5. Actualidad ✔️
Existía un pequeño sitio bonito, quizá no del bonito al estilo imágenes en Pinterest e Instagram, pero en el que sentía que fluía mucho. Igual que el cauce del mar que, justamente desde donde yo estaba parada, caía en cascada entre unas rocas enormes y acantilados muy cerca de la orilla. Tenías que situarte a la misma distancia en la que yo estaba para oír el silbido del viento que arrastraba unas cuantas olas, y el ruido del agua que golpeaba mientras caía. No podía apartar la mirada de allí. Me quedé horas pensando mientras lo admiraba todo.
Esta vez quería seguir escribiendo para Xander, pero desde nuestro escondite secreto favorito. El que compartíamos desde pequeños. En el que me encontraba ensimismada ahora mismo. Llevé en mis manos la libreta y el bolígrafo, unas mantas y almohadones, mis más grandes ganas de salir adelante y la inspiración para seguir contándole cómo lo estaba llevando todo sin él.
Tuve que tomarme unos minutos para reprimir esa presión en el pecho y el nudo en la garganta.
Escribí, y cuando acabé, dejé a un lado el papel y el bolígrafo. Casi como si ansiara desahogarme, las lágrimas salieron sin pedirme permiso, estaba harta de llorar. Ya casi se hacía de noche. Recosté mi cuerpo sobre las mantas y almohadones, mientras el helado soplido del viento me recordaba que debí haberme puesto una sudadera antes de salir de casa.
Muy cerca de nuestro escondite, arribando unos cuantos metros, se encontraba la casa de los Contreras. Desde que abandoné ese sitio después de enterarme de lo que sucedió, no volví a pisar ese lugar. De hecho, me mantuve espectante desde mi habitación a cualquier noticia.
Xander jamás apareció, incluso han pasado más meses de los que puedo contar. Perdí la noción del tiempo, dejé de ir a la escuela. Dejé de ver mis series favoritas, apagaba la luz porque apenas podía soportar verme en el espejo. Cerraba los ojos hasta quedarme dormida, despertaba en las madrugadas porque tenía pesadillas. En las pesadillas me despertaba sin recordar que él ya estaba muerto, bajaba las escaleras y comprobaba que mamá aún seguía con vida.
La ansiedad que me recorría el cuerpo era insoportable, no quería seguir viviendo así.
Las ojeras comenzaron a aparecer la cuarta vez que bajé al cuarto de mamá. La quinta vez que tuve un ataque de pánico. La sexta vez que dejé de comer, y lancé la comida al basurero.
Los días se volvían cortos, las noches se volvían pesadillas.
Xander murió pero no pudimos velar su cuerpo. Mamá contrató una psicóloga para que me explicara que el luto no se había consumado gracias a la ausencia de un cuerpo, pero que existían alternativas.
Lancé los discos de The Lumineers y The Beatles al fondo del mar, sentí que fue una despedida, pero algo seguía sin llenar esa necesidad de luto.
Finalmente, comencé a escribir.
Finalmente, me encontré sentada en un sitio además de mi habitación, era la primera vez que volvía a salir en mucho tiempo. Estaba totalmente segura de que cuando mi madre se diera cuenta de que no estaba, se preocuparía por mi, y no la culpaba, mi estado mental parecía más alterado de lo normal. Ahora creo que muchos de nosotros no tenemos idea de qué tan volátiles podemos llegar a ser hasta que nos quitan algo que amamos.
—Está helado aquí afuera —la voz de Xavi me sorprendió mientras aún mantenía los ojos cerrados, los tuve que abrir por la impresión.
—¿Qué haces...? ¿Cómo me encontraste? —acusé levantándome de las mantas extendidas sobre el suelo.
Quería insultarlo por interrumpirme, pero la verdad es que no pude recriminarle nada en cuanto él me cubrió el cuerpo tiritando de frío con una chaqueta de lana negra.
—¿Mejor? —preguntó.
Pensé en lo poco que este Xavi me había hablado de su hermano, era como si en el fondo respetara mi manera de lidiar con el luto, no me hacía las típicas preguntas de cómo ibas o cómo te encontrabas... No hablaba de él en absoluto, ambos no queríamos hacerlo, la despedida fue tan superficial para la familia que casi no se sentía como una. Pero si tuviera que admitirlo, nadie amaba más a Xander que su medio hermano Xavier.
—Sí —admití articulando con los labios un gracias.
—De nada, deberíamos regresar adentro —anunció, con la voz demandante, de las que no podías renegar porque finalmente era una sentencia. Tuve que aceptar.
Caminamos tomados de la mano entre las rocas que desnivelaban la arena y espesaban el camino. La neblina que comenzó a hacer presencia y la oscuridad de la playa más allá del agua. Finalmente visualizamos la casa de playa en la que habían vivido él y su hermano Xander desde siempre. Dudé realmente de si estaba preparada para volver a entrar.
—No —gemí deteniendo el paso, a unos centímetros de la entrada de su casa.
Xavi me observó dolido, algo en él me hizo sentir mal por no poder ser valiente ahora.
—Lo siento —balbuceé.
Xavi negó suavemente y me sonrió.
—No te preocupes, lo entiendo perfectamente —su voz fue inesperadamente tranquila—. Pero te perderás los croissant con chocolate caliente que acabo de preparar para nuestra merienda.
Arrugué la cara ante su declaración, era una trampa cruel, yo amaba sus meriendas de tardes frías. No estaba segura si sería capaz de rechazarlo, no había probado un bocado de nada en todo el día.
—Necesitas volver a probarlas, por los viejos tiempos, ya se te van a notar los huesos —intentó bromear, sin esperar respuesta entró dentro de su casa no sin antes robarme su chaqueta de lana.
El frío me recordó que no había mejor opción.
—Mierda —exhalé posando un pie dentro de su casa—. A veces te odio con toda mi alma.
Cuando entré mi cuerpo comenzó a temblar de vuelta gracias a que la temperatura había bajado considerablemente durante esos minutos. Tuve que cerrar la puerta detrás para que el muy imbécil me ofreciera su chaqueta de nuevo, con una sonrisa tirando de sus labios.
—Pues yo sí que te quiero.
Se fue dejándome en la sala de estar, cruzó un pasillo y entró a la cocina. El aura de ese hogar se había vuelto tan lúgubre que tuvo que encender todas las lámparas en un intento por animar algo el ambiente. Prendió un par de velas y las dejó reposar sobre la encimera gris, rodeó ésta con unos platillos llenos de crossaint. Y cuando el chocolate caliente fue servido en las tazas, me invitó a sentarme sobre la silla de la encimera gris.
Siempre creí que la mejor sección de la casa de los Contreras era su cocina comedor, con vistas hacia la playa, baldosas marroquíes del antepecho en color azul. Con una isla mejor organizada que mi propia vida, potenciada con espejos, macetas, y más baldosa marroquí. Un toque de madera blanca y marrón. Lámparas en tonos más calientes y velas aromáticas.
Todo parecía pensado para ser el centro de la atención de cualquier huésped. El foco, la presencia de la mano santa de Xavi, no podía ser otra cosa más. El condenado era un perfeccionista a capa y espada.
Después de beber chocolate y comer el postre sentí mucho sueño. Charlamos durante horas con Xavi, reímos un poco, y finalmente me dejó ir a dormir en lo que antes era su habitación.
Olvidé mencionarlo, Xavi abandonó esa casa.
Aún así, me negué a dormir en cualquier habitación que no fuera la de Xander. Solo tuve que asomarme para oler su perfume llenando su habitación. Fingí frente a Xavi que no sentía nada especial al entrar allí, pero mi pecho saltaba constantemente por los latidos de mi corazón.
Dormí allí sola, y al día siguiente mamá me despertó gritando que le había dado el susto de su vida.
—¡Llamé a Xavi y no me contestaba!
—Le pido disculpas señora Eleonore, tenía el teléfono apagado. —la voz de Xavi intentando calmarla repitió disculpas todo el resto del día.
—Ya vámonos a casa, hijita.
Xander se hubiera burlado de su hermano y mi madre si aún estuviera aquí.
Sentí un nudo en la garganta. El golpe de la realidad a veces llegaba cuando quería compartir algo con él, y ya no podía. Mis ojos se cristalizaron un poco, pero soporté las ganas de llorar.
—De acuerdo.
Me levanté, y segundos después noté que ambos se habían quedado demasiado callados. Giré la cabeza y observé al señor Contreras. El padre de Xander y Xavi. Me observó con lástima, algo confundido por mi presencia.
—¿Qué está pasando? —cuestionó mirando a Xavi, él simplemente apretó los dientes sin dar ninguna respuesta.
—Ya iba irme a mi apartamento de todas formas —citó para mi madre y yo—. Las dejaré en el camino.
Arrugué la frente, era algo totalmente fuera de mi conocimiento el hecho de que no se dirigieran la palabra, antes no podían estar despegados por el trabajo y los intereses en común que compartían. Sentí que estaba metiéndome en medio de algo que no era de mi incumbencia, así que aclaré la garganta y pronuncié un "Por supuesto, ya me lavo la cara y salgo".
Ambos hombres se alejaron sin pronunciar palabra alguna, me detuve antes de entrar por la puerta del baño y fruncí el ceño.
¿No podía ser que se culpaban por lo que le pasó a Xander o si? ¿Rompieron su relación de padre e hijo perfectos? No podía haberme dado cuenta todo este tiempo que me encerré en mi habitación y no fui consciente de los cambios que sufrieron a mi alrededor.
Xavi ya no era el hermano perfecto de antes, se había convertido en un lobo solitario otra vez, exactamente igual a cuando apenas había ingresado a la familia de Xander cuando nos enteramos de su existencia.
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