Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

63| Stress in ufficio

SHIRLEY

*

No puedo creer que tenga valor de regresar a la oficina con esta cara. Temo la mirada chismosa de mis compañeros y la cadena de susurros que tendrá lugar una vez que pise el pie en el trabajo. Aunque lo que más temo es el momento en que me pregunten cómo me he hecho esta maldita herida. Puedo ser coherente y decir lo mismo que dije en urgencias, pero era una excusa tan mala que no estoy segura de si se la creyeron o no.

—¿Qué te queda? —pregunta Luca mirando el reloj de su muñeca.

Hago lo mismo y miro la hora en mi teléfono. Aún queda tiempo para entrar. Estoy ya vestida y peinada, pero sigo desayunando tranquila y a mi ritmo.

—Pues un ratillo.

Suspira y toma asiento.

—No tardes mucho.

Me quedo mirándole extrañada.

—¿Qué haces?

—Te estoy esperando para ir juntos.

Ahora lo estoy mirando como si tuviera delante a un vampiro, un hombre lobo o cualquier ser fantástico que justifique la cara de incredulidad que estoy exhibiendo.

—¿Has tenido un ictus esta noche? —Le doy un mordisco a mi tostada.

Fuerza una risa sarcástica.

—Muy graciosa.

Sonrío con picardía al ver que no pretende irse sin mí.

—¿Tienes miedo de que me vuelvan a secuestrar?

Sé que no le gusta mostrar que le importo ni lo más mínimo, aunque a estas alturas, sabiendo que no siente nada por mí, asumo que sí que le importo, aunque sea una minucia.

Se cruza de brazos y resopla. No espero que conteste a mi pregunta.

—Sí.

Una punzada de alegría se clava en mi pecho. Si continúa portándose bien conmigo, acabaré perdida. Más aun teniendo en cuenta lo que siento por él.

De repente, me observa con atención.

—¿Qué pasa? —Quiero saber.

—¿Qué te has puesto en la mejilla?

Supongo que se refiere a la gasa con tirita que he utilizado para cubrir la nueva decoración que llevo en el rostro.

—Pues una gasa, ¿no es obvio?

—¿Por qué? La enfermera dijo que no te cubrieras con nada para que la herida recibiera oxígeno y cicatrizara mejor.

Soy consciente de que si le digo que me da reparo que me vean los puntos se va a molestar. Pienso en una excusa, pero no se me ocurre nada.

Y quien calla otorga.

—No me digas que simplemente quieres taparte —vuelve a hablar.

—Pues sí. No quiero que la gente empiece a preguntarme qué es lo que me he hecho.

—Claro, porque si te ven llegar con un esparadrapo tapándote media cara no van a hacer preguntas —replica con sarcasmo. Me quedo sin argumentos y lo sabe—. Quítate eso. —Se levanta—. Y date prisa.


*

Nos dirigimos al trabajo en su coche. No hablamos mucho durante el camino, pero, cuando estamos a punto de llegar y adentra el vehículo en la zona de aparcamiento de la empresa, me surgen nuevas dudas.

—¿No te preocupa que nos vean entrando juntos? Podrías haberme dejado a un par de calles.

—Me da igual.

De nuevo, una alegría tonta se hace presente en mi interior.

No nos cruzamos a nadie cuando el ascensor abre en la primera planta y yo me apresuro en ir a mi puesto con la cabeza gacha y la mano cubriéndome todo el rato la cara. El corazón me late con fuerza. Estoy muy nerviosa por el qué dirán.

Cuando entro a la sala en cuestión, los que ya se encuentran allí se me quedan mirando extrañados. Trato de dibujar una sonrisa, pero me temo que debe ser la sonrisa más triste que he puesto en mi vida. Samuel ya se encuentra en su asiento y de repente recuerdo su dulzura de hace unos días.

—Buenos días —digo y él ni gira la cabeza. Parece como si estuviera enfadado conmigo, pero ni siquiera entiendo por qué—. ¿Cómo estás?

Sigue sin hablar. Quizá está avergonzado por mostrar su afecto. O puede que se sienta molesto porque no he aparecido por la oficina en días. Decido no insistir. Por tanto, el silencio se mantiene entre nosotros hasta la hora del descanso de la mañana, momento en el que Camelia se acerca a nosotros.

—¡Chica! —exclama mostrándose preocupada—. ¿Qué te ha pasado?

La primera interrogación empieza.

—Me corté con una copa.

—Mujer, lleva más cuidado —comenta—. ¿Te duele?

—Sí, soy un poco torpe. —Esbozo una sonrisa que se queda a mitad de camino—. Es un poco molesto para dormir, sobre todo, pero en general no duele mucho. También es incómodo si me río.

—Ya veo. Voy a por algo de la máquina. ¿Quieres algo?

—No te preocupes, ahora iré yo.

Me doy cuenta de que Samuel me está mirando con la frente arrugada. Sus ojos azules muestran descontento.

—¿Qué sucede?

—¿De verdad te has cortado con una copa?

—Claro que sí.

Vuelvo a intentar sonreír, pero la dichosa herida me lo impide.

Se levanta alterado y comienza a avanzar hacia la salida de la sección de las oficinas. Un mal augurio se manifiesta en mi interior, obligándome a ponerme en pie y seguirle.

—¿A dónde vas? —pregunto, pero no responde. Tan solo avanza a paso aligerado.

Para colmo, Luca sale del ascensor de la primera planta, cruzándose con nosotros.

—¡¿Has sido tú?! —inquiere Samu levantando la voz más de lo normal.

Camelia nos mira desde la máquina y otros compañeros que pasaban por allí se detienen. Es evidente que el tono de voz con la que se ha dirigido al jefe está completamente fuera de lugar. Miro a Luca agobiada.

—Samu, no es lo que piensas. Volvamos.

Trato de llevármelo del brazo, pero parece no escucharme.

—¡Responde!

—¿El qué? —habla entonces Luca y comienzo a ver como esto va a terminar fatal.

—No disimules. Sé que eres tú con el que se ha casado Shirley y también sé que no la tratas nada bien.

No me puedo creer que haya dicho eso delante de la gente. Nos están mirando con mucha curiosidad. Nunca le había visto así, sobre todo teniendo en cuenta lo reservado que es y lo poco que le gusta ser el foco de atención.

—¿Cómo dices? —cuestiona Luca. Parece muy cabreado.

Me pongo por en medio.

—No le hagas caso —digo.

—No te metas. —Su voz resulta cortante.

Me cabrea esa respuesta.

—Shirley se merece a alguien que no le sea infiel y que la respete —declara mi amigo. Por un lado, me siento enternecida y por otro estoy aterrada.

Doy un tirón al brazo de Samu.

—Vámonos Samu, no ha pasado lo que crees. En serio, vamos.

Finalmente cede y yo creo que este momento tenso ha pasado. No obstante, Luca vuelve a hablar.

—Tú, chaval. Te espero en mi despacho.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro