Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

18| Sono stato stupido

SHIRLEY

*

Cuando llegué aquel día a la agencia, el sol hacía rato que había comenzado a ponerse. Mi orgullo me hizo acudir pese a que mi instinto me estuviera diciendo que no era buena idea. Sobre todo, ir a aquella zona un viernes al anochecer. No obstante, el trato que me habían dado nada más entrar fue tan cordial como la última vez, algo que pronto me calmó.

Me recibió Carlo, al igual que la última vez. Nos dirigimos a la sala donde hicimos la sesión del último día, la cual había sido acondicionada por algunos muebles: butacas y sillas de playa, y algún que otro cojín, recordándome así que se trataba de trajes de baño. Tenía su lógica.

El fotógrafo era otra persona y cuando Carlo me lo presentó, noté como su mirada recorría mi físico de un modo analítico. Casi parecía que estaba fijando una puntuación a cada parte de mi cuerpo.

—Empezarás tú sola —informó.

"¿Va a dirigir el proyecto él?" Pensé en aquel momento, aunque no dije nada.

—Mira, allí —señaló un biombo que habían colocado en un rincón a modo de bastidor—, hemos dejado colgados los bañadores y bikinis que tienes que usar. Así no tienes que ir al servicio cada vez que te cambies y podemos funcionar más rápido. Los conjuntos irán de izquierda a derecha.

—De acuerdo, gracias —respondí con educación, acercándome al lugar indicado para cambiarme.

La primera prenda fue un bañador íntegro con motivos geométricos en su estampado. Era bastante bonito, aunque no tenía un espejo a mano para saber si me quedaba bien.

Me cubrí con una pequeña manta mientras me maquillaban y arreglaban el cabello, el cual no llevó mucho tiempo dado que lo traía perfectamente ondeado de casa.

Los primeros veinte minutos de sesión fueron con aquella prenda. Me hicieron posar con y sin gafas de sol, sobre la tumbona y en pie. El resto de poses con los otros bañadores fueron de la misma manera, hasta que finalmente llegó la segunda hora y con ella, los bikinis. En un inicio eran bastante normales, pero pronto empezaron a resultar más pequeños. Sentía que cubrían menos. Traté de no avergonzarme con ellos y me repetía que formaban parte del trabajo. Que todo aquello lo era y debía estar tranquila.

Sin embargo, no se iba la sensación de incomodidad que andaba arrastrando desde que empecé a enseñar más carne de la que creí. Sentía que la sesión con lencería mostraba menos que aquella. Y para colmo, el hecho de que Mónica no estuviera, no me calmaba.

Repentinamente, alguien llamó al telefonillo.

—Al fin —comunicó Carlo dirigiéndose a abrir, no sin antes añadir—: Son los otros modelos.

—Ah, vale... —Fue todo cuanto pude decir.

Al cabo de unos minutos, entraron dos hombres a la estancia. Aquello fue lo que terminó de provocar que mi corazón latiera de ansiedad y mis manos temblaran de preocupación. Había asumido que iban a ser otras mujeres y de nuevo, di por hecho demasiadas cosas.

Ambos rondaban los treinta años. Uno parecía mayor que otro y además estaba rapado, quizá rondaba por los cuarenta. El otro tenía un corte de pelo moderno, muy corto a los lados y más largo por el centro. Estaban bastante bronceados y lucían tatuajes por el torso. No me costó darme cuenta de aquello, pues se comenzaron a quitar la ropa allí mismo, obligándome a mirar hacia otro lado, provocando que se rieran de mí y haciendo que me sintiera todavía peor.

Ya llevaban los bañadores puestos, algo que ni de lejos me hacía sentir segura.

—Venga, poneos uno a cada lado —ordenó Carlo. Yo me encontraba sobre un cojín en el suelo del plató—. Shirley, no te pongas nerviosa, lo vas a hacer muy bien. Debes sentirte como una musa que ha logrado que ellos caigan a tus pies.

En algo de lo que decía tenía razón: yo soy una musa. Pero en aquel momento, mi enorme ego no me ayudaba a sentirme mejor. La advertencia de Luca resonaba en mi cabeza como si me estuvieran arrojando piedras en la nuca.

«Hay mafias. Hay tráfico de mujeres y redes de pornografía.»

Mierda. ¿Y si era verdad? ¿Y si tenía razón? ¿Y si este encuentro un viernes al anochecer solo tenía un fin? Antes de darme cuenta, el miedo crecía en mí.

Uno de los que me acompañaban en las fotos puso su mano sobre mi hombro, el otro sobre mi muslo. Se acercaban muchísimo y me dejaban caricias que no me resultaban nada agradables.

—Disculpad... —dije zafándome de ellos y levantándome—. Tengo que ir al baño. Es sólo un momento.

—Claro, guapa —respondió uno de ellos.

Noté como un escalofrío recorría mi espalda ante ese «guapa».

Fui a paso ligero, no sin antes desviarme rápidamente para coger mi bolso y, con él, mi teléfono. No mi giré para verles las caras, sabía que estarían en guardia por ello.

Entré en el servicio y eché el pestillo. Mi respiración era agitada a causa de aquellos nervios que comenzaban a asfixiarme. Tenía que llamar a alguien, pero no sabía a quién.

Finalmente, marqué el número de Nina, esperando que me contestara. Tuve que llamar dos veces porque a la primera me saltó el buzón de voz. Incluso en aquel momento me arrepentí de no haber pedido el número a Luca, aunque después de haberme ofendido por lo que me dijo, era ridículo hacerlo.

Al fin, la abuela descolgó.

—¡Nina! —exclamé en voz baja, esperando que ellos no me oyeran—. Creo que estoy en un problema...

—Cariño, ¿qué pasa?

—Estoy en la agencia de modelos que te dije. Me he encerrado en el baño. —Mi voz temblaba mucho más de lo que pensaba—. Estoy muy incómoda, creo que tienen malas intenciones.

—Tranquila, voy a llamar a Luca. Dime dónde estás.

—La dirección es... —Lo había olvidado. Empezaba por B, pero no me salía la palabra. La impotencia se aglomeró en mis ojos en forma de lágrimas—. No me acuerdo. Debe estar en mis registros del Maps.

—Tranquilla. Míralo y envíamelo por WhatsApp. Yo voy a llamar a Luca.

—Vale... —sollocé.

—No pierdas la calma, en unos minutos va en tu ayuda seguro. ¿De acuerdo?

—Sí...

—Venga, no hay tiempo que perder.

Colgamos y fui a abrir corriendo mi historial de búsqueda, pero no cargaba. Llegaba poco tráfico de datos. Ya podía darme con un canto en los dientes con haber logrado llamar.

Notaba como mis pálpitos resonaban en mis oídos. Estuve allí varios minutos hasta que acabaron por llamar a la puerta.

—¿Shirley? —Era Carlo—. ¿Sucede algo?

—No, todo bien.

—Sal ya, no perdamos más tiempo.

Nina dijo que debía quedarme aquí hasta que llegaran.

—Ahora salgo.

Hice tiempo. Todo lo que pude. Revisaba mi teléfono una y otra vez, pero nada.

De nuevo volvieron a llamar.

—Venga. ¿Se puede saber qué te pasa? —Le notaba irritado.

—Ya salgo —mentía.

—Si no sales ya, no te vamos a pagar. Nos estás haciendo perder el tiempo.

Tragué saliva. Necesitaba el maldito dinero.

—Perdonad.

—Escucha, tranquila. Entiendo que sea algo inesperado hacer fotos con dos desconocidos, pero apenas te van a tocar los brazos. Son solo unas veinte fotos, no te preocupes. Si estás nerviosa por eso, te aseguro que no va a pasar nada. —Ahora sonaba mucho más comprensivo.

Tanto era así que fui tan estúpida de creérmelo.

Salí con cautela, asomándome por la rendija de la puerta.

—Siento haberme encerrado —dije.

—Venga, acabemos cuanto antes.

Regresé al estudio y me posicioné sobre una silla de las que había. Carlo entró tras de mí con un vaso vacío y una botella de agua cerrada.

—¿Quieres agua? —Me preguntó.

Al ver como abría la botella y lo vertía, asentí.

—Sí, por favor.

Procuré estar atenta a que nadie echaba nada en la bebida, la cual ingerí de un trago. La ansiedad me había secado la boca.

—¿Empezamos de nuevo?

Asentí con la cabeza. Comenzó a echar fotografías y nosotros a seguir sus instrucciones. Todo parecía ir bien. Estaban siendo amables conmigo, me estaban dando espacio, apenas tenía la mano de uno apoyada sobre mi hombro, él se encontraba tras de mí y el otro estaba fuera de escena en aquel momento.

Sin embargo, antes de darme cuenta, mi cabeza comenzaba a dar vueltas. Sentía un enorme mareo y mi vista se emborronaba. Aquello no era normal, no me encontraba nada bien. Sentía que estaba perdiendo la consciencia poco a poco.

Estaba aterrada. Trataba de moverme, pero el cuerpo no me respondía. Traté de decir algo y las palabras no salían.

Al final había sido una imbécil. Me habían drogado y no me había dado ni cuenta. Noté como la mano de aquel sujeto bajaba de mi hombro a mi pecho, palpándolo. Hizo lo mismo con el otro. Incluso las introdujo por dentro del sujetador del bañador.

Quería llorar, pero mi cuerpo no respondía ni para eso. Escuchaba como mi móvil sonaba repetidas veces, ya ni siquiera sabía dónde estaba.

El otro chico se acercó, me sobó y aproximó su boca a mi cuello.

—Que alguien me ayude. —Creía gritar, pero tan solo era capaz de imaginármelo.

Cuando pensé que allí se había acabado todo, que me iban a hacer algo horrible de lo que nunca podría recuperarme, escuché como alguien daba repetidos golpes al piso de arriba. También oí gritos.

Carlo fue a ver qué sucedía, yo seguí con la mirada cómo salía de la sala de fotografía mientras notaban como cada vez pesaban más mis párpados.

Lo último que escuché antes de perder el conocimiento, fue un disparo. 

Ay, Shirley... Tendrías que haberle hecho caso a Luca, corazón. 

En fin, ¿qué habrá sido ese disparo? Mañana lo comprobaremos 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro