☆ one.
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♡◞ chapter one 𓂃 training session 🫧🩶
¿un paso adelante o un paso atrás?
Pablo.
El frío de la noche me calaba hasta los huesos mientras esperaba junto a Fermín y Pedri en aquel oscuro estacionamiento. Habíamos llegado hasta ahí siguiendo el plan que les había contado, aunque ahora, viendo las sombras alargadas de nuestras figuras bajo la tenue luz del farol, parecía más una escena de película de terror que un reencuentro amistoso.
Luego de unos minutos, ahí estaba ella, Camila, caminando hacia su coche. No pude evitar sentir mi corazón acelerarse al verla después de tanto tiempo. Parecía cansada, pero su belleza seguía siendo un golpe directo al pecho. Me quedé congelado mientras la observaba, hasta que se detuvo en seco al notar nuestras sombras. Sus hombros se tensaron, y en un instante la vi transformarse, lista para pelear si era necesario.
Antes de que pudiera reaccionar, sentí un dolor punzante que me cortó la respiración. Me doblé automáticamente, llevándome las manos a la entrepierna.
— ¡Joder! —grité, con la voz ahogada por el dolor.
A mi lado, Fermín y Pedri se partían de risa, claramente disfrutando mi desgracia.
Camila, mientras tanto, seguía en posición de defensa, con los ojos encendidos de furia y alerta. No se había dado cuenta de quiénes éramos. Y entonces, cuando finalmente nos quitamos todo lo que nos cubría, nuestras miradas se encontraron.
No sé si fue el dolor o el impacto de verla tan de cerca, pero por un momento todo se quedó en silencio. Su expresión cambió de indignación a sorpresa, luego a confusión total.
— ¿Qué... qué estáis haciendo aquí?
Quise responder, explicarle por qué estaba allí, por qué había llegado a este punto. Pero lo único que logré decir, todavía medio encorvado por el golpe, fue:
— Yo... yo solo quería hablar contigo.
Ella me miró fijamente, todavía incrédula, y en ese momento sentí todo el peso de mis decisiones. ¿Cómo había terminado aquí, asustándola y recibiendo un rodillazo? ¿Era esto realmente la forma de intentar recuperarla?
— Joder... —volví a quejarme, apretando mis ojos por el dolor.
— ¡Pero mira que eres bruto! —se burló Pedri entre risas—. Te lo has ganado por asustarla.
Fermín, que parecía estar disfrutando del espectáculo, añadió con una sonrisa burlona:
— Tú querías el drama, tío. Pues ahí lo tienes.
Quería decirles que se callaran, pero mi mente seguía atrapada en Camila. Ella seguía ahí, de pie, mirándome como si yo fuera un completo extraño. Por un momento deseé que volviera a reír conmigo como lo hacía antes, que me mirara con la misma calidez de aquellos días en los que no había nada entre nosotros salvo amor.
Pero ahora... ahora todo parecía roto. Y yo no sabía cómo empezar a arreglarlo.
Camila dio un paso hacia atrás, todavía con los ojos clavados en mí. Su confusión pronto se transformó en algo más: esa mezcla de frustración y dolor que reconocía demasiado bien.
— ¿Hablar? —repitió, su voz temblorosa pero cargada de incredulidad—. ¿Tú crees que esto es una forma normal de hablar con alguien? ¿Aparecer en un estacionamiento oscuro, con tus amigos, como si esto fuera una puta broma?
— Camila, yo...
— No, Pablo —me interrumpió, alzando una mano como si quisiera mantenerme a distancia—. Esto no. No puedes aparecer así, después de todo lo que hiciste, como si nada.
Su voz se quebró al final, y pude ver cómo sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. Ese pequeño detalle fue como un puñetazo directo al pecho.
— Lo siento —solté al fin, aunque sonaba débil incluso para mí—. No sé cómo arreglar esto. Solo sé que tenía que verte.
Ella rió, pero no fue una risa alegre. Fue amarga, llena de ironía.
— ¿Y ahora quieres arreglarlo? ¿Después de todo? Pablo, me dejaste. Me obligaste a odiarte porque no tuviste el valor de ser honesto conmigo. ¿Y ahora, qué? ¿Piensas que con aparecer así basta?
Sentí que mi garganta se cerraba. Todo lo que había planeado decirle, todas las disculpas y explicaciones, se desmoronaron frente a su mirada. No era solo el hecho de que estuviera enfadada; era el dolor detrás de sus palabras lo que me hacía entender cuán profundo había sido el daño.
— No quería que me odiaras —murmuré, aunque sabía que era una excusa vacía—. Quería que siguieras adelante, que no te quedaras atada a mí mientras yo-
— ¿Mientras tú qué? —me interrumpió, su voz cargada de reproche—. ¿Mientras tú decidías jugar al futbolista exitoso? ¿Mientras tú hacías todo lo posible para que me apartara de tu vida?
Pedri carraspeó detrás de mí, claramente incómodo, pero no se movió. Fermín me lanzó una mirada de advertencia, como si me dijera que midiera bien mis palabras.
— Yo me alejé porque creí que era lo mejor para ti —confesé, sintiendo que mi voz se quebraba—. Porque no quería que te quedaras atrapada en algo que no podía darte.
Ella negó con la cabeza, una lágrima rodando por su mejilla.
— Y nunca pensaste en preguntarme qué era lo mejor para mí, ¿verdad?
No supe qué decir. Tenía razón, y eso era lo que más dolía.
Tragué saliva y di otro paso hacia ella, aunque su postura seguía rígida, como si intentara mantenerme lejos.
— Camila, escúchame —dije al fin, con la voz más firme de lo que esperaba—. Sé que la cagué. Lo sé. Pero... no fue porque no te quisiera, ¿vale? Fue porque... porque te quería tanto que pensé que lo mejor era dejarte ir.
Ella soltó una risa amarga, tan cargada de desprecio que me hizo temblar. Negó con la cabeza, como si mis palabras le resultaran patéticas.
— ¿Dejarme ir? —repitió, con sarcasmo—. No me dejaste ir, Pablo. Me rompiste. Me hiciste odiarte. Te aseguraste de que cada vez que pensara en ti, solo sintiera rabia. Y ahora vienes aquí, ¿por qué? ¿Para pedir perdón? ¿Para qué te diga que todo está bien?
— ¡No! —exclamé, levantando las manos—. No espero que me perdones, ni que todo sea como antes. Solo... solo necesitaba verte. Decirte que lo siento.
— ¿Eso es todo? ¿Querías aliviar tu culpa?
Detrás de mí, Fermín y Pedri seguían en silencio, como si fueran parte del decorado. Sentía su incomodidad, pero esta era mi mierda.
— Oye, no sabía cómo manejarlo —continué, sintiendo cómo mi voz temblaba—. No sabía cómo estar contigo y a la vez perseguir mi carrera. Pensé que si me alejaba, podrías seguir adelante sin mí.
— ¡Y tú decidiste por mí! —gritó de repente, con la voz llena de furia.
— ¡No sabía qué hacer! —respondí, subiendo también la voz, aunque sabía que no servía de nada—. ¡Era un crío! ¡No sabía cómo manejar lo que sentía por ti y lo que tenía delante!
Ella me miró fijamente, con el pecho subiendo y bajando por la respiración agitada. Vi un destello de algo en sus ojos, algo que no era solo enojo. Pero no supe interpretarlo antes de que girara sobre sus talones, dirigiéndose al coche.
Algo dentro de mí se rompió. No podía dejar que se marchara así, no después de todo lo que había cargado hasta llegar aquí. Avancé rápidamente y la agarré del brazo antes de que pudiera abrir la puerta.
— Mila, espera —dije, con el tono desesperado de alguien que sabía que estaba perdiéndolo todo—. No puedo dejar que te vayas así. Por favor, escúchame.
Ella se detuvo en seco y giró la cabeza hacia mí, con una mirada que era puro fuego.
— Suéltame, Pablo.
— Solo te pido un minuto, joder —contesté, negando con la cabeza—. No puedes irte así. No podemos dejar esto así.
— ¡He dicho que me sueltes! —gritó, sacudiendo el brazo con fuerza hasta liberarse. Retrocedió un paso, llevándose la mano al brazo donde la había sujetado, y su expresión era una mezcla de indignación y asco—. ¿Qué coño te pasa? ¿Ahora vas a obligarme a quedarme?
— No, no. No quiero obligarte —dije rápidamente, dando un paso atrás con las manos alzadas—. Solo quiero que me escuches.
— Pues ya te he escuchado. Y no tengo nada más que decirte.
Abrió la puerta del coche con un movimiento brusco y se subió sin mirarme. Sentí el pánico subir por mi garganta cuando arrancó el motor. Sin pensar, me moví y me coloqué delante del coche, levantando las manos.
— ¡No voy a moverme! —grité, plantándome en su camino.
Ella me miró desde el interior, y pude ver el brillo de la furia en sus ojos. Bajó un poco la ventanilla y asomó la cabeza.
— ¡Quítate, Pablo!
— No hasta que me escuches de verdad.
— No estoy para juegos —contestó, y con un movimiento rápido pisó el acelerador, haciendo que el coche avanzara unos centímetros.
El corazón se me subió a la garganta, pero no me moví. Ella volvió a frenar en seco, mirándome con los labios apretados.
— ¿De verdad quieres que te atropelle? —amenazó, alzando las cejas.
No respondí. Me quedé quieto, mirando sus ojos desafiantes. El coche avanzó de nuevo, esta vez un poco más rápido, y al sentir la proximidad me aparté justo a tiempo. Ella frenó de golpe y me miró con una mezcla de incredulidad y rabia.
— Estás loco —dijo antes de volver a acelerar, esta vez sin dudar.
Me quedé de pie en el mismo lugar, viendo cómo las luces traseras se alejaban. Mi pecho subía y bajaba con fuerza, y sentí cómo las piernas me temblaban al dar un paso atrás.
Pedri se acercó y puso una mano en mi hombro.
— Mira, no sé si esto ha sido valiente o simplemente estúpido...
Fermín suspiró y negó con la cabeza, pero no dijo nada. Yo tampoco. Me quedé allí, con el sonido del coche de Camila desvaneciéndose en la distancia, preguntándome si lo que acababa de hacer había servido de algo... o si solo había terminado de perderla para siempre.
Pedri, como siempre incapaz de mantenerse callado, rompió el silencio otra vez.
— Por cierto, menuda mierda ha sido todo esto, eh.
Giré la cabeza lentamente hacia él, demasiado agotado como para responderle. Vi cómo Fermín le daba un codazo en las costillas, aunque tampoco lo negó. Su expresión era suficiente: hasta él sabía que todo había sido menuda mierda.
— Ya, tío, pero es que... ¿qué esperabas? —habló Fermín, moviendo las manos como si estuviera explicándome algo obvio—. Le haces esta escena y crees que va a volver corriendo a tus brazos. No sé, Gavi, quizá había formas más inteligentes de hacerlo.
Le fulminé con la mirada, aunque no tenía fuerzas para replicarle. Pedri se acercó un poco más y puso una mano en mi hombro, como si quisiera ofrecerme algo de consuelo.
— Va, Fermín, déjalo ya —murmuró, con un tono más calmado—. No es el momento.
— Pues es que alguien tiene que decirlo, ¿no? —replicó él, alzando las cejas—. Esto ha sido un drama de película, pero de las malas.
— ¡Basta, tío! —espeté, girándome hacia él de golpe. Mi voz sonó más fuerte de lo que pretendía, pero no me importó—. No hace falta que me lo digas, ¿vale? Ya sé que ha sido una mierda. Ya lo sé.
Fermín alzó las manos en señal de rendición, aunque no parecía arrepentido.
— Vale, vale, tranquilo. Solo digo que igual deberías pensar mejor las cosas la próxima vez.
Pedri, que parecía estar más en sintonía con mi estado de ánimo, me dio una palmada en la espalda.
— Vamos, Gavi. Mejor nos largamos de aquí.
Asentí lentamente, dejando que ellos me guiaran hacia el coche. Mientras caminábamos, sentí cómo el peso de lo que acababa de pasar caía sobre mí. Pedri tenía razón, aunque doliera admitirlo. Todo había sido una mierda, y ahora no podía hacer nada para cambiarlo.
El ambiente en el coche era tenso, dominado por un silencio incómodo. Pedri conducía con la mirada fija en la carretera, mientras Fermín, en el asiento del copiloto, miraba distraído por la ventana.
Yo iba atrás, con la cabeza apoyada en la ventanilla, observando las luces de la ciudad pasar. Las palabras de Camila seguían resonando en mi mente, cargadas de dolor y rabia. Cerré los ojos, intentando bloquearlas, pero solo lograba que se sintieran más reales.
Finalmente, fue Pedri quien rompió el silencio.
— Mira, no sé si lo quieres escuchar ahora mismo, pero lo voy a decir igual —empezó, con un tono cauteloso, aunque firme—. Lo has intentado. Y eso, por lo menos, ya es algo.
Abrí los ojos y lo miré por el retrovisor, aunque no respondí.
— Sí, lo ha intentado... pero a lo bruto, como siempre —dijo Fermín, girándose hacia mí con una expresión mezcla de burla y sinceridad—. Que, oye, respeto que tengas tus métodos, pero quizá podrías haber planeado esto un poco mejor.
Le dediqué una mirada fulminante, pero Fermín solo se encogió de hombros, aparentemente inmune a mi mal humor.
— No es tan fácil, ¿vale? —respondí al fin, mi voz más apagada de lo que pretendía—. No tenía un manual para esto. No sabía qué decirle, ni cómo... solo sabía que tenía que intentarlo.
Pedri asintió ligeramente, como si entendiera a lo que me refería, pero Fermín soltó una carcajada suave.
— Tío, eso está claro. Se notaba que no tenías ni idea de qué estabas haciendo —dijo, aunque su tono era menos cruel de lo que podría haber sido—. Pero, bueno, al menos has tenido los huevos de plantarte delante de ella.
— ¿Y de qué ha servido? Nada ha cambiado. Sigue odiándome, y ahora probablemente piensa que estoy aún más loco de lo que ya creía.
— Bueno, tampoco es que estuviera muy equivocada con eso último...
— Déjalo ya —dijo Pedri, su tono más serio de lo habitual—. No ayuda.
Fermín levantó las manos, como si se rindiera, y se giró de nuevo hacia el frente. El silencio volvió a apoderarse del coche, aunque esta vez era menos incómodo.
Después de un rato, Pedri volvió a hablar, esta vez en voz baja, casi como si estuviera hablando consigo mismo.
— A lo mejor no todo está perdido, ¿sabes? —dijo, sus ojos todavía fijos en la carretera—. Quizá solo necesita tiempo.
— ¿Tiempo? —repetí, dejando escapar una risa amarga—. Han pasado años, Pedri.
Pedri no respondió de inmediato, pero cuando lo hizo, su voz sonó sorprendentemente segura.
— Porque, aunque no lo parezca, le importa. Si no, ni siquiera se habría detenido a hablar contigo.
Esas palabras me golpearon de una forma que no esperaba. No estaba seguro de si tenía razón o si simplemente intentaba hacerme sentir mejor, pero me aferré a esa idea, aunque fuera débilmente.
Fermín suspiró y se giró hacia mí una vez más.
— Mira, Gavi, sé que soy un capullo a veces, pero te digo algo en serio ahora. Si de verdad quieres arreglar las cosas con Camila, vas a tener que pensar con la cabeza y no solo con el corazón. No puedes aparecer de la nada y esperar que todo se solucione en una noche.
— Ya veremos —murmuré, más para mí que para ellos.
No sabía cómo, ni si siquiera sería posible, pero en ese momento una cosa estaba clara: no podía rendirme todavía. No mientras aún quedara una mínima posibilidad de arreglar lo que había roto.
El silencio en el coche se alargó, cargado de pensamientos no expresados, hasta que Fermín, sin poder contenerse más, soltó la pregunta que llevaba rondando en su cabeza desde que salimos de allí.
— Vale, ¿y qué esperas? —preguntó, con un tono serio, pero con esa típica chispa de sarcasmo que no podía evitar—. ¿Esperabas que con esto todo iba a cambiar? ¿Que Camila te iba a mirar y de repente se iba a derretir? ¿O de verdad pensabas que la cosa iba a arreglarse con unas cuantas palabras? Porque ya te digo yo que por esa vía vas directo a la denuncia.
Me giré para mirarlo, incapaz de mantener la calma. No era la primera vez que me lo preguntaba, pero esta vez me dolió escuchar esa dureza.
— No esperaba nada, Fermín —respondí, sin ganas de discutir—. Solo intenté hacer lo que pude para no quedarme con la sensación de que no lo había intentado.
Pedri, que estaba en su propio mundo mirando por la ventana, reaccionó de inmediato, sin esperar que Fermín fuera tan directo.
— Eh, no le hables así —dijo, con tono firme, aunque sin perder la calma—. Pablo está jodido, ¿no lo ves? No está buscando hacer un show. Solo ha querido hablar con ella, ¿qué pasa? ¿Qué tiene de malo? No está siendo un capullo.
— ¿De verdad? —replicó, con una sonrisa irónica—. ¿Le vas a defender ahora, Pedri? ¿El mismo Pedri que lo veías venir y que sabías que esto iba a acabar en desastre? No se trata de defenderlo, se trata de que está haciendo lo mismo de siempre: actuar sin pensar, y eso acaba mal, muy mal.
Pedri lo miró sin perder la compostura, pero Fermín no había terminado.
— Y no olvides algo importante —dijo, con un tono que cambió completamente de dirección—. ¿Qué pasa con Ana? ¿La vas a dejar tirada también, Pablo?
La mención de Ana me golpeó como un mazazo. Sentí una punzada en el estómago, y por un momento todo se detuvo.
Pedri, como si supiera lo que estaba pensando, se giró rápidamente para mirarme.
— Lo que pasa con Ana no tiene nada que ver con esto —defendió, con la voz un poco más firme de lo habitual—. Gavi tiene sus líos, pero eso no significa que esté mal por querer arreglar algo con Camila. Es más, si realmente lo que siente por ella es tan fuerte, entonces que lo haga, que no se quede con la duda. Yo lo veo claro: tiene que ser honesto consigo mismo.
Fermín dejó escapar una risa casi inaudible, moviendo la cabeza como si no terminara de comprender el punto de Pedri.
— ¿Dejar a Ana por Camila? —preguntó, sin poder evitarlo—. Eso no es un acto de honestidad, joder. Es un desastre aún mayor. ¿Lo vas a dejar todo por una tía con la que has tenido problemas durante años? Y no olvides lo que significa eso: Ana no se va a quedar de brazos cruzados. ¿Sabes qué puede pasar si decides dar ese paso?
— Pues sí —dijo Pedri, levantando la vista hacia él—. Puede que Ana se cabree, puede que se sienta traicionada, pero la verdad es que si Gavi no va por lo que realmente quiere, no va a ser feliz. Así de sencillo. La vida no es tan fácil como quedarte con lo que tienes por miedo a perderlo.
Fermín resopló, claramente frustrado, pero al mismo tiempo sabía que lo que Pedri decía no era del todo falso.
— Lo que pasa es que tú sigues pensando con el corazón —dijo Fermín, ya sin ganas de seguir discutiendo—. Y ya sabes cómo acaba eso.
Pedri lo miró de reojo, pero no dijo nada más. Yo estaba atrapado entre las dos opiniones, pero la verdad es que algo dentro de mí se despertó al escuchar la defensa de Pedri. ¿Qué estaba esperando? ¿Seguir arrastrándome por lo que ya no tenía sentido, o arriesgarlo todo por algo que aún me importaba?
— No sé qué voy a hacer —dije finalmente, mirando por la ventana—. Ni siquiera sé si debo hacer algo. Pero, en serio, Fermín, no puedo dejarlo así. No después de todo lo que pasó.
Fermín no dijo nada más, pero podía sentir la tensión en el aire. Sabía que esto no iba a ser fácil para nadie.
El sol estaba pegando fuerte en el campo, pero eso no evitó que el entrenamiento fuera más intenso de lo habitual. Entre las carreras y los toques al balón, trataba de concentrarme en lo que estaba haciendo, aunque sabía que mis amigos no me iban a dejar en paz tan fácilmente. Y claro, no pasó mucho antes de que Pedri y Fermín, como si ya lo tuvieran planeado, comenzaran a contarle a Héctor, Lamine y Cubarsí lo que había hecho el día anterior.
— Tío, Gavi estaba a tope ayer —dijo Pedri, con una sonrisa un poco forzada mientras trataba de ponerle un toque de humor a la situación—. Le dijo todo lo que pensaba a Camila. O sea, se plantó delante de ella y le soltó todo de una.
— Madre mía, y encima se pensaba que todo iba a ser como en las pelis, ¿sabéis? Llega el chico, le suelta su rollo de amor y... ¡pum! La chica le perdona y todo bien. Pero claro, la vida no es un guion de Hollywood, Gavi —se rió, mirando hacia mí como si estuviera esperando que me enfadara.
Yo, que ya sabía que no me iban a dejar tranquilo, traté de ignorarlos. Pero Lamine no se quedó atrás.
— Joder, Gavi, te has tirado al barro con todo, ¿eh? —dijo, con una sonrisa burlona—. ¿Y ahora qué? ¿Vas a volver a llamarla o qué?
Héctor, como siempre, no tardó en añadir su opinión.
— Este no se cansa, ¿eh? No aprende —dijo, guiñándome un ojo mientras el resto se reía—. Claro, porque no es como si las cosas fueran a cambiar de un día para otro. A ver si te das cuenta de que no todo el mundo reacciona como tú esperas.
— A ver, no es tan fácil —dijo Pedri, mirando a todos como si quisiera poner paz—. Gavi lo hizo porque le importaba. No es como si fuera a rendirse tan fácil, ¿no? A veces, la gente necesita... un empujón. Y lo que hizo no fue tan mal.
— ¿Un empujón? —rió Héctor, mirando a Pedri con cara de incredulidad—. O sea, ¿dices que la habéis seguido enmascarados por la noche al McDonald's y que eso es un empujón? Joder, Pedri, a ti sí que te gusta complicar las cosas.
Lamine no tardó en meter su comentario.
— A lo bruto, sí, como siempre —se burló—. Pero bueno, ya le tocaba, ¿no? Al menos este se ha atrevido a hacer algo.
Pedri, al notar que todo se estaba descontrolando, trató de zafarse de la situación, pero su intento de defensa fue como tirar gasolina al fuego.
— Lo que quiero decir es que, aunque parezca un poco caótico, Gavi tiene corazón —dijo, con una sonrisa incómoda—. Quiero decir, a veces las cosas no salen como planeas, pero al final, las intenciones cuentan.
Fermín no pudo evitar soltar una carcajada.
— ¡Claro! Al final, lo que importa es que ha hecho el ridículo de forma épica, pero... tenía buenas intenciones, ¿no?
Mis amigos se partían de risa, y aunque intenté no mostrarlo, me sentía como un completo imbécil. Pedri me estaba defendiendo, pero de una forma tan torpe que, en lugar de ayudarme, solo lo empeoraba todo.
Al final, mi paciencia llegó al límite.
— Vale, ya está bien —dije, deteniéndome en medio del entrenamiento y dándoles una mirada fulminante—. ¿Os gusta hablar de eso? Perfecto, pero, ¿me podéis dejar tranquilo? Ya sé lo que hice, ¿vale? No hace falta que me lo repitáis mil veces.
— ¿Qué pasa, te has picado? —se burló Héctor, levantando las manos en señal de rendición—. Solo bromeamos, tío. Relájate.
Pero ya estaba demasiado cansado para seguir jugando a las bromas. Pedri, viendo que la cosa se estaba poniendo tensa, trató de suavizarlo.
— Venga, Gavi, sabes que no era para tanto. Todos nos equivocamos, ¿no? Pero eso no significa que no vayas a arreglar las cosas, ¿vale? Tienes todo el tiempo del mundo.
Pero, sinceramente, ya no me importaba lo que decían. No sabía cómo arreglar las cosas con Camila, pero sí sabía que todo esto, lo que había hecho, lo que decían... no me estaba ayudando en nada.
Suspiré y traté de concentrarme de nuevo en el balón, aunque las risas y los comentarios seguían rondando mi cabeza.
Mientras el entrenamiento continuaba, las bromas no paraban. Héctor y Lamine, como si fuera su objetivo del día, seguían lanzándome comentarios como si estuvieran pasando un buen rato a mi costa. El calor del sol no ayudaba a mi paciencia, y cada risa que soltaron era como una gota que colmaba el vaso.
— Oye, ¿y qué va a pasar cuando Ana se entere de todo esto? —dijo Héctor con una sonrisa maliciosa—. Porque, ya sabes, a las novias no les mola nada eso de que estés persiguiendo a otras tías.
Lamine soltó una risa a su lado, disfrutando cada segundo.
Mi cara se fue poniendo cada vez más roja, y aunque intentaba no mostrarlo, sentía como si me estuviera hundiendo. No necesitaba que me recordaran lo que ya sabía: que estaba metido en un lío monumental.
Cubarsí, que hasta ese momento había estado callado, alzó la voz para defenderme un poco, aunque su tono no era tan agresivo como el de los demás.
— Venga, chicos, ya está bien. Gavi no está en el mejor momento, ¿no? —dijo, lanzando una mirada de desaprobación a Héctor y Lamine, como si les pidiera que se calmaran—. No hace falta seguir dándole caña. Todos hemos hecho gilipolleces alguna vez, ¿no?
Pero Héctor no se dejó amedrentar.
— ¿Gilipolleces? Joder, esto no es cualquier tontería. El chaval ha ido directamente a romper con su novia y a tirarse al lío con la otra, sin pensarlo. Y encima, ¿crees que eso es fácil de pasar por alto? ¿Tú qué harías si fueras Ana?
Cubarsí se quedó callado por un momento, pensativo, antes de volver a mirar hacia mí.
— No lo sé, pero lo que está claro es que no ayudáis en nada —dijo, mirando a los otros dos con una sonrisa algo forzada—. Mira, Gavi, yo lo que quiero es que te pongas las pilas. A veces uno mete la pata, pero lo importante es cómo lo arreglas después.
Yo no estaba seguro de si lo que me decía me ayudaba o me ponía aún más nervioso, pero al menos Cubarsí estaba intentando poner algo de calma. Fermín, que había estado observando toda la escena, dejó escapar un suspiro.
— Al final, Gavi es el único que sabe lo que quiere hacer con esto. Pero si no se pone las pilas y actúa, lo va a perder todo, y no solo la oportunidad con Camila —dijo Fermín, volviendo a poner los pies sobre la tierra—. Es lo que pasa cuando eres impulsivo. Tienes que pensar en las consecuencias, no solo en lo que sientes ahora.
Pedri, que había estado callado durante un rato, también intentó cambiar el enfoque.
— Lo importante es que no te quedes estancado en lo que has hecho, sino en lo que vas a hacer —dijo, con tono serio pero amigable—. A lo mejor ahora no todo tiene solución, pero si te quedas ahí parado esperando que las cosas se arreglen solas, no vas a conseguir nada. Si quieres luchar por lo que te importa, pues lucha.
Lamine, que no podía quedarse callado por mucho tiempo, volvió a meter su cuchara.
— Claro, si Ana no se entera, todo genial, ¿no? —dijo, riendo de nuevo—. Porque cuando se entere, Gavi va a necesitar un buen abogado.
Pedri se giró hacia él con una mirada fulminante, intentando calmar la situación, pero ya era tarde. Héctor, que había captado la indirecta de Pedri, soltó un último comentario mientras se acercaba a mí.
— Lo que pasa, Gavi, es que tienes un lío monumental —dijo, con tono burlón—. Pero bueno, supongo que al final lo arreglarás todo, ¿no? Porque al final siempre eres el que acaba saliendo con algo... aunque con Ana no sé cómo vas a salir de este.
Cubarsí me miró de nuevo, y al ver que ya no podía dejar que las bromas siguieran, soltó un suspiro y cambió de tema, como si de alguna manera intentara levantarme el ánimo.
— Oye, olvida lo que digan estos. Mira, tío, si al final Camila te importa tanto, pues adelante. Aunque todo esto sea un lío, lo que tiene que quedar claro es que lo hiciste porque de verdad te importa. Si alguien te tiene que entender, lo hará, aunque ahora no lo veas claro.
Eso me hizo sentir algo mejor, aunque aún no estaba seguro de nada.
El entrenamiento siguió, pero mi cabeza no dejaba de dar vueltas a todo lo que había pasado. Ya no era solo sobre Camila o Ana, sino sobre lo que yo realmente quería hacer con mi vida en ese momento. Sin respuestas claras, solo me quedaba seguir adelante, aunque el camino estuviera más complicado que nunca.
Mientras el entrenamiento continuaba, mis pensamientos no podían quedarse en el campo. La ansiedad no me dejaba tranquilo, y algo dentro de mí me impulsó a sacar el teléfono del bolsillo. A pesar de que Pedri y Fermín seguían hablando entre ellos, sentí que necesitaba hacer algo, aunque no supiera bien qué.
Miré la pantalla de inicio, buscando Instagram entre las aplicaciones. Mi dedo se detuvo en su nombre, el perfil de Camila apareciendo en la lista. La última vez que habíamos hablado, las cosas habían terminado de manera abrupta, y no quería ser pesado, pero las palabras de Pedri y Cubarsí aún resonaban en mi cabeza. Si quería luchar por lo que sentía, tenía que dar el siguiente paso. Incluso si eso significaba arriesgarme a ser rechazado nuevamente.
Abrí su perfil. Estaba todo en silencio, solo algunas fotos recientes de ella, algunas sonriendo y otras más pensativas. Pero nada que me diera una pista de cómo estaba realmente. Me sentí como un idiota por estar pensando tanto en eso, pero no podía evitarlo.
Finalmente, con una respiración profunda, comencé a escribir.
«Camila, sé que probablemente no quieras saber nada de mí ahora mismo, y si es así, lo entiendo completamente. Pero siento que tengo que decirte algo que he estado guardando dentro todo este tiempo. No me voy a esconder detrás de excusas ni historias. La cagué, lo sé, y no te pido que me perdones ni que todo vuelva a ser como antes. Solo quiero que sepas que, si alguna vez me diste algo de ti, lo valoro de verdad. Si alguna vez hay una oportunidad para hablar, aquí estoy.»
Mientras pensaba, mis dedos comenzaron a temblar ligeramente. ¿Qué pasaría si ella pensaba que era un pesado? ¿O que no tenía derecho a decirle esto después de lo que había hecho?
Unos segundos después, decidí no pensar más. Pulsé el botón.
El mensaje se envió, y de alguna manera me sentí más liviano. Aunque también me sentí como un idiota, porque sabía que lo que había hecho podría no cambiar nada. Cerré la aplicación y guardé el teléfono en el bolsillo, sin saber si había hecho lo correcto o no.
De repente, me sentí observado. Pedri estaba de pie junto a mí, como si estuviera esperando a ver qué pasaba.
— ¿Le has escrito? —me preguntó en voz baja, con una mezcla de curiosidad y apoyo en su mirada.
Asentí, sin decir nada más, y me senté en el banco, mirando el campo mientras intentaba no pensar en la respuesta. ¿Qué iba a decir? ¿Qué iba a hacer si no contestaba? ¿O si simplemente ignoraba el mensaje?
Fermín apareció en ese momento, con una mirada curiosa.
— ¿Qué, ya se lo has mandado?
Yo solo lo miré, sin saber qué decir. Al final, estaba todo hecho. La pelota estaba en su campo, y todo lo que podía hacer ahora era esperar.
— Vale, pues espero que no le hayas mandado algún emoji raro —comentó Pedri—. ¿Sabes? Como los emojis raros que le comentas a Ana en las fotos...
Solté un suspiro y le lancé una mirada cansada.
— ¿Qué dices de emojis raros? —murmuré, sin ganas de discutir, pero lo suficiente como para defenderme.
Fermín, que ya estaba al tanto de todo, soltó una carcajada, cruzándose de brazos mientras se inclinaba hacia adelante, claramente disfrutando del momento.
— Pues que no sé qué tan buena idea es mandar mensajes si todavía sigues con Ana —soltó, directo al grano, como siempre—. ¿Te imaginas que Camila lo lea y se le de por contárselo? Tío, serías portada en todos lados.
— Literalmente revienta Instagram —añadió Pedri, ahora con una sonrisa burlona—. «Pablo Gavi en escándalo de triángulo amoroso». Sería un buen titular.
— Ya, ya, muy graciosos los dos —bufé, intentando quitarle importancia—. No le mandé nada raro, ni emojis, ni cosas comprometedoras. Solo... algo honesto.
Héctor, que acababa de acercarse con Lamine, frunció el ceño al escuchar la última parte.
— ¿Algo honesto? —preguntó, claramente confundido—. ¿Desde cuándo eres tú el poeta del grupo? ¿Qué le pusiste, una cita de un libro o algo así?
Lamine se echó a reír mientras asentía.
— Me juego que terminaste con un «si no eres tú, no es nadie» —bromeó, imitando una voz dramática.
— Dejad de inventar, joder —les corté, sintiendo cómo empezaba a irritarme. Pero sabía que no iban a parar, así que intenté mantenerme calmado—. Le escribí algo normal, directo... Nada de tonterías.
— ¿Y Ana? —preguntó Fermín, retomando su tono serio—. ¿Qué vas a hacer con eso? Porque no puedes estar escribiéndole a una mientras sigues con la otra. Es como si estuvieras metiéndote en arenas movedizas.
— Lo tiene que dejar —intervino Lamine de inmediato, su tono despreocupado contrastando con la intensidad del tema—. O sea, si tanto quieres estar con Camila, ¿qué haces con Ana todavía?
— ¡Exacto! —apoyó Héctor, señalándome con un dedo acusador—. Porque aquí el único que va a salir mal parado eres tú, Gavi. ¿Y sabes qué? Te lo mereces, por burro.
Cubarsí, que había estado callado hasta ahora, dio un paso adelante y me dio una palmada en el hombro.
— Va, dejad de molestarlo. Es complicado. A veces no es tan fácil tomar decisiones como esa. Además, lo importante es que está intentando hacer lo correcto... a su manera.
Lamine soltó una risa baja, mirando a Cubarsí.
—Sí, claro, «a su manera». Que no sé si es la mejor, pero bueno... —me miró de nuevo y añadió—. Igual tiene razón Cubarsí. Ahora que le escribiste, al menos aclaras un poco lo que sientes, ¿no?
Me encogí de hombros, sin saber qué responder. La verdad era que ni yo tenía claro qué estaba haciendo. Había enviado el mensaje porque necesitaba que Camila supiera lo que sentía, pero al mismo tiempo, sabía que mi situación con Ana era un desastre esperando a explotar.
— Ya veremos qué pasa.
Mientras el entrenamiento continuaba, sentía el teléfono quemándome en el bolsillo, como si fuera una bomba de tiempo. No podía evitar pensar en si Camila había visto el mensaje, si estaba escribiendo algo, si lo había ignorado por completo... O peor, si lo había leído y decidido que no merecía una respuesta.
Intenté concentrarme en los ejercicios, pero mi mente estaba en otro lugar, y por cómo me miraban Pedri y Fermín, era obvio que lo habían notado. Héctor y Lamine seguían intercambiando miradas cómplices, claramente planeando alguna broma más a mi costa, mientras Cubarsí intentaba mantenerme animado con comentarios positivos que apenas lograban llegarme.
En un descanso, mientras tomábamos agua, Pedri se acercó, dándome un codazo suave en el costado.
— ¿Estás esperando que el móvil te explote en el bolsillo o qué?
— Déjalo ya, Pedri. Si no ha respondido, no puedo hacer nada.
— ¿Y si lo está pensando? —sugirió, alzando las cejas—. A lo mejor está escribiendo algo épico ahora mismo.
— O bloqueándote —aportó Fermín, apareciendo de la nada con una sonrisa burlona—. También es una posibilidad.
Le lancé una mirada fulminante, pero él solo levantó las manos, fingiendo inocencia.
— Tranquilo, tío, era broma. Bueno, más o menos... —añadió, encogiéndose de hombros antes de dar un trago a su botella de agua.
De repente, Lamine apareció con Héctor, ambos con una sonrisa que ya me decía que nada bueno iba a salir de sus bocas.
— Oye, Gavi, ¿te imaginas que Ana pilla tu mensaje? —dijo Héctor, fingiendo asombro—. Porque, claro, si yo fuera Camila y me llega algo así, lo primero que haría sería mandárselo a tu novia.
— Totalmente —añadió Lamine, intentando contener la risa—. Igual se hacen amigas y terminan poniéndose de acuerdo para acabar contigo. Sería brutal.
Ambos estallaron en carcajadas mientras yo solo les dedicaba una mirada cansada.
— Va, que es con cariño —dijo Héctor, aún riendo—. Pero, en serio, Gavi. O aclaras esto rápido, o alguien más lo va a hacer por ti.
— Es que parece que queréis que me de un infarto —murmuré, pasándome una mano por el pelo, frustrado.
— Es que queremos que espabiles, tío —dijo Fermín, esta vez con un tono más serio—. Si de verdad estás tan pillado por Camila, tienes que dejar a Ana antes de que todo explote. No puedes ir a medias.
Las palabras de Fermín me golpearon más de lo que esperaba, porque sabía que tenía razón. La situación no iba a arreglarse sola, y cuanto más tiempo pasara, más complicado sería todo.
Pedri me dio una palmada en el hombro, como si intentara darme fuerzas.
— Haz lo que tengas que hacer —dijo, con un tono inusualmente serio—. Pero hazlo bien.
Asentí, aunque no estaba seguro de si realmente sabía cómo hacerlo. Solo esperaba que, cuando todo se calmara, aún quedara algo que valiera la pena rescatar.
• [1 mensaje nuevo]
camilalombardi:
Y ahora qué quieres, Pablo?
Porque la verdad, después de tu numerito de anoche, creo que quedó bastante claro todo, no?
Leí su mensaje en cuanto llegó, y sentí cómo el estómago se me encogía. Sabía que no iba a ser fácil, pero igual me dolió. Respiré hondo antes de responder, intentando mantener la calma.
pablogavi:
Tienes razón
Me pasé, no supe cómo manejar las cosas. Solo quería que me escucharas, pero la cagué Perdón
Vi cómo aparecía que estaba escribiendo en la pantalla, y después llegó su respuesta:
milalombardi:
No sé qué esperabas conseguir, Pablo
Que me emocionara y volviera corriendo a tus brazos? No funciona así.
Las cosas no se arreglan con un par de palabras o con escenas dramáticas.
Pedri, que estaba cerca, notó mi cara de frustración y se inclinó hacia mí con curiosidad.
— ¿Te contestó? —preguntó en voz baja.
— Sí, pero... —murmuré, mostrándole la pantalla.
Pedri dejó escapar un leve silbido, como si confirmara lo complicado que era el panorama.
— Déjame ayudarte, anda. No puedes seguir escribiendo como si estuvieras mandando un correo formal. Dame el móvil —dijo, alargando la mano.
— No, tío, lo tengo controlado —intenté protestar, pero Pedri ya me había quitado el móvil de las manos con una agilidad que solo él podía tener.
— A ver qué has escrito... Madre mía, Gavi, esto parece más una disculpa de trabajo que un mensaje a alguien a quien quieres recuperar.
— Pedri, devuélvemelo.
— Cállate y déjame hacer magia.
Pedri empezó a teclear rápido mientras yo intentaba no entrar en pánico. Fermín, que estaba observando desde lejos, se acercó con una sonrisa burlona.
— ¿Qué hace este ahora?
— Salvarle la vida amorosa, porque claramente no puede hacerlo solo —respondió Pedri sin levantar la vista del móvil.
Finalmente, después de un par de segundos, me mostró lo que había escrito:
pablogavi:
Sé que no tengo derecho a pedirte nada después de todo lo que pasó, pero no dejo de pensar en ti. No quiero que esto termine así, con odio o distancia. Si aún hay algo, lo que sea, entre nosotros, me gustaría intentarlo
De verdad
— ¿Qué tal? —preguntó, sonriendo como si hubiera ganado un premio.
— Es mejor que lo que tú pusiste antes, eso seguro —añadió Fermín, leyendo por encima del hombro de Pedri.
Antes de que pudiera decir nada, Pedri envió el mensaje.
— ¡Oye! —protesté, pero él solo me devolvió el móvil con una sonrisa triunfal.
— De nada, crack. Ahora espera y deja de mirarla como un perrito asustado. Si te responde, me lo agradeces luego.
El corazón me iba a mil mientras esperaba su respuesta. No sabía si lo que Pedri había escrito funcionaría, pero no podía hacer nada más que confiar... y esperar.
El móvil vibró de nuevo, y mis ojos volaron a la pantalla. Sabía que la respuesta de Camila no iba a ser fácil de leer, pero aún así sentí un nudo en el estómago al ver lo que decía.
milalombardi:
Intentarlo???
De verdad, Pablo? Con qué cara vienes a decirme esto cuando tienes a Ana?
Te parece justo? No puedo creer que tengas la audacia de pedirme algo así
— ¿Qué ha dicho? —preguntó Pedri al ver mi expresión de derrota.
— Que tengo a Ana —respondí en voz baja, dejando caer el móvil. Fermín, que había estado al margen, se inclinó para leer el mensaje.
— No sé cómo sigues teniendo esperanzas después de esto, tío. Déjame escribir algo antes de que hagas el ridículo otra vez —dijo Fermín, extendiendo la mano.
Pero Pedri fue más rápido. Se interpuso y me quitó el móvil antes de que Fermín pudiera tocarlo.
— No, Fermín. Lo mínimo que puede hacer es humillarse. Después de todo lo que pasó, Gavi tiene que tragarse su orgullo. Esto no es el momento de buscar palabras bonitas o de quedar como un caballero. Si realmente quiere recuperar a Camila, tiene que demostrarle que está dispuesto a bajar la cabeza.
Fermín bufó, frustrado.
— ¿Y humillarse más va a servir de algo? Solo va a empeorar las cosas. Míralo, Pedri, está destrozado. Camila lo tiene comiendo de su mano, y tú lo empujas a hundirse más.
Pedri no se inmutó. Me miró directamente, como si esperara mi decisión.
— ¿Qué quieres hacer? —preguntó con seriedad.
Respiré hondo. No sabía si lo que estaba haciendo tenía sentido, pero algo en mí me decía que no podía rendirme todavía.
— Voy a escribirle —dije, tomando el móvil de las manos de Pedri antes de que Fermín pudiera protestar.
Mis dedos temblaban mientras escribía.
pablogavi:
Tienes razón
No merezco que me escuches después de lo que hice, pero no puedo evitar intentarlo. Ana no significa lo mismo que tú. Sé que suena mal, pero es la verdad. Me equivoqué al alejarme de ti, al hacerte daño
Solo quiero arreglarlo, aunque no sepa cómo
Por favor, dame una oportunidad
Fermín resopló, claramente molesto con lo que acababa de ver.
— Eso no es rogar, Gavi. Eso es tirarte por un barranco sin paracaídas.
Pedri, sin embargo, asintió con aprobación.
— Está bien. A veces, cuando metes la pata, no te queda otra que mostrar todas tus cartas. Ahora solo espera.
El móvil vibró rápidamente, y mi corazón se aceleró.
milalombardi:
Sabes qué, Pablo? Lo peor de todo no es que intentaras olvidarme con otra
Es que ni siquiera tienes la decencia de ser honesto con ella
Qué estás haciendo, engañándola también? Esto no es amor. Esto es egoísmo. No quiero nada más de ti. Déjame en paz.
El golpe fue directo. Sentí cómo el aire se me escapaba de los pulmones. Estaba perdiéndola, y cada palabra suya era como un muro que se levantaba entre nosotros.
Fermín, viendo mi expresión, dio un paso adelante.
— ¿Lo ves? Esto no está funcionando. Déjame arreglarlo, Gavi. Dame el móvil antes de que te hundas más.
— No —intervino Pedri, firme—. Camila necesita verlo roto, necesita saber que él está dispuesto a todo para recuperarla. No va a ser fácil, pero al final, ella lo necesita tanto como él la necesita a ella. Solo está poniendo resistencia porque sigue dolida. Pero eso no significa que no le importe.
Fermín lo miró con incredulidad.
— ¿Y si no es así? ¿Y si solo está acabando con lo poco que le queda de dignidad?
— Eso ya no importa. Si la quiere de verdad, tiene que jugársela —dijo Pedri, mirándome con intensidad.
Tragué saliva. No sabía si estaba preparado para más, pero algo en mí se negaba a rendirse. Así que escribí, esta vez sin pensarlo demasiado:
pablogavi:
No voy a dejarte en paz
No hasta que me escuches
No me importa lo que digas, no me importa lo que pienses de mí. Solo quiero que sepas que te quiero, y que haré lo que sea para demostrarlo
Presioné «enviar» y cerré los ojos, esperando el golpe final.
El móvil permanecía en silencio después de mi último mensaje. Cada segundo que pasaba era un peso más en el pecho, pero antes de que la ansiedad me consumiera, Pedri rompió el silencio.
— ¿Ves? Esto es bueno, Gavi. Si no te contesta de inmediato, significa que lo está pensando. Eso es una señal de que le importas todavía.
Fermín, que había estado sentado con los brazos cruzados, rodó los ojos con fuerza.
— ¿Qué película estás viendo tú? Está clarísimo que no quiere nada con él. Le ha dicho que lo deje en paz. Punto. Fin. Se acabó.
Pedri ignoró por completo el comentario de Fermín y me dio una palmada en el hombro.
— No le hagas caso. Camila solo está haciendo eso porque sigue dolida. Vamos, Gavi, tú la conoces mejor que nadie. Si de verdad te odiara, ya te habría bloqueado. Pero no lo ha hecho, ¿verdad? —me miró con una sonrisa como si hubiera encontrado una prueba irrefutable.
— Eh... no —murmuré, intentando no aferrarme demasiado a la idea.
— ¡Exacto! ¿Ves? Si no te ha bloqueado, es porque todavía hay algo ahí. Una mujer que no quiere saber nada de ti te corta de raíz. Esto es estrategia. Está jugando duro porque quiere que te esfuerces más.
Fermín se inclinó hacia adelante, claramente irritado.
— ¿Estrategia? ¿De qué hablas? ¿Te crees que esto es una película romántica? Camila no está jugando a nada. Está harta, Pedri. H-A-R-T-A. Y lo mejor que Gavi puede hacer ahora es dejarla tranquila antes de que de verdad lo mande a tomar por culo.
Pedri agitó la mano como si ahuyentara un mosquito molesto.
— Tío, tú no entiendes nada de relaciones. Lo que Camila quiere es que él se lo gane. Que le demuestre que está dispuesto a todo. ¿Y sabes qué? Está funcionando. El hecho de que le haya contestado ya es un buen signo. Si de verdad quisiera cortar todo contacto, ni siquiera le habría respondido.
Fermín levantó las manos al cielo, frustrado.
— ¿Escuchas lo que dices? Literalmente estás alimentando sus delirios.
— ¿Y qué? —replicó Pedri con una sonrisa desafiante—. Los grandes romances no se construyen sobre la lógica. Se construyen sobre la pasión, eh. Y Gavi tiene pasión. Eso es lo que importa.
Me quedé en silencio, mirando a Pedri con una mezcla de agradecimiento y duda. Sus palabras eran reconfortantes, pero al mismo tiempo, no podía ignorar lo que había dicho Camila. Estaba cansada, dolida... y Ana seguía siendo un problema.
— Pero... ¿y Ana? —pregunté finalmente, mi voz apenas un susurro.
Pedri chasqueó la lengua como si esa fuera la menor de las preocupaciones.
— Ana no es el problema. Nunca lo fue. Ella es... bueno, un error de cálculo. Algo temporal. Camila es la meta. Y si Ana se interpone, pues tendrás que solucionarlo, pero primero tienes que asegurarte de que Camila sepa que es ella la que quieres.
— ¿Y cómo hago eso? —pregunté, sintiéndome perdido.
Pedri sonrió, como si acabara de tener una idea brillante.
— Es fácil. La próxima vez que la veas, no le hables. No intentes justificarte. Solo mírala como si fuera lo único que existe en el mundo. Hazle saber con tus ojos lo mucho que la amas.
Fermín explotó en carcajadas.
— ¿Qué? ¿Ahora también le vas a decir que se tire a sus pies y le recite poesía?
Pedri se giró hacia él, serio.
— Si funciona, ¿por qué no?
— Estáis locos los dos —resopló Fermín, sacudiendo la cabeza.
Pero en el fondo, quería creer que Pedri tenía razón. Que todavía había esperanza, aunque fuera pequeña. Y mientras tanto, seguí esperando, con el móvil en la mano y la cabeza llena de dudas... y delirios.
Al cabo de unos segundos, el móvil sonó con una nueva notificación.
milalombardi:
Veámonos hoy
espero les haya gustado!! solo paso a decir que esta misma semana saco un fic de pedri que irá conectado con este 👀
btw, de vdd creen que camila cedió así de fácil y que quiere ver a pablo así como así??? díganme que piensan!!
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