71| Mi fai male
SHIRLEY
*
No puedo creerme que haya tenido la poca decencia de venir a buscarme y presentarse aquí mismo. Debe haberse enterado de mi localización por culpa de mi madre. Con razón estaba tan rara al teléfono, la muy traidora estaba delatando mi posición al enemigo.
Dejo a un lado la rabia que siento en estos momentos para pensar en Luca. Tenía un aspecto tan descuidado... Algo nada propio de él. Siempre iba perfectamente afeitado y la ropa impecable y, sin embargo, me ha parecido hasta ver una mancha sobre su camisa. ¿Qué narices ha estado haciendo estos meses?
Estoy tan enfrascada pensando en ese cretino y en el descaro que ha tenido para venir hasta aquí, que me he olvidado completamente de mi amiga.
—Shirley... —habla, al cabo de unos segundos, devolviéndome a la realidad—. ¿Me vas a contar que ha sido eso?
Hice lo posible para no tener que explicarles a mis amigos qué había pasado en Italia. Me había esforzado durante dos meses en evadir el tema como si fuera un deporte olímpico. Cada vez que me preguntaban algo de allí, cambiaba de tema de una manera tan brusca que al poco comprendieron como una manera de decir: "No quiero hablar de ello".
—No ha sido nada.
Intento escapar, una vez más, de tener que contar cómo me fue en Italia. No obstante, Spencer no parece dispuesta a pasar el tema por alto otra vez.
—Desde que estás aquí no te he presionado con el tema. He respetado que no quisieras hablar de ello, pero sinceramente ahora estoy muy preocupada. Además, es raro que siendo tú no cuentes las cosas.
Es raro, sí. Lo que pasa es que es difícil decirles a tus amigos que estuvieron a punto de violarte, que te secuestraron y que mataste a una persona. Exactamente, ¿cómo cuentas eso sin que su percepción acerca de ti cambie drásticamente? En mi opinión, no hay modo alguno de hacerlo. Pero tenía que decirle algo, o su imaginación empezaría a trabajar.
—Vale, está bien. Ese era Luca —confieso mientras continuamos caminando sin rumbo fijo—, mi marido.
—Así que sigue siendo tu marido. —Levanta las cejas, juraría que sorprendida—. Pensé que os habíais divorciado.
—Sí, debería organizar los papeles cuanto antes, pero no lo he hecho porque mientras figurara así en el registro civil, mis padres continuarían recibiendo dinero.
Ahora, su cara expresa mucha más confusión que antes.
—¿Y eso no te metería en problemas?
—No es como si al principio Luca y yo tuviéramos una relación de marido y mujer.
Shirley, la estás cagando por segundos.
—¿Eso quiere decir que la teníais en algún momento?
Me aclaro la garganta mientras pienso qué debería decir. Opto por la sinceridad.
—Llegué a pensar que podría enamorarme de él, pero era despiadado.
La mirada de la castaña me indica que está pensando lo peor y quizá esté en lo cierto, pero seguramente su mente estuviera yéndose por otros derroteros.
—¿Despiadado? ¿Se portaba mal contigo?
—Sí. Y créeme si te digo que muchas veces me hubiera gustado llamarte y hablar contigo, porque sé que tú te enamoraste de alguien que al principio te trataba mal.
Ver como su expresión termina de desencajarse me hace creer que he cometido un error al recordarle cómo fueron sus primeros contactos con el pelirrojo. Es un tema que siempre hemos procurado evitar. Sé que ellos hablaron lo que tuvieron que hablar en su momento, pero estoy segura que no es agradable recordar que la persona con la que te vas casar te estuvo haciendo bullying en el instituto.
—Lo siento —vuelvo a hablar—, no quería decir eso.
—No, no pasa nada. Lamentablemente es así, no puedo cambiar eso. Pero, ¿a qué te refieres con que te trataba mal? ¿Te insultaba? ¿Te pegaba?
—¡No, no! Nada de eso. Nunca me puso la mano encima salvo cuando... —Tengo la sensación de que mi cara está adquiriendo un tono rojizo—. Ya sabes. Aunque bueno, eso de insultarnos era algo que hacíamos los dos con mucho arte. —Se me escapa una sonrisa al recordar nuestra rutina de pullas.
—Eso es muy raro... Sobre todo, que lo digas con ese punto nostálgico.
—¡Ya lo sé! El caso es que descubrí que hizo algo que simplemente no puedo perdonarle. No era capaz ni de mirarle a la cara. No es que haya matado a nadie —aunque en realidad, sí lo había hecho—, pero simplemente yo no puedo perdonárselo.
—¿Puedo preguntar qué fue?
—Prefiero no hablar de ello.
Continuamos un rato más hablando. En ese tiempo, mis padres me han acribillado a llamadas y sospecho que es de nuevo por culpa de Luca. No me apetece volver a mi casa sabiendo que existe la probabilidad de que se encuentre allí, pero tampoco puedo dejarlo correr. Sé que no se va a ir sin hablar conmigo.
Finalmente llega el dichoso momento. No hay nadie en la puerta de mi casa y eso me hace sentir cierto alivio. Introduzco la llave en la cerradura, tratando de agudizar el oído. Solo escucho levemente a mis padres hablando. Suspiro, pensando que me he librado por el momento. Cuando entro y me dirijo hacia el salón, mi gozo cae en un pozo: Luca está sentado cabizbajo en uno de los sillones y solo levanta la cabeza en el momento en el que hablo.
—¿Qué haces aquí?
Mis padres tienen rostro de circunstancias. Están mucho más incómodos que lo que sus falsas sonrisas pretenden mostrar.
—Necesitaba hablar contigo.
—Ya te he dicho que yo no quiero.
—Por favor, solo dedícame unos minutos.
Miro a mis padres de reojo y finalmente decido pasar por el aro. Aunque solo sea para deshacerme de él.
—Está bien. Vamos a mi habitación.
Cierro la puerta de mi cuarto al entrar. No quiero que mis padres escuchen nada de lo que voy a decir ni de lo que pueda él decirme.
Me cruzo de brazos, esperando que tome él la iniciativa.
—¿Qué pasó?
—¿Qué pasó de qué?
—¿Por qué te fuiste tan de repente?
Esbozo una sonrisa cínica.
—No me puedo creer que aun pienses que no tenía motivos para hacerlo.
—¿Fue por lo de tu amigo?
—No, no fue por eso.
—¿Entonces?
El chico es tonto, qué le voy a hacer.
—¿Te suena el nombre de Eva? —inquirí.
Me mira fijamente con la mandíbula tensa.
—Sí, me suena.
—Y a juzgar por tu cara de susto diría que bastante. "Nunca habíamos estado tanto tiempo sin vernos" —cito con un tono de burla—. Y mi favorita: "Me gustó lo del otro día, cuando quieras repetimos".
—No entiendo por qué estás enfadada.
Siento como la cara me ardía de la rabia. Aún tiene la desfachatez de preguntarme el por qué estoy molesta. Es inaudito.
—¡Deja de tratarme como si fuera gilipollas! —estallé—. Sé que Eva es Isabelle. Lo tengo muy claro.
Aprieta los labios ya arruga la frente.
—No digas tonterías.
De verdad, soy incapaz de creer que aun tenga la poca vergüenza de negármelo cuando ya he descubierto su mentira.
Le apunto con el dedo índice.
—¡No me hagas luz de gas! —chillo.
—No tienes razón para enfadarte. Te lo dejé claro desde el principio. Te dije que podíamos acostarnos con quien nos diera la gana.
Agito los brazos y doy una patada a la silla de mi habitación.
—Pensé que esas normas habían cambiado en el momento en que empezamos a dormir juntos.
—Pues te equivocaste —dice con frialdad.
Después de todo, de venir a pretender convencerme de algo, de parecer afectado por mi ausencia, aun es capaz de ser tan frío al hablar.
—No, escúchame. Eres una persona despreciable. No porque te acuestes con otra mujer mientras lo haces conmigo, sino porque de todas las personas del mundo tenía que ser la mujer de tu hermano. ¿No te pesa la conciencia cada vez que te levantas?
Esboza media sonrisa.
—No.
Mis hombros se destensan y llevo unos dedos a mis sienes para masajearlas.
—Joder, eres mucho más hijo de puta de lo que pensaba. Ahora mismo no puedo sentir por ti nada que no sea asco y el enorme deseo de llamar a Marco y contarle lo que hace su hermano con su mujer. A ver si él te da el puñetazo que te mereces, pero lamentablemente sé que a ti no te importa nada ni nadie. —Le miro directamente a los ojos—. Lárgate. No pienso volver a casa contigo nunca más. Me dan ganas de vomitar cada vez que te miro.
Por primera vez desde que hemos empezado esta conversación, parece que mis palabras le tocan de alguna manera. Ya no parece tan insensible a lo que le recrimino.
—Tienes razón, soy un hijo de puta. Jamás me he sentido ni una pizca culpable por haberme acostado con la mujer de mi hermano. De hecho, es algo que estaba mucho más medido de lo que pueda parecer. Tarde o temprano Marco se enterará, eso tenlo por seguro, tan solo lo alargo para que todos estén donde tienen que estar para cuando llegue el momento.
Me cuesta entender, pero finalmente lo hago.
—No es cierto. ¿Todo esto es por tu venganza? ¿Has perdido el juicio? Marco te quiere, Luca. Te quiere como si fueras su hermano de sangre, él no tiene la culpa de lo que fuera lo que le pasó a tu madre.
Parece que mencionarla a ella le afecta demasiado, porque todo su cuerpo se tensa y acaba alzando la voz.
—¡Ya es tarde! Empezó la partida y no queda más remedio que terminarla.
Trato de serenarme, porque si no lo hago no voy a ser capaz de seguir el hilo de tal delirio.
—Haz lo que quieras, pero yo no voy a seguir jugando. No puedo más, Luca.
—Lo único que nunca quise es que tú te vieras afectada por ninguna de las decisiones que he tomado para llegar a mi objetivo.
Parecía sincero, pero a estas alturas era difícil de decir.
—Pues lo han hecho, Luca. Siempre lo hicieron. Te dije que me gustabas, pero realmente no hacía falta que te lo dijera, te debiste haber dado cuenta hace tiempo, ¿verdad? Y aún así jugaste con mis sentimientos.
—No estaba jugando contigo.
—¿No? ¿Y a qué jugabas entonces? ¿A follarme y luego follarte a tu cuñada? —Se me escapa una risa cínica—. ¿Qué fue lo que en nuestra boda no te importó?
Su rostro se contrae, parece que le cuesta ponerlo en palabras.
—Eso...
—¿Te la follaste el día de nuestra boda?
Tarda unos segundos en contestar, pero finalmente lo hace.
—Sí.
De nuevo me azota la ira. Me siento todavía más estúpida. Sé que esa boda no era real y que pasara lo que pasara, no era de mi incumbencia, pero aun así se siente terrible. Los ojos se me humedecen pero lucho para reprimir el llanto.
—No me lo puedo creer. Estabas tan preocupado de que tus padres se tragaran nuestro cuento y no te importó poner en peligro que nos descubrieran si era para follártela —escupí.
—Shirley, escúchame... Realmente en ese entonces no creía que las cosas contigo pudieran evolucionar como lo hicieron.
No quiero llorar, no quiero.
—Te odio, Luca.
—Lo sé y lo acepto. Ese día en mi despacho me dijiste que me odiarías el resto de mi vida si despedía a tu amigo y ese día sentí miedo solo de pensarlo. Y finalmente ha pasado, me odias y supongo que lo merezco por todo por lo que has tenido que pasar por mi culpa. Nunca quise hacerte daño, pero lo hice. Sólo quería decirte que eres la persona más importante que hay en mi vida ahora mismo y que me gustas tanto que no soy capaz de vivir en mi apartamento sin ti. Nunca había sentido esto por nadie.
Mi corazón se oprime y una lágrima se desliza por mi mejilla. Estoy demasiado sensible. Me esfuerzo en apartarle la mirada, si continúo viendo ese rostro lleno de súplica, acabaré cediendo.
—Cuando me fui... ¿Volviste a ver a Isabelle?
Me va a doler.
—Sí —dice al instante—. Fue una vez y ya no volveré a verla más, no me importa nadie como lo haces tú.
Me abrazo a mí misma, completamente rota.
—Márchate. No quiero verte.
Se queda unos segundos ahí plantado, estático.
—Solo por favor, no me odies. —Va a salir de la habitación, pero se detiene justo cuando posa su mano en el pomo de la puerta—. Regreso a Italia en una semana. He comprado dos billetes, me hubiera gustado que volvieras conmigo. Sé que no va a pasar, pero no pierdo nada por intentarlo. Si regresas conmigo, no volverás a contabilidad. Si no quieres trabajar, no trabajarás, y si quieres un puesto en el departamento de diseño, lo tendrás. Te esperaré.
No digo nada y él se marcha. Es en ese momento cuando libero toda mi frustración. Me dejo caer en el suelo sin ser capaz de dejar de llorar. Me duele, me duele muchísimo. Me gustaría creer que es cierto, me gustaría pensar que realmente siente lo que dice, pero Luca Caffarelli es incapaz de sentir afecto por nadie.
Luca, me dueles.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro