Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19. Caballo de Troya

En los pintorescos candelabros, velas rojas de pequeñas llamas decoraban el altar. Una mesa se ubicaba sobre el mismo, tenía un mantel negro; tal vez de fina seda. Allí no había más que un cáliz y una daga de oro, ambos con incrustaciones de rubíes.

Nadie quería carraspear su voz, o hacer algún sonido inoportuno. La familia Blair había sido paciente con la hermandad, pero al final, la ceremonia de unión podía concretarse sin gran escándalo.

Charlotte, la cuadragésima hija de la familia inglesa Blair, lucía su perfecto y ceñido vestido rojo, con sus largos bucles de oro recorriéndole la espalda, finas joyas ornamentaban su delgado y distinguido escote. Tony Leone, el último hijo de Simón, se paraba frente a ella en un esmoquin negro. Ella atendía a cada detalle de su futuro marido con contrariedad. No le agradaba la idea de casarse con un fugitivo al que jamás le había dirigido la palabra, pero eran negocios, y así lo consentía. Él no sabía dónde colocar su mirada color castaña, tenía la sensación de estar siendo aplanado con el peso del mundo, a la mira antipática de todos.

El tumulto de invitados era exagerado, pero las ausencias eran notorias. No estaba Joan ni sus padres, no estaba Demian, ni Adam; tan sólo los gemelos. Ellos, los idénticos Arsenic, mostraban su falta de gracia en su pálida expresión. Tenían en cuenta que ya nada podía hacerse. Era tarde para una coartada.

Tony tomó una bocanada de aire, miró al impaciente público estando a punto llorar, sus ojos irritados querían evidenciarlo. Su padre, sus hermanos, la familia Blair y decenas de otros vampiros, lo presionaban con su sola presencia para que relegara su vida, sus sueños, su autonomía, ¿por qué? No lo podía entender. El ahogo era lo único que sentía. ¿De que servía ser fuerte, poderoso, un vampiro eterno? Todo era banal cuando no era dueño de sí mismo, cuando lo apartaban de lo único que deseaba, cuando no era más que un instrumento, una herramienta para un fin que no lo satisfacía en nada.

Charlotte tomó la daga de un arrebato, era deber de Tony hacerlo primero, pero tardaba demasiado para su poca paciencia. Ella cortó su mano, como si de un filete se tratara, y vertió la sangre en el cáliz, para luego entregar la daga a Tony.

El joven Leone exhaló, pensando en todas las cosas que le había dicho a Sara ese día en el que se habían unido en un pacto de sangre, en eterno matrimonio. Él le había prometido protegerla más de una vez, y siempre fracasaba. Él le había dado su nombre y su vida, sin embargo se estaba casando con una desconocida. ¿Por qué tenía que ser todo tan frustrante, tan doloroso? Su relación con Sara no era normal, pero le gustaba, la aceptaba, la amaba y estaba dispuesto a estar siempre con ella, ¿por qué se interponían cuando no hacían daño a nadie?

Tony comenzó a gotear por sus ojos, los vampiros se incomodaron. Él cortaba su mano con suma lentitud para que le causara dolor, y que ese dolor físico aplacara un poco el de su corazón carbonizándose en desazón, destruyéndose en el abatimiento.

Simón Leone rechinó sus dientes al ver la patética actuación de su hijo. Era impropio de un vampiro, era impropio de un demonio. Tony no tenía permitido llorar.

Simón volvió a respirar, conteniendo su ira asesina, cuando Tony vertió su sangre pura y la compartió en un sorbo con esa mujer.

Los Leone y los Blair estaban unidos en un pacto de sangre, en un matrimonio eterno. La hermandad crecía y se abría al mundo.

Los aplausos fervientes ignoraron la amargura del muchacho. Era hora de la fiesta.

—Te conviene dejar de actuar como un idiota —masculló Charlotte, cuando el tumulto de gente comenzó a dispersarse por los salones—. No sé qué te pasa, pero te aseguro que no has hecho de este día el mejor de mi vida.

—Podrías haber elegido a cualquiera de mis hermanos.

—¿Elegir? —preguntó ella sin entenderlo—. De todos tus parientes, tú eras el más importante. ¿Crees que me gustas? Ni siquiera te conozco. ¿Crees que yo elijo algo? Es una formalidad, un contrato, Tony.

—Lo sé, lo siento —respondió Tony, considerando que Charlotte estaba en su misma posición. De inmediato, logró ver a Clarissa y a su hermano Ben hablando con los gemelos, él se dirigió a ellos dejando a su mujer con la palabra en la boca.

—Tony, lo siento —dijo Clarissa, casi como un susurro.

Él le sonrió, ella lo entendía. Le parecía extraño verla después de tanto tiempo, y más extraño era no sentir más nada por ella. De hecho, con su hermano, hacían una linda pareja, le agradaba verlos juntos.

—Fue muy vergonzoso —dijo Tony.

Su hermano, un trigueño muy similar a él, le colocó la mano en el hombro.

—Vergonzosa es esta fiesta, no tus sentimientos —indicó Ben, siempre había sido considerado con su hermano menor—. Te admiro mucho, Tony. Lo que hicieron no tiene comparación. No te rindas ahora, has como yo. Mi padre me odia por estar con una impura, pero poco me importa.

—La diferencia es que Sara sigue siendo humana, y todos la ven como una amenaza —dijo Tony.

—Debemos dejar las cosas atrás —irrumpió Jack para sorpresa de todos.

—¿Qué dices? —preguntó Jeff a su hermano.

—Se acabó, eso digo —replicó el gemelo—. Todo ha terminado peor de lo que esperábamos. Azazel, Víctor, Francesca y Leif se llevan la peor parte por nuestra culpa. Si insistimos con Sara terminaremos perdiendo más de lo que podemos llegar a ganar.

Tony miró al suelo. Su sufrimiento no era nada comparado con lo que les sucedía a los profesores del Báthory, o a Francesca y su hijo. No tenía derecho a llorar cuando otros tenían su vida en juego.

—¿Y qué pretendes? —Jeff se paró frente a su hermano con una mirada desafiante—. ¿Seguir con esta vida? ¿Ser manipulado, ser dominado?

—No hables como si todo fuera una mierda, lo tenemos todo —respondió Jack.

—No tengo a Sara, no tengo independencia, no tengo nada —musitó Jeff con rencor, y de inmediato enmudeció al ver que su padre los observaba. Era mejor no provocarlo.

—¿Se sabe lo que harán con Azazel? —preguntó Tony, interrumpiendo la riña de los hermanos.

—Harán una junta entre las familias, pero luego del mercado de esclavos —dijo Jeff de mala gana—. Azazel confesó que mató a Imara, sumado a la traición actual es motivo suficiente para que lo ejecuten. También resolverán que hacer con Leif.

Clarissa alzó sus ojos al cielo, quizás porque entendía bien de lo que se había salvado. Sin el control del Vaticano, los vampiros podían deleitarse con sus antiguos pasatiempos, esos tan morbosos que habían sido prohibidos por la Santa Sede. Uno de ellos era el mercado de esclavos; por lo general, los trabajos domésticos o pesados siempre los hacían los vampiros impuros, ahora, podrían disfrutar de esclavizar los humanos que raptasen; podían torturarlos como deseaban, someterlos cuanto tiempo quisieran y hacer todas esas cosas que algunos habían osado hacer a "escondidas" de los religiosos, como los Nosferatu comiendo niños. Y, quizás, en algún momento, podrían volver a mostrar su naturaleza para dominar las calles y ciudades.

Al terminar la celebración, cada quien fue por su lado, incluyendo a Tony, que tenía su noche nupcial. Él se dirigió a su habitación, al abrir la puerta se detuvo al ver a la extraña Charlotte sentada en el borde de la cama, vestida de lencería y encajes; mirándose en un espejo, peinándose el cabello.

—¿Qué te pasa? —preguntó ella, sin mirarlo—. Deberíamos concretar nuestra noche nupcial.

—No —farfulló Tony, entendiendo que Charlotte no era la culpable de sus desgracias.

Ella alzó las cejas, echándole una ojeada a su deplorable porte depresivo.

—¿Es verdad lo que dicen? —preguntó ella, muy curiosa—. ¿De verdad huiste por un amor prohibido? ¿Una mujer humana?

Tony avanzó sin mirarla y se deshizo de su ropa.

—Sí, estoy enamorado de una humana, la amo y me escapé por ella, me uní a su alma en un pacto de sangre —confesó sin titubear, para luego mirarla a los ojos—. Es por eso que no voy a tocarte, ni besarte.

—No es posible. —Charlotte rió confundida y siguió peinándose—. No eres él único que desapareció.

—¡La comparto con los demás! —gritó, esta vez más furioso—. ¡¿Qué vas a opinar al respecto?!

Charlotte abrió sus ojazos y de inmediato desvió su contemplación al espejo. Todavía no conocía a Tony, no tenía idea que locuras poseía su mente o lo que era capaz de hacer ante una ofensa. Era mejor no presionarlo.

—Ya es difícil encontrar a alguien que me quiera —susurró Charlotte—, no me imagino conseguir a seis que me amen al mismo tiempo. Es natural que genere curiosidad.

Tony se detuvo un instante antes de acostarse; de reojo, miró a Charlotte y se sintió avergonzado de desquitarse con la persona con la cual compartía el mismo destino. No se atrevía a disculparse, así que se acostó, dando la espalda. Dormiría aunque su cuerpo no lo necesitara.

Por un instante quería dejar de lado la realidad, antes de perder la cordura por completo.

Charlotte lanzó un prolongado lamento, a pesar que todo era un negocio de su padre, empezaba a creer que las ganancias no la beneficiaban en nada.


En la pequeña aldea en donde convivían Tommaso y sus hermanos, Sara estaba por hacer un hoyo al suelo, caminaba de un lado a otro luego de despertar y enterarse que Tommaso se había largado en soledad. El sol del mediodía quemaba por sobre su cabeza, pero no podía dejar de dar vueltas y vueltas a las cabañas.

—¡Maldito Tommaso! —protestaba Sara, por enésima vez—. ¡Necesita mi sangre! ¡Se suponía que estaríamos juntos en esto!

—Mi hermano sabe cuidarse —dijo Valentino, quien cortaba madera a pocos metros de ella.

—¡Prometió que estaría al amanecer! —Elizabeth, que se escondía bajo un árbol, agitó sus brazos en forma de protesta. Pero de inmediato, los lobos dirigieron su vista al pastizal.

La humana y la vampiresa retuvieron sus reproches en sus gargantas; Tommaso regresaba sano y salvo.

Sara se dejó llevar y corrió hacia él, atrapándolo en un abrazo violento. Él se quedó tieso cual roca, sin reacción. De todas las personas en el mundo no esperaba un abrazo tan efusivo de ella.

—¡¿Estás bien?! —le preguntó Sara, apartándose para zamarrearlo un poco.

—Sí, estoy bien —respondió él, de forma pausada, apartándola de su lado.

Elizabeth se aproximaba a ellos, pero no de un modo amistoso.

—¡Habla, Tommaso! ¿Qué sabes?

—Recién llega, déjalo respirar —rezongó Sara, quien de inmediato guardó silencio, al ver quien venía tras su compañero.

Sara se tambaleó y se recargó en un árbol antes de caerse al suelo. Elizabeth se quedó pasmada en su sitio, temiendo respirar. Adolfo las acechaba con su paso, con su contemplación madura, apocalíptica, con la cual punzaba a esas dos jovencitas que se habían atrevido a escaparse de sus garras.

A algunos licántropos era fácil perdonar, como a Tommaso, quien demostraba que todos sus errores provenían de su lado animal, pero luego demostraba ser una de las personas más confiables en el mundo. Podían darle una segunda oportunidad, porque todas las cosas que hacía bien lo merecían, todo el tiempo demostraba ser más un ángel que un demonio. Adolfo era distinto, él no había amenazado con matar, él lo había intentado hacer.

Con solo recordar cómo había mordisqueado su pierna y brazo, Sara se estremecía del dolor. Jamás había estado tan cerca de la muerte, y se lo debía a ese moreno peligroso.

—¿Qué pasa, muchachitas? —preguntó con su voz enronquecida—. Parece que han visto un fantasma.

—Papá, no las molestes —farfulló Tommaso con pena.

Sara se alejó de ellos ante la incapacidad de articular alguna palabra. Ella había considerado pedir ayuda a los licántropos, sin pensar en el daño que le provocaba ver al líder de la manada.

Elizabeth, en cambio, se mantuvo estática frente a aquel hombre, temiendo moverse. Recordaba bien que era una vampiresa y que ellos las odiaban.

—No voy a matarte, linda —le dijo Adolfo, casi sintiendo lástima por ella—. ¿Podrías correrte del camino?

—S- sí, sí señor. —Elizabeth se corrió con torpeza a un lado.

De inmediato tocó su pecho, su corazón latía muy deprisa, ese lobo tenía la mirada más profunda del mundo.

Romeo y Valentino, corrieron a saludar a su padre, mientras la humana y la vampiresa se alejaban hacia la cabaña, e intentaban convencerse que saldrían ilesas de esa situación.

—Tranquilas —les susurró Rosemary por la espalda—. Adolfo se ha alejado de los conflictos con vampiros. ha cambiado mucho este último tiempo.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Sara, todavía viéndolo con el terror impostado en su mirada.

—Tommaso dejó el clan en muy malos términos —suspiró la joven buscando las palabras exactas—, no solo hirió a sus hermanos y los traicionó para salvarlas, se fue diciendo muchas crueldades a su padre porque no conocía toda la historia de su madre. Por ejemplo, Adolfo siempre supo dónde vivía la familia Báthory, aun así nunca quiso atacar, por más que fuera nuestro legado. Nunca estuvo en sus planes deshacerse de Laika, como Tommaso lo acusó.

Sara asintió con la cabeza, estaba segura que conocer a Joan le había dado a Tommaso una perspectiva total de la situación.

—También supo que Laika no pensaba abandonarlo —comentó Sara—. Fue Adolfo el que la obligó a irse, pero no olvido que ese hombre casi me mata; a mí y todos.

—A lo mejor deberíamos escucharlo, parece un hombre experimentado —dijo Elizabeth, y esta vez Sara no la contradijo—. Para él, nosotras estábamos del bando de los malos. La verdad es que la mayoría de los vampiros ha hecho demasiado daño, cosas atroces. Tal vez ahora entienda que también hay una minoría que no merece ser castigada por el mero hecho de existir bajo esta forma.

Sara echó una ojeada al moreno de piel curtida, debía mantener sus esperanzas en él y en los suyos, después de todo no existían otros seres capaz de afrontar a los chupasangre como lo hacían ellos.

Tras un rato, tuvieron que reunirse nuevamente y enfrentarse cara a cara.

—Fui a casa de Joan —confesó Tommaso en medio del almuerzo, Sara sintió como su corazón se condensaba ante tal noticia.

—¿Cómo está? —preguntó con la voz quebrada.

—Están bien, cumpliendo sus mandatos sociales —respondió—. Él no quiere que te involucres en esto, tiene miedo. Por eso sé que no me dijo todo, no confía en que pueda hacer mucho.

—¿Por qué dices eso? —inquirió Sara.

—Laika... —gruñó Adolfo, cortando el aire del ambiente—. Ella me pidió ayuda a espaldas de su familia. Me envió una carta en donde me cuenta sobre Leif, sobre todo lo sucedido este tiempo. Me habló del mercado de esclavos. Está desesperada.

—¿Mercado de esclavos? —preguntó Elizabeth, sintiendo mal presentimiento.

—En la antigüedad era un evento común —respondió Adolfo—. Los vampiros compraban lotes de esclavos a los saqueadores de pueblos, y luego los subastaban entre ellos. En la actualidad, toda tarea de servidumbre era hecha por los impuros, pero si esto vuelve a su antiguo régimen, significará que el tráfico de humanos aumentará para atrocidades mucho peores que solo beber sangre.

—Eso es espantoso —musitó Elizabeth—, ¿el Vaticano no hará nada al respecto?

—No se meterán, tienen las manos manchadas —respondió Tommaso—, ellos se han enriquecido con los negocios de ofrendas y orfanatos; además saben que las clases más altas son consumidores del elixir que producen los Báthory, las mafias humanas más poderosas trabajan con los Leone. No serían capaces de denunciar el mercado de esclavos, porque los vampiros podrían exponerlos a ellos.

—Dinos que sucederá —pidió Sara a Tommaso.

—Este evento se hará mañana por la noche —confesó el lobo blanco—, es un acontecimiento interesante si es que queremos saber las posiciones de cada uno. Será una reunión masiva.

—Considerando que estamos a contra reloj —interrumpió Adolfo—, y que escaseamos de información y planificación, solo nos podemos arriesgar a enviar un caballo de Troya.

—¿Caballo de Troya? —preguntó Elizabeth sin comprender.

—Alguien va a tener que arriesgarse a meterse en la madriguera de los vampiros —respondió el hombre—. Sobrevivir a sus artimañas y hacerles creer que están bajo su control. Necesitamos construir el escenario propicio hasta que podamos atacar con la seguridad de que ganaremos.

—¿Qué les hace creer que si alguno se infiltra no lo matarán? —soltó Sara, ya sin sentirse intimidada por el lobo negro.

—No lo harán —afirmó Tommaso con plena seguridad—. Lo que más le importa a los vampiros es perpetuar el linaje y fortalecer su hermandad. Tenemos la suerte de que el último Nosferatu y el último Belmont sean unos kamikazes, nadie se atrevería a jugar con fuego con ellos. Un paso en falso y todo lo que están construyendo se derribará.

—¡Oh! —Sara lo entendió—. Yo soy el caballo de Troya.

Adolfo arqueó una ceja antes de sonreír un poco. No era difícil deducirlo.

—Creemos que estarás a salvo —dijo Tommaso con su mirada culposa—, pero nadie te obliga a nada, yo ya lo he decidido. Intentaré entrar y sobrevivir, aunque sea como prisionero. No puedo esperar más aquí, en la incertidumbre.

El cuerpo de Sara comenzó a temblequear, peinó su cabello hacia atrás y se mantuvo en un estado de reposo, sin volver a abrir la boca durante la reunión. Quienes allí se quedaron, prefirieron no decir más nada, sería una decisión personal.

—Yo quiero ir —expresó Elizabeth.

—No es conveniente —contestó Adolfo—. No eres una licántropo a la que podrían tener para estudiar o interrogar, no eres una humana a la que podrían subastar, a Azazel ya lo tienen donde quieren, a ti te matarán para hacerlo sufrir. No les sirves.

—¡Pero! —Elizabeth se levantó y golpeó la mesa—. ¡Necesito hacer algo por Azazel ¡A eso vine!

—Admiro su valentía, señorita —gruñó Adolfo, no queriendo faltarle el respeto tan pronto—. Puedes quedarte en nuestro clan. Si te interesa, cuando todo explote, cuando irremediablemente los ataquemos de una vez, puedes estar allí y colaborar.

Elizabeth comprimió su rostro, guardando sus lágrimas de impotencia. No podía hacer nada, era frustrante. No servía, esa era su maldita realidad. Ella gruñó y zapateó en su lugar. Adolfo y Tommaso la vieron renegar, pero ya no insistiría.

—Acepta el trato —señaló Tommaso—. Serás la primera vampiresa viviendo en un clan de lobos. Te acogerán bien, y podrás proveer información, después de todo has sido la secretaria de Azazel. Deberías tener algo de información, ¿no es así?

Elizabeth se detuvo en seco. Sí, no lo había pensado de ese modo, pero a pesar de no ser muy lista, ella era buena en su trabajo. Se consideraba ordenada y de buena memoria; tal vez todavía existía una posibilidad de ayudar. Con los lobos haciendo trabajos de inteligencia, era mejor quedarse con ellos.

Una vez puestos de acuerdo, la joven vampiresa decidió partir junto a Adolfo. El moreno se transformó en el prominente lobo negro; y, por primera vez en su vida, dejó que una chupasangre lo montara. No podían perder más tiempo. Si querían atacar con todo, no solo debían tener un buen plan y el terreno preparado, también debían esperar a una noche de luna llena, la cual les proveería un poder superior a los de cualquier día. Debían lamentar que solo hubiera una cada veintinueve días y medio; con suerte habría dos lunas llenas en un mes.

Sara se quedó en la pequeña casa de Tommaso, sentada en la cama de pieles. Se sentía mal por no despedir a Elizabeth, sus días con ella no habían sido de lo mejor, sus energías chocaban con violencia debido a la diferencia abismal de sus personalidades, pero no la odiaba de hecho envidiaba que viera todo de forma tan optimista. De algún modo confiaba que estaría bien, cooperaría con todo lo que sabía, además los lobos eran hombres sinceros y de palabra, eso no podía negarlo.

—No me gustaría que fueras, esa es la verdad —farfulló Tommaso al regresar a su casa y ver a la humana sin reacción, mirando a un punto ciego—. Hay posibilidades de que funcione, y entiendo que es demasiado para ti. Es peligroso enfrentarte a esos monstruos.

Ante la sinceridad y la empatía, Sara sonrió. Él se sentó a su lado y tomó su mano sin preguntar, la apretó con fuerza, suficiente para mostrarle su acompañamiento. Ella colocó su cabeza sobre su hombro, queriendo compartirle su desconsuelo, entonces así, librarse un poco de ese peso.

—No es algo que no haya hecho antes —dijo Sara, Tommaso escuchó—. Es gracioso, pareciera que estoy destinada una y otra vez a repetir las mismas acciones, a enfrentarme una y otra vez a las mismas pesadillas.

—No, si no quieres.

—Debo hacerlo. —Sara resopló—. La verdad es que no podría descansar en paz sabiendo que no intenté nada por Francesca y Leif.

—Podrías quedarte aquí hasta que los míos se organicen —propuso el lobo.

—Es inútil, Elizabeth les sirve, yo no. —Sara dejó escapar un suspiro angustiado—. No puedo hallar otra salida. Mi propósito es tejer los hilos de los que me sostendré, debo dejar que consuman de mi veneno, hacerles creer que yo soy la presa.

—Sé que lo harás bien. —Tommaso rió—. Tienes un encanto especial, de ser una loba serías una alfa.

Una sonrisa avergonzada se dibujó en Sara.

—Tú también tienes tu atrayente —le dijo ella, pero volviéndose seria—. Tommaso, cuando estés allí olvídate de tu orgullo, esto va más allá. He visto lo que provocas en las mujeres, úsalo a tu favor.

Él desvió la vista al techo, era fácil decirlo, mas su existencia no solo era humana, también era un animal, algunas cosas se escapaban a su razón, cosas que no podía controlar. No era experto en mentir y traicionar; las trampas y los golpes bajos no eran lo suyo. Sara le pedía eso, que jugara a la araña tejedora como ella.

Esa misma noche descansaron juntos, uno al lado del otro, entre las pieles de oso. No hablaron más, no querían hacerlo; la presión los carcomía, la ansiedad les consumía la esperanza. Sin embargo podía decirse que habían llegado a tiempo, el mercado de esclavos sería a la noche siguiente, y todo estaba listo para irrumpir la ceremonia.

El lobo y la humana unirían fuerzas contra sus demonios.


       

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro