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Odio las Mariposas #ConcursosCobellette

Si hay algo que odie más que el calor, es a las mariposas. Esos insectos con alas grandes que revolotean y se posan en la cara de uno mientras descansa en el prado, esas patitas que cosquillean la nariz sin ninguna consideración y... ¡Oh! Son tan asquerosas, todavía recuerdo la vez que vi a un montón de ellas alimentándose de un pez muerto que estaba a la orilla del lago*. No sé por qué todas las niñas piensan que son bonitas, no es así. 

Robert está feliz de este viaje, aunque pareciera que estamos en el fuego del infierno dentro de la carreta y él no ayuda con sus burlas sobre cómo grité cuando se metió uno de esos bichos horribles al carruaje. Si no fuera mi hermano mayor y tuviera que rendirle más respeto por ser el príncipe heredero, me vengaría con una buena broma, que me doble la edad no significa que no le daría pelea si pudiera. 

—¿Falta mucho para llegar? —pregunto, pareciera que hemos estado aquí toda la vida.

—¿Cuál es la prisa, Anthony? No tienes nada mejor que hacer ¿o sí? —respondió, sin apartar la vista del cuaderno adornado con flores que lleva a todos lados para dibujar. Suspiré, a veces en verdad es idiota.

Lo peor es que se imagina que no me doy cuenta de nada, ya no soy un niño, desde que volvió de su primer viaje a Yatán se comporta más animado, distraído y bromista de lo usual y, de acuerdo a las historias que he leído, eso sólo puede significar una cosa: está enamorado. Espero que eso nunca me pase a mí. 

Pasan varias horas, ya es de noche y vemos de cerca la ciudad. Calculo que en menos de una hora estemos allá. Robert ya no dibuja y mira con mucha insistencia los edificios blancos que se divisan, le veo soltar un suspiro. No puedo evitar sentir pena por él, espero nunca verme igual de patético con esas tonterías amorosas. Hablando de amor, se supone que hoy voy a conocer a la princesa con la que me casaré en unos años, ojalá sea molesta y caprichosa, no quiero terminar como mi hermano, estupidizado por culpa de una mujer. Me sacudo ante esa idea  repugnante.

Tal vez podría salir corriendo en cuanto baje del carruaje, soy muy veloz y no me alcanzarían, podría perderme por un par de días y cuando vuelva, Robert retirará el compromiso porque estará tan avergonzado de mi huida que no querrá que esa desgracia manche a la familia de mi prometida.  Está decidido, es lo que haré, a mí nadie me va a obligar a casarme con una niña que ni conozco, y de paso humillo a mi hermano.

—Ya llegamos —me indica, mientras guarda en una caja el cuaderno afeminado y entramos por un gran portón hasta el patio central del edificio. 

El carruaje se detiene y Robert me hala hacia atrás para bajar primero.

—Se supone que yo te introduzca a la familia real, no te desesperes —me sonríe de manera gentil, pero yo sé que todo eso es una pantalla para quedar bien con quienes iban a ser mis suegros. Lo que él no sabe es que mi decisión está hecha, me escaparé y tendrá que poner la cara para romper el compromiso.

Él baja y muestra sus respetos al rey y a la reina, del lado derecho hay una joven princesa muy bonita que supongo es la chica de la que está enamorado, aunque no muestra gran emoción al verla. Muy astuto... un momento, el semblante le ha cambiado al encontrarse frente a frente con otra mujer, no parece ser noble, pero es muy distinguida y tiene gesto amable. Robert no podría ser más obvio, ni siquiera disimula lo nervioso que está. Este es buen momento para salir de aquí.

Abro con mucho cuidado la otra portezuela y salgo del carruaje sin hacer ruido, empiezo a caminar despacio, para evitar que alguien me note.

—¡Hola, Anthony! —me saluda una niña que está al lado de la dama que le gusta a mi hermano. No sé cómo es que pudo verme, ya viene hacia mí, salgo corriendo, pero una orden de Robert hace que dos de nuestros guardias me alcancen y me lleven hasta ellos. 

Él me mira con desaprobación y se disculpa con los reyes, luego escucho al monarca decir "Oh, así son los chicos, yo también era así a los catorce años" ¿Cómo es que ni siquiera lo vio mal? Yo no voy a casarme, es mi decisión y ni por más bonachón que sea ese señor aceptaré.

—Yo soy Carmen —se presentó la niña, mientras su risa revoloteaba en mis oídos, como una mariposa, una muy molesta y malévola que me había delatado frente a mi hermano.

—Anthony, tus modales —me reprendió Robert por lo bajo—. La princesa Carmen es nuestra anfitriona y tu prometida.

—Y yo Anthony —aunque esa niña me echó a perder los planes, me porté bien el resto de las presentaciones formales.

Ha pasado un par de horas, y ahora estoy aquí con Carmen que no para de hablar durante toda la cena. No sé cómo alguien puede tener tanto que decir, sus palabras, que aletean y se posan en mi cara mientras su risa cosquillea en mis oídos, me abruman, pero la verdad es que, no me desagradan del todo, pues es gentil y delicada, como las alitas de seda de un insecto que descansa sobre una flor. Tal vez las mariposas en realidad no son tan malas y debería darles una oportunidad, supongo que en este caso, no sea tan malo que cambie de decisión y resulte algo bueno de permitirme conocer a una que haya encarnado en una niña, puede que eso me ayude a perderles el miedo para siempre.

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Notas:

*Hay 200 especies de mariposas que se alimentan también de sales y aminoácidos que no pueden encontrar en las plantas y lo consiguen de animales muertos, charcos, sudor, lágrimas y excremento. 

Aún no decido si es canon o no, esta es una entrada para @ConcursosCobellette "Un nuevo comienzo" del género romance.  

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