Capitulo 3
Cuando llegué a casa, se me hizo difícil ver a a los ojos a mi madre, acababa de romper una promesa, y me arrepentía de ello. Pero sin embargo, aunque me arrepintiera, ya no había vuelta atrás, ya acepté ser parte de esto, ademas, el dinero que obtendré me sacará a mi y a mi madre de este estado.
Abrí la ducha y el agua fría empezó a caer sobre mi cuerpo desnudo, miles de escalofríos recorrían mi cuerpo.
—¿Ahora que hago? —Me pregunté a mi mismo aún sabiendo la respuesta, se que le fallé a mi madre pero hice lo que vi necesario.
Luego de asearme, cerré la ducha y salí del baño con una toalla puesta alrededor de mi cintura y antes de vestirme decidí dirigirme a la habitación de mi madre.
Al entrar, la encuentro sentada en la cama mirando hacia la ventana. Muerdo mi labio inferior con fuerza, ahora debo enfrentarme a ella, nuevamente debo mentirle. Seguramente, la torre de confianza que habíamos construido durante estos años se desmoronará con esta enorme mentira. Mierda...
—Madre... —la llamo en voz baja —. Tengo algo que decirte.
Ella se voltea y sonríe. —Gracias por la comida, hijo —me agradece.
Sus ojos me observan con alegría, la tristeza me invade pero la oculto con una sonrisa.
Ella se levanta y cruza los brazos sobre su pecho.
—¿Qué vas a decirme?
—Eh... Eh... Que he conseguido un nuevo empleo —trago saliva y prosigo —. Es en un restaurante en el centro de Nueva York, así que es posible que tarde mucho tiempo en volver.
Su sonrisa se desvanece y mis nervios aumentan.
—¿Y que pasó con el restaurante de antes? —me pregunta confundida —. ¿Por qué este cambio repentino?
No me sentía en la capacidad de decirle que me habían echado, así que de nuevo le mentí.
—Aquel restaurante cerró hoy, y un amigo que también trabajaba allí me dio la oportunidad en...
Mi madre me interrumpió. —¿Y en donde dormirás?
Abro la boca a punto de responder, pero nuevamente mi madre me interrumpe. —Está bien, te dejaré ir. Pero si se te hacen las cosas muy difíciles por allá, entonces vuelve.
Asiento débilmente y aclaro mi garganta. —Un hombre estará trayéndote comida, es... Mi amigo, así que no te preocupes, el cuidará de ti.
Ella frunce el ceño y niega con la cabeza. —Yo... Creo que puedo conseguir mi propia comida.
Alzo una de mis cejas. —No te preocupes... Tu estas muy enferma, y ese hombre te ayudará con la comida.
Mi madre se ve muy débil como para hacer más preguntas, así que nuevamente se sienta en la cama y suspira.
—Partiré esta noche, madre —le dije —.Prometo que estaré bien, y tu también lo estarás.
Salí de la habitación conteniendo mis lagrimas.
Las horas pasaron más rápido de lo que creí, el sol ya se estaba ocultando y la noche se estaba aproximando.
Ya casi debía partir, lo cual se me dificulta, ya que no quiero dejar a mi madre sola.
Estaba completamente listo, vestía de unos pantalones negros y una camisa blanca, junto con el único par de zapatos que tengo. La poca ropa que tenia, ya estaba empacada en mi mochila en mal estado.
—¿Ya vas a irte? —me pregunta en voz baja.
Volteo rápidamente y miro a mi madre que se está acercando poco a poco.
—Si, voy a irme —le respondo —. Tardaré unos días en volver.
Ella se detiene al quedar frente a mi. —¿Tienes todo empacado? ¿Ropa? ¿Dinero?. —me pregunta con el ceño fruncido.
—No te preocupes —le digo —. Tengo todo y estaré bien.
Ella se acerca a mi mejilla y me besa. —Entonces que te vaya bien, hijo.
La abrazo fuertemente, no tengo intenciones de soltarla. Su esplendido aroma entra por mis fosas nasales, realmente quiero quedarme con ella, quiero ayudarla y quiero seguir amandola.
—Por favor, Zack. Suéltame de una vez, sabes que odio las despedidas —me dice y noto que sus lagrimas se aproximan.
Obedezco a sus palabras. —No llores por mi. Yo estaré bien, sabes perfectamente que sé como cuidarme solo.
Sin nada más que decir, agarro mi mochila y abro la puerta de madera, me volteo por ultima vez para ver a mi madre la cual tenia una sonrisa dibujada en su rostro, y sus ojos brillaban por las lagrimas contenidas.
—¡Te quiero!
—¡Yo también! —respondo y cierro la puerta cuando ya me encuentro fuera de casa.
Suspiro aliviado con la confianza de que mi madre va a estar bien.
—Venga conmigo.
Una voz masculina me hace sobresaltar, al voltearme, veo que es un hombre que lleva puesto un traje elegante y un auricular con micrófono como comúnmente llevan los guardaespaldas. El baja los escalones y yo lo sigo, al final, en la calle se encuentra una camioneta negra y blindada.
Abro la puerta de aquella y me subo sin esperar indicaciones, al parecer mi acción le molestó al hombre, pero me da igual.
Él se subió de conductor, y de inmediato encendió el auto.
Observé por la ventana, mientras me alejaba poco a poco de mi madre y de mi casa.
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