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7. Diecisiete.

Actualidad.

—¡Feliz 17 años Yuli! —gritan todos al unísono.

El reloj marca las doce en punto, y al instante los veo a todos a darme sus felicitaciones. Me encuentro algo abrumada, aún no puedo reconocer lo rápido que se me ha pasado el tiempo, pero no puedo contener la felicidad que me embarga al verme rodeada de tantas personas que se preocupan por mí.

—Gracias, gracias —decía, una y otra vez mientras me encontraba acorralada en una avalancha de abrazos.

Sé que ahora mismo estoy viviendo algo que hace años atrás había perdido, un momento de felicidad con personas que me quieren.

—Muy bien, suficientes abrazos y lágrimas de cocodrilo… ¡Es hora de abrir los regalos! —dice Rebeca.

Tiene la sonrisa de oreja a oreja más emocionada que había visto en ella alguna vez. Después de que Xavi hablara, la sonrisa se le borró.

—No no no, eso lo abrirá en cuanto lleguemos al pacífico, se nos está haciendo tarde —anuncia rápidamente. Empujó los regalos de entre los brazos de Rebeca de un manotazo.

—Hey, ¿y ahora porqué?, ¿el vuelo no salía a la madrugada? —ella se queja, vuelve a tomar los regalos con un puchero mientras yo me divierto con la escena.

—Déjala, que quiere ver los regalos ella también —le digo a Xavi.

—¡Qué curiosa! —espeta haciendo un mohín. Seguía intenando apartar los regalos de las manos de mi amiga.

—No es cierto —se defiende.

—Qué importa.

—¿No les parece aún más emocionante que lo abra cuando esté sola? —Xavi insiste, sin borrar el disgusto de su mirada. A mi me da completamente igual.

—Qué importa —repito.

—¡Vamos Yulissa!—me detuvo, mirándome con esos ojos verdes insistentes otra vez—. Al menos abre el mío después, no quiero estar presente cuando lo abras.

—¡Con que eso era! —suelta Eleonore.

Leslie y Eleonore estallan en risas cómplices, Leslie era algo así como la mamá de Beca, aunque no de sangre.
Xavi frunció el ceño con enfado, y luego pasó de nuevo su mirada de cachorrito hacia mí. Ya sabía que así no podía decirle que no.

—Está bien —me rendí, y alcé las manos—. Abriré todos los regalos cuando estemos en el avión, o cuando lleguemos a la casa de playa en la capital, como sea.

—Pero yo quería verlos también —se queja Beca, haciendo una mueca.

—Vamos, déjala que ella escoja cuándo abrirlas —le pide Leslie, tomándola de los hombros suavemente.

—¡Te lo dije! ¡Solo eres una curiosa! —bromea Xavi.

Mi mamá, mientras tanto, vuelve a reír, parecía que todo aquello le causaba diversión.

—Beca, te prometo enviarte fotos al instante en que los abra, y lo sabrás casi al mismo momento —le prometo, dedicándole una mirada suave y comprensiva. Ella ni siquiera se inmuta.

—Pero yo quería estar presente —dice, y arruga su bonita nariz—. Además no es lo mismo.

Bufé, y en realidad creo que todos lo hicieron al mismo tiempo.

—Entonces haremos una videollamada para que puedas asegurarte de ser la primera en verlo todo —ofrezco, volteando los ojos, ella se ríe por lo bajo.

—Está bien —contesta por fin, y sus ojos atrapan algo más allá de mi—. ¡Entonces hora de la comida!

—Pareces una niñita de 8 años —expresa Xavi.  La siguió detrás en cuanto ella salió corriendo hasta la cocina.

La idea había sido única y original de Rebeca, la única amiga que aún tengo. Recuerdo lo mucho que se le iluminaron los ojos cuando acepté que sucediera, y a Eleonore también se le subieron los ánimos, le encantaba la idea de pasar las primeras (o quizá últimas) horas de mi cumpleaños en el país.

—Vamos, come algo Yuli —me pide Eleonore, su mirada cae en la mía.

Me quedo por segundos mirándola sonreír, los miré a cada uno de ellos con paciencia, y observé lo felices que se veían. Tenía diecisiete ahora, e iría a unas vacaciones inolvidables de verano, tenían que ser inolvidables, Xavi lo había prometido cuando me las regaló.

—Está bien.

—¡Hora de poner algo de ambiente! —exclama Beca de repente.

Creí escuchar un bufido de parte de Xavi al momento en que ella se levanta de un salto del comedor y corre hacia la sala. Todos la seguimos dejando los cubiertos en el lavavajillas.

Momentos después, la música comienza a sonar de golpe en toda la sala, y Beca se muestra sonriente, escogió un tema lo suficientemente movido, cuando pasan los segundos ella ya está bailando frente a nosotros.
Me comienzo a morir de la risa cuando Xavi también se une a la fiesta, los dos siguen bailando la canción entre risas. Y en ése momento juro que no podía parar de reír.

—¡Ven!, ¡Vamos! —me animan.

Niego con la cabeza y me aprieto contra el sofá. Eleonore me mira, se ríe y agita la cabeza hacia los dos ridículos de mis amigos. La veo tan feliz, que de repente me siento culpable.
No había hecho nada más que hacerla sentir afligida durante los últimos años, perdiendo demasiado de su tiempo preocupada por mí que saliendo a distraerse.

—¡Bailemos! —me pide Eleonore, y considero muchísimo la idea de negarme, pero no pude arruinarle esa expresión del rostro.

De cualquier manera nada de eso importaba, o al menos no ahora, que había conseguido sacarles una sonrisa a cada uno.
Toda esa noche me la pasé increíble entre risas y bailes tontísimos. Y antes de caer en cuenta nos quedamos todos dormidos, cansados, con el estómago lleno. Y yo, con el corazón rebosante. Tanto que despierto un poco tarde de lo que planeaba al día siguiente.

—Hora de ir por las maletas —saluda Xavi, de repente aparece saliendo de la cocina justo cuando abro los ojos y me ve.

Su sonrisa reluce desde el otro extremo hasta mis cansados ojos, en realidad no tengo idea de cuándo se supone que él se despertó, pero parecía lo suficientemente limpio para apostar a que ya se había duchado.

—¿Acaso es que no dormiste nada? —me sorprendo, apenas se me escucha y la voz me sale ronca.
Cuando comienzo a desperezarme de a poquito, él suelta un risa y niega con la cabeza.

—Estoy acostumbrado a despertar muy temprano —comenta.

Arrugo la frente y lo veo meterse de nuevo a la cocina.
Ya después, termino yo metiéndome a la ducha, me desperté mentalmente lo mejor que pude, y traté de abrir mis ojos para acostumbrarme a la luz. Cuando acabo, Eleonore está de nuevo en la cocina, y ya casi me ha preparado todo el desayuno en una bonita presentación. A veces pienso que ni ella, ni Xavi duermen nunca.

—Buenos días, Yulissa —me saluda sonriendo.

Mientras ella batía unos huevos con efusividad, mezclando ingredientes, en el otro lado de la mesa estaba Xavi, parecía muy contento. No había nada en lo que él no fuera bueno, siempre he sentido un poco de envidia.

—Dentro de unas horas, Yulissa, te irás tan lejos, parece que fue ayer cuando...

—No —le interrumpo—. No hagas ésto demasiado sentimental, apenas me voy unos meses, por fa.

Xavi soltó una risita.

—Pero mírate, estás tan grande, y yo…

—También te quiero mamá, pero volveré, ya tranquilízate —le digo.

—Woah, le has llamado mamá —Xavi se sorprende.

—¿Y qué?

—Pues que no lo haces muy a menudo —se ríe.

—Es cierto —apunto, luego sonrío—. Pero eso no quiere decir que no la quiera, sólo me iré un tiempo, por mi cumpleaños. De hecho, creo que debí haberme ido hace tiempo pero cuando…

Las palabras se quedan sueltas en el aire, y no es que no pueda hablar de ello, a veces, realmente lo hago y apenas consigo mantener la calma.
Pero prefería evitarlo mientras pueda, me había costado un montón salir de allí y de hecho aún sigo sin poder conseguirlo.

—Eh... Lo entiendo, lo siento, no diré nada más —Eleonore rompe el silencio.

—Desayuna más rápido, si no quieres perder el vuelo —me pide Xavi.

Él se levanta de un salto, y va caminando hacia la sala. Eleonore me mira con arrepentimiento.

—Lo siento.

—No pasa nada —aseguro.

Después de todo el sentimentalismo, los abrazos y demás, consigo ver a Beca salir corriendo a mi encuentro en la puerta de entrada.

—¡Yuli! —chilla acercándose a mi, luego me rodea en un abrazo.

—¡Que ya se está haciendo tarde! —se queja Xavi.

—¡Mejor cállate, mimado! —le grita ella en respuesta.

Y me abraza aún más fuerte.
Creo que aparté la mirada formando una gran "O" con los labios, y miré velozmente hacia Xavi. Él estaba sorprendido al igual que yo, de hecho su rostro mostraba mucha confusión, se enfadó cuando comencé a reírme a carcajadas.

—Ah, te quiero tanto, Yuli ¡Realmente me vas a hacer falta! —empieza diciendo, su aliento olía a pasta dental, una pasta muy dulce.
Todo en ella siempre resultaba dulce.

—Beca…

—Espero que realmente la pases increíble, hazlo por mi —prosigue, se ríe un poco pero no me suelta.

—Quiero que me prometas que me contarás todo lo que suceda, ¿estamos? y me llamarás, ¡Y haremos esa videollamada que dices! —me exige. Todos los presentes reímos negando con la cabeza.

—Por favor… —insiste Xavi.

—Lo prometo —respondo para mi amiga.

—Te quiero —me dice, una vez más, y finaliza el abrazo depositando un beso en mi coronilla. Un gesto que me toma por sorpresa.

—Yo igual —contesto pero levanto las cejas.

Me alejo y las miro a ella y a mi madre por unos breves segundos, asiento con la cabeza sin prestar demasiada atención a todas las cosas que me piden que haga cuando me estoy por subir al coche.

—Es hora —anuncia Xavi, por cuarta vez consecutiva, y le hago caso, les lanzo un beso a las dos y tomo una maleta.

—Creo que a ti también a lo mejor voy a extrañarte, mimado —murmura Beca, se está refiriendo a Xavi.

Él abre la boca para decir algo pero inmediatamente luego la cierra y sonríe.

—Enserio, las voy a llamar, y volveré, espero que estén bien hasta entonces —me despido.

—¡Suerte! —me gritan las dos, el coche arranca.

—¡Pásalo bien!, ¡Llámame!

Volteo los ojos ante sus gritos pero asiento efusivamente.

—Oh Dios, ni que fueras a irte por diez años—se queja Xavi, negando con la cabeza aparentemente divertido.

—Lo sé —concuerdo.

Y no puedo contener una sonrisa.

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