Capitulo XXIX:
Luego del ritual de sangre las noches se habían vuelto más sombrías. La luna ya no hacia su aparición habitual para brindarnos luz, y la marea hubo aumentado. En ocasiones teníamos que despertar del sueño para ir a luchar fervientemente contra un mar que ansiaba con matarnos.
La tormenta de lluvia incesante e incontenible junto a los despiadados golpes de truenos explotando, me hacían saltar en ocasiones de la cama, pero el capitán siempre me calmaba abrigándome una vez más a su pecho.
El navío solía moverse constantemente de maneras bruscas, debido a que las olas del mar intentaban hundirnos. Acatábamos entonces las órdenes del capitán corriendo de un lado a otro, luchando con las enormes velas del barco y con el pánico de que el cualquier momento "la bestia susurrante" pudiera rendirse.
Jamás en mi vida había visto olas tan descomunales. Tan grandes y tan densas que alcanzaban un nivel más alto, pero mucho más alto que el navío. Las observaba estar por encima de mi cabeza, con mis ropas por completo empapadas y mi corazón retumbando con temor en mi pecho; pensando cada noche en que quizás hoy sería nuestro último día.
Todos dentro de la embarcación llegamos a la conclusión de que, el océano se encontraba enojado con nosotros por aquella masacre que ejecutamos con nuestros propios compañeros.
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Terminaba de organizar el desayuno junto a Michell, quien ahora era el indicado para ayudarme con esta labor.
Cuidaba cada movimiento que hacía con el fin de no dañar la herida vendada en la palma de mi mano. Debía admitir que algunas cosas se me hacían difíciles de hacer, más sin embargo no quería molestar al capitán con mis debilidades, él ya tenía mucho de qué preocuparse.
— ¡El desayuno capitán! — exprese con entusiasmo apenas ingrese a su oficina, observando como de nuevo hubo pasado toda la noche leyendo libros.
— Buenos días Jimin — saludo sin apartar la mirada del libro que ahora leía.
— Buenos días ¿tostadas? — le pregunte.
— Por favor — tomé así una tostada con mi mano buena y con la ayuda de un cuchillo, unté sobre ella la mermelada de fresa.
Camine llegando hasta el capitán y entre risas él le dio una buena mordida a la tostada que deje en su boca. Se veía tan tierno mordiendo aquella tostada que mis impulsos me llevarán a esta misma, para yo también tomar una bocanada directamente de su boca. Reímos risueños y nos separamos para masticar con más tranquilidad antes de ahogarnos.
— Sino come lo obligare a comer. No me dejara la cena casi completa igual que ayer — dije caminando hacia la mesa para tomar el desayuno del capitán.
— Si me alimenta todos los días así le aseguro que me comeré hasta la última migaja — decía al observarme con esos ojos traviesos que tanto lograban estremecerme. Tome otra tostada y unte de igual manera esta. Iba a proceder a llevarla a su boca cuando algo en la biblioteca del capitán capto mi atención.
— ¿Ha leído esta zona de aquí? — pregunte caminando hacia la estantería.
— Aún no llego a esa parte. Estoy dividiendo mi lectura en secciones — explico.
—"La mort des sirènes"... La muerte de las sirenas — susurre para mí al leer el lomo del libro oculto entre tantos otros — ¿qué es esto? — sujete aquel libro azul desempolvándolo un poco y al abrirlo, note enseguida que toda la lectura de este libro estaba escrita en francés.
— ¿Qué es? — pregunto el capitán observando el libro entre mis manos.
— Es un cuento sobre sirenas, contiene dibujos — recorrí con mis dedos las páginas del libro en el intento de encontrar algo útil — solo parece ser una historia sobre un mundo ficticio.
— Jimin, sacuda el libro hacia abajo — lo observe sin comprender, pero acatando la orden y cuando lo hice una delicada hoja cayó al suelo.
— Aquí — expreso el capitán sujetando la hoja del suelo — ¡esto es lo que dejo mi mentor! — dijo con sorpresa llegando a él y me acerque a su lado para leer lo que la hoja tenia escrito — las sirenas son seres viles y despreciables que se aprovechan de los marinos perdidos, creando planos de imaginación en sus cabezas para luego ahogarlos y poder comer sus corazones. Poseen una lengua viscosa que utilizan para sujetar a sus presas y cuando estas se resisten, estas mismas lenguas esparcen en las pieles de sus víctimas veneno. Este veneno solo se puede contrarrestar si la victima ha entrado en un sueño profundo. De ser así, a la persona envenenada se le debe dar a beber el agua hervida de las hojas de litrozona. Una planta muy escasa que solo se suele hallar detrás de cascadas. Sus avistamientos han sido en lugares como las amazonas y las islas costeñas de España ¡España! ¡Nos encontramos en España Jimin!
— Advertencia, dar de beber las hojas de litrozona no garantiza que la persona envenenada despierte del coma, debido a que cada organismo es diferencia y todos reaccionan de manera distinta — leí la escritura de más abajo y sentí como mis ánimos regresaron a cero.
— Pero hay que intentarlo Jimin. Nada perderemos por intentarlo — afirmo el capitán y yo le di la razón sin muchas esperanzas.
— ¡Capitán! — llamo Joel a la puerta. Por lo que el hombre a mi lado salto en su sitio y se fue directo a abrir la puerta.
— ¿Que ocurre Joel? — pregunto al estar frente a él.
— Michael ha despertado capitán — aseguro el hombre barbudo.
Nos miramos por unos segundos y sin dirigirnos ni una palabra, corrimos hacia los camarones donde Michael seguramente nos esperaba con sus alegrías.
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Cuando llegamos a los camarotes pude observar como Michell y otros piratas cuidaban de el de rulos, quien ahora yacía postrado en cama con vendas sobre su cabeza, y algunas enrolladas en uno de sus brazos.
— Hola Michael — salude acercándome a él notando como su ojo aún seguía hinchado y de un tono verdoso.
— Hola Jimin — respondió con su voz débil, observándome directamente a los ojos. A pesar de no estar en las mejores condiciones me brindo una de sus clásicas sonrisas de labios, la cual yo con gusto le devolví.
— ¿Cómo te sientes? — pregunte por cortesía.
— Como si me hubiese aplastado una maldita ancla — respondió haciéndome soltar algunas risas por sus ocurrencias.
— ¿Tu brazo se ha roto?.
— No, solo se ha torcido un poco. Ni en mis peores orgias he terminado tan jodido.
— Ay que cosas dices — reí abriendo mi boca sintiéndome avergonzado. Michell se levantó en ese momento de la silla en donde se encontraba, otorgándome entonces el asiento.
— Michael — llego el capitán a mi lado saludando al de rulos.
— Oh, hola capitán — pronuncio apenado con su labio roto.
— ¿Ya te has alimentado?.
— Sí, Michell me dio de tomar sopa hace poco — afirmo.
— Bien ¿crees poder hablar?
— Eso pienso — sus ojos nerviosos y ese pequeño temblor al hablar me indicaron que a algo le estaba temiendo.
— Correcto. Michell, los demás... Salgan un momento a cubierta, necesitamos hablar en privado — dijo el capitán sujetando mi mano para que entendiera que yo debía quedarme.
— Por supuesto capitán — vi como el doctor tomo el plato vacío que alguna vez llego a contener sopa y se marchó con los otros escaleras arriba. El capitán camino entonces hacia la compuerta y se cercioro de que esta misma no pudiese ser abierta.
— Capitán... Por favor — susurro Michael siendo esto un imploro.
— Lo lamento Michael, pero necesito saberlo ¿recuerdas quién te ataco? — pregunto ya estando cerca de nosotros.
— Si. Recuerdo más bien el ataque por que no pude ver su rostro, este se hallaba cubierto por una bolsa de tela.
— ¿Una bolsa de tela? — pregunte en desconcierto.
— Sí, de esas que usamos para guardar las papas — hablo frunciendo el ceño debido a que su cabeza le había provocado dolor.
— Dime exactamente que recuerdas — insistió el capitán.
— Luego de que Jimin se marchó a llevarle su almuerzo me quede en la cocina ordenando los platos de los tripulantes, cuando de pronto alguien golpeo mi cabeza con algo. No pude ver que era. Caí al suelo adolorido y con mi cabeza sangrando y sentí otro golpe, en ese momento mi visión se tornó borrosa, pero pude ver la bolsa en su cabeza y que además este hombre era obeso. No sabría reconocer sus ropas, casi todos usamos el mismo estilo.
— ¿Obeso? Podría haber sido Utonio él fallo en la prueba de lealtad capitán — le recordé como aquel hombre hubo fracasado en el ritual de sangre.
— ¿Hubo un ritual de sangre? — pregunto el de rulos exaltado.
— Si — conteste.
— Diablos me hubiese gustado estar ahí — reí por su tontería, para luego volverme al capitán y contemplar como parecía tener un debate interno.
— Por ahora no veremos a nadie como culpable, solo descansa para que puedas reponerte de este terrible ataque.
— No se preocupe capitán, estaré bien. Ya es la onceaba vez que la vida intenta matarme, pero creo que ni la muerte me quiere.
— ¿Cómo es posible que casi en tu lecho de muerte aun sigues haciendo bromas? — le pregunte entre risas.
— Hay que reírse de la vida, no siempre todo es malo — afirmo acomodando su cuerpo adolorido en la hamaca.
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Cuando la luna se sentó sobre el cielo termine de asear a Hope con ayuda del capitán, mientras Michell se encargaba de cuidar a Michael. Ya no éramos muchos en la nave por lo que teníamos que hacer más trabajos de los que se nos había ordenado en un primer momento. Ahora además de ayudar en la cocina y encargarme del cuidado de Hope, tenía que asear la cubierta del barco junto a otros dos piratas más. Para mi fortuna el capitán siempre estaba ahí ayudándome en lo que necesitará. Sus días ya no los veía a través de las ventanas de su oficina, ahora se atrevía a salir, a estar más tiempo afuera, a dejar que el sol iluminará su rostro y me hacía feliz verlo siendo más sociable.
— Su brandy capitán — sujetó el vaso que tendí en su mano y de un solo sorbo se acabó todo el contenido.
— Gracias Jimin — agradeció dejando el vaso en el escritorio — quizás en dos días lleguemos a una isla costeña de España. No descansaré hasta encontrar esa dichosa planta — decía al mismo tiempo que tomaba mi mano herida. Me estremecí un tanto cuando vi que su intención era deshacerse de la venda que cubría mi palma, pero por curiosidad lo deje continuar.
— Usted es un gran líder. No cualquiera tendría tanto empeño por salvar a alguien de su tripulación — le halague contemplando como beso mi herida con ternura con sus cálidos labios.
— Lamento haber tenido que hacerle esto, de ser por mí no lo hubiese hecho, pero...
— Pero quería demostrarle a Joel que yo no soy el traidor — termine de decir lo que tenía por seguro que él diría, y lo vi sorprenderse por ello alzando su mirada a mí — los escuche hablar el otro día — le hice saber.
— Yo confió en usted.
— Lo sé, no me molesta que mi lealtad haya sido puesta a prueba ni tampoco la de los demás. Ya me acostumbré a estas situaciones — dije alejándome de él para llevar a su escritorio su cena.
— Jimin ¿usted me teme? — pregunto haciéndome analizar por un corto momento la respuesta.
— No le temo a usted, sino a lo que es capaz de hacer — tome el plato de la bandeja y lo deje entonces servido sobre su escritorio, mientras analizaba si mi respuesta fue la correcta.
— Yo también me doy miedo a veces, pero mi vida se basa en hacer el trabajo sucio que nadie más quiere hacer. Quizás por ello tengo enemigos en mi propia nave, quizás por ello uno de los míos se amotino y asesino a mi Yawaca para luego querer hacer lo mismo con usted... Yo no debería hacer estas cosas — expreso con melancolía y yo tome su triste rostro para acariciarlo y dejar un cálido beso sobre sus labios.
— ¿Quiere que le lea? — le pregunte aun sosteniendo sus mejillas.
-Por favor - acepto entre murmullos.
Por más que mi raciocinio me impulsara a querer decirle todo lo que estaba haciendo mal, ese ya no era yo. No tendría el corazón para decírselo. Tal vez que el capitán fuese capaz de matar a los suyos como también de tortúralos, ya era motivo suficiente como para tenerle temor, pero a mí no solo me aterraba eso. Más allá de los asesinatos a personas inocentes y los hurtos, mi temor era a su dualidad.
Me preguntaba cómo era posible que sus ojos fuesen tan encantadores, como al mismo tiempo opacos y llenos de demencia cuando torturaba. Para mí era imposible de creer que ese mismo hombre que besaba mis labios con pasión y tocaba mi cuerpo con delicadeza, fuera luego aquel que asesinaba a sangre fría sin importarle el llanto o las súplicas, sin importarle nada ¿era de este hombre del que yo estaba enamorado? Tan siquiera ¿estaba enamorado?.
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Esta isla era hermosa, no había lugar a duda. Con su arena blanca, flora exuberante y clima apacible hacia el habitarla un gran jubilo para quien tuviese la posibilidad.
Caminaba por ella con el capitán frente a mí y otros dos piratas a mis espaldas. Nos encontramos en busca de una cascada y según el mapa que sostenía el capitán estábamos muy cerca de hallarla.
— Debemos llegar a ella antes de que anochezca o las bestias nos destrozaran — dijo el pirata detrás de mi llamado Ethan.
— ¡¿Bestias?! — grito temerosos el último en la fila estremeciéndose por ello.
— Si, como jaguares, tigres, panteras y solo Dios sabe que más.
— ¡¿Que?! ¡pero entonces deberíamos correr en lugar de caminar! — el pirata temeroso llamado Federico intento adelantarse en la fila, pero el capitán lo detuvo del brazo.
— ¡Ninguna bestia nos comerá! Ya deja de infundir el pánico Ethan — hablo el capitán.
— Lo lamento capitán — se disculpó con la cabeza baja.
— Ahora vuelve a tu lugar Federico — ordenó el capitán — la encontraremos antes de que el sol se ponga, estoy seguro.
La flora en esta isla era tan espesa que por momentos sentí que nos hallábamos en una jungla, pero ver el mar a la distancia era algo que me tranquilizaba y me hacía recordar en donde nos encontrábamos.
— ¡Escucho agua capitán! — aviso Ethan.
— Sí, yo también lo hago ¡es por aquí! — él señalo con su dedo una ruta y lo seguimos a paso rápido intentando no tropezar con las ramas en el suelo.
Mis ojos se iluminaron como unas estrellas en el ocaso cuando la vi. Su caída era alta, pero no en extremos y conectaba con un río que parecía desbocar a solo unos kilómetros.
— Es esta — afirmo el capitán guardando el mapa en su saco.
— Es hermosa — me atreví a decir, cerrando mis ojos para escuchar la tranquilidad que traía el agua al caer.
— Por todos los santos que esa planta esté aquí. Ya me cansé de caminar — dijo Federico tomando del agua del río junto a Ethan quien lavaba su cabello.
— ¿Pero cómo haremos para llegar ahí? — le pregunté directamente al capitán.
— Para eso trajimos la soga - dijo al tomar la soga que Federico hubo dejado en el suelo, para luego verlo sacar de su propio saco vendas —yo subiré — aviso.
— ¿Que? pero capitán... — mi alma se sintió débil al pensar que algo malo podría ocurrirle.
— No tema Jimin, he escalado montañas mucho más grandes que esta cascada — tomo mi barbilla y la acaricio brindándome una de sus cálidas sonrisas de labios. Cuando sus dos palmas estuvieron vendadas y la soga se hallaba envuelta en su hombro, el capitán se dispuso entonces a escalar la cascada, usando la estructura rocosa de la misma como escalera — si fracaso en subir me aventare al rio, no debes temer por mi — decía abrigándome mi rostro con una de sus manos.
— Lo hago capitán, pero creo en usted — tal vez yo iba a fracasar en subir, pero él era un hombre fuerte y con aptitudes altas, sabía que era capaz.
Antes de iniciar con su proeza se despidió de mi besando mis labios y observe como los dos hombres detrás de mi intentaron ocultar sus risas burlonas. El capitán sin más ajusto la soga en su hombro y comenzó a escalar mirando hacia el frente. Yo moría de miedo, pero debía demostrar fortaleza y carácter.
La exquisita destreza con la que escalaba me demostraba que esto ya lo había hecho antes. Me intrigaba conocer cuántas aventuras había vivido, como para poseer estas habilidades. Pero mi corazón brinco y apreté mis puños cuando contemple como por poco se resbalo. Lo más probable era que las rocas se encontrasen húmedas por el agua de la cascada, lo que por consiguiente hacia que las mismas fuesen resbaladizas.
— Dios casi se me sale el corazón del pecho — expreso Federico, quien era muy cobarde como para ver todo lo que sucedía, optando entonces a cubrir sus ojos con las manos.
— ¿Y cómo sabrá el capitán que planta es? — pregunto Ethan.
— Encontramos un dibujo de esa planta en uno de los libros de biología — explique.
Mi espíritu se sintió aliviado cuando observe al capitán tocar suelo firme, pues hubo llegado a la cueva detrás de la cascada.
— ¡Que hermosa vista hay desde aquí arriba! — le oí gritar y sonreí ampliamente al verlo reír — ¡suban ustedes! ¡ayuden a Jimin! — ordenó el capitán luego de atar la soga a una roca y dejarla caer hacia nosotros.
— ¿Subiremos? — no podía negar que atreverme a subir alturas era algo que me aterraba como nunca.
— Pues claro ¿sino para que subiría la soga? — respondió de manera obvia Ethan.
— ¡Confié en mi Jimin! ¡yo no lo dejaré caer! — dijo el capitán al notar como mi cuerpo se tensó y mi piel se volvió más pálida.
— ¡Lo haré! — grite desde abajo cuando Ethan ataba la soga a mi cintura.
— Solo debes escalar un poco, el capitán luego se ocupará de halarte — me hizo saber Ethan y yo asentí con inseguridad.
Sujete la cuerda firme y con mis pies me eleve en el aire para comenzar a escalar en vertical. Solo esperaba que las largas horas de entrenamiento con el capitán fueran de utilidad ahora.
Contemple como el suelo se veía cada vez más lejos y el capitán cada vez más cerca. El sol pareció entonces sonreír a mi lado al posarse sobre mi rostro, y la brisa fresca despeinando mis cabellos le brindaba paz a mi alma, haciéndome sentir en armonía con la situación. Todo era más familiar o al menos así lo sentí cuando tomé la mano del capitán y él me hubo recibido con un gustoso abrazo para luego besar mis labios. El capitán había tenido razón aquella vez. Pues yo al igual que él me sentía con vida al estar a su lado.
Besos y abrazos gracias por leer 😊😊
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