Punto de vista de Alejandra.

Me acerqué a mi hermano que se había separado de su mujer, estaba sentado en la mesa del comedor dándole vueltas a su teléfono mirándolo sin hacer absolutamente nada.

—Eric. —hablé sentándome a su lado. —¿Que os ha pasado?

Mi hermano suspira.

—No quiero ser celoso, no me considero así, pero lo bien que se llevan Ferran y Carla en cierto modo me molesta porque sé que han tenido algo. —explicó.

—Has querido hacérselo saber a Carla y no has sabido explicarte, ¿verdad?

—Ella ha dicho que si lo que pretendía era que dejara de ser amiga de Ferran no lo iba a conseguir, porque él ocupa un lugar muy importante en su vida, y yo le dije que si él ocupaba un sitio tan importante en su vida no sabía que hacía casada conmigo. —torció sus labios de forma triste. —Pero no quiero que deje de ser amiga de Ferran ni de nadie, la amo y quiero que sea feliz, cuando la veo en los parones de selecciones me dan ganas de que sean toda la vida solo para verla sonreír. Me expliqué mal con ella.

—ay, te conozco. Lo que debes hacer es volver a hablar con ella, explicarte bien y todo eso que me acabas de decir a mí, decírselo a ella.

—¿como? Si me acerco a ella ahora mismo, me va a pegar un botellazo.

—Pero ahora no cazurro, ahora está enfadada y esa mujer enfadada es muy peligrosa, te lo digo yo.

Mi hermano se ríe y me da un abrazo.

—Gracias, Ale. Me alegra saber que siempre te tengo para todo.

—Que remedio, soy tu hermana mayor, dicen que estamos para eso.

—Normalmente dicen que estáis para molestar a los pequeños.

—Exagerado. —me reí.

—Oye, cuidadito con Rafa Mir, eh. —le miré incrédula.

—¿Por qué?

—Porque digamos, que tú le tienes ganas a ese individuo porque te gusta desde los JJOO y encima ahora juega en el Sevilla. Alejandra, estás buenísima asúmelo y ese hombre no va a ser menos al quedar prendado de encantos como los tuyos. —me llevé una mano al pecho, halagada.

—Oh, por favor. García me halagas.

—No te acostumbres tampoco.

Nos reímos.

—Anda, vete a buscar a tu mujer. De "hipnotizar" a Rafa Mir me encargo yo.

Mi hermano me dejó un beso en la frente antes de irse a buscar a su mujer, para arreglar sus diferencias.

No voy a negar que siento envidia de ellos dos, hablando seguro que solucionan cualquier tipo de enfado, no como Marcos y yo, que al primero, en vez de escucharme me dejó con una mano adelante y otra mano detrás.

—Hola. —dijo un chico entrando por la puerta, tenía un tupé con veintisiete kilos de gomina y barba, era moreno y bastante apuesto. Lo reconocí al instante. —¿Alejandra?

—Sí.

Joder, este está más bueno en persona que en la tele.

—Soy Rafa...

—Mir. —le interrumpí, nos reímos.

—vaya...

—una buena sevillista, sabe reconocer a sus jugadores. —aclaré

—Vaya, eres del Sevilla.

—Desde enana. —sonreí. —Felicidades por la convocatoria, pero por dios, no te lesiones que siempre corremos con la misma mala suerte.

—No te preocupes, tampoco creo que vaya a jugar mucho.

—Pero si fuiste El Salvador del partido contra Costa de Marfil.

—Ya, bueno. —rascó su nuca nervioso. —¿me enseñas esto?

—Si, vamos. Lo siento, que es que soy un poco tonta. —dije nerviosa. No, si boba soy de verdad.

—Tonta no, pero bonita te lo puedo asegurar.

Cuando pronunció esas palabras me sonrojé y me reí nerviosamente. A lo lejos divisé a Marcos mirándonos fijamente, así que por inercia me acerqué a Rafa un poco más juguetona.

Bienvenido al partido, Llorente.