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24.Beso de Judas

Tres días sucumbían tras una lúgubre eternidad en esa habitación. La puerta se mantenía entreabierta desde que Nikola había dejado a Sara. Ella seguía en la cama con la vista al techo de espejos, veía su reflejo quebradizo entre las sábanas de brillo dorado salpicadas de su sangre.

No se apresuraba en salir de su sitio, daba igual que le hubieran dejado la habitación sin llave. Seguía atrapada en esa enorme jaula.

Sara prestó atención a los detalles y supo que esa no era la habitación del vampiro, solo una más del montón, ya que no habían rastros de pertenencias personales.

No, él no la llevaría a sus aposentos. Para él, Sara era un objeto interesante, aunque sin un valor significativo más que el de preservar a sus gemelos conformes y tranquilos.

Abatida por las circunstancias, tomó un baño rápido y decidió ir en busca de los gemelos. Debía ponerlos al tanto de su plan, aunque, con su comportamiento durante el mercado de esclavos, suponía que tenían una idea de todo.

Luego de aseada, se colocó el espantoso vestido blanco de encajes que usaba desde aquél día. Se daba cuenta que le daba un aspecto aniñado, ridículo. No le agradaba.

La joven se despidió del pasaje de los espejos, con un rumbo incierto. El castillo Arsenic era confuso, tenebroso y singular. Pasillos estrechos que no llevaban a ningún término; habitaciones truncadas, a oscuras, vacías; ventanales altísimos, así como quebradizos, ventanas con vistas a muros y muros con cerraduras en sus ladrillos. Una locura. Un permanente sinsentido.

Al final de una escalinata descendiente y empedrada, logró distinguir el pálido celeste de un insensible amanecer. Ella se abrazó a sí misma y frotó sus hombros. Hacía frío y recién comenzaba a notarlo. Entonces también sintió las voces en los pisos inferiores. Acelerando sus pasos halló una enorme cocina de estilo medieval. Cuatro vampiresas vestidas de doncellas, detuvieron sus actos en seco cuando la vieron.

—Disculpen. —Sara podía oler la hostilidad, de igual modo les habló—. ¿Sabe alguna dónde está Jack o Jeff?

Las mismas se miraron entre ellas, y sin responderle siguieron con sus cosas.

—De nada —murmuró Sara, el desprecio que querían impartirle no era provocador.

Los buscaría por cuenta propia, pero no hubo que hacer más esfuerzo. Sus voces hacían eco entre los muros, se oían como decenas de fantasmas con el mismo timbre de voz.

Sara se detuvo tras el muro que los dividía, por un momento supo que no debía interrumpir. Algo sucedía, una pelea, y aunque fuese descortés, prefirió oír lo que se decían con tanta rabia.

—¡¿Cómo puedes decir eso?! —gritaba uno, y ella supo al instante que era Jeff, ¿cómo? Porque lo único que los diferenciaba era su modo de expresarse, tanto verbal como en sus gestos.

—¡Porque no soy irracional! —respondía Jack, su voz siempre sonaba como una excusa—. ¡Digo la verdad! Ya intentamos vivir en el mundo de los humanos, no funcionó y no funcionará, ¡por qué ni ella sabe ser como los suyos! Si Sara nos ama deberá acomodarse a nuestra realidad, tendrá que tomar el lugar que le ha tocado. ¡Más no podemos hacer, no volveré a tirar todo por la borda en vano! Es una idiota si cree que puede salvar a alguien, que agradezca a nuestro padre seguir con vida.

Los ojos de Sara comenzaron a arder, a nublarse, sus piernas como gelatina querían derretirse en su lugar. Su garganta era secada por una angustia sin precedente. Las palabras de Jack eran decepcionantes, dolorosas como un puñal en la espalda. ¿Agradecer a su padre seguir con vida? ¿Incapaz de salvar a alguien? ¿El lugar que le había tocado? Jack no tenía idea de lo que decía, pero esa era su forma de pensar, la forma que siempre había demostrado tener, no podía hacerse la desentendida. No era una revelación, no era una novedad, pero de suponerlo a oírlo había un abismo.

—¡Tienes suerte que no estén los demás! —gritó Jeff, aún más indignado que antes, sus puños apretados ansiaban estrellarse con el tipejo con sus idénticos genes—. Ya te habrían destrozado. ¡Pero eres un cerdo astuto, no dices estas mierdas frente a ellos!

—Estarán de acuerdo en dejar las cosas así cuando se den cuenta que pueden seguir viéndola —respondió Jack—. Desde el principio lo supimos. Esto no se iba a dar de la manera que ella quería.

—¿Y cuál era la manera que yo quería, Jack? —Sara no podía evitar que las lágrimas le cayeran del rostro, aun así mantenía la vista firme contra Jack.

Quizás si Jack hubiese tenido la tez de un humano, se habría puesto tan pálido como lo era. De todas formas, su sorpresa al verla aparecer fue notoria; a diferencia de Jeff, a quien se le dibujaba una sonrisa satisfactoria al ver a su hermano atrapado en sus palabras insensibles.

—Dilo, Jack —lo provocó Jeff.

El mentón de Sara temblaba, las lágrimas no se detenían. Su corazón se había roto, eso que había dicho era peor a esos deslices con otras mujeres en sus años de ausencia.

—Todo bajo tus reglas —respondió Jack—. Podemos estar juntos, pero somos Arsenic, no podemos vivir en una fantasía.

—¡¿Qué pretendes, Jack?! —gritó Sara, siendo contenida por Jeff, pero sus chillidos asfixiados se hacían cada vez más fuertes, llamando la atención de todos en la casa, que poco a poco comenzaban a husmear la situación—. ¡No disfraces tus palabras! ¡Pretendes que sea una prostituta más en esta casa! ¡No te importa a que costo estoy viva, ni siquiera crees en mí! ¡Te burlas de mi esfuerzo! ¡No piensas en cuan infeliz soy con esto!

—¡¿Y por qué lo hiciste?! —indagó Jack, sin responder a los reproches.

—¡Francesca lo merece, ella ha hecho demasiado por mí, es mi familia! —respondió, alejándose de Jeff para impartir un violento empujón a Jack, que poco se inmutó, pero fue suficiente para dejar a la servidumbre boca abierta—. ¡Tú no lo entiendes, nunca lo entenderías, porque no eres capaz de hacer nada por nadie! ¡Eres un cerdo egoísta, siempre lo fuiste!

—¿Acaso no fui a la estúpida playa por ti, no te compartí con los otros idiotas? —recriminó Jack, intentando mostrarse dolido.

—¡No les llames idiotas, el único idiota eres tú! —gritó Sara, tan fuerte, que retumbó en cada pared del castillo, helando la sangre de quienes se les hacía increíble la idea de un humano insultando a un Arsenic.

—¡¿Qué es esto?! —interrumpió la gélida voz de Nikola, quien era seguido de su séquito de hombres—. Jack, ¿te estás dejando gritar por una humana frente a la servidumbre? —preguntó de un modo siniestro, esperando la respuesta correcta.

Jeff rió cargado de cinismo, pero Sara guardó silencio, su pecho subía y bajaba con fuerza, se ahogaba en la rabia y la angustia, pero seguía sosteniendo la mirada en Jack, quien dubitativo se tardaba demasiado en contestar.

—No... —farfulló Jack—, ella está alterada.

Sara rió con lágrimas en sus ojos, <<eres tan gallina>>.

Un profundo silencio se robó el oxígeno de todos. Nikola se abrió paso entre la gente y llegó hasta el trío de insubordinados.

—Oí todo, Jack —admitió Nikola—. ¿Por qué le mientes a tu padre?

—No miento —barbulló Jack— es algo personal.

—No me importa, no puedo permitir una falta de respeto a mi hijo, menos si viene de una humana —sentenció tomando a Sara del hombro, ella se mantuvo quieta, pero Jeff se abalanzó para que no la tocara; sin embargo, con un simple gesto, Nikola indicó a sus hombres que retuvieran a Jeff.

—¡No la toques! —increpó Jeff, pero, los dos tipejos que lo atraparon, le impidieron hacer cualquier movimiento.

—Llévenselo a la celda —indicó Nikola, refiriéndose al gemelo que lo decepcionaba. Jack parpadeó con espanto, pero no intervino. Sara encogió su mirada sabiendo que no podía salvarlo—. Y, los demás, vuelvan ahora mismo a sus actividades o me encargaré de cada uno con mis propias manos —amenazó.

Todos se esfumaron de la escena antes de atreverse a retardarse un segundo más. No correrían el riesgo de seguir husmeando.

Nikola, Sara y Jack quedaron en el pasillo de la disputa.

—Jack, no me defraudes, me quedan pocos hijos con los que puedo contar —dijo Nikola, con un tono calmado, tomando a Sara por los hombros—. He decidido tener a Sara en la casa para alimentarlos y complacerlos, pero no puedo permitir esta falta de respeto de ella. No puedo permitir que no sepas ponerla en su lugar. Que tires abajo el trabajo que he hecho con ella. Sara es hija del rigor, no puedes aflojarle la correa.

Sara no dejó de ver a Jack, él prefirió desviar su mirada de ella, se sentía apuñalado, siendo acusado como el peor. Nikola siempre hablaba de un modo calmado; no obstante, quienes lo conocían, sabían hasta qué punto no se le podía llevar la contraria, por eso mismo siempre lo obedecían.

—No le hagas daño a Jeff —musitó Jack, retorciendo sus dedos con nerviosismo.

Nikola lanzó un prolongado suspiro al cielo.

—Si él sigue vivo es gracias a ti —confesó el padre de los gemelos—. Tengo que admitir que ha salido fallado, no es el primero, ni será el último, pero siempre tuve fe en ustedes dos. Mis primeros gemelos en toda mi longeva vida. —Nikola volvió a sonreír—. Adiestra a Sara como te he enseñado, y dejaré a Jeff en libertad.

—Lo haré —respondió Jack con la rapidez que su padre ansiaba.

—Quiero ver como lo haces —decidió Nikola, helando la sangre de Sara—. Estoy seguro que no lo hacen como se debe, por eso se atreve a ser tan insolente con ustedes. Sara es una criatura de naturaleza violenta y astuta, a la primera morderá la mano de su amo.

Jack asintió tomando a Sara del brazo, con algo de tosquedad, todavía sin atreverse a verla a los ojos, esos ojos que lo insultaban con el odio del mundo.

En un silencio frío y denso, como los bosques en los que se hallaban cubiertos, los pasos cortos de Sara contrastaban con los largos de Jack; quien la guiaba hasta su recamara para cumplir su cometido. En esos pasos, Sara rogaba que Jack cambiara de parecer, que pidiera disculpas y diera una explicación convincente a sus ideas, pero nada de eso sucedió.

La puerta de su exuberante habitación se abrió, y tras él, ella entró. Jack se acercó al oído de Sara, para en un susurro hablarle, aunque Nikola podía oírlo.

—Debiste quedarte calmada, esto es tu culpa —dijo siendo devastador una vez más—. No quiero que Jeff esté encerrado, es por él, entiéndelo.

El temblequeo de Sara fue instantáneo. Cerró los ojos justo cuando un torrente de llanto delató su sufrimiento. Le costaba admitir que luego eso no habría una segunda oportunidad para su relación. Jack le mostraba su peor lado.

Nikola esperó sobre el marco de la puerta. Analizó las acciones de su hijo, la seguridad en él para buscar un azote entre sus pertenencias, y la decisión a la hora de desabrochar los botones de la espalda de Sara, así liberar la carne humana que debía ser adiestrada.

Jack levantó la mano que sostenía el látigo, el mismo chasqueó en el aire para luego golpear... y golpear, y golpear otra vez, hasta que el vestido y la piel se hubieran teñido de rojo.

Sara cayó de rodillas, inexpresiva y sin haber lanzado un solo quejido.

—Bien hecho —dijo Nikola, más que orgulloso, no había errado con él. Jack Arsenic era un "vampiro de verdad", no esos estúpidos niños endebles y sentimentales en los que Azazel insistía—. Y no la muerdas ahora, el dolor debe perdurar para que aprenda la lección.

Jack asintió, y el señor Arsenic se retiró dejándolos a solas. Lo que sucediera entre ellos dos ya no tendría sentido ahora. El hilo que los unía se había roto.

—Sara, lo siento. —Jack se dio la vuelta y limpió el látigo. Ella no respondió, trataba de vestir su torso con las manos temblorosas y un dolor infernal—. La vida de Jeff pende de un hilo y no lo entiende, no le importa morir en vano. Mi padre lo mantiene vivo porque yo así lo quiero. Tengo que cumplir sus peticiones si no quiero que lo maten. Tengo que ser su hijo perfecto si quiero que mi hermano siga con vida.

Sara asintió sentada en su propio charco de sangre. Hasta ese punto le daba igual lo que Jack hiciera o dijera. La decepción le daba un fuerte revés. Jack decía hacerlo por su hermano, pero no se sentía como un gran sacrificio para él. No sentía su remordimiento.

Sara podía estar segura que nadie perdonaría a Jack, y, de haber estado en su lugar Tony, Joan, Jeff, Demian o Adam, se habrían negado a hacerle daño. Por eso, ella ya no podía pensar en absolverlo, dejar pasar de largo la situación sería defraudar a las personas que de verdad la amaban, y que jamás pensarían en dañarla de tantas formas posibles en tan pocas horas.

Ese día Sara y Jack se mantuvieron juntos en la habitación, aunque sin volverse a hablar.

Él pintaba sobre un lienzo algo que ella no podía ver, en tanto recibía curaciones por parte de la servidumbre. Algunas gasas, vendas y alcohol para desinfectar. Otras mujeres limpiaban el suelo con pena, era un desperdicio de sangre. Jack había tomado un poco para mezclarla darle una atonalidad rosácea a sus óleos y plasmarlos sobre su obra de arte.

Un vestido simple de color melancólico aguardaba por ella, quien se deshacía del traje de muñeca asesinada. Sara se vestía fisgoneando la destreza de Jack como artista: un artista maldito.

Sobre una banqueta alta, él se escondía tras un gran lienzo en un caballete. Con su mano izquierda sostenía la paleta con restos de óleo, y con la derecha movía el pincel fino. Esa situación le recordaba el momento en la sala de pintura en el Báthory, esa vez que pretendía abusar de ella; pero, espantado al ver sus cicatrices, había huido despavorido. No era para menos, pensaba que eran las mismas marcas que él le había surtido en su infancia. Ahora cometía el mismo error. Esta vez no le importaba, él estaba seguro de haber hecho lo correcto.

Jack corrió su vista del lienzo observando en detalle a Sara de pies a cabeza, ella se mantenía sentada en el borde de la cama. No se movía, le dolía el alma al hacerlo.

—¿Dónde está Demian? —preguntó Sara, sintiendo la mirada de Jack punzarle la cabeza.

—Estuvo encerrado por su comportamiento, Adam negoció con Catalina para que lo regresaran a su casa donde será supervisado por servidumbre mestiza —respondió él—. No sabe de tu llegada, quedamos en no decirle para no alterarlo y evitar que lo encierren para siempre.

Ella asintió entendiendo que habían hecho lo mejor por él. Lo último que quería era empeorar su situación.

Cuando la noche comenzaba a caer, la puerta se abrió de un portazo. Jack y Sara saltaron de sus lugares. Una mujer delgada, fina, de mirada esmeralda y de cabellos ébano, caminaba hacia Jack haciendo señas con las manos. Sara entendió que era muda y que hablaba en su lengua de señas. No le entendía nada.

—Sí, madre —respondió Jack cabizbajo.

Antes de retirarse, ella irguió su mentón por sobre Sara y se retiró sin más.

—¿Tu madre es muda? —inquirió sin tapujos.

—Un vampiro puede sanar cualquier herida —comentó él—. Pero si nos cortan algún miembro, este no vuelve a crecer, a ella le cortaron la lengua. No llegué a conocer su voz, le sucedió hace añares, pero ya de por sí su carácter es complicado. Imagino que le gustaba hablar de más con las personas incorrectas.

—¿Qué te dijo? —preguntó Sara, aunque estuviera furiosa, no pretendía dejar de obtener información.

Jack se vio perturbado, pero no tuvo más remedio que responder.

—Irás a la reunión de la hermandad con ella, y con mi padre —respondió.

—¿Por qué yo?

—Serás la cena, Sara.


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