Odio a la gente

Odio a esa gente que va sin mirar al resto, caminando apresurada, centrada solo en donde deben llegar. No se detienen a observar, a sentir, como si el mundo a su alrededor no existiera, como si todo lo que importa es alcanzar un objetivo, sin importar las profundas huellas que dejan en el camino.

Odio esa enseñanza que nos repiten constantemente, "todos somos iguales", dicen, pero al mismo tiempo te presionan para que seas mejor que el resto, para que tu futuro sea prometedor y seas diferente a ellos, te exigen ser más y mejor.

Odio al caminar por la calle y ver a todos en constante movimiento, en una carrera sin sentido, persiguiendo metas que no entienden, siguiendo un único instinto de querer poder sustentar a su familia o querer conectar con amigos.

Odio ese sentimiento que uno tiene al ser diferente, ese susurro interno que te hace sentir que no encajas, que la gente no hace las cosas como debería, porque estamos tan enfocados en ser "normales" para poder agradar también al resto de gente "normal".

Odio cuando intento explicar algo que para mí es de sentido común, y aún más lo odio cuando soy yo quien debe recibir esas explicaciones, pues ese sentido común no es igual para todos, y debemos ser maestros y alumnos a la vez.

Odio parecer diferente al resto, porque todos somos diferentes pero terminamos uniéndonos, formando grupos, ciudades, pueblos, en los que, por extraño que parezca, acabamos siendo todos iguales. Tratamos de diferenciarnos, pero al final, la diferencia nos vuelve iguales.

Odio ese sentimiento de estar esforzándome cada día, luchar por seguir viviendo, por conseguir sustento y estabilidad para mi familia. Acabar cada día cuidando de mis seres queridos a un y estar cansado y somnoliento, todo por traer un plato de comida a la mesa.

Sobre todo, odio ese sentimiento contradictorio, ese que me dice que debo ayudar a otros, que debo ser solidario con los que están en peor situación, en especial cuando soy yo esa gente que necesita ayuda, y me la ofrecen de una forma u otra.

Odiaba esas clases en las que todos éramos iguales para los profesores, esas enseñanzas y asignaturas que nos decían que servirían para el futuro, esas clases que nos mostraban el mundo o esos problemas de matemáticas.

Y estoy seguro de que odiaré cuando sea mayor ese sentimiento de que mi vida ha sido corta, de todo lo que hice con ella, de cada año tras año que ha pasado, de sobrevivir hasta ese punto donde ya solo puedo pensar en el pasado.

Odio que del amor al odio solo haya un paso, y odio no saber diferenciarlo. Es tan difícil asegurar cualquiera de las dos cosas que a veces me equivoco y escribo una palabra en vez de otra.

Por eso quiero que me entendáis cuando os digo que os odio mucho. Odio que estéis ahí para leer mis desvaríos y quiero que sepáis que os odio tanto que no podría vivir sin todos vosotros.