Capítulo 36
Punto de vista de Alejandra.
Pedri no había cerrado la ventana, por lo que joder entraba un sol de la ostia. Cuando me giré, a mi lado estaba el canario sonriéndome con un zumo de naranja y una aspirina, ay gracias, de verdad.
—Buenos días, borrachilla. —dijo sonriéndome, me tendió la pastilla y el zumo.
—Dime por favor que no hice mucho el ridiculo, por favor.
—Bueno, casi me dejas tuerto, pero por lo demás no. —se sentó a mi lado. Tomé la pastilla y parecía que me encontraba mejor. —Ah bueno, y nos besamos. Fue jugando a la botella.
—Aparte de borracha, pederasta.
—joder Ale, que no tengo doce años, que voy a cumplir diecinueve. —dijo bufándoos, me reí.
—Bueno, bueno. Pero muy bueno no fue, si no me acordaría. —levanté las cejas picara.
—Bueno, si quieres, repetimos, no me importa. —dijo cogiéndome de la barbilla y acercándome a él, inmediatamente empezamos a reír. —Anda, vístete y te espero abajo. Porque Eric literalmente solo me ha dado cinco minutos o decía que subía a cortarme los huevos.
—Menos mal que él es el pequeño.
—lo será, pero asusta. Y juego en su equipo, no quiero jugar con miedo el resto de mi vida.
—Te pasas la vida lesionado, Pedro. No me jodas.
—Eso ha sido una lesión tonta, que jugar absolutamente todo, tiene su parte mala.
—Vete, para que pueda vestirme.
—Oh vamos, Alejandra. Anoche casi que me suplicas que te empotre contra el armario. —hice una mueca.
—Fuera. —señalé la puerta.
El chico de dieciocho me obedeció y salió de la habitación que compartíamos. Yo me metí una ducha rápida, porque es que tenía la cara de un trapo sucio, por qué este chico es tan inteligente para desnudarme y no para desmaquillarme.
Llamaron a la puerta y con el albornoz puesto, abrí, a ver que la persona era exigente por su forma de llamar. No penséis mal, que tampoco soy aquí Carla.
Un chico rubio de ojos azules levantó la mirada y me vio, no me esperaba que fuera él, menos después de lo de anoche, pero ya estaba cansada del jueguito que se trae, si quiere jugar a esto, bien vamos a jugar los dos.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté.
—¿podemos hablar?
—Depende lo que signifique para ti hablar, ¿vienes a eso o a decirme cuanto me odias? —pregunté donando un poco fría.
Aunque voy a ser realista, quiero que me coma la boca y lo que no es la boca, aprovecha Marcos solo tengo un albornoz, hay poco trabajo.
—Vamos, no vengas con esas.
—Oh, ahora soy yo. No tengo ganas de discutir, así que vete. —iba a cerrar la puerta, pero Marcos puso la mano para evitarlo y entró en la habitación. —Pero vamos a ver, qué no entiendes lo que te digo. Las cosas no son cuando tú quieres, egocentrico.
—Que vengo a pedirte perdón. —me quedé de piedra.
—¿perdón?
—Sí, reconozco que me he pasado mucho contigo, y después de lo que pasó aquello que te dije no estuvo bien. —dijo. —Ya que tú no me pides perdón por el daño hecho, ya te lo pido yo.
Bufé, mucho había tardado.
—Mira Marcos, paso de ti. —le dije dándole la espalda, él me cogió del brazo y me puso contra la pared y él. —Suéltame.
—¿de verdad? —dijo, bajando su mano por mi muslo. Casi gimo ante el contacto. Me giró frente a él y clavó sus ojos en los míos. —Soy putamente adicto a ti, Alejandra ¿no lo ves?
Llegó a cierta zona sensible y esta vez sí que gemi, era inevitable coño, que yo no me puedo resistir a su contacto ni a su forma de tocarme.
Sus dedos me acariciaban suavemente, deseando por cada caricia más de él. Quería articular alguna frase, pero si abría la boca iba a gemir y no quería darle ese gusto.
—No puedes hablar, si lo haces gimes. Te conozco Alejandra. Tu piel reacciona a mi contacto.
Aumentó el ritmo de sus dedos y en solo dos minutos, Marcos me estaba haciendo ver las estrellas de nuevo.
—No tengas duda pequeña, de que si tuviera tiempo te follaria ahora mismo sobre la cama de Pedri, y gritarías tanto que los demás nos escucharían muertos de envidia deseando ser nosotros. —susurró en mi oído y tragué saliva.
De repente sus dedos ya no estaban en contacto conmigo, sus ojos azules sonrieron victoriosos al dejarme una vez más sin habla, y sin aliento también. Marcos me agarró del cuello y dejó un profundo beso en mis labios, después se alejó de mí y salió de la habitación.
—¿Que coño...? —dije casi sin aliento.
Después de recomponerme de dicho momento, bajé al comedor con los chicos, Carla estaba sentada alejada de Eric, ostias tormenta en el paraíso. Unai y Laporte estaban cagandose básicamente en Italia, y Gerard y Pau estaban intentado hacer un submarino con una servilleta.
Voy a hacerme una facepalm mental, del Villarreal tenían que ser.
—Hola. —saludé llegando, me senté al lado de Carla que era el sitio que estaba libre, a mi otro lado tenía a Sarabia.
—Ostias, Ale. Tienes cara de que te han dejado a medias, ¿Pedri no funciona? —dijo Pablo riéndose.
—No he hecho nada con Pedri, baboso. —le pegué amablemente en el brazo.
—Bueno, sin pegar.
—Cierra la boca, Sarabia.
—No te enfades, ¿si vuelvo al Sevilla me perdonas?
—Me lo pienso, pero como no vas a volver.
—Quien sabe.
—No me des falsas ilusiones, hijo de puta.
Todos se pusieron más rectos que un hierro cuando Lucho entró en el comedor, joder, le tengo envidia, consiguen que se pongan firmes y que se callen, yo quiero ese poder.
—Bueno, Chicos. Como habréis podido notar, falta Adama. —y es verdad, el negro de tamaño Hulk no estaba con nosotros. —Pues ha sentido molestias y ha vuelto a casa para realizarse pruebas, así que nos hemos quedado sin un delantero.
—Pues estamos apañados. —dijo Carla. —Porque como dependamos de Morata y Gerard, estamos en la mierda. Menos mal que todavía está Ferran.
—Eh, que yo solo del equipo no puedo tirar. —dijo Ferran.
—¿Acaba de decir que soy malo? —dijo Gerard.
—Hombre, bueno bueno tirando penaltis no eres. —dije yo.
—Os recuerdo que el que falló el penalti contra Italia fue Álvaro no yo. —dijo Gerard indignado.
—No por favor, no habléis de la Eurocopa que siempre salgo perdiendo yo. —habló Dani.
—Escuchad. Para sustituir a Adama he llamado a otro delantero que lo está petando. —dijo Lucho.
—¿Canales? —dijo Unai, yo le miré con cara de asesina.
—Ni de coña, yo a ese no le doy botellas de agua. —respondí yo.
—Ale, tía. Aquí solo existe un color. —me reprendió Laporte.
—Y una mierda, a un verderón ni agua.
—yo le tengo manía. —dijo Sarabia apoyándome, menos mal que este chaval llevaba el ADN Sevilla por dentro.
—No, no es Canales. Es del Sevilla. —siguió Lucho.
—En-Nesyri es marroquí. —dijo Marcos frunciendo el ceño.
—¡Rafa Mir! —gritó Pedri, por fin uno que se acuerda que ha jugado los Juegos Olímpicos con él. —Ay, a mí me cae súper bien.
—A mí ese si me gusta. —respondí.
—Se reincorporará en un par de horas, tratarle bien. Ale, por tu sevillismo en vena, te encargo que le enseñes cómo van las cosas. Dicho esto buena mañana.
El grupo se disolvió un poco, Eric y Carla ni siquiera se habían mirado, no como Marcos y yo que nos habíamos echado unas miradas raras.
Deja que te pille, Marquitos. Ya verás.
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