Capítulo 3: Lucy
23 de agosto del 2015
Querida Lucy,
Veo que se ha tomado unos días para contestarme, pero finalmente lo ha hecho y le agradezco que lo haya hecho. Y solo por eso le daré un nombre. Tiene usted toda la razón del mundo, "El chico de la mesa número 3" no es un muy bonito inicio de cartas. Lo que sí, discúlpeme usted, pero no le proporcionaré mi nombre real, simplemente le daré mi pseudónimo, por decirlo de alguna forma. Llámeme Gastón por favor.
Debo decirle señorita, que me siento ofendido por sus palabras. ¿Compararme con el resto de mis compañeros de género? No señorita, todos somos diferentes, al igual que todas ustedes son únicas e irrepetibles, valga la redundancia. Confío plenamente en que sus palabras fueron provocadas por el calor del momento y no como una ofensa específica para mí. Créame que una vez también dije: "Todas las mujeres son iguales." Pero comprendí con el tiempo que no es así. Cuando su corazón sane, lo podrá ver.
Lucy, señorita, lamento con el alma haberla asustado, y agradezco profundamente que no haya utilizado el gas. No hubiera sido necesario, simplemente sentía en mi ser que debía encargarme de asegurarme que llegara bien a su casa. Le prometo que de ahora en adelante, las cartas no serán sin remitente. Bueno, en el caso de que usted desee seguir escribiéndose conmigo. Sería algo agradable poder charlar con alguien a la antigua.
En esta oportunidad no opino como usted. La caballerosidad no se mide en cuanto a eso. Puedo observar a una dama sin dejar de ser un caballero por eso. La caballerosidad pasa para con los actos que uno hace. ¿Acaso le dije algo que la ofendiera? ¿He actuado de alguna forma que la humillara? No diré si he actuado de alguna forma que la haya incomodado porque usted ya me está diciendo que sí, y por ello me disculpo. Pero a mi entender, la caballerosidad se mide por esto que le digo, cosa distinta es si tomamos en cuenta la fe. No sé que religión profesa usted, en caso de seguir alguna, pero es sabido por mucho que en una de las tantas religiones que surcan el planeta tiene el siguiente mandamiento. "No codiciarás la mujer del prójimo." Le recalco que no la he codiciado, no la miraba en ese sentido de deseo, con esto no es que esté diciendo que usted no es una mujer capaz de provocar el deseo en un hombre, sino que es una dama y mi mirada podría haberse malinterpretado.
Dice bien usted, hubiera sido un grave error acercarme a usted en el momento que su pareja ingresaba. Hubiera querido alejarlo de usted a toda costa para que no pudiera herirla. Al menos eso es lo que desearía haber hecho en cuanto noté lo que ya le comenté. Preferiría que me odiara a mí antes de que tuviera el corazón destrozado.
Insistiré con la lástima. Me da lástima que incluso habiendo leído todo lo que le conté que vi en él, usted siga defendiéndolo y buscando excusas para no aceptar la realidad. Llegará un día en que la realidad será más fuerte que usted y la golpeará de lleno, quitándole todo el aire de los pulmones. Será en ese momento en que usted dirá: "Gastón tenía razón. El hombre simplemente quería protegerme y yo no le hice caso." Ese día, será el día que más festejaré su carta. No será porque usted me ha dado la razón, será porque ese día usted se habrá dado cuenta de lo que ocurrió y podrá seguir adelante con su vida sin problemas.
En primer lugar, como usted a dicho, fui y soy un intruso. No hay discusión sobre eso. En segundo lugar, ¿también miraba a los camareros hombres cuando salían? De ser afirmativa la respuesta, me disculpo con usted por haber pensado mal de él. Y en tercer lugar, comparto su opinión, el café negro no es lo que hace que uno sea un hombre hecho y derecho. Lo que lo hace a uno así son sus actitudes y su forma de pensar, es sabido que no hay que dejarse llevar por lo que dicen los demás.
Siga pensando que era su chica especial. Usted misma lo dice. ERA. Sé que sueno muy grosero por la forma de decirle las cosas, pero es que sinceramente no sé de que manera hacérselo entender. Él parece un hombre aburrido con su relación y decidió terminar con usted cuando ya estaba con otra. Pero no es algo que quiera discutir ahora dado que aún no lo comprende.
No tengo palabra alguna ante sus mentiras. ¿No se da cuenta acaso? A mi no me importa si usted miente, no me duele. Cuando usted miente se hace daño a usted misma. ¿Corriente eléctrica? Sé de qué habla, pero le aseguró que sé que me está mintiendo. Es como si pudiera leerle la mente.
Nuevamente le pido disculpas por mi expresión, pero al parecer, a usted le gusta juntar basura. Sigue deseando que ese hombre vuelva a su lado. Déjeme decirle que esa basura volverá y si usted es capaz de sacarlo a la calle, le permitiré con todo gusto que me recriminé haberle enviado el sobre de azúcar.
Sus palabras finales son bien comprendidas y las tendré en cuenta.
Hasta pronto,
Gastón.
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