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80| La colpa

SHIRLEY

*

Días más tarde, en la mañana, Luca no se encuentra en casa. A priori no es algo que llame mi atención, suele salir antes que yo; también deja mi parte del desayuno sobre la mesa, eso tampoco llama mi atención. Sin embargo, el olor a incienso y una vela encendida en la mesa baja del comedor sí lo hace. Eso es nuevo.

Me dirijo al trabajo en mi Ferrari, mientras siento como me escolta a una distancia prudente dos coches de los guardaespaldas que Luca contrató. Forma parte de la rutina, supongo.

Dejo el coche en una de las plazas de la empresa, del parking subterráneo, y subo a mi departamento. Las horas se pasan volando cuando estás haciendo algo que te gusta.

Me sorprende recibir un mensaje de Marco.

Lo pasé muy bien el otro día! Gracias por escuchar mis lamentos.

Una risa escapa de mis labios.

Gracias a ti por escuchar los míos, más bien. Cuando quieras volver a quedar, solo dímelo.

Sería una locura decirte de vernos hoy?

Me debato un segundo antes de responder.

¡Para nada!

Pues esta tarde estás invitada a tomar algo en mi casa! Así la conoces. Hoy Isabelle no viene hasta la noche.

Me brillan los ojos. Me encanta el hecho de ver casas, estoy segura que el hogar de Isabelle debe tener mucho estilo. Aunque haya desarrollado un rencor hacia ella, sigue pareciéndome la mujer más deslumbrante que he conocido. Solo puedo imaginarla viviendo en un lugar a su altura.

Antes de marchar, subo para avisar a Luca de que llegaré un poco tarde. Es parte de la norma aunque estemos como estamos, desde que pasó lo que pasó con esos criminales, le prometí que le avisaría si salgo o no. Supongo que también es por mi propio bien.

—Hola, Shirley —me saluda Silvana con una sonrisa y en seguida se adelanta a mí—. Hoy Luca no ha venido.

—¿No ha venido?

—No, hoy no.

Me quedo dubitativa. Esta mañana ha salido muy temprano. Es raro que falte al trabajo.

De repente, pienso en lo que ha dicho Marco de que Isabelle no está.

¿Y si...?

Mejor no pienses en ello, Shirley.

Voy directa con mi Ferrari a la ubicación que me ha mandado Marco y aparco en la plaza que me indica. Me pregunto si el guardaespaldas le informará a Luca de los trayectos que tomo. Observo que se trata de un chalet situado en una zona residencial. Las paredes del salón están decoradas con varios pósters enmarcados de ella modelando. La gama cromática de la estancia está formada por grises, blancos y negros.

El jardín no es muy grande, pero tiene muchas flores y plantas, convirtiéndolo en un rincón encantador. Es allí donde saca un par de copas de vino blanco.

—Qué bonito —comento.

—¿Te gusta?

—¡Claro! Y tú decías envidiar las vistas de nuestro apartamento... Yo creo que prefiero mil veces esto, la verdad. —Me siento en la silla de madera que va a juego con la mesita—. Me imagino aquí tomando el café de la mañana y muero de placer.

Marco sonríe al oírme.

—Isabelle adora la jardinería. ¿Por qué no le dices a mi hermano que te compre una casita con un jardín así?

La facilidad que habla con hacer aquella compra, me hace volver a los días en los que no teníamos nada cuando una vez lo tuvimos todo. ¿Cómo pudimos vivir con tanto y dejar tan poco a los demás?

—Quizá en un futuro —respondo agachando la cabeza.

Él interpreta mi gesto como algo de lo que alarmarse.

—¿Estás bien? ¿Ha mejorado el tema con él?

Con el tema sé que se refiere a la sospecha de aventura que le comenté. Miro de reojo mi teléfono.

—Bueno, de aquella manera. Cuando dice que va a mejorar, no sé si creerle... Porque simplemente ya no puedo confiar en él.

—Debe ser duro... Yo no quiero ni imaginarme como me sentiría si descubriera algo así de Isabelle. No pienso que sea algo que se hace a alguien que quieres. —Se queda en silencio unos instantes antes de proseguir—. No quiero defenderle en esto, pero es una persona complicada. Siempre ha sido alguien solitario y tú eres la única que ha llegado hasta él. Creo que realmente te quiere. Quizá el matrimonio le vino demasiado grande y ha estado a punto de tirarlo todo por la borda, pero estoy seguro que realmente quiere cambiar por ti.

Siento una ternura desmesurada ante las palabras que pronuncia Marco acerca de su hermano. Piensa tan bien de él que casi parece que no nos estemos refiriendo a la misma persona. Me parece muy adorable que realmente le tenga una estima tan alta como para defenderle hasta en lo que le cuento, aunque realmente esa es la principal diferencia que hay entre ellos.

Marco, me enterneces mucho, en serio, pero me temo que voy a tener que destruir tu matrimonio y la relación con tu hermano, porque tú tampoco mereces vivir en esa mentira.

Una parte de mí se muere de ganas de creer que es cierto. Que Luca realmente me quiere y quiere cambiar por mí. Como si todo desde el principio no se tratara de un engaño a todos los niveles, pues yo misma me creí esa mentira que ambos construimos. Me creí el cuento del matrimonio feliz; del empresario con futuro que se había casado por amor cuando no era más que un negocio para él. Si echo la vista atrás, siento como si mis recuerdos se hubieran deteriorado. Pienso en la boda y en el beso que nos dimos mientras nos vitoreaban y sé que sentí repulsa cuando lo hice, porque odiaba a la persona con la que estaba contrayendo matrimonio, aunque ahora me ilusione al pensar en ello.

—Tengo envidia de Isabelle... —El murmullo escapa de mi boca casi sin darme cuenta.

—¿Envidia?

—Creo que ya te lo dije una vez... Me da la sensación de que lo tiene todo. Un buen empleo, buena apariencia y lo más importante, alguien que la quiere de un modo incondicional.

Él esboza una leve sonrisa.

—Nada de lo que dices es algo que te falte a ti. Eres una mujer increíble, Shirley. Mi hermano no es consciente de la suerte que tiene de tenerte.

Sus palabras, sean verdad o no, me emocionan. Sentir ese nudo de emociones por Luca hace que olvide que hay personas que me han visto de esa manera.

En momentos así, me pregunto qué hubiera pasado si el destino hubiera hecho que las deudas las tuviera que pagar casándome con Marco y no con Luca. Dejo descansar la frente en las palmas de mis manos mientras pienso en ello. Quizá todo hubiera sido muy diferente desde el principio. Quizá Marco era el hombre con el que pensaba que sería feliz, aunque no lo amara.

—¿Estás bien? —me pregunta al cabo de unos largos segundos en silencio.

—Sí, es solo que... —Detengo mis palabras, pensando dos veces lo que voy decir.

Sin embargo, nota que he dejado algo en la punta de mi lengua.

—Que...

—Pues que me preguntaba qué hubiera pasado si en lugar de Luca hubieras sido tú. —Suelto tal oración sin ningún tipo de control y arrepintiéndome solo un instante después de decirlo.

—¿Si hubiera sido yo?

Parece no entenderme, pero como ya he metido la pata, ya me da igual todo.

—Si hubieras sido tú la persona con la que me casé.

Su expresión se congela de golpe. Estoy convencida de que su mente está procesando la información que acabo de soltar. Puedo notar en cómo mueve sus iris, que no sabe qué decir al respecto. Es normal, no le culpo. Yo tampoco había planeado que la conversación derivara de esta manera.

—¿Por qué dices eso?

—Porque eres una persona tan agradable, tan atenta... Tan diferente a Luca.

—Eso es porque me miras con buenos ojos.

Su comentario me hace esbozar una sonrisa.

—Sí que será —respondo mirándole a sus ojos claros.

Es curioso cómo hasta en el color de estos es diferente a su hermano. Luca los tiene de un avellana ligeramente ambarino, una tonalidad muy bonita y cálida y, no obstante, capaces de transmitir una frialdad extraña. Los de Marco son justamente lo opuesto; un tono frío que puede servir como abrigo; algo alentador.

En estos momentos me doy cuenta de lo curioso que resulta que empezara a quedar con él con el único fin de hacer daño solo para vengarme de Luca. Él no se lo merece. Y aunque mi guión tarde o temprano iba a derivar en una conversación parecida, esto ha sido tan espontáneo que yo misma estoy sorprendida.

Y aquí estamos, ambos en silencio, mirándonos fijamente. Me gustaría saber qué es lo que piensa, es posible que no se esté sintiendo cómodo tal y como estamos, en silencio, hablando con la mirada y uno al lado del otro.

—Créeme —rompe el silencio—. Estos días que hemos estado hablando, he sentido una especie de conexión contigo. Se puede hablar de casi cualquier cosa. Eres increíble.

Finalmente, con su última oración, mi cerebro deja de pensar. Mi cabeza se mueve sola en dirección a la suya y solo cuando estoy tan cerca como para notar su respiración rozar la punta de mi nariz, me detengo. Me quedo estática en esa posición, sintiendo mis pómulos arder por la vergüenza que siento ahora mismo.

Es entonces, cuando voy a apartarme, que es él quien termina de mover su imagen hacia mí, alcanzando mis labios con los suyos. Noto el suave tacto de su boca y cómo permito que el interior de la mía sea invadido por su lengua. Apenas se rozan cuando ambos nos apartamos bruscamente.

—¡Lo siento! —exclama.

Me he sentido reconfortada, con ese gesto, que ahora soy yo quien se abalanza a sus labios. Noto su suavidad, su gentileza... Ese tipo de sensaciones que anhelo de Luca. Él responde mi gesto, con duda, pero me envuelve entre sus brazos para poder seguir besándome.

Y aunque una parte de mí se siente bien, quería llegar a esto, la culpa emerge en mí.

Esto no es bueno para nadie.

Nos apartamos de nuevo.

—Ahora lo siento yo —digo—. Será mejor que me vaya.

Me pongo en pie.

—Lo lamento Shirley.

—Por mí no ha pasado nada. —Lo veo tan afligido por lo que acaba de pasar, que sigo hablando—. Por favor, no le des muchas vueltas. Me gusta que nos llevemos bien como nos estamos llevando.

—Está bien, Shirley. Siento haber hecho eso.

Atravieso su casa de forma apresurada, agarro el coche y conduzco hasta que un semáforo me indica que debo detenerme.

Me siento horrible. No siento satisfacción ninguna. Soy mala persona, utilizo a la gente.

Llamo a Luca por teléfono, pero no contesta. Vuelvo a intentarlo y nada.

Aparco el coche, pero no subo a casa, en su lugar me tomo un par de copas más sola, en el bar bajo mi casa. Sigo con el vino blanco y reflexiono en lo que he estado focalizando en estas semanas. Quería que Luca sintiera el dolor de la traición, que supiera lo feo que se siente que la persona que quieres te engañe... Claro, que él quererme no me quiere, pero si le gusto como dice, algo le tiene que escocer, ¿no?

Sin embargo, una vez lo lograra... ¿Qué? ¿Qué haría? Ahora siento que realmente no lograría ninguna satisfacción. Podría seguir coqueteando con Marco hasta acostarme con él, pero me llevaría tanto por delante.

Hundo mi rostro entre las manos y suelto una exhalación.

Soy de lo peor.

Mi teléfono vibra de repente, sobresaltándome. Luca me ha escrito.

¿Sucede algo? Tengo varias llamadas tuyas.

Me pregunto si él sentirá la culpa en algún momento, aunque una vez me dijo que no... Hoy no ha ido al trabajo, eso es muy raro. Mi mente pronto se pone a elucubrar situaciones en las que él e Isabelle pasan el día juntos, por muy absurdo que suene ahora mismo.

Sí, todo bien. Lamento molestarte. Estás en casa?

Al poco, llega su respuesta.

Todavía no, pero me queda poco. Y no me molestas, Shirley.

Que diga que no molesto es algo que se siente extraño... Hubo una época en la que solo le molestaba. Nos molestábamos mutuamente.

Cuando termino lo que queda de vino, subo a casa. No sé cuanto tiempo ha pasado, pero Luca todavía no ha llegado. No obstante, en cuestión de minutos entra por la puerta.

—Hola —saludo al verlo.

Él se para un instante a verme. Supongo que habrá reparado en mis mejillas sonrosadas, las noto ardiendo. Culpa del vino.

—Hola.

—¿Dónde has estado? —pregunto—. Hoy no has ido a trabajar.

Suelta un largo suspiro mientras lleva sus dedos al puente de la nariz y se aproxima a tomar asiento en el sofá.

—Tenía cosas que hacer. He estado pensando mucho.

No suena propio de Luca no ir al trabajo para pensar.

—¿Has estado con Isabelle? —La cuestión no la lanzo yo, sino el vino.

Noto como Luca me muestra una mirada de sorpresa, que pronto cambia a una de reproche.

—No. No he estado con Isabelle. No he vuelto a estar con Isabelle desde hace mucho tiempo.

Ladeo la cabeza. Supongo que debería creerle. No digo nada, porque no sé qué decir. Siento ese resquicio de culpa, que me empuja a querer hablarle de ese beso, pero quizá debería guardarlo para mí y no volver a acercarme a Marco de esa manera.

De repente, Luca rompe el silencio.

—Hoy hace dieciocho años de la muerte de mi madre.

Poso la vista en él, aun sin saber qué decir. Era lo que menos esperaba que dijera.

—No lo sabía.

Él esboza una sonrisa, es amarga.

—Es normal que no lo supieras. Todos los años, este día, viajo a Crema, mi pueblo natal, visito la tumba de mi madre y recuerdo los días más felices a su lado.

Mi corazón se oprime al oírle decir aquello, suena tan melancólico que siento ganas de abrazarle. Nunca me había parado a pensar en cómo debió ser para Luca vivir todo aquello. Además, dijo que la asesinaron.

Me acerco a él con cautela y le envuelvo entre mis brazos, desde un lateral del sofá. Su cabeza está en mi pecho.

No tarda en apartarse y en ponerse en pie.

—He estado pensando mucho en cómo ganarme tu confianza y creo que solo hay una manera. Mañana podemos hablar si quieres, te contaré todo. Ahora solo quiero dormir y no pensar en nada.

El pulso se me acelera.

—Está bien, Luca. Hasta mañana.

Vamos acercándonos al final. No tendrá más de cien capítulos, y espero que tampoco llegue a esa cifra. 

Ay... Menudo lío se está armando a lo tonto ;_;

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