Hablemos de todo lo contrario al cosquilleo estelar; a un movimiento, estiramiento, temblor y sacudimiento frenético. Al frío de la espalda de los grandes alpes; al ausente oxígeno fuera del aire. 

Un estremecimiento perpetuó, un mecanismo de defensa y, a la vez, un tormento. Un cortador de vida, de miradas y pensamientos. Aquello que paraliza los estiramientos; los lanzamientos y cualquier tipo de acto escueto. 

Se apodera de ti como una alimaña. Un virus potente que  no tiene cura, solo resistencia. Gracias a él nació la palabra valentía.

Estremecimiento perpetuó, como el latir del universo inquieto. Un sosiego que deja sin suelo donde pararse; algo que nos deja sin suela siquiera donde sentarse. 

Nos condena, ¡nos encadena!. Pero con ella, también nos atiende las ideas.

Maldito barón, que estremece y estremece todo cuerpo. Intentas dominarme, dejándome como un simple lacayo esclavo del parón.