonrisa. Porque Felicia parecía ser la única persona capaz de provocarle una mueca tan genuina. 

—¿No puedo una dama estar de humor para escuchar una canción familiar? —preguntó Felicia. 

—Esta dama no, y esta canción no —dijo Vander, dando una corta carcajada.

 Darling abrió los ojos en el momento en que Vander servía otro trago, y Felicia se acercaba a ellos, dando sus ligeros pasos de baile. Entonces ella observó como sus amigos se conectaban, sin decir mas palabras. Aquello inundaba de amor su corazón. Siempre los imaginó siendo mas que una amistad, pero habían llegado a un acuerdo mutuo en donde eran solo eso, pese a la historia que había detrás. 

 Se enderezó, y tomó su vaso. 

—Es cierto, ¿Qué celebramos? —preguntó Darling, llevándose la atención de Silco, pero él no dijo nada. Solo le dio una sonrisa. 

—Esta noche —dijo Felicia—, un estúpido plan que a dos payasos se les ocurrió, de hacer que una húmeda grieta en el tierra se transformara en una comunidad prospera y sana se volvió realidad. 

 Llevó la vista a Darling, quien sintió un tirón en el pecho al oírla. No se creía parte de esa solución, menos cuando no estuvo del todo presente para poder presenciar, como Zaun cada día parecía marchar hacia una zona segura, pese a sus dificultades. Ella había prometido un mejora, y el peso de sus palabras se hacía imposible de sostener en sus hombros. 

 Felicia llevó a mano a donde estaba Darling, sosteniendo el aliento, y las lágrimas para evitar que se derrumbara allí mismo.

 —Y claro, la payasa esta también ha puesto de su parte para que esta grieta sea un lugar donde se pueda respirar mejor —añadió Felicia, sonriente.   

—¿Escucharon eso payasos? —dijo Vander, siguiéndole el juego a Felicia—. Lo hemos logrado, payasa dos, y payaso tres. Lo logramos, se acabó. 

—No, tristemente te equivocas —dijo Silco, sin dejar sus apuntes. 

 Darling lo miró atenta, y este alzó la vista, para sonreírle. 

—Yo soy el payaso uno —dijo Silco. 

—Oh, eso es revelador —dijo Darling, sonriente—. Me alegro que seas el payaso uno, ser la primera es demasiada carga para mi. 

 Vander rio por eso, y le dio un largo sorbo a su bebida. Tras unos segundos de silencio, Felicia tomó aire muy profundo, y lo largó con suavidad. 

—Estoy embarazada —confesó, llevándose la atención de sus amigos. 

 Vander abrió los ojos, cargados de sorpresa, llevó la mirada a Silco y Darling, quienes tragaron lo que traían en la boca. Ella solo sonrió, y se encogió de hombros. Ambos se acercaron un poco mas a Felicia, dejando lo que hacían a un lado. 

—Es niña —dijo Felicia, con total seguridad. 

 Vander le cambió el trago por un vaso de jugo, y la miró de manera dubitativa.

—¿Cómo sabes? —preguntó, y le puso un sorbete a su vaso de jugo. 

 Felicia tomó el vaso, y le dio un corto sorbo, encogiéndose de hombros. 

—No era parte de mi plan, pero supongo que así es cuando se vive semana a semana —respondió, cabizbaja. 

 Darling se puso a su lado, y le dio un beso en la mejilla antes de apartarse. Sabía de que iban ha hablar, y necesitaba aire para asimilar las noticias que ya conocía. Esa conversación la tuvo, y estaba segura que la volvería a tener. 

—Eres fuerte —murmuró Darling, antes de irse. 

—Tanto como tu —respondió Felicia. 

  Se acercó a las escaleras que conducían a la guarida de Vander, y antes de subir por allí para ir al balcón que daba una clara vista a Piltover, reparó en aquel largo papel enrollado que Sevika le llevó, y que no sabía de que se trataba. Algunas ideas cruzaron su mente, y buscó relacionarlo con el bienestar que se trataba de lograr en Zaun, y pensó en por qué él cambió tanto en cuanto ella se los entregó. Ahora llegaban las preguntas que dijo en silencio que no hiciera. 

 Por un instante lo ignoró, en lugar de llevárselo, tomó una botella de ron de la estantería. 

—No puedo protegerla de toda esta mierda, y aprender a ser una buena madre —oyó de Felicia. 

 Se detuvo unos escalones.  

—Y luego entendí —añadió tras una breve pausa—, me hicieron ver —dijo, llevando la vista a Darling, y le sonrió—. No tengo que hacerlo. 

—¿Por qué? —preguntó Vander. 

 Felicia dejó de ver a Darling, para verlo a él. 

—Porque ahora que se los dije, ustedes son responsables de todo este asunto de Zaun —dijo Felicia—. No importa cuanto cueste, no tienen permitido fallar. Por ella, mi. 

 Darling sonrió, la pesadez de la responsabilidad se diluyó un poco en cuanto Vander aceptó ser el niñero payaso de la futura niña de Felicia. Podía sentir el orgullo de ser de aquella tierra sumida en pobreza, pero que aspiraba a ser prospera. Un lugar donde vivir no sea un calvario. Entonces, decidió que huir de Piltover porque se sintió rechazada por un idiota, no era el camino que debía tomar. 

 Ellos siguieron hablando, y Darling se fue a beber al balcón.  

☆☆☆

Digamos, puede que sea mi capítulo favorito. Ustedes díganme, ¿Cómo van con la historia?

Oigan, acá mis lectoras más old acostumbran a tener a mano lo siguiente:

Pañuelos.

Pochoclos.

Y sus antorchas para prenderme fuego en caso de crisis.

Si los que son nuevos les sirve esta lista, se me preparan.

Besos, les tkm mucho 💖

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro