Capítulo VIII; Samael
Me levanté precipitadamente luego de aquel último golpe en el pecho, tosiendo de manera desorbitada hasta el punto de sentir las arcadas pinchando en mi garganta.
La vista era borrosa y confusa, casi tanto como mi audición, solo podía escuchar a lo lejos llamados y preguntas extrañas que mi cuerpo no me permitía responder, así como también una figura rodeada de aquella luminosidad que me impedía enfocar el panorama.
- ¡¿Sabes cómo te llamas o en dónde estás?! -percibí luego de tanto esfuerzo- ¡¿Puedes hablar?! ¡¿Eres consciente?! -
Ante tanta alteración, logré ver aquel uniforme amarillo que tanto sentí que me perseguía, aunque en este estado solamente preferí darme por vencida.
Asentí para que supiera que al menos la escucho y, con voz rasposa, contesté mi nombre.
- Briseida... me llamo Briseida. -
Creí ver cómo sus hombros se relajaban ante mi respuesta para luego gritar «¡Hay un segundo sobreviviente, necesitamos asistencia médica!», se volvió hacia mí para decir que todo estaría bien, que yo estaría bien y demás idioteces que, a este punto, no tenían sentido ni valor. Vi como entraban una camilla de transporte a la par que unos militares me ponían sobre ella.
La muchacha de pelo rosa no se separó en todo el trayecto, me bajaron por las escaleras y siguieron directamente a la puerta de entrada.
¿En qué momento mi casa se destruyó tanto? Ahora que le presto atención, la veo tal y como se siente.
Sola. Abandonada.
Metieron rápidamente mi cuerpo maltrecho a un camión de bomberos, en donde lo primero que hicieron fue un torniquete en mi pierna.
Me aconsejaron descansar.
Eso fue lo que hice.
[...]
En cuanto desperté, supuse que estábamos en una de las bases tomadas de Contanya debido al inmenso aire de secretos, ajetreo y misterio. Algunos militares cargaban sacos tan grandes como un cuerpo para llevarlos a quién sabe dónde, también había médicos y oficiales que iban de acá para allá con papelerío y, para terminar, tres o cuatro personas con el mismo uniforme que la famosa pelirrosa.
En cuanto el médico revisó el estado de mis heridas, informó que estuve inconsciente más de lo que dura una simple siesta.
Así es, dos días.
En algún momento llegué a alarmarme suponiendo que ellos eran la causa de que Finnyts se encontrara en la ruina... la causa de que yo estuviera en ruina, pero según el psicólogo forense, ellos no son más que una especie de ONG que trata de ayudar voluntariamente a lo que queda de mi pueblo, con la esperanza de poder salvar a alguien luego de dos semanas de sangre y bombardeo.
Dos semanas.
[...]
- Briseida, ¿Podrías detectar desde cuándo eres consciente de tu alrededor? -preguntó en una de nuestras citas, habrá sido la tercera.
- Las apariciones del ataque aparecieron hace una semana..., o tal vez mucho menos que eso... -
- ¿Es decir que has pasado la primera semana inconsciente? -
- Luego de que terminara la guerra y yo lo perdiera todo, me olvidé completamente de lo que pasó. Tenía mis heridas cocidas, por lo que pasé una semana en mis propias ilusiones... -era difícil admitir la verdad, luchar contra los medicamentos, el dolor y la melancolía, pero ahí estaba... contándolo todo al pie de la letra.
- ¿Por qué crees que pudiste recordar...? ¿Por esos ataques que mencionabas...? -
- Mis heridas se abrieron, supongo. Mi cuerpo me pedía ser consciente del daño que guardaba en la piel... tal vez por eso, cada vez que conseguía curarme... -
-... volvías a alucinar. -terminó el doctor por mí.
Así que... eso era ¿No?
- ¿Conoces a Samael, Briseida? -su pregunta me alertó- Por tu reacción veo que lo recuerdas, ¿Podrías decirme quién es? -
- Era... era un chico que conocí en la calle, yo estaba perdido, supongo que me encontraba en el centro de Cantina, usted ya sabe... en la ciudad. -
- ¿Y cómo lo conociste? -
- Querían... querían robarle. Supuse que est-taban siguiéndome, pero no, no era a mí. Se veían malos, ellos, ellos querían hacerle daño, yo lo sé. Estaba cojo, así que tuve que ayudarlo a correr entre los callejones. Por suerte no pasó nada. -
- Dime en qué momento sucedió. -demandó, me sentí cohibida al instante.
- No, no había nada, estaba todo bien, la gente caminaba, las... las calles... estaban bien, solo que... que... -su rostro mostró pena, aflicción, el mío, por otro lado, empezó a empaparse en lágrimas- Iban a matarlo ¿Verdad? Nos iban a matar, ¿No? Íbamos a morir... ¿Por qué nadie me lo dijo? Por eso..., por eso él se reía conmigo, creyó que nada más era una persona muy positiva o algo así... -
- Él no sabía que esa utopía era tu realidad. Samael, él... él fue el único sobreviviente que encontramos entre los lugares afectados, al menos hasta ahora, pero si no fuera por ti, Briseida... él... -
Yo... salvé a alguien.
Entre todo mi tormento disfrazado, yo fui quien lo salvó...
Se vieneeee.
Desde ya pido disculpas.
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