Capítulo 11
Punto de vista de Alejandra.
Adiós, Sevilla. Hola, Copenhague. Acabamos de aterrizar en Copenhague y a decir verdad no había visto eso tan bonito que dicen que tiene Dinamarca, tampoco había salido del aeropuerto, pero no se compara a Sevilla. Sí, Catalana, pero muy Sevillana.
La llegada al hotel tampoco era que nos dejara mucho para ver, joder es la primera vez que voy a un sitio fuera de España que no sea París o Río y quiero turistear, jo.
Luis Enrique nos había dado el día libre, dijo que los chicos se lo merecían tras haber soportado mucha presión en la fase de grupos y que salir a ver Dinamarca, era de lo mejor que podíamos hacer hoy, pero los muermos estaban cansados de la fiesta de ayer y del viaje y Blah blah. Vamos que me iba sola a turistear.
—Selección de muermos española os deberían de llamar. —dije mirando como cada cual cogía su tarjeta de la habitación y se iban subiendo.
—Lo siento, sis. Pero es que me duelen hasta las pestañas necesito dormir. —dijo mi hermano, le hice una mueca.
—sí, dormir y follar. —le dije.
—Pues también, no creas que no eh. —dijo Carla, me dio un beso en la mejilla. —Venga hazte fotos con monumentos. Te quiero.
Al final en el living del hotel solo nos habíamos quedado Marcos y yo, no sé cómo lo hacía, pero en todos mis momentos aparece él y no creáis que no me gusta, porque estoy encantada.
—Si quieres yo te puedo acompañar a ver Copenhague. —me dijo, este chaval es un encanto joder.
—Sí, claro. No tengo otra cosa que hacer que visitar contigo Copenhague en plan cita romántica, como si fuera un ligue tuyo. —le dije de cachondeo.
—Fliparias con mi forma de ligar. —dijo riéndose.
Entonces una bombilla se encendió en mi cabeza, estaba claro que de la selección de muermos española, el único que me acompañaría al fin del mundo sería Marcos, así que como me gusta esta sensación que me causa se me ocurrió la siguiente idea:
—Está bien. —dije.
—¿qué? —preguntó frunciendo el ceño.
—Que está bien. —repetí. —Esta noche, crea la cita ideal, perfecta, como si yo fuera un ligue tuyo. Muéstrame esta noche que tanto tiene Marcos Llorente para gustarle a tanta gente, además del fútbol.
Sonríe. —¿Estás segura?
—A las nueve abajo, no me falles, Marquitos. —dije dejando un beso en su mejilla.
Cogí la tarjeta de mi habitación, al ir a ella me metí en la bañera y me relajé pensando en esta noche. Está claro que Marcos seguro que hará de esta noche una inolvidable, me muerdo el labio inferior solo de imaginarlo.
Punto de vista de Marcos.
El reloj marcaba las nueve menos diez, me había vestido con unos pantalones negros y una camisa blanca, usando una chaqueta de cuero porque sé que a Alejandra le gusta como me queda. No sé qué demonios saldrá de esta noche, pero sé que será una de las pocas oportunidades que tenga de decirle lo que siento.
La puerta del ascensor se abrió, Alejandra vestía un vestido rojo de espalda descubierta mostrando su tatuaje, su pelo negro estaba totalmente liso, su cara llevaba un maquillaje básico de lipstick rojo pasión y una línea del ojos casi perfecta que hacían un juego perfecto a sus ojos verdes, subida a unos tacones de aguja negros.
Tragué saliva e incluso llegó a faltarme el aire, ¿es que con todo lo que se ponga yo voy a tener ganas de empotrarla contra la pared?
—impactado eh, Llorente. —dijo alzando las cejas.
—Estás preciosa. —ella me sonrió y le devolví la sonrisa, por devolver le devolvería hasta mi corazón, ah no que eso ya le pertenece a ella. —¿Nos vamos?
—A ver, ¿qué has preparado? —dijo agarrando mi mano y caminando hacia fuera del hotel.
—Pues mira, lo único que te voy a decir es que te tienes que dejar llevar y confiar en mi. —le dije. —Bueno, aprovechando que tengo el carnet internacional pues he alquilado esto para esta noche.
Señalé el Ferrari rojo que había a nuestro frente, Alejandra se quedó boquiabierta.
—¡coño, un Ferrari! —dijo sorprendida, le abrí la puerta y ella se montó en el asiento del copiloto, me senté a su lado en el piloto. —¿música?
—prueba. —ella encendió la radio y comenzó a sonar Where Have You Been de Rihanna. Me había pedido que le mostrara como conquistaba yo, pues ahí lo lleva.
—¡OMG, Rihanna! —gritó emocionada. —¡Where Have You Been all my life! (¿Dónde has estado toda mi vida?)
Le prestaba atención a la carretera, pero tampoco dejaba de prestársela a ella, iba mirando las calles de Copenhague como si estuviésemos en Miami, luego llegamos a uno de los restaurantes más caros y más lujosos de todo Dinamarca.
—¿No me jodas que vamos a cenar aquí? —dijo cuando le abrí la puerta para que bajara del coche. —Joder, Marcos. Te has pasado.
—Tu solo camina. —dije cogiéndola de la mano yo ahora, sintiendo una electricidad recorrer toda mi columna, sé que ella la sintió también porque se le erizó la piel.
Durante la cena pude conocerla mejor, sé que le gustan los superhéroes, pero solo los de Marvel, que tiene un crush con Elizabeth Olsen, Sebastian Stan, Chris Evans y que su Spiderman favorito es Andrew Garfield aunque siente debilidad por Tom Holland, que el tatuaje de su costilla es una frase de su libro favorito y que quiere hacer las prácticas en una editorial. Su cantante favorita es Rihanna desde pequeñita y que adora el fútbol, ya si fuera del Atlético de Madrid diría que está hecha para mí.
La cena estuvo bien, nos reímos y nos miramos de forma cómplice, pero todo no fue eso, volví a montarla en el coche.
—Toma, póntela. —le pasé una venda para los ojos. Ella me miró en cuestión. —Venga vamos, no me va el rollo Christian Grey.
—Me pone mucho, pero prefiero a Michele Morrone. —me reí.
—Venga, Ale. Póntela. —al final me hizo caso y se la puso.
Pude emprender camino hacia uno de los monumentos más bonitos de todo Copenhague.
Cuando le quité la venda y lo vio se quedó prendada de las vistas nocturnas de Dinamarca, y yo me quedé prendado de ella, su mirada, su sonrisa y su forma de reaccionar a mi contacto.
—Este es el puente de la Sirenita, dicen que si tiras una moneda al agua, pidiendo un deseo se te concede. —le dije, ella me miró.
—Es un poco copia de la Fontana di Trevi, ¿no? —dijo riéndose.
—Pues yo me atrevo. —dije sacando una moneda de mi cartera. La besé y la lancé pidiendo un deseo.
Marcale real algún día.
—¿Qué has pedido? —preguntó curiosa.
—Pequeña, si te lo digo no se cumple. —hizo un puchero con sus labios, los que yo me moría por tocar.
—¿ahora que harías con un ligue tuyo?
—Pues, a estas horas de la noche, ya babearían por mí. —dije acercándome a ella, casi que podía aspirar su aroma y sentir como su respiración se mezclaba con la mía. Cogí los dos cachetes de su cara y la acerqué a mí, miraba mis labios y yo miraba los de ella, parecía que mi deseo se iba a cumplir. —¿He superado la prueba? —susurré contra sus labios. La Sirenita de Copenhague estaba siendo testigo de tremendo momentazo Marcale estaba ocurriendo.
—estás aprobadísimo. —dijo, luego nos separamos. Demasiado bonito para ser verdad. —venga vamos, volvamos al hotel.
En el trayecto de camino al hotel había tomado su mano una vez para cambiar la marcha del coche como muestra de que mi forma de ligar no acababa en el puente, pero esta vez fue ella la que dio un giro de ciento ochenta grados, puso su mano detrás de mi cuello y me lo estaba acariciando.
No tengo duda alguna, Alejandra se muere porque ocurra ese momento tanto como yo, solo necesita darse cuenta.
Luego de mi pensamiento me quedé sonriendo, sintiendo como el contacto de su mano con mi cuello me hacía estremecer.
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