
26| Perché farlo per me?
SHIRLEY
*
—¿Qué ha pasado, cariño? —Quiso saber Nina cuando entré por la puerta con la mochila colgada a los hombros.
Dudé unos instantes sobre qué decir. No me parecía justo preocuparla. ¿Qué iba a decirle? ¿Su nieto es peligroso y fue a rescatarme de aquellos violadores a punta de pistola? Estaba claro que esa historia no se la podía contar a ella.
Ni a nadie, porque estaba sola aquí.
—Necesitaba salir de casa este fin de semana. —Fue lo mejor que se me ocurrió.
—¿Habéis discutido?
Me encogí de hombros.
—No realmente.
Ella cambió su expresión curiosa por una empática, relajando las facciones de su cara.
—Bueno, sea lo que sea, mi casa es tu casa.
—Gracias.
Le seguí hasta el salón, donde entró al mini bar con barra que allí tenía y agarró una copa.
Esta mujer no da tregua.
—¿Quieres una copa? —preguntó con una sonrisa festiva.
—No, gracias. —Mi estómago rugió—. Aunque no rechazaría un sándwich o algo —confesé con algo de pudor.
—Ahora mismo le digo a la cocinera que te haga uno. —Me guiñó un ojo.
Cené con ella viendo un reality show. En parte me sorprendió que le gustaran ese tipo de programas, pero tampoco la juzgaba; enganchaban muchísimo.
No volvió a preguntar nada sobre Luca ni nada que pudiera derivar en una conversación sobre él o lo que había sucedido. Lo agradecí totalmente.
—¡Venga, payasa! —gritó de repente al televisor con su copa en mano, la cual no la soltaba ni para ir al baño—. ¡Fóllatelo ya! —Pegué un brinco del susto en el asiento e hice lo posible por aguantarme la risa. —Sabemos que te pone cachonda desde el primer programa, joder.
Tuve que dejar escapar una carcajada. Verla tan ofuscada con un puñado de personas a las que ni conocía era muy divertido y, con la tontería, logró que dejara de pensar en Luca, en aquellos hombres y en aquella grabación.
Cuando pasó la medianoche, decidí retirarme a descansar. Subí al cuarto de invitados, dejé la mochila en un rincón y me metí en la cama vestida con el pijama que había esperándome sobre ella perfectamente doblado.
En la comodidad de aquel colchón fue cuando de nuevo mi cabeza comenzó a funcionar a un ritmo que no podía controlar. De nuevo, estaba abstraída en pensamientos que me hacían sentir inquieta, sola y aterrada. Me volteé hacia un lado, tratando de desviar mi mente hacia otros asuntos, pero de nuevo regresaba al punto de partida. Y entonces comencé a hacerme preguntas: ¿Por qué no borró el video? ¿Por qué conservar algo que sin duda podía incriminarle? Era absurdo.
¿Por qué hacer eso por mí?
*
A la mañana siguiente, me despertó el sonido de mi teléfono. Miré en la pantalla quien era el que llamaba: Luca.
Colgué. No me apetecía hablar con él y tampoco sabría qué decirle. Me desperecé entre bostezos y fui a asearme al baño y a vestirme. Cuando acabé, volví a mirar mi móvil. Tenía varias llamadas perdidas del susodicho y un mensaje.
Abrí WhatsApp.
¿Dónde estás?
No es asunto tuyo.
La respuesta fue casi inmediata.
Después de lo que te pasó la semana pasada, lo justo sería que me lo dijeras
Enarqué las cejas.
Norma de convivencia número 2.
Shirley...
Luca...
Bloqueé la pantalla de nuevo y bajé a desayunar. Nina esperaba dando sorbos a una infusión. Acentué mi olfato con el fin de buscar alcohol entre el olor de aquellas hierbas, pero no lo hallé. Aquella mujer tenía un problema con aquel estupefaciente, pero, ¿quién era yo para decirle nada?
Al cabo de unos minutos comiendo y escuchando la radio, habló.
—Ha llamado Luca. —Mi cuerpo se tensó. —Quería saber si estabas aquí.
—¿Qué le has dicho?
—Que sí.
Suspiré angustiada.
—Cielo, debéis arreglar las cosas.
Apreté el mango de mi taza con vehemencia, tratando de aguantar decir ninguna imprudencia, algo que, por cierto, se me daba bastante mal.
—Es que hizo algo terrible que no me quito de la cabeza.
La expresión de Nina reflejó pura preocupación, casi me pareció que temblaba su pulso.
—Oh, no me digas que te ha hecho algo.
Mierda.
—No, no.
—¿Seguro? No te habrá puesto la mano encima... Si es así no debes encubrirle, debes decírmelo. Eso no es algo que se pueda permitir.
Aquella abuela era la mejor.
—No es eso, pero hizo algo que no me gustó y ahora mismo no me siento cómoda si le miro a la cara. Necesito unos días para pensar.
—Claro que sí.
El resto del sábado transcurrió de forma tranquila; me permití el lujo de tomar el sol en una de las tumbonas del jardín con un margarita en la mano. Menuda diferencia el estar aquí que el estar en aquel apartamento. Ojalá no tuviera que volver; aquí me trataban como a una reina. Nadie me decía que estaba siendo malcriada o que me estaba comportando de un modo impropio. Tampoco tenía que fingir, aquí se sabía cuál era mi situación y por qué. No había que aparentar que estaba enamoradísima ni que estaba soltera.
En uno de aquellos momentos de tranquilidad, vino a mi mente aquella fotografía que encontré en el cuarto de Luca; la de aquella mujer. Había estado tan asustada por el video, que no me paré a darle muchas vueltas, pero era muy extraño que tuviera tal retrato escondido junto a algo tan incriminatorio.
—Oye Nina... —Ella me miró con atención, tumbada en su butaca de playa, luciendo un bañador íntegro, gafas de sol y un sombrero de amplias alas—. ¿Sabes si Luca ha tenido novia alguna vez? —me aventuré a interrogar.
Pude ver como se contenía las ganas de reír. Al parecer mi pregunta era absurda.
—¿Novia? ¿Luca? Por favor, Shirley, no bebas más que estás empezando a decir disparates.
Me contagió la risa.
—Ya, la verdad es que dicho en voz alta suena absurdo, con lo frío que es...
—Exacto. —Me observó con atención—. ¿Es por algo en especial?
Dudé de si era buena idea decir que encontré aquella foto. La curiosidad me estaba matando, pero finalmente decidí que, por ahora, era mejor dejarla tranquila.
—No, por nada. Mera curiosidad.
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