
16| Questa è Palermo
SHIRLEY
*
Al entrar a casa, estaba Luca fumando un cigarrillo en el balcón. No esperaba encontrarlo despierto. Directamente no esperaba encontrarlo en casa. Era de las pocas veces que estaba durante la noche en una de las zonas comunes. De normal, siempre estaba en su cuarto. O al menos era lo que yo asumía, pues siempre estaba la puerta cerrada y tenía prohibido entrar o siquiera llamar a preguntar. Y teniendo en cuenta su simpatía, prefería ahorrármelo.
—Hola —dije arrojando las llaves en el mueble de la entrada. Él se giró—. No esperaba verte.
—Resulta que vivo aquí.
Se me escapó una pequeña risa cínica.
—Nadie lo diría viendo la frecuencia con la que pasas por casa.
Esperé su réplica mientras barajaba las posibilidades en mi mente. Me había aficionado a ese juego de incordiarnos mutuamente.
Sin embargo, su respuesta no era la que yo esperaba.
—¿Dónde has estado? —Quiso saber.
Arrugué la frente.
—No es asunto tuyo —dije dejando mi bolso sobre una de las sillas del salón.
—Ah, ¿no?
—Norma de convivencia número tres —ni siquiera le estaba mirando mientras decía aquello—: "No te metas en mis asuntos". Equivale también para ti.
Apagó su cigarrillo en el cenicero y se cruzó de brazos mientras entraba del balcón.
—Me ha llamado mi abuela.
Ahí está el dilema.
En aquella ocasión sí que decidí darle la cara antes de aclarar aquello que debía estar inquietándolo.
—Si es lo que te preocupa, no le he dicho que tú me has insistido en que buscara trabajo.
—No, eso me da igual.
Hice una mueca con mi labio superior, levantándolo por el lado izquierdo.
—Entonces no entiendo qué pasa.
Se rascó la nuca mientras pensaba en las palabras que escoger.
—Pues que esto es Palermo.
No le sirvió de mucho pensárselo, al parecer.
Puse los ojos en blanco.
—Gracias, Google Maps.
—Hay mafias, Shirley —replicó elevando ligeramente el timbre, parecía alterado y aquello me confundía a la par que me ofendía—. Hay trata de mujeres, redes de prostitución y pornografía con tapaderas muy trabajadas.
No me podía creer lo que estaba oyendo. El muy sin vergüenza en serio me tomaba por alguien que se dejaba engañar fácilmente. En serio creía que había ido al nido de unos mafiosos a quitarme la ropa.
—¿Cómo te atreves a tomarme por imbécil?
Resopló con hastío.
—Lo digo por tu bien.
—¡No me hagas reír! —Lo apunté con el dedo índice—. A mí no me engañas. Esto es por la maldita reputación de tu estúpida empresa, ¿verdad? Debe resultar súper humillante que la esposa del prometedor Luca Caffarelli pose en lencería para revistas.
Pude ver como su rostro se desencajaba. Estaba claro que la parte de la ropa interior había sido todo un plot twist para él.
—¿De verdad eres tan confiada?
—No es que sea confiada, es que me aseguré de verificar la fiabilidad de la dichosa agencia. —Cada vez alzaba más la voz, pero no me daba cuenta. Mi indignación y decibelios iban de la mano en aumento—. Además, tú estabas desesperado porque encontrara trabajo y me ofrecieron un buen salario por una sesión. No tienes ningún derecho a meterte en eso. ¡Es más, como si me pongo a hacer la calle! ¡No es de tu incumbencia!
Tras gritarle aquellas últimas palabras, me trasladé a mi habitación tan enfurecida que acabé por dar un portazo.
A la mañana siguiente no le dije ni media palabra cuando me lo encontré en la cocina. Era tan temprano que habíamos coincidido mientras él se preparaba el desayuno. Al verlo manejar aquellas piezas de fruta, recordé que hacía dos días tuvo el detalle de dejarme el desayuno preparado. Me quedé con ganas de darle las gracias por hacerlo, pero me negaba a que aquello significara que mi enfado había pasado.
Odiaba que aquel cretino me tratara como si fuera el estereotipo de rubia idiota incapaz de trabajar. Estaba cansada de eso.
Troceaba unas fresas a su lado, mientras él calentaba una jarra de leche para acompañar su café. Parecía que él tampoco pretendía mediar palabra conmigo. Seguramente mantenía su posición.
Evidentemente, Luca no iba a bajar del burro.
Nos sentamos en la mesita a desayunar casi al mismo tiempo, aunque no negaré que estuve a poco de hacerlo en mis pertenencias. Estaba más incómoda que nunca, mucho más que la vez que me obligó a esperar a que terminara de comer para poder hacerlo yo. Recordar aquello incrementó mi furia, cerrando mi estómago y alterando la circulación de mi sangre.
Decidí distraerme mirando Instagram mientras daba sorbos a mi café. No era algo que ayudara, pues ver el recochineo de mis antiguas compañeras de la élite hicieron que se me revolvieran las tripas por completo.
No obstante, mi teléfono comenzó a sonar con una llamada entrante y en la pantalla rezaba el nombre de agencia de modelos.
Sonreí con malicia y miré de reojo a Luca, que también estaba enfrascado mirando su teléfono y a saber el qué.
Contesté al instante, tratando de sonar lo más animada posible.
—¡Hola! Al habla Shirley Jones.
—¡Shirley! —De nuevo era Carlo; mi descubridor según la directora—. ¿Llamo muy pronto?
—No, para nada. Dime.
—Me preguntaba si estarías disponible para otra sesión este viernes.
—¿Este viernes? Claro. ¿De qué se trata esta vez?
—Será para trajes de baño. Diversos estilos.
—¿Trajes de baño? —Posé la vista en Luca, que ahora sí presaba atención a lo que estaba haciendo—. Genial.
Dejó de golpe su taza, guardó su móvil en el bolsillo de su chaqueta y se puso en pie.
—Aunque esta vez estarás acompañada.
—¿Acompañada?
Pasó por mi lado y entró a la cocina, escuché como dejaba las cosas en la fregaza y al poco salía.
—Sí, ya sabes, otros modelos.
—Claro, claro. Está perfecto. ¿A qué hora?
—A las ocho.
—¿De la mañana?
Era mucho más pronto que el otro día.
—No, de la noche.
Aquello sí que me dio mal rollo. Busqué a Luca con la mirada y lo encontré atento a mi conversación. Si existía alguna razón por la que no debía rechazar la oferta, esa era él. Aunque también mi orgullo, pero no iba admitirlo.
—De acuerdo, allí estaré. —Colgué.
Esperé a que me dijera algo, pero en lugar de eso, agarró su maletín y se marchó.
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