7. Pacto de sangre
Perplejos. Su emoción se palpaba en su inocente expresión. Los habían tomado por sorpresa.
Justo cuando trataban de resignarse, el ángel que les quitaba el aliento estaba allí, retorciéndose indefensa, provocándoles una sequía total en sus bocas, la misma que los estimulaba a consumir su néctar rojo sin misericordia.
Demian soltó el nauseabundo vestido de novia y cayó de rodillas, abrazándose a las piernas transpiradas de Sara. Las lágrimas de ella, mezcladas con saliva, caían en su cabeza cobriza y revuelta. Él se había puesto a gimotear como un niño herido. Tony y Joan atinaron a estirar sus manos para tocar su rostro mojado, querían secar esas lágrimas con sus propias manos. Adam y Jeff no podían siquiera reaccionar.
—¡Esperen! —exclamó Jack haciendo que todos espabilaran—. ¿Acaso olvidaron que nos dejó esperando, qué está con otro? ¡Estábamos a punto de dejarla ir para siempre! ¡Íbamos a pasarla bien esta noche! Estoy cansado que juegue conmigo, ustedes también deberían estarlo.
Sara agitó la cabeza en negativa, quería explicarlo todo, pero todavía no le sacaban la mordaza.
—¡No me importa que me destroce, la amo! —decía Demian aferrado a las piernas de su chica.
—Lo que dice Jack, es verdad —lo apoyó Adam, volviéndose serio. Sara le lanzó una mirada de súplica, quería explicarlo todo. Pero él, antes de quebrarse ante esos ojos tiernos, decidió correrle la mirada.
—No es motivo para que esté así —dijo Joan, manteniendo su semblante—, sus manos están moradas.
Sara asintió, quería librarse en ese instante y correr a abrazarlos.
Tony acercó sus manos hacia ella, pero esta vez fue para quitarle la mordaza.
Sara tosió una catarata de saliva, estaba agotada, pero la desesperación por excusarse le ganaba.
—¡N-n- no, no! —balbuceó a la expectativa de todos—. Y-y yo los amo, los amo a ustedes. —Sara rompió en un desolador llanto, apretó sus ojos con fuerza y evitó verlos a la cara. No podía soportar tanta felicidad, y a la vez tanta impotencia, tanta amargura. Ellos debían haberse sentido traicionados, era lógico.
Algo se quebró en los muchachos, creían en sus palabras, no dudaban de lo que les decía. Habían esperado tanto por eso, que, digerirlo todo junto, era un puñal de fuego directo al corazón.
Joan y Jeff fueron los primeros en reaccionar, aunque ninguno decía nada. Ellos comenzaron a deshacer las cadenas con su fuerza haciéndola añicos. Los brazos adormecidos de Sara cayeron abatidos al igual que todo su peso, sin embargo fue sostenida a tiempo por Demian. Ella, sin meditarlo, se lanzó hacia él, hundiéndose en su cuello, llorando como Magdalena. Él la estrechó con fuerza contra su pecho en un ansiado abrazo, hipando con desesperación. Los dos se envolvían en lamentos como si hubiesen vuelto de la muerte.
Tony, Joan y Jeff se arrodillaron en el suelo para poder abrazarla también; para sentirla, tocarla, respirarla, besarla. Cualquier palabra estaba de más. Adam y Jack se contenían con recelo; el rubio lo hacía por orgullo y el morocho por cobardía.
Sara sintió sus brazos hormiguear, ya los podía mover otra vez, entonces acarició los rostros de los cuatro que la rodeaban. Ella reía con su cara desastrosa, su maquillaje corrido y su cabello enredado. No podía evitarlo, le gustaba mucho lo que veía.
Estaban ahí, juntos otra vez.
Sus vampiros habían cambiado un poco, sus rasgos ya no eran de adolescentes, sino más adultos. Parecían haberse bañado hacía poco, olían bien, demasiado bien, y vestían elegantes trajes en colores oscuros con finos bordados. Pero, antes de perderse en sus arrumacos, miró a los dos que seguían indecisos. Sara se levantó y caminó hacia ellos para tomarlos de los brazos. Los jóvenes cedieron y la apretaron entre los dos, en un abrazo cálido y un poco afligido.
—¿Qué ha sucedido, Sara? —preguntó Adam entre dientes, apartándose de ella. Belmont tenía los ojos irritados, como siempre, contenía sus emociones.
—Tony... —balbuceó ella, volteando su vista hacia el de apellido Leone.
El muchacho abrió sus ojos castaños algo confundido, todas las miradas acusadoras se dirigieron a él.
—¡¿Qué mierda hiciste, Tony?! —gritó Adam, listo para pelear.
—¡Espera, Adam! —se interpuso Sara—. Azazel me dijo lo de los negocios con las nuevas familias. ¡No puedo contra eso! ¡Si boicotean algo tan importante los matarán! ¡Me matarán!
Tony corrió hasta Sara, para tomarla de los hombros con una brutalidad desmedida que la lastimaba, y así pegar su boca con la suya. Él la besó de manera desesperada, ella respondió a su cariño, sintiendo unos colmillos hundiéndose en sus labios, una lengua hambrienta saboreando cada rincón de esa boca de la que era esclavo.
—¡Suéltala pedazo de mierda! —gruñó Adam, tomando a la chica, alejándola de ese ardiente beso, para continuarlo él. Se había dicho una y mil veces que no la necesitaba, que podría vivir una eternidad en soledad. Qué ridículo había sido queriendo engañar su mente y su corazón, ahora estaba siendo torturado por el éxtasis de un simple beso de una mortal.
—Tu existencia es puro veneno, eres demasiado nociva para mí —gruñó Belmont con los ojos aún cerrados. Ella le acarició la mejilla con devoción, ciertas cosas q no cambiaban, pero eran las cosas que la enamoraban.
—Sa...ra... —gimoteó Demian desde el suelo. Ella dejó a Adam para correr hacia su lunático preferido. Se sentó sobre su cadera y lo tomó por los hombros.
—¡Tú, robaste el vestido! —Lo acusó antes que todo. Él desvió su mirada haciéndose el desentendido, pero ella lo tomó por la quijada—. ¡¿Pensaste que me casaría con otro?! ¿De verdad es lo primero que se les ocurrió?
—No a mí —admitió Joan.
—Tampoco lo creí —añadió Tony.
—Yo tenía mis dudas —dijo Jeff, ladeando la cabeza.
—Lo supuse —gruñó Sara, zarandeando la cabeza a Nosferatu—. En cambio hay tres seres que no lo dudaron.
—No es nuestra culpa —siseó Jack, con cierto fastidio en su expresión tensionada—. Nos dejaste esperándote sin noticias, y Tommaso nos dijo que te vio con un tipo.
Jeff codeó a su hermano.
—No estás en condición de recriminar —le dijo entre dientes.
—Ya no importa, fue un malentendido —dijo Sara soltando al muchacho bajo su cuerpo, para acercarse a su rostro y besarlo de un modo tierno. Demian sintió su cuerpo invadido por un cosquilleo, como el mismo que le provocaban las cucarachas en su ataúd. Él estiró sus brazos, acorralándole su cintura, podía percibir que Sara había crecido un poco, reía como tonta al sentir sus pechos hundirse en su cuerpo, le daba un sabor excitante a su beso.
No parecía haber pasado un solo día.
—Recuerdo que en tu primer Sabbat también vestías de rojo —interrumpió Joan, con su voz impostada, alejándola de Demian de un tirón posesivo—. Todos me deben esta relación, nadie sabía de la existencia del término poliandria. No lo habrían aceptado jamás de no existir una palabra para llamarlo.
—Sabemos la definición de "degenerado" —dijo Jeff—. Es casi lo mismo.
—¡No lo es! —gritó Joan, de inmediato se serenó—. Sara... —musitó volviéndose a la mirada embelesada de aquella muchacha—. No me gusta besarte cuando los demás lo han hecho, pero te extrañé tanto como los otros.
—Joan. —Sara lo tomó del rostro—. Bésame —dijo, y sonó como una orden.
Joan abrió sus ojos dorados, boquiabierto, ¿la humana le daba órdenes? Bueno, era verdad que también era su novia, y en cierta gran medida la amaba, ¡mucho más! estaba rendido a sus pies, pero ¿quién se creía? ¿Una dominatriz? Él no había nacido para ser sumiso. No obstante, luego de lanzar un gutural gruñido, la tomó por los hombros para flecharla con sus pupilas, esas que le querían decir las miles de cosas que callaba, esas que le querían explicar por qué había llegado tan lejos por ella, y por qué había decidido llevar a los demás.
—Bueno, si no quieres —dijo Sara volviéndose tímida, la emoción de la situación la había hecho actuar extraño. Joan alzó un ceja y rió al verla abochornada.
—Sí, quiero hacerlo —respondió tomándola por las mejillas. Él respiró aquel aire caliente que salía de la boca pintada de intensidad, sintió su cuerpo desvanecerse y volver a rearmarse en un segundo; y, antes de caer al suelo, postró sus desesperados labios sobre los de ella, agitando su dulce, jugoso y ardoroso interior.
—¿No hay nada para tomar? —interrumpió Jack, dándoles un sutil, pero resentido empujón al pasar a su lado. Jeff lo estaba ayudando a buscar por los alrededores, ambos hallaron algunas botellas cerca de la cama. Los gemelos destaparon el fino champagne y comenzaron a beberlas como si no hubiera un mañana. Si algo en común tenían esos dos, aparte de su rostro, eran sus vicios.
Sara se despegó de un modo delicado de Joan, sabía que ese par buscaba su atención a toda costa. Ella los miró como a dos pequeñas endemoniadas criaturas. Le generaban cierta ternura y a la vez algo de pavor. Sabía bien que, cuando ellos se proponían atacarla con su morbosa dulzura, nunca tenía escapatoria.
—¿En serio? —preguntó ella, notando como el líquido espumoso desaparecía de las botellas—. Me ven luego de tanto tiempo ¿y lo primero que hacen es embriagarse?
—Pareces ocupada con los demás —dijo Jeff rodeando sus ojos por la habitación—. ¿O es que dejas lo mejor para lo último?
—No, no —irrumpió Jack—. Estamos celebrando, y para eso vamos a darte el beso borracho.
—¿El beso borracho? —preguntó Sara, los demás chicos miraron con desconfianza a los gemelos.
—Oh, sí —contestó Jeff, mirando a su hermano en complicidad.
—Te vamos a hacer ver doble —añadió Jack llenando su boca con alcohol.
Sara no articuló palabra alguna, ya tenía a los gemelos avanzando hacia ella. Era inevitable, se quedaba sin reacción.
—¡Déjenla en paz! —bramó Demian, levantándose del suelo, vaticinando los que esos tramaban, pero nadie le hizo caso.
De inmediato, previendo lo que los Arsenic iban a hacer, todos voltearon sus vistas algo asqueados. Llevaban tiempo sin ver sus infames espectáculos.
Jack y Jeff tomaron a Sara, cada uno de un brazo. Con sus bocas llenas de alcohol, se acercaron hacia sus labios para llenarla del mismo, en un intenso beso triple, vertiendo el embriagador líquido, hacia el fondo de su garganta. El mismo la ahogaba y la sumía en sus caprichos típicos de niños que no conocían de límites. Ella tragó esa mezcla de sabores concentrados y aromas sugestivos, sintiendo su cabeza dar vueltas. Era más de lo que podía tomar en una bocanada. Además, ellos insistían más con incitar un incendio que con ser cariñosos.
—Di que nos extrañaste —demandó Jack, sofocado—. Di que nos amas y estás a nuestros pies, que somos lo mejor que te ha pasado en la vida.
Sara le devolvió una mirada confundida. ¿Debía decir esas palabras solo para que se sintiera bien? Era grosero.
Jeff descendía por su cuello, lamiéndola justo donde siempre le clavaban sus colmillos. El vaivén de su lengua se volvía cada vez más intenso, él jugueteaba a tentarse y resistir.
—Dilo, di que harás cualquier cosa que te pidamos —gruñó Jeff pellizcando sus muslos.
—¡No lo digas! —irrumpió Adam.
—¡N-no no lo digas! —Demian comenzaba a ponerse nervioso, todos lo estaban.
—Yo... —balbuceó la joven, afectada por esas lamidas y caricias que se intensificaban—. Los extrañé a todos, cada día..., cada noche.
Sara observó a los gemelos a los ojos, para notar como su respuesta sincera, y para nada provocadora, los conmovía al punto de hacerlos emocionar. La misma mirada la puso sobre los demás, la respuesta era la misma para todos. Ella mordió su labio y miró al techo, quería llorar.
—Perdón —gimió, los gemelos la soltaron, la dejarían hablar—. Perdón por no tener la capacidad de ser normal y escoger a uno solo, por haberme enamorado de todos, y no ser capaz de darles lo que necesitan.
Un intenso silencio empantanó la habitación, esperando a que ella prosiguiera. La seriedad se había posado en sus rostros, la alegría y efusión se calmaban expectantes ante esas palabras.
—Yo haría cualquier cosa que me pidieran; menos escoger a uno solo, menos lastimarlos... a pesar que creo que lo hago todo el tiempo —confesó, esta vez viéndolos con sus orbes enrojecidas—. Los amo, los amo demasiado como para poder resistirme a esto. Y, creo que no lo merezco. ¿Qué tengo yo después de todo? ¿Qué puedo ofrecerles más que mi sangre? ¿Mi amor vale este sacrificio? Tengo dudas sobre esto, ¿hasta cuándo será? ¿Hasta cuándo me querrán? Tengo miedo de pensar que esto es pasajero, un mero capricho. —Sara limpió una lágrima que quería descender por su rostro, y aguantó un poco más—. Este tiempo noté que podía ser capaz de enfrentar cualquier demonio, cualquier recuerdo triste y oscuro, pero no pude deshacerme de estas dudas, no pude hallar respuesta a esto... y duele.
El silencio proseguía, y eso la ponía aún más nerviosa. Quizás ellos no se habían hecho esas preguntas, quizás comenzaban a pensar que era injusto compartir, o que tal vez estaban yendo demasiado lejos por algo pasajero, efímero. Quizás pensaban que Sara, de verdad, no tenía nada en especial, que la idealizaban de un modo absurdo para tapar sus otros problemas, más grandes y complejos, que solo eran un montón de dependientes emocionales sin criterio propio. Pero, si ellos no hablaban, no sabría la respuesta.
—¿Crees que este tiempo estuvimos congelados? —preguntó Adam, en su tono había más indignación que sarcasmo.
—Tuvimos tiempo de sobra para hacernos esas y muchas más preguntas —dijo Tony.
—Pasamos nuestros días matándonos a golpes, insultos y humillándonos unos contra otros —añadió Jeff.
—Y al final nos dábamos cuenta que en cierta medida éramos iguales —dijo Joan—. Y a la vez, los únicos que en los que nos podíamos apoyar y entender.
—El mundo de los humanos es diferente al de los vampiros —añadió Demian—. Nosotros somos pocos, estamos solos, y pareciera que no tenemos chances de elegir como pasar nuestros días, a diferencia de los tuyos.
—Podríamos haber sido como los nuestros, era lo que todos esperaban—dijo Jack—. Hundirnos en la negrura, la depravación, continuar el linaje y perpetuar un apellido que a nadie le importa. Pero nuestros caminos se cruzaron de un modo oportuno, todo se dio del modo que se tenía queda dar para que esto funcionara; y ya no hay vuelta atrás.
—Entonces, ¿cuál ha sido su conclusión? —preguntó Sara, moviendo sus ojos vidriosos de un modo impaciente —. ¿Soy su vía de escape? ¿Su ideal de libertad? ¿Esto solo es un acto de rebeldía contra su naturaleza? ¿Es eso?
—Es un acto de rebeldía —respondió Joan, siendo tajante—. Pero no era nuestra intención. Nunca lo pensamos de ese modo. No estamos buscando sacar provecho de ti, ni usarte como excusa.
—Sara. —Adam dio un paso adelante—. Te amamos por igual, y preferimos compartirte a dejarte. Esto ya lo hablamos mil veces. No renegamos más de ello, logramos entendernos.
El corazón de la chica se comprimió, él decía esas cosas con tanta liviandad, pero con madurez y franqueza. Al final sí habían cambiado un poco, y se alegraba que fuera para mejor.
—¿Q-qué es lo que tienes para ofrecernos, preguntas? —indagó Demian, con su melancólica mirada—. Nos has amado por igual, nos muestras otra forma de vivir, nos inspiras con tu fuerza para seguir adelante. Tu amor vale este sacrificio, porque significa darle un sentido real a nuestra permanencia.
—¿Hasta cuándo durará? —preguntó Tony—. No esperamos a que acabe.
—¿Qué otra prueba quieres? —indagó Jack—. Estamos a miles de kilómetros del Báthory, de nuestras familias. Es momento de seguir dónde lo habíamos dejado, y tú también lo sientes así, por eso es que has venido a buscarnos, ¿no?
Sara hizo un puchero y de inmediato asintió con la cabeza.
Demian le regaló un guiño colmado de dulzura, y de inmediato recogió el vestido de novia del suelo. Estaba algo percudido y olía fatal, pero, de algún modo se conservaba sin agujeros.
—Póntelo —pidió, enmarcando una gran sonrisa—. Vamos a casarnos, ahora.
El intercambio de miradas confundidas fue inmediato. Sara borró su emocionada mueca y trató de asimilar las palabras de Nosferatu. Pero no había caso, al parecer no era un chiste.
—Es una excelente idea —lo apoyó Adam—, haremos un pacto de sangre en la milenaria Salamanca. Nuestra unión, por fin, será para siempre.
—¡Traeré una copa! —exclamó Jeff, rebozando de entusiasmo.
—Buscaré una daga —dijo Tony.
—¡Y flores! —añadió Jack.
—¿Q- qué? —Sara no se pondría ese hediondo vestido. Ni siquiera era su talle.
Los chicos se movieron por el lugar. Tony, Jack y Jeff se retiraron de la habitación y Demian se arrimaba a Sara con el vestido en brazos. Ella sintió arcadas cuando lo tuvo cerca. ¿Qué le habían hecho a su obra de arte? Parecía papel de baño público. Pero era inútil, no podía resistirse a la mirada suplicante de Demian. Así que ella lo tomó con las yemas de sus dedos, y con cierto escozor decidió que lo complacería.
Jeff y Tony regresaron, uno portaba una daga, y otro un copa dorada, tras ellos regresó Jack con algunas rosas y un florero el cual desechó. Ellos cerraron la puerta con cerrojo.
—¿De verdad quieren jugar a esto? —preguntó Sara antes de cambiarse.
—No es un juego —respondió Jack, dándole las flores—. Es la perfecta ocasión, incluso el vestido ha caído del cielo.
<<Me lo robaron>>.
Ella no sabía que pretendían, quizás era un fetiche con los disfraces. Lo cumpliría, debía ponerse a tono con sus locuras. Y, ante sus miradas juguetonas, se desvistió. Se quitó los zapatos y luego bajó los breteles de su vestido rojo. Ella oyó algún que otro suspiro y comentario desubicado, se avergonzaba como si fuese una doncella virgen e inexperta. Ellos, no podían resistir quedar embobados. Como podían apreciar, no llevaba nada debajo de ese cuerpo de piel tersa. Debían soportar las ganas de tomarla por la fuerza.
Sara tomó el vestido, y se enfundó en el mismo. Le quedaba bastante estrecho. La novia que se lo había encargado era más delgada. ¡Crack! El espantoso ruido de una costura deshacerse apuñaló su corazón, pero ya casi se entraba por completo.
Finalmente, estuvo lista. La radiante novia de los seis vampiros, había logrado meterse en su vestido de tules y bordados –a la fuerza-. Aunque sus senos parecían a punto de estallar, y su respiración se veía algo complicada con la ceñida cintura, ella sonrió sofocada.
Joan se acercó a su espalda y comenzó a arreglarle el peinado, trenzando sus hebras azabaches con sus dedos. Sara sentía un ligero cosquilleo en su nuca, los nervios le jugaban una mala pasada, casi parecía un casamiento real.
Al final, se sometió al veredicto de las miradas de sus chicos. Ellos se deleitaban con lo que sus aguosos ojos contemplaban. Una gloriosa novia de blanco; que de pura no tenía nada, pero aun así lucía como un ángel caído del cielo. Podían asegurar que ella había sido expulsada del Edén, y que no haría lugar ni en el cielo ni en el infierno para un amor pecaminoso como el suyo. No se lamentarían, crearían un nuevo reino solo para ellos.
—Eres hermosa, la más hermosa —dijo Joan, dejándole un beso en la mejilla.
—No es cierto —respondió apenada—. Estoy hecha un asco y este vestido es una mugre. ¿Qué le han hecho?
—No importa. —Adam la tomó de las manos—. Vamos a proseguir con la ceremonia.
—¿Ceremonia? —rió Sara—. Últimamente no me he confesado.
—Vamos a hacer una ceremonia tradicional vampírica —explicó Jack.
—¿Esto... es en serio? —preguntó ella. Ellos asintieron, era muy en serio, estaban a punto de casarse en una "Salamanca".
—Haremos un pacto de sangre, es decir, una unión inmortal, ¿qué te parece? —preguntó Jeff, asumiendo que Sara tenía idea de lo que estaban a punto de hacer.
Tony hizo saltar la daga entre sus manos, se entretenía con ella sin miedo. Sara se ahogó en su saliva y tosió nerviosa.
<< ¿Una unión inmortal con una mortal? ¡Qué conveniente!>>
El muchacho detuvo el cuchillo y apuntó con el filo a la palma de su mano.
—¡¿Qué...?! —exclamó ella al ver el instante justo que Tony Leone cortaba su carne en profundidad, y la oscura y borgoña sangre brotaba como un grifo roto.
El vertió el líquido en la copa de oro, lamió su herida, y traspasó el arma a Demian para que se repitiera la acción. Uno a uno fue cortando su mano, derramando su sangre. El cáliz se iba llenando. Entonces, Adam, el último en cortarse, traspasó el arma a Sara pretendiendo lo obvio, ella también debía hacerlo.
—¿Estás dudando? —preguntó Belmont.
—Vamos, Sara —dijo Jack sonriendo de lado—. Incluso yo, que siempre creía que los compromisos eran un espanto, acabo de hacerlo.
Ella vaciló, pero no se echaría atrás, no ahora. Tomó la daga y respiró hondo. Clavó el filo en su piel y la misma comenzó a abrirse, su sangre brotó cual pétalos. Vertió el líquido y vio cómo se fusionaba con el de los demás.
Entre sus manos quedó la copa. Todos habían perdido bastante sangre, la misma rebalsaba dejando escapar un hedor a óxido mucho más fuerte que el de la sangre normal.
—Vamos a decirte un secreto —susurró Demian, relamiendo sus labios, Sara sonrió al notar que ya no tartamudeaba tanto como antes—. Beber la sangre de un vampiro es algo que solo se hace entre parejas, pues los resultados pueden ser bastante afrodisíacos, más para un humano..., los vuelve deseosos por demasiado tiempo.
Sara plasmó su pasmo en su rostro, esa noche bebería sangre de vampiros.
—Pero en este caso —indicó Tony—, simbolizará nuestra unión matrimonial.
—¿Quieres decir tus votos antes de beber? —preguntó Jeff enmarcando sus cejas.
—Y... yo —balbuceó la muchacha contemplando su reflejo en el rojo intenso, ¿qué debía decir?
—Está bien, yo comenzaré... —dijo Demian, sosteniendo la copa, el carraspeó su voz y su mirada se encontró con la impaciente mirada de Sara—. Dicen que somos eternos, en la medida que podemos ser recordados. Yo... yo te prometo que en mi corazón y en mi alma vivirás por siempre. Mi existencia, en cualquier plano, vivirá por ti, seré tu sostén y recipiente..., seré tu amor y tal vez tu odio, lo quiero todo de ti. Te haré eterna, Sara. Te amo, para siempre.
Demian sorbió la copa sin quitar un ojo a Sara. Ella ya no podría responderle, porque esas eran las palabras más poéticas y dulces que jamás había recibido. Él había dejado sin palabras a todos, y sin aliento a ella, a quien le caían las gotas de llanto, era rebalsada por los sentimientos que le transmitían. Todo una vida de maltratos, y ahora debía recomenzar confrontando un inconmensurable amor.
—Bueno, es mi turno —dijo Adam, quitándole la copa a Demian, viendo y considerando que estaba robando demasiado protagonismo a la novia, y a todos—. Sara, solo tú y yo sabemos lo que nos une —expuso en su complicidad, pero sin quebrarse—. Has sido la mano que sostuvo mi dolor en el peor momento, cuando caí, me levantaste a pesar que no lo merecía; y, este tiempo, tu recuerdo ha sido mi esperanza. Deposité toda mi fe en ti, y al final no me fallaste, nunca me fallas. Por eso, esta segunda vez, volveré a apostarlo todo, sabiendo que ganaré, y tú también lo harás. Te lo daré todo, hasta el final de mi vida.
—Adam... —gimió sin poder soportarlo. Sara tapó su cara con ambas manos, manchándose de sangre, su imagen era desastrosa ¿Cómo debía retribuir tanto amor? ¿Podría ser capaz de hacerlo?
Adam Belmont bebió la sangre y traspasó la copa a Jeff. Este la tomó y sonrió al ver como Sara se desesperaba para limpiarse y devolverle la mirada, aunque ésta ya estaba destrozada, en buen sentido.
—Estoy en deuda contigo —comenzó diciendo el gemelo Arsenic—. Gracias a ti siento que soy capaz de realizar todos mis sueños. Me has librado del mundo que odio, y me has hecho entender que puedo ser invencible, que hay miles de preguntas que no me he hecho y que hay miles de sitios que quiero conocer a tu lado. Siempre te estaré agradecido por aceptarme con este rostro desagradable, con estos malditos genes Arsenic. —Jeff borró la sonrisa y desvió su mirada—. Siempre estaré en deuda por haberme perdonado, por huir aquel día, en el que eras tan pequeña y frágil; también por morderte el primer día en el Báthory...
Entre tanto llanto, a Sara se le escapó una risita. Por supuesto que a él le perdonaba todo, sabía bien que nada tenía que ver con su despreciable padre. Jeff intentó un guiño, y bebió del recipiente para luego traspasárselo a Tony.
—El amor ha sido más fuerte que el orgullo, y hoy nos tiene reunidos aquí —se impuso Tony Leone—. Las palabras sobran, estos actos son lo que soy, los que demuestran lo importante que eres para mí. Seré el demonio que te cuidará la espalda en el infierno, aquel que dará su vida, si es necesario. Sabes que todo lo que tiramos por la borda regresará como un tsunami, pero estaré ahí, porque ahora mismo, y por siempre, es a ti a quien doy mi nombre, y mi vida.
Tony bebió de la sangre compartida, su mensaje había sido algo oscuro y apocalíptico, así también tierno y reconfortante. Él estaba dispuesto a resguardarla con su propio cuerpo, porque bien sabía que no sería a él a quien querrían dañar en un futuro cercano.
La copa fue traspasada a Joan. Él la observó dubitativo.
—No sé si debo —masculló y una sorpresa inmediata lo sonsacó a todos del momento. Joan sacudió su cabeza como un reflejo, miró a Sara de soslayo, ella esperaba a que dijera por qué ¿qué sucedía por esa cabeza al punto de dudar en ese instante tan especial?—. Tengo un secreto... —confesó apretando sus muelas, era algo que nadie se esperaba.
—¿Qué? —El rostro de Sara empalideció.
Un sordo bullicio hicieron las voces de los chicos ante tal revelación.
—No debería casarme contigo si te oculto cosas —agregó con la vista en la sangre, en donde su reflejo parecía querer deformarse.
—¡¿De qué hablas?! —irrumpió Adam. Tony lo detuvo con el brazo antes de que hiciera algo imprudente, Joan dialogaría.
—No soy como los demás creen, no soy como tú crees —dijo, tragando con fuerza—. Desde muy pequeño, mi madre y mi padre... —murmuró angustiado, haciendo una pausa para tomar aire—. Ellos dijeron que debía estudiar y ser lo más recatado posible, que no podía mostrar signo alguno de irracionabilidad, no podría dejar guiar mi amor por intuición, debía elegir por linaje, pero fallé. ¿Sabes porque propuse esta relación de forma tan desinteresada? Porque tenía miedo que no pudieras elegirme a mí. Sabía que eso me enfermaría más adelante. De alguna manera quería estar a tu lado, fuese cual fuese el motivo y la forma. Al final fui llevado por esto, llegué aquí por ti, y los traje a todos porque eso significaba tu felicidad cuando podría haberlo ocultado. Yo, lo siento... otra vez lo hice.
—Joan —siseó Sara, quizás porque acababa de atar más de un cabo suelto, si su instinto femenino no le fallaba, sus palabras ya le parecían haberlas oído antes—. Lo sé, no tienes que dudar en beber de la copa. Y ahora lo sabes, te amo igual que a los demás, no tienes que temer. Y tu secreto, puedes guardarlo, no es necesario que sigas si no es el momento. Yo sigo teniendo los míos, al igual que los demás.
Joan hizo fuerza para no llorar, apretó tanto sus manos sobre el cáliz. Estaba seguro que ella ya lo sabía, otra vez fallaba. No sabía mentir.
—¡Sí, es necesario que diga lo que esconde! —interrumpió Adam.
—¡No! —chilló Sara imponiéndose—. Joan, bebe, sé que quieres hacerlo.
—Te amo, Sara, de verdad lo hago —dicho esto, Joan bebió de la sangre para pasarle la copa a Jack.
Sara dejó escapar un largo suspiro aun con la vista en la mirada brillosa de Joan, sería algo que deberían esclarecer a solas, pero no le podía negar beber del cáliz, confiaba en su devoción.
Jack tomó la copa y movió sus labios de un modo nervioso. Él no sabía de palabras bonitas, dulces o reconfortantes. ¿Qué debía decir?
—Sara, yo... —siseó, mirando a un lado—. Me acosté con otras mujeres cuando los dos años pasaron.
—¡¿Qué?! —gritó Sara.
Genial, Jack Arsenic arruinaba la boda de sus sueños.
—¡Deja que continúe! —gritó desesperado—. Mierda..., tengo que arreglar esto.
—¡No hay modo de arreglarlo! —exclamó ella, aplastando el suelo con su tacón.
No podía creerlo, o más bien lo suponía y odiaba admitirlo.
—¡Pensé que no me querías más! —se excusó—. Tengo necesidades, soy un vampiro, un demonio con sangre libidinosa.
—Es un cerdo, déjalo —murmuró Jeff.
—Los infieles siempre lo serán —añadió Joan, mirándolo con repulsión.
—¿De verdad vas a confiar otra vez en esta lagartija? —preguntó Adam.
—Hay que torturarlo —propuso Demian.
—Yo puedo ocuparme —dijo Tony tronando sus dedos.
—¡No, no, no me dejes! —suplicó de rodillas—. ¡Estaba frustrado! No tenía esperanza como los demás, de verdad creí que no volverías. ¡Tú no tenías motivos para regresar por mí! No fui infiel del todo, esperé dos años sin tocar a ninguna mujer, pero una vez que eso pasó, yo de verdad me hundí. Sara, lo siento. Déjame beber del cáliz, quiero unirme a ti. Estoy enamorado...
Sara apretó sus puños, sería consumida por la rabia, pero ese gusano degenerado, al que amaba, se arrastraba suplicante a sus pies. No obstante, los chicos negaban con sus cabezas, ellos no lo perdonaban, o quizás les gustaba ver a Jack derrotado.
—Sara... —clamó el morocho de ojos azules—. Si tan solo pudieras ver dentro de mi corazón, de verdad no tendría que pedir perdón, porque te amo. Nada ni nadie puede satisfacerme más que una simple caricia tuya. Es a ti que quiero penetrar siempre, solo son tus senos los que quiero apretar. Solo tú me quitas el aliento. ¡Yo solo soy una víctima de lo que empezaste! —habló elevando la voz, incomodándola, incomodando a todos—. ¡Es tu culpa! ¡Y si me dejas me volveré un completo monstruo, porque sin ti me vuelvo loco y solo tu sangre me vuelve inofensivo!
—¡No puedo creerlo! —prorrumpió ella. Se estaba ablandando porque sabía que así lo había aceptado, no quería ni pretendía cambiarlo—. Vas a tener que trabajar mucho para darle valor a esas palabras, Jack. Ahora, bebe de la copa.
Los cinco muchachos, que ya habían consumido su ración, protestaron en completo desacuerdo. Entre tanto, Jack bebía feliz y dejaba un último sorbo para su mujer, y la de los demás.
Sara estrechó la copa entre sus dedos, la observó otra vez. Ellos habían dicho palabras hermosas, incluso Jack -a su modo- ¿cómo podía igualarlos o demostrarles estar correspondiéndolos?, tal vez siendo sincera.
—Cuando me estaba enamorando de ustedes no podía ponerlo con palabras, no lo entendía. Todas esas veces que sentí amarlos temí demostrarlo. Un "te amo" era algo que jamás había escuchado, algo que jamás había recibido; entonces ¿cómo estar segura de que se trataba de amor? ¿Qué era el amor? —dijo y elevó su vista hacia los vampiros—. Lamento que hayan tenido que esperar tanto para que pudiera darles todo de mí, para que pudiera poner en orden estos sentimientos. Quiero corresponderlos, y no limitarme en nada que pueda darles. Pasé demasiado tiempo temiendo, sobreviviendo... en la sombra, creyendo que era lo único que podía esperar. No me había importado hasta entonces, porque no conocía otro modo de vida. Ahora es distinto, sé que puedo dar y recibir amor. Lo daré, daré todo de mí, porque confío en ustedes y, que esta vez será para siempre.
Sara los observó una última vez, sus sonrisas amables le demostraban que, incluso en el más impenetrable y hermético de los infiernos, era posible hallar un hilo de brillo, algo de luz hacia el camino de salida hacia el corazón frágil e incomprendido de los demonios.
El aroma de la sangre entró en su nariz al momento que sus labios se mojaban. Y si bien conocía el sabor de aquel brebaje, éste era un tanto peculiar. Más ácido que salado, y más dulce que el característico sabor metálico, no era un trago agradable, pero lo bebió por completo porque era la sangre de sus amados. El efecto fue inmediato, el calor acrecentaba en su interior como llamas incinerando sus entrañas, la parte bajo sus caderas. Sara sintió su cuerpo desvanecerse, aún consiente, balanceando su cabeza entre figuras confusas. Alguien la sostuvo antes de que cayera. Por su agarre liviano y temeroso supo que era Demian.
—¿Es-estás bien? T-tu cuerpo arde... —musitó Demian sonrojado, tartamudeaba como signo de debilidad.
—Tal vez fue demasiado —dijo Tony, viendo como una sonrisa se enmarcaba en la muchacha que lo miraba de manera traviesa.
—Nunca creí en su efecto, para mi familia era un crimen que un humano probara una gota de nuestra sangre —comentó Adam, recogiendo a Sara por las manos. Se sombraba de lo que veía, la chica estaba tierna y sonrosada, lista para que se la comieran cruda y se deleitaran con sus jugos. Además, el ardor que emanaba, le quemaba la cabeza al punto de atontarla como una mosca en la luz.
—Es verdad que me puse caliente —dijo Jeff—, pero puedo soportarlo, al parecer ella no.
Sara negó riendo como borracha.
—Cualquiera podría aprovecharse de ti... —murmuró Joan, angustiado—, estás tan expuesta a nuestras artimañas que das pena.
—Bien... —dijo Jack aflojando su pantalón, y desabrochándose las mangas de su camisa—. Ya ha probado nuestro lado dulce, ahora es momento que pruebe lo picante; que sepa por qué somos vampiros.
Nadie se negó a esa idea; una vez terminado el pacto de sangre, iniciaba la noche de bodas.
Sara deliraba en un estado de nirvana; así, fue trasladada hasta la cama. Sus ojos inciertos oscilaban de un lado a otro, estaba en las nubes, sin darse cuenta como los depredadores la acechaban con lentitud. Ella se arqueaba en su sucio vestido de novia, desplegando sus brazos al techo, ronroneando como un inocente gatito antes de ser dulcemente masacrado. Ellos se quitaban las ropas, deseosos de revivir sus momentos más calientes, no tendrían piedad por más drogada que pareciera, después de todo ya había dado el "sí" estando sobria.
Los barullos que venían del exterior se volvieron un suave bisbiseo. Lo único que se percibía, en esa mazmorra de inmoralidad, eran los mansos suspiros de una humana controlada por sus impulsos primitivos. El aroma de las hormonas revueltas, la sangre y el sudor eran el bálsamo del ambiente.
Una vez desnudos, no se contuvieron para rozar la piel pegajosa que se escondía bajo las capas de tela. Una decena de manos se abstraían con el tacto; muchas de ellas eran frías, otras temblorosas, algunas rudas, otras intrépidas; incluso, alguna que otra, estaba tibia.
La respiración se hizo dificultosa, querían prolongar las caricias, pero ya no podían.
Contenerse iba contra la naturaleza.
¡Chack! Un tul fue arrancado del vestido. Demian lo había hecho, y se había arrepentido al instante, Sara había puesto mucho empeño en la creación del mismo.
—Lo siento —musitó acongojado, para seguir destrozándolo.
El vestido comenzó a ser destrozado por todos, como si se tratara del envoltorio de un regalo de navidad. No se detuvieron hasta dejar a la flamante esposa como Eva en el paraíso, pura y débil ante el pecado.
—Quiero... —susurró ella— quiero todo de ustedes...
Debería haber tenido más recato con sus palabras, porque ellos también lo querían todo, y no se detendrían hasta obtenerlo.
Abrieron sus bocas furiosas, y mostraron sus colmillos, para enterrarlos en la piel de aquella que ya era suya en todo su ser; aquella que era su carne, su sangre, su esclava, su dueña y su amor.
Violencia y lujuria; pasión y sumisión. Los cuerpos entremezclándose, serpenteándose atrapando a la presa y musa que los iluminaba, que sentía el encanto de ser su alimento y su fuente de satisfacción carnal.
Entre horas eternas, los golpes de las caderas se intensificaban con cada gemido, con cada beso, a veces de a dos, y otras entre muchos más. Estaba siendo poseída por esos cuerpos que entraban y salían de cualquier recoveco de su cuerpo para sentir su calor, para darle descargas frenéticas y hacerla llegar al clímax, una y otra, y otra vez. Ella nadaba en un peligroso orgasmo que atentaba contra su cordura, tomándolos y comprimiéndolos desde adentro, extrayéndoles los fluidos de su placer.
La sublime mortal se desmoronó al cabo de unas horas, perdiendo la razón. Su cuerpo quebradizo había tenido más de lo que cualquiera podría soportar. Pero ellos siguieron jugando un rato más, cediéndosela sin berrinches, sin problemas.
No tuvieron compasión, tal y como lo habían premeditado.
Habían esperado demasiado como para contenerse, ahora, se sentían con el derecho de destrozarla, de penetrarla, besarla y manosearla de forma insaciable, lujuriosa. Tenían el derecho de morderla para rearmarla y volverla a destrozar... con amor. Ese vampírico amor, que de tan desequilibrado los hundía en el más profundo infierno, y los rebotaba hacia el cielo de manera constante.
El pacto de sangre estaba consumado.
La noche de bodas culminaba un día de Diciembre. Y era la primera vez en la historia vampírica que una humana se convertía en esposa de seis vampiros a la vez, demostrando que, por mucho que pudieran perpetuar las cosas, estaban destinadas a cambiar en algún momento.
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