Las clases recién iniciaban en la Universidad Nacional de Seúl. Este semestre sería recibido una gran cantidad de alumnos, muchos de ellos de otras ciudades.

La mayoría se mostraban nerviosos al momento de ingresar, otros tantos se notaban emocionados y algunos más se veían sin ganas de llegar.
Sin embargo, había un chico que resaltaba entre la multitud de jóvenes que esperaba impaciente a que sus paquetes de inicio fuesen entregados; un chico de piel blanca, labios gruesos, cabello castaño claro y ojos marrones que mostraba una enorme sonrisa brillante. Su felicidad era notable y el brillo en sus ojos encandilaba a más de uno, a leguas se veía su personalidad positiva y soñadora. Su nombre, Kim SeokJin.

SeokJin recibió con una amplia sonrisa y una reverencia aquel delgado paquete envuelto en papel de estraza con su nombre impreso. Una vez se hubo alejado del gentío rompió cuidadosamente el papel por la orilla superior para extraer doce hojas impresas. En la primera, le daban la bienvenida al campus y el resto contenía información básica sobre sus clases y las áreas de la universidad. Sacó del mismo espacio una llave y un par de folletos sobre clubes a los que unirse, los cuales leería más tarde.

Encontró el edificio de seis pisos marcado con la letra C gracias al mapa del campus que tenía en su mano izquierda, mientras que con la derecha cargaba dos maletas y de su hombro colgaba una mochila con el resto de sus pertenencias, o al menos las que él consideraba necesarias, como por ejemplo sus productos para el cuidado del cabello y la piel, además de su secador de pelo y productos de higiene personal.

Subió un largo tramo de escaleras para llegar a su piso y buscar su habitación, que se supone compartiría con otro chico.
Una vez ahí recorrió el lugar con la mirada. Una pequeña sala conformada por un sillón de tres plazas, un puf y una mesa ratona era lo primero que se veía al entrar; en la pared frente a dicha sala se ubicaba una pantalla no muy grande. Del lado izquierdo de la habitación se ubicaban dos camas individuales perfectamente arregladas, cada una tenía su respectiva mesita de noche y una lámpara; se podían ver bien acomodadas por la habitación una serie de repisas y, al medio del lugar, una bonita ventana de tamaño considerable que llenaba la habitación con la luz que entraba por ella. Sin olvidar una puerta color negro que conducía al baño de la habitación.

Dejó sus cosas en la cama del lado derecho y comenzó a desempacar sus cosas; acomodó su ropa y zapatos ocupando la mitad del closet empotrado en la pared para dejar el espacio suficiente a su compañero, los pocos libros que llevaba y su computador los ubicó en una de las tantas repisas y, por supuesto, le dio un buen lugar a sus productos de cuidado personal.

Una vez satisfecho con la forma en que estaban organizadas sus pertenencias se sentó cómodamente en la sala con un libro en una mano y sus anteojos en la otra, se los colocó cuidadosamente y se centró en su lectura, si bien había leído ese libro ya dos veces no se aburría de él, puesto que era uno de sus favoritos hasta ahora.

No podía concentrarse del todo debido a su creciente curiosidad por el chico con el que compartiría habitación. Por lo que les habían dicho en la introducción una semana antes, los compañeros eran seleccionados aleatoriamente por una computadora y no existía posibilidad de cambio. ¿Cómo sería su compañero? Esperaba que fuese alguien inteligente, dedicado y divertido con el que entablar una conversación amena.

Unos veinte minutos más tarde el sonido de una llave siendo introducida en la cerradura de la puerta principal atrajo la mirada atenta de SeokJin, quien se puso de pié con una radiante sonrisa alisando las arrugas invisibles de su sudadera rosada, una vez vio entrar a aquella persona hizo una reverencia para darle la bienvenida.

- Mucho gusto, mi nombre es Kim SeokJin, seré tu compañero de habitación. Espero que nos llevemos bien. -