Día 13/1. Viendo una Película de Terror
AU Actualidad.
La puerta del departamento se cerró tras sus espaldas, encendiendo con una mano libre el televisor desde el control remoto, y con la otra, sacándose sus zapatos, para lanzarse al sofá. Ese era su momento, su paz mental. Llegar del trabajo y descansar un momento en el sofá. Ni siquiera miraba el televisor, tan sólo se recostó ahí, y cerró los ojos, queriendo escuchar la acústica de este, o sonreír techo con el simple hecho de estar tranquilo en casa.
Su respiración era tan tranquila, sólo con el silencioso ruido de la televisión de bajo volumen, que sus hombros comenzaron a destensarse, y su sonrisa, comenzó a bajar, con ojos cerrados, cada vez más tranquilo se dejaba llevar por su agotamiento, y dejaba que el sueño comenzara de a poco a tomar su cuerpo.
Fue hasta ese momento, cuando escuchó un pequeño crujir el cual le sobresaltó en su sofá, y girando su mirada hacia el lado, sólo pudo ver una enorme silueta oscura que se aproximaba a él en un gigantesco salto. Antes de que pudiese reaccionar, más que la adrenalina tomando su cuerpo, fue aprisionado por dos fuertes brazos de cierto joven italiano en un fuerte abrazo a sus cinturas, aplastándolo contra el sofá.
—¡Oh! ¡Altaïr! ¡Te eché tanto de menos!
El hombre mayor, en un burdo intento de desesperación al intentar quitárselo de encima por el miedo de no saber qué tenía ahí inmovilizándolo, se detuvo. Respiraba con agitación, aún con la sangre fluyendo enérgicamente por sus venas, como su pecho subía y bajaba.
El joven florentino aún no soltaba al sirio. Disfrutaba de abrazarlo después de un largo día sin verlo, de sentir su aroma y las ansias de querer estar ahí con él, y frutaba su cabeza en su pecho como un cachorro. Pronto alzó su mirada, sonriente, sólo para ver a Altaïr gruñendo con un enorme ceño fruncido, analizando rigurosamente al muchacho, quizás probablemente asesinándolo con la mirada, rogando que se quitara de encima porque sino probablemente una paliza se ganaría. Quitar del sueño a Altaïr hacía que lo irritara, y mucho.
—¿Estabas viendo un documental? —, dijo Ezio, mirando la televisión con una ceja alzada. Sabía que a Altaïr le gustaban ese tipo de cosas aburridas como el comportamiento de los animales o ballenas, ¿Pero tanto así para quedarse dormido en el sofá?
El sirio lo tomó de los hombros, empujándolo hacia un lado con pesadez, para terminar acomodándose en el sofá, arreglando su polerón. —¿Qué te parece a ti?
Ezio soltó una leve risa al ser empujado, y se acomodó a su lado, alzando su mano y atravesando el extremo de Altaïr con esta para tomar el control remoto, y luego una manta con la cual tapó las piernas de ambos. —Me parece que es demasiado aburrido.
Y así, comenzó a cambiar canal por canal, haciendo que sus rostros se iluminaran con diferentes colores de la televisión, hasta llegar a uno en especial, el cual captó la atención de Ezio. —Este sí es un documental—, dijo, y claro, eran de esas películas de documentales paranormales que abundaban en la televisión, y que gustaban por el suspenso que tenían. —¿Quieres ver esta película de terror conmigo?
Altaïr simplemente suspiró, encogiéndose de hombros mientras apoyaba su codo en el brazo del sofá, y con su puño sujetaba su cabeza. Ahora que había vuelto a la calma, parecía que el sueño volvía a apoderarse de su cuerpo, y su mirada, inexpresiva y cansada, amenazaba con caer pronto. —Lo que gustes.
Pronto, comenzaron los comerciales.
Eso le dio la oportunidad a Ezio de girarse a Altaïr. Este parecía cerrar los ojos nuevamente en su posición, pero entonces, Ezio arrastró indebidamente su mano hasta el muslo del sirio, quien lentamente volvió a abrir sus ojos. Su mano pasaba ahora a un lugar más prohibido. Giró su cabeza al más joven con lentitud, soltando un leve gruñido, pero no negándose a lo que hacía.
—Parece gustarte, ¿Ah? ¿Ha sido un día cansador?
Altaïr suspiró levemente ante el movimiento de la mano del italiano. —Lo... Lo ha sido...—, dijo con una voz silenciosa y deseosa.
Entonces el florentino se inclinó a él para darle un pequeño beso del cual el sirio se dejó llevar. Pero fue pequeño, más de lo que hubiese deseado. Una vez que se separó de él, y sacando su mano del ilícito lugar, lo miró a los ojos sonriendo perspicaz. —Ahora pareces despierto.
Algo estupefacto por la situación, y nuevamente con esa sensación de mil púas recorriendo su cuerpo, Altaïr frunció el entrecejo, esperando una respuesta. Lo había deseado por un segundo, algo tan rápido que iría a suceder y hasta ahí había quedado.
Ezio simplemente se levantó del sofá, y le ofreció su mano al sirio. —Antes de que terminen comerciales, acompáñame para prepararnos ambos un sándwich y un café. Si no, te quedarás ahí dormido.
Con resignación, no le quedó más que hacerlo.
No fue mucho el tiempo que estuvieron en la preparación de sus bocados, cuando volvieron al sofá, y dejando el plato y la taza en una mesita a su lado, Ezio volvió a tapar a ambos con la manta, acorrucándose con su cuerpo al lado de Altaïr. Este, por otro lado, ya parecía más atento desde el momento en el que comenzó a beber su café. Lo mantenía. La película comenzaba. Después de todo, no sería tan malo disfrutarla. De cualquier forma, no era miedoso con estas cosas.
La película era así: Puertas que se abrían solas, mantas que eran arrastradas de la nada de una pareja durmiendo en su cama. Uno de ellos, se levantaba de la cama, y se iba hacia la oscuridad de lo que mostraba la cámara de la habitación, y el otro no parecía darse cuenta, y luego, no había ruido, sólo oscuridad. Y pronto, un grito.
Uno podría creer que ambos estarían intactos a la película, pues solamente era una película. Sin embargo, para uno de ellos no era así.
El más insistente en verla, por cierto.
Ezio se encogió de un salto al escuchar el grito en la película, y llevó la manta para tapar la mitad de su cara. Le daba miedo, pero le gustaba, y no dejaría de ver por eso, aunque deseaba de vez en cuando que Altaïr se aventurara a encender aunque fuese una luz.
Pero no lo haría.
Altaïr solamente se mantenía ahí, viendo la película con creciente interés. No era el mejor viendo películas de terror, pero no les hacía asco a ellas. Se sobresaltaba en algunos momentos, y luego se reía, y sobre todo de Ezio, quien era el más atento a cada detalle en aquella película, que además, parecía sentir más temor.
—No entiendo como es que no te da miedo—, dijo en algún momento Ezio sin quitar su mirada de la televisión. —Yo siento que...—, pero antes de continuar con otra palabra, de golpe en la película apareció una silueta bajo el umbral de la puerta delante de una cuna, lo cual le hizo chillar con susto, tapando por completo su vista con la manta aferrada a sus dos puños, como si se ocultara de cada personaje ficticio de la película.
—Anhelabas ver una película de terror, y ni a mi me dejabas ir a la cama—, dijo el sirio girando su mirada al joven florentino, quien una vez más, bajaba lentamente la manta para poder mirar la televisión. —¿O te quieres ir a dormir ya?
Ezio negó con la cabeza rápidamente, mirándolo con algo de sorpresa. —No creo que pueda dormir. Nunca había visto Paranormal Activity. ¿Qué pasa si alguien nos observa desde la puerta cuando nos vayamos a dormir? ¿Y si alguien tira de las sabanas? Oh no, claro que no—. Sacudió su cabeza intentando disipar tales horribles pensamientos de película de terror. Le aterraba de sólo imaginárselo, y sólo sentía más y más rechazo de seguir viendo la película e ir a la habitación, pero a la vez, se negaba, y quería quedarse.
—Duermes conmigo, ¿A qué más le temerías?
—Aunque no creas en estas cosas. Realmente pasan, ¿Y si intento despertarte y tu no crees? —, dijo el más joven, relajando sus expresiones una vez que la película mostraba una escena de día con una familia protagonista.
—Te pasa justamente por ver este tipo de películas. ¿Sabías que la energía de una persona se ve opacada por el miedo, y atraes los espíritus?
Ezio lo miró con confusión. Sabía que Altaïr era un raro, que era muy escéptico y no creía en nada, pero a la vez tenía esa extraña inclinación por la espiritualidad y eso de que las plantas sienten, y que a las vacas les gusta que les toquen música. Se hizo una leve introspección comparándose con él. Sí le temía a los espíritus, pero no creía que podría atraerlos y esas cosas. Soltó un bufido, ahora reordenando su distraída mente.
—¿Me acompañas al baño? —, preguntó Ezio, mirándolo a los ojos.
—¿Qué?
—No quiero ir solo.
Ahí se encontró Altaïr, con brazos cruzados fuera de la puerta del baño, apoyado en la pared de aquel oscuro pasillo, mientras escuchaba al joven silbar al aire, como se mantenía delante del inodoro haciendo pis.
—No te vayas sin mí, ¿Eh?—, dijo el italiano, mientras tiraba la cadena y parecía sonar el cierre de su pantalón.
El sirio, cuales ojos no brillaban de la misma intensidad en zonas oscuras sin luz, soltó un cansado suspiro de tedio, y se imaginó en su cabeza la sonrisa del más joven al momento de haberle dicho eso. Finalmente volvieron a la sala, y Ezio se acomodó con su cabeza en las piernas de Altaïr, inconscientemente quitándole la manta para colocársela él encima. A Altaïr realmente no le molestaba mucho no tenerla sobre él, no tenía tanto frío, y seguido a la comodidad del muchacho, colocó su mano sobre el trapecio de él, entre su cuello y hombro bajo su polera, para hacerle un pequeño cariño circular con los dedos.
La piel de Ezio estaba caliente, y acariciarlo le tranquilizaba, pero ya que había tomado el café, era incapaz de poder aunque fuese cerrar los ojos. Era eso que el café de repente le daba una segunda vida... innecesaria. Es por esto que, con resignación se dedicó a ver la película con Ezio.
Al principio, escuchaba maldecir a Ezio, a la vez que su cuerpo reaccionaba a los sustos de la película. Altaïr realmente era inmutable ante estas cosas, y sólo la veía como un entretenimiento más. Fue después de probablemente diez minutos, con cada susto de la película, que Ezio ya no se sobresaltaba ni soltaba algún gemido ahogado producto de la aterrorizante impresión. Tan sólo su cuerpo parecía ir cadencioso, en un ritmo armónico según su respiración.
—¿Ezio?—, Altaïr lo movió suavemente del hombro, y sin obtener respuesta, ante la corazonada que le dio, con la interrogante en su cabeza, se inclinó sólo para ver el perfil del joven florentino.
Su rostro, tan sereno, simplemente descansaba en un sosegado y apacible sueño. Sus ojos cerrados, y pestañas largas hacían una bonita combinación con su perfil, y fue que Altaïr tuvo que separar levemente el largo flecho que turbaba las expresiones del italiano, para poder admirarlas de mejor manera. Acomodó con un pacifico movimiento en sus dedos su cabello tras su oreja, uno que otro mechón se le escapó finamente, y volvieron a caer, y simplemente observó un momento esas tan tranquilas expresiones, y mejillas rosadas como sus labios que normalmente sonreían, ahora, tan relajados y rectos.
Se inclinó un poco más, lo suficiente delicado para no despertarlo, y lo suficiente delicado para besar su mejilla. Una vez que se separó, suspiró rodando los ojos, con una leve sonrisa en sus labios, volviendo a mirar la televisión. Pensó por un momento la divertida discusión del florentino. Encontraba aburridos ciertos documentales, y luego de su insistencia por ver una película de terror, ¿Terminaba asustándose, y finalmente, aburriéndose con esta?
Cómo era aquel muchacho...
PD: Atentos a la siguiente parte que se actualizará.
Será Día. 13/2.
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