1. Perdí a un amigo.✔️
Alto ahí. Antes quería mencionarte que en los comentarios dejé la PLAYLIST OFICIAL de Océano.
Tres años antes. El inicio.
Cuando la puerta se abrió despacio, y pude identificar a mamá cruzándola, supe que algo en esa mañana sería diferente.
Esa sensación apareció, me llenó el estómago de cosquillas, y se extendió hasta la punta de mis dedos. Era una sensación electrizante. Primero pensé que a lo mejor olvidé algo esa mañana que no podía recordar, porque creía que un vacío extraño me acompañaba durante toda la clase de Matemáticas y la de Historia.
¿Pero por qué supe que sería diferente?
Eleonore, la señora que me dió la vida, nunca me recogía, porque el medio hermano de mi mejor amigo nos recogía a ambos. Lo que lo hacía extraño.
Aún así, cuando la ví cruzando el umbral, al encontrarse su mirada con la mía, contra todo pronóstico, ella me sonrió.
Ok, a juzgar por su sonrisa e ignorando la punzada incómoda que llevaba en el pecho desde temprano, podrían significar solamente buenas noticias. ¿Quién sabe? Tenía que dejar de dramatizarlo todo.
Dejé salir todo el aire que contuve, sintiéndome más aliviada.
—Parece que estás en problemas, amiga. —Rebecca, una compañera de clase, señaló hacía Eleonore, dándome un codazo primero.
O puede que Rebecca tenga razón y sean todo lo contrario a buenas noticias.
Arrugué la cara, pensando en ello, para luego fregar las palmas de mis manos contra mi uniforme. Sudaban, no me había dado cuenta de que sudaban.
—¿Qué puede hacer tu mamá por el instituto tan temprano? Nunca viene si no es por amonestaciones —continuó hablando. Rebecca parecía igual de confundida que yo, sino más.
—Iré a hablar con ella ¿Me cubres con el profe? —le pedí, antes le di una rápida palmada en los hombros y recogí mi mochila.
—¡Obvio! Te pones al día más tarde —aceptó.
Le grité un agradecimiento mientras avanzaba apresurada hacía la entrada en dónde mamá estaba esperándome. Su mirada se movía explorando cada rincón que me rodeaba, parecía intranquila, se fregaba las manos, pero se esforzó demasiado en ocultarlo que no me habría dado cuenta.
Pero lo hice.
—Yulissa —me nombró. La saludé con un rápido beso en la mejilla.
—¿Mamá? ¿Qué haces aquí?
Sus ojos esquivaron los míos.
—¿Recuerdas lo que te dije hoy en la mañana? Quería disculparme —comenzó diciendo, mi cabeza tardó unos segundos en procesar sus palabras, pero sí lo recordaba.
Ella fue quien me acercó al instituto en su Volvo rojo esa mañana. Le pedí entre bromas que me autorizara viajar a las costas oceánicas por mi décimo quinto cumpleaños, pero ella había dejado en claro que no me dejaría cruzar la frontera sola. En realidad, era una conversación que todavía teníamos pendiente, no iba a rendirme tan fácil.
Lo que no esperaba era que ella cediera tan rápido y tan de pronto.
—Sí... ¿Disculparte?
Mamá hizo un gesto de arrepentimiento.
—No debí gritarte, ni ser tan dura contigo.
Parecía que algo más la tenía intranquila, si no la conociera tan bien, hubiera pensado que recapacitó respecto a que soy su única hija y que merezco su apoyo. Pero sabía que no era así, ella estaba arrepintiéndose porque algo le había sucedido en el camino.
—No te preocupes.
—Mira, hija, yo solamente quiero tu felicidad ¿De acuerdo? Lo que pasó es que me asustó mucho la idea de perderte. —Eleonore frunció las cejas y soltó un corto suspiro—. Imaginarme que cruzabas la frontera tu solita y tan lejos de mí... Yo solamente... No podía.
—Mamá... ¿Estás bien? ¿Tienes fiebre? —dramatizé tocándole las mejillas y la frente con la parte posterior de la mano.
—Hablo enserio, hijita.
—Mamá, no necesitas explicarte, es obvio que no eres demasiado permisiva porque estás aterrada —expliqué con calma, le sonreí un poco y comencé a acariciarle el rostro con ternura—. Pero no te preocupes, ¡estoy creciendo! No estoy convirtiéndome en papá, no voy a abandonarte.
La sola mención de ese hombre causó que mamá torciera el gesto con desagrado.
—¡Ay Yulissa! Por favor, ni lo menciones. —Golpeó mis muñecas rechazando mi intento de consuelo.
—Igual acepto tus disculpas solamente si me das el permiso —intenté.
—Sí, pero ¿Sabes qué? Ya lo decidí, puedes ir.
Chillé tan fuerte de la emoción que no pude evitar saltar sobre ella y abrazarla con fervor. Era un sueño planeado desde hacía meses, y la idea de viajar por fin, se volvió posible desde el momento en que la familia Contreras me consiguió los boletos del avión como regalo de cumpleaños.
Oh, sí. Xander Contreras, olvidé mencionarlo. Él es mi mejor amigo, el responsable de que estuviera cumpliendo ese pequeño capricho por el que chillaba como una idiota abrazada a mi mamá.
—¡Ya! ¡Ya! Suficiente, muchos abrazos falsos, más tarde hablaremos de las condiciones que tengo, primero... Necesito que me acompañes.
—¡Sí, sí! ¡Lo que tú digas, mamá preciosa! —fingí afecto, mientras le daba otro abrazo pegajoso.
¿Qué había con éste jueves que las cosas me salían tan bien? ¡Eleonore aceptó el viaje! ¿Había noticia mejor que esa? No podía esperar a contárselo a Xander. Y él que dudaba de mis capacidades de convencer a la mamá menos permisiva del planeta. Já ¡Lo hice!
—¡Mamá! ¡Esto tengo que contárselo ya mismo a Xander!
La expresión de mamá de repente se contrajo de una manera dolorosa y el color había abandonado su rostro por completo. Le sonreí, pero mi sonrisa fue congelada y convertida más en una mueca de confusión que de alegría. ¿Por qué se puso tan pálida?
Giré sobre los hombros en busca de alguna pista a mi alrededor, las personas cruzaban en masa durante el recreo, había mucha gente; padres, alumnos y profesores. El patio estaba lleno de posibles causantes. Por lo que me fue difícil identificar algo.
Bueno, no había tiempo para sus problemas internos. ¡Ahora había que festejar! No, ahora había que comenzar los preparativos, dentro de muy poco cumpliría años e iría también a cumplir uno de mis mayores anhelos.
Mi familia no era exactamente adinerada, no estaba acostumbrada a tener todo lo que quería, o a vivir con la comodidad que deseara.
Esa fue la primera vez que me permití soñar más allá de las cuatro paredes de mi minúscula habitación. ¡Y se sentía inexplicable!
—¿Qué te pasa en la cara, mamá? ¡Tenemos que organizar todo ya mismo!
—No, escúchame, primero tenemos que irnos de aquí —me interrumpió con velocidad, me tomó de los hombros suavemente y me indicó la salida—. Tienes el permiso del director para retirarte temprano, tienes todas tus cosas en la mochila ¿Verdad?
Asentí eufórica ignorando mis propias sospechas. No había tiempo para pensar en nada más, estaba emocionada con el viaje de mi vida.
Por primera vez, me sentí libre e independiente.
Una vez que ví el coche de mamá, paré en seco y giré para enfrentarla con la frente arrugada.
—¿A dónde estamos yendo? —pregunté. Eleonore abrió la puerta del copiloto y me empujó hasta que terminé adentro.
—Tu amigo Xavi me pidió que te llevara a su casa, mi amor —contestó con dulzura.
Habían etapas en las que mamá se ponía muy cariñosa, pero normalmente sucedía cuando se acercaba la fecha de su aniversario de bodas con ése... hombre que aportó el esperma para mi nacimiento.
No era algo que esperara que sucediera allí en ese preciso instante, no obstante, no me molestó.
—Oh... de acuerdo —acepté con tranquilidad.
No me molestaba ver a Xavier, pues él era justamente el medio hermano de mi mejor amigo, y nos llevábamos bien.
De hecho, me hacía feliz, aprovecharía para contarle que conseguí el permiso para el viaje. Ambos hermanos Contreras se pondrían muy felices conmigo. Y estaba claro que Eleonore no me dejaría viajar sin que Xavier nos acompañara, ya que él ya había alcanzado la mayoria de edad. Y por mi ¡Perfecto!
El chico que me gustaba, mi mejor amigo y la playa. ¡Más que perfecto!
El corazón se me aceleró mientras iba abrazada a mis rodillas sobre el cinturón de seguridad puesto.
—¿Sabías que la tía Roberta está ansiosa por recibirte el verano próximo? —comentó distraídamente—. Te extraña, Yuli, desearía que dejaras la fiesta en paz y te reconciliaras con ella.
—Mamá no quiero hablar de la tía Romuerta, no la soporto —dije, ya cansada del mismo tema de siempre.
—¡Ay Yulissa! No la llames así, por favor, ¿al menos podrías hacer un esfuerzo? No sé, una tregua para la próxima navidad.
—No lo creo, mamá, y por favor ya deja el tema.
—Tenemos que estar más unidos, la familia es todo lo que tenemos al final, mi amor —volvió a insistir, tenía la voz cargada de melancolía.
—La familia es una gran mentira —me negué, evadí su presencia girando la vista hacia la ventanilla del coche y resoplé—. Se supone que son quienes deberían apoyarte, pero terminan siendo los primeros en criticarte.
—No digas eso, Yuli —se lamentó, ni siquiera pude mirarla, apreté los dientes—. Sabes que ella es boca suelta, no quiso burlarse de tí.
—¡Dios! Es que no quiero ni mencionarla más.
—Está bien, lo entiendo nena, pero piensa en lo que te digo...
—¿Para qué me estás llevando con Xavi? —intenté cambiar de conversación.
Ni siquiera era necesario volver a recordar las mil y un veces en que esa mujer de la que lastimosamente estoy emparentada, aprovechaba cualquier descuido para comentar de forma maliciosa acerca de mi vida; de mis gustos, mi pelo, mis notas, mis amigos, mi habitación o mis elecciones.
—Ya te dije, mi amor, él me lo pidió como favor —contestó evadiendo mi mirada. Me encogí de hombros.
Xavier pidiendo verme no era algo muy raro, últimamente nos veíamos mucho cuando Xander no estaba. Era involuntario, pero nos hicimos amigos, era algo de lo que tenía que hablar con Xander, mamá lo sabía.
Su medio hermano estaba comenzando a gustarme.
Me aferré tanto a la buena noticia que me brindó minutos antes, que no podía pensar en nada más que en el viaje, que en la sensación de estar creciendo, de estar convirtiéndome en una mujer libre, llena de energía y plena.
Pero todo eso duró muy poco.
—Él está esperándote dentro de la casa, mi amor.
Me encogí de hombros instintivamente, y bajé del coche con cuidado. Solamente al momento de pisar la tierra firme del patio frontal de la casa de los Contreras, fue cuando caí de golpe en la sensación extraña que me había acompañado todo el día.
Ahí estaba otra vez, más intenso que antes. No entendí por qué mi cuerpo reaccionaba así, me sentía débil. No comprendí si los latidos constantes e irregulares de mi corazón se debían a la emoción o la expectativa.
Pero no me gustaba nada lo que me hacía sentir.
Me giré para estudiar los movimientos de mamá, ella estaba bajando del coche ¿Por qué? ¿No estaba solamente de paso?
Entonces estallé.
Me adelanté tan rápido que en un segundo ya estaba subiendo las escaleras, y no esperé a tocar el timbre, abrí la puerta con tanta fuerza que la escuché chocar fuerte contra la pared. Sé que había sido una exageración haber sido tan brusca, pero de repente me había ganado la ansiedad.
Y fue cuando ví a Xavi.
Lo recuerdo perfectamente porque lo haría durante el resto de los largos días que me esperaban.
No dudé en correr hacia él, algo dentro mío me empujó a reaccionar como una loca, algo me decía que encendiera mis defensas, en alerta.
—Xavi ¿Por qué me querías ver? —le exigí, para ese momento ya lo presentía muy fuerte, por eso ni siquiera le dí un saludo.
Estaba hablando en voz muy alta, me sentía acelerada. Cuando intenté respirar hondo para tranquilizarme, caí en cuenta de que mis manos apretando su hombro comenzaron a temblar muy levemente.
¿Y ahora qué me pasaba?
Lo primero que él hizo fue darme dos besos a modo de saludo. ¿Era eso lo que se hacía en éstos casos? Dos besos, los conté porque por más que la situación me superara, el efecto que tuvo en mí no fue el esperado.
No sentí mariposas en el estómago, ni tampoco me puse nerviosa, no me importó en absoluto.
Lo que yo quería era que el día se terminara de una vez, porque no podía controlar más esa sensación.
—Bueno, habla —exigí.
—De acuerdo, fui yo quien le pidió a... tu mamá que te sacara del instituto. —Sus ojos verdes brillaron al verme tan cerca, mis manos apretaban con ansiedad sus hombros—. Porque necesitaba verte y hablar.
Eso fue lo primero que lo escuché decir.
Mamá estaba esperando afuera, desde allí no podía oír nada, no entró a interrumpirnos en ningún momento.
Abrí la boca nuevamente para preguntar, pero me detuvo con una seña levantando la mano. Me callé, porque estaba hipnotizada con sus ojos. Xavi no apartó sus ojos de los míos en ningún momento.
—Siéntate —ofreció, me acompañó al sofá, nos sentamos tranquilamente, me tocaba los muslos con afecto—. Sabes que esta es como tu segunda casa.
Siempre me sentí pequeña a su lado, cada vez que nos teníamos de frente, pero al momento de tomar asiento y estar a la misma altura que él, por primera vez, esa sensación desapareció.
—Tengo que decirte algo, y necesitas saberlo ahora mismo —comenzó, cuando esas palabras fueron pronunciadas, quise huír, porque ya estaba hecho.
Lo que yo sentía era un mal presentimiento. Y tenía miedo de averiguarlo. Ni siquiera pude preguntar porque la voz me fallaba.
—Escúchame muy bien, presta atención.
De repente un pitido silenció todo lo demás a mi alrededor y me concentré en sus ojos. Asentí despacio, sus manos acariciaron mis muslos de una manera tranquilizadora, también se había puesto tan serio que no pude interrumpirlo.
Se escuchaba el pitido incesante, los segundos se me hicieron eternos. Supe que mi mal presentimiento era más grande de lo que esperaba.
Y cuando lo dijo, mi corazón parecía haberse detenido.
—Es sobre Xander, yo estaba junto a él ayer, en la noche. Él... tuvo un accidente, decidimos salir a pescar en la noche pero luego llegó una tormenta, que causó que cayera al agua y... —se detuvo para verificar que le estaba siguiendo, no pude emitir ningún sonido—. Yuli, lo que acaba de pasar fue terrible, lo siento más que nadie, de verdad.
No pude asimilar sus palabras, hacían un eco en mi cabeza una y otra vez y me parecía que lo había dicho en un idioma que yo no podía comprender.
—Tienes que saberlo por mí, creemos que Xander se ahogó.
Sus palabras conectaron de repente, cuando lo hicieron comenzó a costarme respirar. Miré sus ojos, él no lucía para nada bien, con tan sólo ver su expresión en ése momento entendí que de verdad se sentía culpable.
—¿Escuchaste lo que te dije?
Su voz fue apagándose, dejé de escucharlo. El pitido sonaba cada vez más intenso, me ensordecía. Pero él seguía hablando.
—Llamamos a emergencias, los bomberos, la guardia civil, todos ellos aseguran que no hay esperanzas, ya murió, es imposible que no lo haya hecho a estas alturas, lo están buscando.
Una risa nerviosa y amarga se escapó de mis labios.
—¿Que dijiste? —me apresuré a decir, con un hilo de voz.
Quería hablar más fuerte, pero no podía. El golpe fue tan duro, que sentía que la que se estaba ahogando era yo. Y nadie podía ayudarme.
—No es cierto, eso no es posible, el miércoles él estaba bien.
—¿Escuchas lo que te estoy diciendo? Está muerto. Están buscando su cuerpo, para velarlo.
Sentí como si un mazo gigante se hubiera estrellado contra mí, dejándome noqueada. El golpe fue intenso, directo al corazón. Era tan fuerte que entendí que me había roto en mil pedazos. Y aún así, volví a repetirlo.
—No es cierto, no es cierto... No, no está pasando.
Las primeras lágrimas rebeldes se resbalaron por mi mejilla, llevándome la contra.
Sí, sí está pasando.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro