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El deseo de Hermione

EL DESEO DE HERMIONE – EL RETORNO DEL REY


Gandalf tuvo razón al decirle a Hermione que no podía salvar a todos está vez, pero las bajas fueron mínimas en comparación a lo que hubiesen experimentado si no hubiesen contado con la ayuda de la bruja.

Aragorn curó a Boromir y a Faramir, y tuvo la lamentable tarea de comunicarles la muerte de su padre. Los dos guerreros lamentaron la suerte de su progenitor y se inclinaron ante Aragorn, reconociéndolo cómo rey de Gondor.

Gandalf convocó a una reunión para tratar el asunto de qué hacer a continuación.

―Debemos partir hacia las puertas negras de Mordor, sólo así el ojo se dirigirá hacia esa locación y no se preocupará de ver los alrededores del monte del destino, así Frodo tendrá una oportunidad de llevar a cabo su misión ―les decía el mago.

Hermione se estremeció, la forma en que Gandalf describía el movimiento del "ojo" le hacía sentir como si fuese una figura más dentro de un video juego de estrategia tipo Warcraft. Ella creía que era dueña de su destino, pero pronto se sintió como si fuese controlada por una fuerza ajena a su voluntad, y ahora planeaban derrotar a Sauron, un dios que ayudó a la creación de este mundo, un dios menor, pero un dios al fin y al cabo. ¿Podrían ellos, simples seres pixelados, destruir al jugador? ¿O este haría trampa para ganar el juego?

Sacudió la cabeza para alejar estos confusos pensamientos y también ella aceptó el plan de Gandalf.

―¿Crees que Sauron caerá en la trampa? ―le preguntaba Legolas.

―Lo veo difícil, Gandalf. Sauron no es tonto, él no irá sólo por la presencia de Aragorn ―decía Gimli.

―Se necesita otra presencia ―dijo el mago―. ¿Quién fue el que espantó a los nazgul cuando Frodo se dirigía a Rivendel? ¿Quién fue el artífice para la victoria en el abismo de Helm? ¿Quién impidió que los orcos invadiesen minas Tirith y aniquiló al señor de los nazgul?

Todos miraron a Hermione.

―¿Yo? ―se señaló con el dedo la chica.

―No, me refiero a Merry y a Pipin ―dijo con tono enojado el mago.

―Pero, ¿bastará mi presencia para hacer caer al enemigo en la trampa? ―preguntó Hermione sonrojada y ceñuda.

―No bastará tú presencia y la de Aragorn, pero si van cómo portadores de la unión de los hombres, entonces seguro le haremos caer en nuestra treta.

―¿A que te refieres? ―le preguntó Aragorn.

―Tú ya fuiste reconocido por los hijos de Denethor como el rey de Gondor; y tú, mi amigo Théoden, no tienes descendencia y le diste un título nobiliario a Hermione. Si Rohan y Gondor van juntos a la puerta negra... Si Aragorn y Hermione van juntos como esposos, seguro lo lograremos.

Un silencio sepulcral permanecía en el ambiente, sólo precedido por el ruido de las mandíbulas de Gimli y Legolas que se abrieron de forma considerable.

―¡QUÉ! ―gritó Hermione, mientras trataba de cubrirse el rostro con los brazos y alzaba una de sus piernas.

―Es la única manera ―le explicaba el mago. Hermione veía a Aragorn que permanecía callado y con una expresión extraña en el rostro.

«¡Oh, Dios! Está tan asqueado con la idea que se quedó mudo», pensaba la chica.

―Hagámoslo ―dijo serio Aragorn. Hermione no podía creer lo que escuchaba.

―Por mí, no tengo ningún reparo ―decía el rey Théoden―, Hermione puede ser la heredera de mi reino.

―Esperen un momento ―empezaba a decir la chica, pero nadie la escuchaba, todos inmersos en sus propios gritos celebrando la idea del mago.

Hermione estaba tan asombrada que no supo qué hacer, incluso se olvidó de usar su varita y usar el hechizo Sonorus para hacerse escuchar, por lo que al más puro estilo muggle, agarró por el brazo a Gandalf y se lo llevó aparte para poder hablar con él.

―Gandalf, ¡¿cómo se te ocurre está locura?! ¡Ve dónde los demás y diles que esto no puede ser!

―Pero es la única manera de atraer la atención del enemigo, ¿o no deseas ayudar a Frodo?

―¡Claro que quiero ayudar a Frodo! Pero, pero... ¡Gandalf tan solo tengo dieciocho años, no puedo casarme!

―Pero sí estas en la edad para casarte, de hecho, ya pasaste la edad para contraer nupcias que son los quince años.

―¿Qué? Pero...

―Hermione, ¿eres virgen?

―¡Claro que lo soy! —gritó con un rostro rojo cómo un tomate.

―Aquí las mujeres de la nobleza se casan a los doce años.

«Doce años..., mierda... », pensó la bruja.

―Pero ¿qué hay de Lady Éowyn?, ella no tiene ni quince y mucho menos doce años... ¡Y ella es de la nobleza! ―le gritó la chica.

―Éowyn es... Bueno, cómo llamamos aquí un "marimacho", ella misma llevó a Merry a la batalla y combatió en está ―le contestó Gandalf que la miraba algo preocupado.

»Hermione, escucha ―le dijo Gandalf inclinándose para poder verla directo a la cara―, supongo que las cosas son muy diferentes en tu mundo, pero en este momento en la Tierra Media necesitamos de tu ayuda, no sólo Frodo y Sam, no solo Rohan y Gondor, sino también toda la gente de la comarca, los hobbits y demás gente que habita en este mundo.

―Yo..., yo... ―balbuceaba Hermione, al mismo tiempo que recordaba la primera vez que vio a Aragorn aseado en Rivendel, pero también pensaba en su compromiso con Arwen, junto con las palabras que Gandalf le dijo cuando ella se marchó de Rohan... Y las imágenes de la pobre niña ultrajada en el banquete.

―Ahora no puedo tomar una decisión. Por favor, detén la anticipada celebración, te prometo, te prometo que hablaré con Aragorn está noche y mañana te daré mi respuesta, se las daré a todos.

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En la noche, Hermione pedía permiso a Aragorn para entrar en su habitación.

«Ay, sigue con el rostro serio, seguro está asqueado con la idea del matrimonio, además, él ya tiene a Arwen», pensaba Hermione entre asustada y decepcionada.

―Hermione... ―empezó a hablar Aragorn, pero la bruja le calló.

―Aragorn, no tienes que hacer esto por el bien de todos, no tienes que sacrificarte, tú..., tú tienes a Arwen.

―El sentimiento que tenía por Arwen desapareció a medida que pasaba los días a tu lado, Hermione―le dijo Aragorn y le mostró la joya que le regalase Arwen, estaba opaca.

»Cuando Elrond, me visitó en el sagrario y me dio la espada, me dijo que la joya se opacaba por que Arwen estaba muriendo debido al poder de Mordor... Pero también me dijo que lo hacía porque mis sentimientos hacia ella se habían desvanecido para nunca más volver. Hermione, cuando te di el beso en la frente en el abismo de Helm, en realidad quería besarte en los labios, pero tuve miedo de nublar tu juicio para la batalla, por favor, perdóname por ser un hombre tan débil.

Hermione permaneció sin habla y Aragorn la estrechó entre sus brazos. Diversos pensamientos cruzaron la mente de la bruja, ¿esto era lo que quería?, no podía negar lo que sentía por Aragorn, pero la diferencia de edad era tanta pese a haber cumplido recién los dieciocho, pero aquí, en este mundo medieval, nadie les juzgaría con la mirada, nadie... Sí, esto era lo que quería.

Hermione estaba tan nerviosa que sólo elevó su rostro para que Aragorn le besase y allí con el firmamento como testigo, ambos sellaron su amor con un beso. Las estrellas empezaron a centellar sus luces de forma armoniosa, de la misma manera en que los dos amantes movían armoniosos sus cuerpos, en un lecho que les pareció estar hecho de nubes serenas y al mismo tiempo tormentosas.

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La mañana siguiente, se celebró una sencilla ceremonia y después todos partieron hacia las puertas de Mordor. Hermione se imaginaba su boda de manera diferente, no había música ni bailes, solo el silencio roto por los cascos de los caballos y las armaduras chocando unas con otras.

Aragorn viendo el rostro de Hermione le tomó de la mano.

―Lamento esto ―le dijo mientras la miraba. Hermione negó con la cabeza.

―Yo no ―le dijo sonriéndole―, no creo que vayamos a nuestra muerte, seguro los valar ayudaran a Frodo a cumplir su misión.

Aragorn se estiró para abrazarla (ambos montaban sus respectivos caballos) y empezó a llorar. Hermione se sorprendió de verle llorar y le acarició el rostro y le besó con ternura.

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El ejército llegó a las puertas de Mordor. Hermione jamás vio algo así en toda su vida, pero mostró valor y junto a su esposo y los demás miembros de la comunidad, se dirigieron a la masiva entrada.

―¡Convocamos a Sauron para que pague por todo el mal que causó a la Tierra Media! ―le retó Aragorn.

―¡Le convocamos en nombre de los reyes de Rohan y Gondor! ¡Los señores de la Tierra Media le impondrán tu merecido castigo! ―le amenazó Hermione.

Las puertas negras se abrieron y Hermione pudo sentir cómo el ojo de Sauron fijaba su mirada en ellos, mientras los orcos avanzaban para atacarles.

Aragorn arengó a sus hombres de una manera que hizo que Hermione se sintiera orgullosa y la batalla comenzó, está fue brutal y varios hombres murieron. Todos los jinetes fueron desmontados incluyendo a Hermione y Aragorn. El enemigo dejó de atacarles y empezó a rodearlos, Sauron el señor oscuro había ganado y tenía un último ofrecimiento que hacer.

Istari de las estrellas ―escuchó Hermione―, úneteme y juntos regiremos el mundo entero, tú y tu esposo podrán gobernar en la Tierra Media bajo mi tutela, mientras yo gobernaré la voluntad de los hombres, avanza hacia mí y acepta el poder.

Hermione sintió como la tentación la consumía, pero la mano cálida de su esposo la trajo de vuelta del abismo.

―Por Frodo ―dijo y lanzando un grito salvaje corrió a enfrentarse al enemigo. Primero Aragorn y luego Hermione. Los otros miembros de la comunidad le siguieron junto con los restantes soldados que quedaban.

Sauron ordenó matar a todos y sus huestes pieles verdes les atacaron con furia, Hermione vio cómo su esposo estaba a punto de ser asesinado por un enorme trol, pero ella con el Avada Kedavra, le salvo a último momento.

En ese momento, un grito se oyó por todo el campo de batalla, a diferencia del grito del señor nazgul, el grito de Sauron se sentía también dentro del alma de cada uno de los presentes, cómo si intentase rasgarlos desde dentro. Los orcos y demás pieles verdes veían cómo la torre oscura se desplomaba y presas del pánico por ver a su creador, a su dios derrumbándose, huyeron del lugar sin importarles pisarse unos a otros.

El ojo implosionó, generando una onda expansiva similar a la de una bomba atómica. Sauron el dios, el enemigo del mundo, había muerto.

Todo el lugar empezaba a desmoronarse y Hermione sostuvo con fuerza el paño en que tenía envuelto el cabello de Galadriel. De seguro fue esto lo que protegió el terreno en el que estaban todos los hombres, ya que este no cedió ante el abismo que cada vez crecía amenazando tragarse a todos.

La sensación en todos los hombres fue extraña, fue cómo si una suciedad impregnada en lo más profundo de sus almas hubiese desaparecido para no volver más.

―¡FRODO! ―gritaban una vez y otra todos los presentes, cuando una explosión se sintió en todos los alrededores, el monte del destino había hecho erupción de forma tal que toda una ladera de había colapsado. Hermione no había visto algo semejante desde el monte Santa Elena en su mundo.

Era imposible que Frodo y Sam hubiesen sobrevivido a semejante explosión, pero Hermione recordó la historia de un hombre que sí lo hizo en su mundo y se lo comunicó a Gandalf, quien en compañía de las águilas gigantes, fue al rescate de sus amigos.

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El ambiente de desasosiego era aplastante, pero cuando todos se resignaban ante el destino de Frodo y Sam, las águilas aparecieron.

―¡Es Frodo y Sam! ―gritó Legolas quien por ser un elfo tenía la mejor vista de todos.

Un clamor de alegría se escuchó por segunda vez en esas tierras malditas, Gimli estaba tan feliz, que dando un salto, abrazó a Legolas y le pegó un sonoro beso de amistad en los labios. El elfo se quedó como de piedra y los hobbits se rieron con fuerza.

―¡Aragorn, sube, los hobbits necesitarán tu ayuda! ―le gritó Gandalf y una de las águilas que no sujetaba a ningún hobbit descendió para llevarse al rey.

―No te preocupes, mi amor, yo guiaré a los demás de vuelta a casa ―le dijo llorando de alegría Hermione.

Las águilas se alejaron bañadas por la luz dorada del atardecer y Hermione con la sonrisa de una madre, guió a todos de vuelta a Minas Tirith.

CONTINUARÁ...

Nota del Autor: en la edad media las mujeres de la nobleza, se casaban a los 12 años para preservar su virginidad. La edad máxima para casarse eran los 15 años reservado para las campesinas que ya habían sufrido innumerables ultrajes (en su mayor parte por los famosos "caballeros andantes de brillante armadura") y, por lo tanto, no eran muy apetecidas para casarse.


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