"Dolores"
Los dieciséis llegaron pronto, ansiosos y hambrientos por torcerte las raíces.
Pisaste Ámsterdam como pariente de una reina, con las venas destilando azul, y partiste de Múnich con la piel teñida de huellas olvidables y besos agrios.
Tenías dieciséis y te creías que el mundo era tu propio burdel. Ingenua niña, él tenía treinta y dos y un gusto enfermo y peculiar por chiquillas como tú.
Leíste "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas" y pensaste que era un trágico romance incomprendido.
¡Pobre Humbert, pobre Karim! Solo veían ninfas en cuerpos jóvenes e inocentes. Pobre estúpida caíste en ese cuarto lleno de tu espesa sangre, dolores y un par de grilletes.
Grandiosa historia épica de pieles pensaste enfrentar, atada de manos y pies, sin poder gritar.
La pelota segura resbaló de tu mano y no supiste que hacer, para detener la aguja y su miembro de continuar corrompiendo tu piel.
Pero estaba bien, pensaste, así lo predicaba tu grandioso maestro Sade.
Lloraste, Ofelia, de angustia y dolor, porque no pudiste aceptar que te entregaste al perverso desacato de ese señor.
Te gustó su bruta atención, decías y repetías, sanando los sucios rastros de sus hoscas e insanas manos.
Ofelia, debiste penar las noches solas, pero terca eres carajita insoportable, nunca te reservas para ti, crees que te veneras por compartir.
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