Capítulo 9
El estadio bramaba con los gritos y saltos que daban los estudiantes en las gradas y los palcos esperando la salida de sus equipos. Slytherin se enfrentaba a Hufflepuff y era uno de os partidos más esperados de la temporada. Se rumoreaba que habría cazadores de talentos de las grandes ligas tales como los Wigtown Wanderers, el Puddlemere United o los Pride of Portree. Todos estaban muy emocionados al respecto, excepto Draco Malfoy que no presentaba ningún interés en ser la nueva estrella del Quidditch sino que para él aquello era un subidón de adrenalina pasajero que desaparecería apenas terminara el partido. No tenía ninguna pretensión de ser el nuevo buscador de las grandes ligas como lo hacía Ginevra Weasley que buscaba destacarse desde que se enteró que en las Arpías de Holyhead estaban interesados en ella. Él solo buscaba su propio triunfo y seguir con su vida. Tenía sus propios planes.
Se calzó el equipo de protección por encima de su uniforme verde esmeralda y se ajustó las correas para que no se movieran, hizo un gesto de dolor evidente cuando el rígido cuero negro presionó sobre su pecho y espalda, pues durante las prácticas sus compañeros se habían encargado de hacerle saber cuán enojados estaban por no haber asistido a los últimos entrenamientos. Los golpeadores habían lanzado sus bludgers contra él, fingiendo que practicaban nuevas maniobras de ataque, mientras los cazadores desviaban las quaffles en su dirección con la intención de provocar su caída en más de una ocasión y hasta su cabeza recibió un coletazo de la escoba de Flint, haciendo que su frente quedara ardiendo por el roce.
—¡Date prisa, Malfoy! Hoy no podemos cometer ningún error. Skye Parkin está en las gradas junto con André Egwu y si pierdo la oportunidad de que me fichen por tu culpa, te juro que te lanzaré confringo hasta que te vuele la cabeza.
Ambos, Parkin y Egwu, eran dos renombrados y muy famosos jugadores de Quidditch que en ese entonces se hallaban reclutando a quienes podrían llegar a ser potenciales jugadores.
Flint golpeó el pecho de Draco con el puño cerrado y éste hizo una mueca de dolor que acentuó varias arrugas en su respingada nariz.
—Solo tienes que atrapar la snitch, si haces eso dejaré pasar que no asististe a los entrenamientos, de lo contrario, no te dejaré en paz hasta que acabe el año.
Malfoy resopló, alborotando el mechón de cabellos que caía sobre sus ojos, terminó de ajustar su equipo y tomó rápidamente su escoba para formarse junto a sus compañeros para la gran salida.
—Queridos amigos del Quidditch, ha llegado el momento que tanto estábamos esperando. Al fin tendemos a los equipos listos para su salida. Recibamos con una ruidosa bienvenida al equipo de Slytherin: A la cabeza sale su capitán, el demoledor Graham Montague, seguido de cerca por los otros dos cazadores, Marcus Flint y Adrian Pucey. ¿Quién dijo golpeadores? Sí, ellos también están aquí, lancen sus vítores para Lucian Bole y Peregrin Derrick. No olvidemos darle un fuerte aplauso al temerario guardián de las serpientes, Miles Bletchley y finalmente a su buscador, que hoy tiene la peliaguda tarea de llevar a su equipo a la victoria si consigue atrapar la tan preciada Snitch: Draco Malfoy.
Luego tocó la presentación del equipo rival, mientras el equipo de las serpientes daba su recorrido por el estadio, los tejones hacían su aparición ocasionado más bullicio de lo esperado. Las gradas desbordaban de fanáticos de ambos equipos e incluso algunos curiosos de Gryffindor y Ravenclaw se habían animado a asomarse, atraídos por los gritos, mezclándose entre la multitud amarilla y verde que vitoreaba a sus equipos.
El partido dio comienzo. Cada uno de los movimientos de los jugadores parecía ser tan preciso que nadie podía apostar quién sería el ganador hasta último momento. Recién a los treinta minutos hubo una notable diferencia a favor del equipo de Slytherin. Parecía que el equipo había guardado todas sus habilidades hasta ese momento y ahora estaban mostrando todo su potencial para hacer añicos a los jugadores de Hufflepuff.
Montague y Flint comenzaron a hacer tantos goles que Herbert Fleet —el guardián de Hufflepuff—, comenzó a hacerle señas desenfrenadas a sus compañeros para que lo ayudaran a cubrir los aros. Por otro lado, Peregrin Derrick lanzó un par de bludgers con tanta fuerza que Tamsin Appleby cayó de su escoba y no volvió a reponerse, logrando así una baja demoledora para los tejones.
Lo estaban dando todo. Su puntaje era casi perfecto, pero solo atrapar la snitch le daría el final perfecto al equipo. Y el tan esperado momento ocurrió: Draco logró hacer una arriesgada maniobra y la atrapó unos segundos antes que Maxine O'Flaherty y Anthony Rickett, los golpeadores de los tejones, lo noquearan con sus bludgers.
—¡Victoria para las serpientes! ¡Increíble, señoras y señores! ¡Slytherin lo ha conseguido! Han derrotado a Hufflepuff por 300 a 170. —El emocionante relato de Dean Thomas cerraba el partido, mientras los estudiantes de Slytherin hacían temblar las gradas con sus estridentes gritos y festejos.
En los vestuarios, los flamantes ganadores del partidos festejaban también su triunfo. Montague alzó en el aire a Draco y lo hizo girar un par de vueltas mientras cantaba a viva voz acompañado de sus compañeros.
—Ya bájame, Graham —gruñó el rubio.
—No seas aguafiestas, Malfoy. Ganamos, deberías estar festejando con nosotros. Iremos a las tres escobas esta noche, más te vale que estés allí, oxigenado —lo amenazaba Flint, apuntando uno de sus musculosos brazos hacia él.
—¡Ey, muchachos, salgan! Parkin nos está buscando. Parece que tiene interés en varios de nosotros —avisó Lucian Bole desde la entrada de los vestuarios, logrando así que todos corrieran fuera de estos.
—¡Anímate, Malfoy! —sugirió Bletchley antes de salir—. Ya pasó lo peor. Ganamos, así que, Flint no va a golpearte.
Cuando las voces amortiguadas de sus compañeros por fin se hicieron más lejanas, Draco se relajó y comenzó a quitarse el equipo. Cuando logró deshacerse de su camiseta verde, escuchó a su espalda un sonido ahogado que lo hizo girarse.
—¿Granger? ¿Qué... qué haces aquí?
—Lo lamento, Malfoy. No creí que fuera un momento tan inoportuno para entrar a verte...
Hermione estaba tan avergonzada que su cara se había teñido de rojo por completo.
—¿Viniste a verme?
—Quería felicitarte... escuché que habían ganado y quería quedarme tranquila de que ya no me ibas a culpar por perder el partido.
Draco rio y el sonido de su risa hizo eco por todo el vestuario semi vacío.
—No cantes victoria, Granger. Creo que aún puedo culparte si la profesora Sprout baja mi puntaje en herbología por tu mal desempeño.
Era extraño escuchar bromear a Malfoy, incluso era raro verlo sonreír así, escuchar su risa saliendo con tanta dulzura de su garganta, ser tan abierto y agradable, de alguna manera. Hermione sintió que había conseguido conocerlo mejor y acercarse más a él en el último mes. Y justamente esa cercanía era lo que la tenía confundida. Le agradaba ver esa faceta de Draco, pero al mismo tiempo le provocaba curiosidad. ¿Cuánto tiempo más se comportaría así con ella? ¿Podría llegar a conocerlo mucho más que eso?
—¡Granger! ¡Granger al planeta Tierra! ¿Estás ahí?
CHAS, CHAS, CHAS...
Draco chasqueaba sus dedos frente al rostro de Hermione tratando de traerla nuevamente a la realidad. Ella se había quedado tan absorta en sus pensamientos que por unos instantes se olvidó que estaba frente a él.
—¡Lo siento! ¿Decías?
—Espero que mañana estés más despierta cuando Sprout examine tus conocimientos. En serio, Granger, no me avergüences —le pidió él, dibujando una cálida sonrisa en sus labios. Él confiaba en ella y se notaba, pues de otra manera él jamás le hubiera sonreído así.
—¡Ay, no, Draco! ¿Pero qué te ocurrió? —exclamó de repente ella, sobresaltada al ver los moretones en el pecho y abdomen del rubio—. ¿Te duelen?
—No te preocupes por esto. Estoy bien —aseguró él, dando un par de pasos hacia ella y posando una de sus manos en una de sus mejillas—: Y tú, ¿estás bien? ¿más tranquila?
Ella asintió. Estaba tan a gusto mirándolo y sintiendo el calor de la palma de su mano en su mejilla que creía que podía quedarse así todo el día si nadie los interrumpía. Ironía o no, resultaba extraño que la persona que más insultos le había dicho durante tantos años era la misma que ahora le prodigaba tanta seguridad y calma con un simple gesto. Algo había cambiado entre ellos, era evidente, pero fue mucho más notorio ese fin de semana en que ambos compartieron ese momento tan especial bajo el cielo de Hogsmeade mientras veían caer las estrellas.
TUM TUM, TUM TUM, TUM TUM...
Incluso sus corazones latían al unísono con la misma fuerza y ritmo. No se sentían como Granger y Malfoy, sino como Hermione y Draco. Más cerca, más intrigados el uno por el otro.
—¡Prométeme que irás a la enfermería! —exigió ella, despertando de su ensoñación y apuntando uno de sus dedos índices hacia sus moretones—. Si no vas, acusaré a tus compañeros de violencia escolar con la profesora McGonagall.
—¡Aaaah! Ya me parecía raro que te hubieras tardado tanto en ser la Granger mandona y sabelotodo que conozco —musitó él, cruzándose de brazos y sonriendo, mientras ella fruncía el ceño y esperaba oír las únicas palabras que la dejarían irse tranquila de allí—: ¡Está bien, gruñona! Prometo que iré. Ahora vete de aquí o pensaré que eres una pervertida que quiere verme mientras me cambio de ropa.
Hermione volvió a enrojecer, e improvisando un saludo apresurado, dio media vuelta y se marchó de los vestuarios, tratando de no girarse mientras Draco terminaba de quitarse su uniforme de quidditch.
Esa era mi segunda semana cumpliendo mi castigo en las cocinas. Estaba agotada, ya no tenía más excusas para justificar mis ausencias en la sala de Slytherin cuando todos mis compañeros y amigos estaban listos para relajarse y yo seguía inventando motivos para irme sin que Draco, Blaise o Spencer sospecharan.
Solo Daphne y Theodore sabían por qué me marchaba realmente todos los días después de la última clase. ¿Por qué nunca les conté la verdad? Bueno, los de Slytherin no solemos tener buena reputación, imagínense si a eso le sumamos que uno de mis mejores amigos es Draco Malfoy... Blaise y Spencer quizás se hubieran enojado y no me hubieran hablado durante un par días, pero Draco... él es otro nivel de reacción. Definitivamente, mi castigo en las cocinas no hubiera sido nada comparado con lo que hubiera pasado si Draco se enteraba que estaba castigada a causa de un integrante de la familia Weasley.
Ya faltaba poco. Dos días más y adiós a las cocinas. Aunque me quedaran cien días más creo que también lo hubiera soportado. No, no era broma, realmente me importaba poco y nada el castigo porque después de todo lo más maravilloso que podía sucederme este año estaba ocurriendo y nada podía opacarlo.
Harry Potter, sí, él mismo por el que comenzó esta historia; él, en carne y hueso, me había declarado su amor y me había besado en la Torre de Astronomía apenas unos pocos días atrás, mientras las estrellas aterrizaban en Hogsmeade e iluminaban todo el cielo, haciendo que aquel beso fuera más mágico de lo que ya era. Y eso es decir mucho.
Habíamos hablado muy poco esa noche después del beso, pero lo único que nos quedó claro era que íbamos a darnos el tiempo necesario para conocernos mejor y luego le diríamos a nuestros amigos sobre nuestra relación. "¿Relación?" Suena tan extraño pensarlo. No somos novios todavía, pero me gusta la idea de pensar que lo seremos muy pronto. Estamos saliendo, disfrutando de la compañía del otro, sin ningún tipo de compromisos hasta que nuestros sentimientos estén más fuertes y estemos listos para dar el siguiente paso.
No quiero apresurar nada, al contrario, deseo que nos demos el tiempo para conocernos y apreciar cada momento juntos. Cuando me pida finalmente ser su novia voy a correr hasta el lago negro y a bailar con el calamar gigante hasta que no me pueda mover.
Pero, mientras espero ese preciado momento, aquí estaré, siguiendo mi rutina, feliz como un crup y sonriendo como si hubiera consumido litros de Felix Felicitis.
—¡Ey, Parkinson!
«¡Ay, no! Conozco esa fastidiosa voz»
Me giro tan lento que solo espero que cuando mire detrás de mí ella ya no esté allí. Pero está: Ginevra Weasley viene caminando a toda prisa hacia mi con su larga y encendida cabellera rojiza, ondeando de un lado al otro.
—¡Tenemos que hablar! —sentencia con el ceño fruncido y sus narinas tan aireadas que su nariz parece la de un toro enfadado.
—¿Qué quieres, Weasley? ¿No ves que llego tarde a mi castigo?
—¿Es cierto? —pregunta de pronto, dejándome confundida—: ¿Besaste a Harry?
—No tengo porqué responderte.
—¡Pero él le contó a Ron que se besaron y que se gustan! Lo escuché yo misma utilizando una encantamiento desilusionador para que no me vieran —confesó con nerviosismo—. Dime que es mentira así terminamos con esta tontería de una buena vez.
—Bueno, quién soy yo para contradecirlo, ¿no?
—¡Aish! Pero no puedes estar con él. Tú lo odias, todos lo saben. Sé que lo detestas desde el día que puso un pie en Hogwarts, no tiene sentido. ¡No es justo! ¡No puedes salir con mi novio!
—Ex novio, querrás decir —aclaré con cierto orgullo pues nada me complacía más que recordarle lo que se había perdido.
—Vamos a volver —aseguró—. Harry no soportará estar sin ni un mes. Sigue enamorado de mi.
—No quiero romper tu burbuja Weasley, pero no creo que tu amor por él sea real. Sé que él te quiso y seguramente todavía sienta cosas por ti, pero siendo honestas, no creo que tú lo ames de verdad.
No estaba siendo mala ni egoísta al decirle aquellas palabras, simplemente era algo que necesitaba decirle. Había estado observando su relación desde que comenzó y me había dado cuenta que nunca fue sincera.
—Harry es un chico adorable, comete errores y no es perfecto, incluso no es el mejor estudiante del colegio ni mucho menos, pero es honesto. Quiere vivir una vida normal, tener amigos, ser feliz. Lo comprendí observándolo, entendiéndolo. Reconozco que al principio me dejé llevar y no lo traté muy bien, posiblemente fui la persona más odiosa después de Draco en la forma en que lo traté, pero después de tercer año, algo cambió, comencé a verlo diferente y me di cuenta que estaba sintiendo cosas por él. Mis sentimientos se volvieron más fuertes y asfixiantes, terminé reconociéndome a mi misma que estaba enamorada de él cuando no podía ni dormir de tanto que pensaba en él. Pero tú...
—Yo... yo también lo quiero... —me interrumpió un poco agitada—. Sé que lo quiero, sé... sé que es especial para mi...
—Lo sé —admití—. Sé lo mucho que Harry te importa, pero no estás enamorada de él. Estabas obsesionada con él porque te salvó la vida en tu primer año cuando abriste la cámara secreta, luego lo perseguiste como una fan loca por todo el colegio sin darte cuenta que él estaba perdido por Cho Chang. Nunca te prestó atención. Tuviste dos novios antes de él y no parecía importarte mucho mostrarles tu afecto aún cuando Harry estaba cerca. Creo que se pusieron de novios por la cantidad de veces que se veían en la madriguera, por ser el mejor amigo de tus hermanos y la costumbre hizo que terminaran gustándose, pero es obvio que lo superaste hace tiempo. ¡Volviste con Michael Corner a la primera oportunidad que tuviste! Weasley, admítelo, quieres estar con Harry porque estás obsesionada con el héroe, con la leyenda, con el niño que sobrevivió, no porque estás enamorada de él.
Se quedó mirándome tan estática que creí que alguien le había lanzado un petríficus totallus. Luego de unos instantes reaccionó y movió un par de veces la boca para decir algo, pero le llevó más tiempo del necesario.
—Tú... cuídalo, ¿de acuerdo? En cuanto dejes de estar alerta, voy a quitártelo, así que, no bajes la guardia, Parkinson.
Dio media vuelta y se retiró caminando tan estoica como una duquesa. ¿Acaso estaba admitiendo que yo tenía razón sin decir una sola palabra al respecto? Indudablemente, esa había sido la discusión más fácil de toda mi vida.
¡PLAS, PLAS, PLAS!
—¡Bravo! Eso sí que es dejar a alguien sin palabras.
Theo. ¿Quién más podría aplaudir en un momento así y sonreír al mismo tiempo con la calidez de una tarde de verano.
—¿Qué haces aquí? ¿También quieres hablar sobre mi "relación" con Harry Potter?
—Sí, claro que quiero hablar al respecto, me debes esa charla —aseguró, acomodando las mangas de su impecable uniforme—, después de todo, te he cubierto con Draco y los demás durante casi dos semanas y ni hablar de todo lo que he tenido que hacer para mantener ocupada a Daphne...
—Está bien, señorito perfecto, no es necesario que te ufanes de todo lo que haces por mi... —Le sonrío porque es un gran amigo y la persona que más me comprende, incluso más que Daphne o Draco—. Sabes que te lo agradezco mucho, ¿no?
—Mmmm... No estoy tan seguro de cuánto me lo agradeces —evaluó, torciendo su boca en una mueca graciosa—. Quizás, si cuando salgas de las cocinas traes un par de tabletas de chocolate y las compartimos en la sala común mientras me cuentas qué pasó con Potter... solo así podría considerarlo un verdadero agradecimiento.
—De acuerdo, chantajista, llevaré chocolates. Ahora déjame pasar que no quiero llegar tarde, sino Pitts me hará fregar todo con un cepillo de dientes. ¡Ya vete! —le ordeno con cariño, mientras le palmeo la espalda cuando paso a su lado.
Apenas nos separamos doy un par de pasos y me giro a ver si continúa detrás de mi, pero con alivio compruebo que ya se ha marchado. Por suerte, además de buen amigo, es inteligente y adorable. Imagino que así debes sentirte con sus amigos, Harry: tranquilo, confiado y agradecido como yo lo estoy con Theo.
«Otra vez estoy pensando en ti. ¿Es normal extrañarte tanto, Harry?»
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