30 | "𝐄𝐫𝐞𝐬 𝐮𝐧 𝐢𝐝𝐢𝐨𝐭𝐚 𝐲 𝐭𝐞 𝐨𝐝𝐢𝐨"
Mi mejor amiga me había invitado a su casa después de salir de la escuela.
Estábamos sentadas sobre su cama hablando animadamente, me contó que su padre estaría en la ciudad en unos días y estaba emocionada por ver los libros que le traería.
Se escucharon voces y risas en la planta baja y la mire confundida.
-Seguro es mi hermano y la zorra de Caroline.- dijo poniendo los ojos en blanco. -No soporto cuando vienen aquí, se la pasan toda la tarde encerrados en la habitación.- se acercó más a mi y me susurro. -A veces escucho gemidos.
Su cara de asco me dio gracia pero no podía reírme. Sentí como si me dieran un golpe en el estómago e inmediatamente me dieron náuseas.
-El fin de semana la llevará a la casa de mis abuelos para presentarla.- dijo agarrándose la cabeza.
-No creí que esto fuera algo tan serio.- hable tocando mi pecho.
-Yo tampoco lo imaginé, pero lo es.
Mi cabeza punzó provocándome un dolor insoportable.
-¿No te molesta si me voy?- negó. -Debo hacer algo urgente.- mentí.
No me sentía bien, mi pecho dolía y mi corazón se rompía más de lo que estaba. Decir que tenía ganas de llorar era muy poco comparado a todo lo que estaba sintiendo.
Salí de la habitación, baje las escaleras a toda prisa. Mi vista estaba borrosa, tanto que no podía ver por donde caminaba.
Antes de llegar a la puerta, choque con alguien, levanté mi mirada y me encontré con sus ojos.
-Lo siento, no te vi.- se disculpó detallando mi rostro.
De seguro me veía fatal, cada vez que quería llorar mi cara se ponía roja y el saber que tenía lágrimas acumuladas amenazando con salir, no ayudaban mucho.
-No te preocupes, ya estoy acostumbrada.- me sorprendí a mi misma al responderle.
-¿Acostumbrada?- pregunto ladeando su cabeza, se veía confundido.
-Sí, James. Estoy acostumbrada a que me ignores todo el tiempo y me hagas sentir invisible en ocasiones o que dejes que tus estúpidos amigos me maltraten como lo hacen.- solté rápidamente. -Ya estoy harta de todo esto, eres un idiota y te odio.
Salí de su campo de visión sin pensarlo y corrí hasta mi casa. Entre a mi habitación y me tiré a la cama sollozando.
Había llegado a mi limite. No podía seguir así, esto tenía que acabar.
Debía olvidarme de él cueste lo que cueste y dejar todo atrás, era hora de tomar una decisión.
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