Capitulo XXII:
Corrimos escaleras abajo junto a Hope y cuando vi a una parte de la tripulación rodeando algo que no podía ver, tuve un mal presentimiento.
El capitán se abrió paso entre los hombres y cuando estos se apartaron vi a Yawaca echada sobre el suelo, pero no estaba dormida... como hubiese deseado que así lo fuera.
— La encontré así cuando vine a darle su cena — dijo Hope espirando con fuerza. Tapé mi boca con mis dos manos y sentí como mi cuerpo se helaba.
— Largo... — mascullo el capitán quien estaba ahora de rodillas frente a Yawaca. Pretendí ir a su lado hasta que me asusté por oírlo gritar — ¡largo todos! — bufo y antes de irme vi como su rostro era la viva representación de un sufrimiento profundo y dantesco. Entonces oí su llanto desgarrador, y mientras subía las escaleras lo vi tomar el cuero de Yawaca entre sus manos y echarse encima de su cuerpo fallecido.
El llanto se hizo presente en mis ojos y horrorizado escuche una vez más sus gritos de dolor, de ira. Las paredes retumbaron y no había lugar en el barco donde no se escuchará su lamento. Hoy el capitán había perdido una compañera, una amiga, una hija; el único ser al que le había brindado su amor incondicional. Mi corazón dolió al igual que mi espíritu. Me quebré y decidí despojarme de este pesar en mi hamaca. No tenía ni siquiera las palabras correctas o indicadas para definir lo que sentía. Solo sabía que mi pecho ardía y que lamentaba con tortuosa agonía que esto le ocurriese al capitán.
Quería abrazarlo, tener su rostro en el hueco de mi cuello mientras acaricia su cabello para luego decirle que todo iba a estar bien, pero ¿Cómo iba a estar todo bien? Si la vida le había arrancado lo que más amaba de una manera repentina y cruel.
Grito de nuevo y escuche el sonido de sus cuerdas vocales desgarrándose. Aterrado cubrí mis oídos al ya no desear escucharlo sufrir y me quedé dormido con la impotencia de no haber podido hacer nada por Yawaca.
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— Jimin despierta — Hope me despertó y al sentarme sobre la hamaca sentí como mi pecho se ahogaba. Mi corazón latió con ímpetu y mis ojos ardían debido a que mis lagrimas me lastimaron.
— ¿Qué sucede? — pregunte cuando el oxígeno regreso a mí y me permitió hablar.
— ¿Puedes acompañarme a buscar al capitán? — pregunto y yo sin más asentí. Necesitaba verlo, necesitaba decirle cuanto lo sentía y que estaría a su lado afrontando este difícil momento.
Bajamos con cautela junto a Michael y observe a pesar de la poca iluminación, como el capitán yacía dormido encima del cuerpo sin vida de Yawaca. Era una escena tan deprimente que no pude acercarme con totalidad a él, quedándome entonces al lado de Michael mientras Hope pretendía despertarlo.
— Capitán, capitán — movió su brazo de forma calmada, entendiendo que no podía actuar como de costumbre, sino que debía ser delicado y tener tacto.
— ¿Mmm? — murmuro el capitán apenas abriendo sus ojos rojos e hinchados.
— Debemos hacer algo con Yawaca capitán — hablo el castaño casi en un susurro.
El capitán se levantó del estómago de la felina y desconcertado rasco sus ojos sin entender aun la situación.
— Si... — afirmo musitando las palabras y dándole otra vista a Yawaca — quiero enterrarla, junto al mar... a ella le gustaba el mar — se expresó con sus ojos apagados y su mirada al suelo. A pesar de su dolor se colocó se pie y avanzo.
Yo solo deseaba salir corriendo hacia él y abrazarlo. Todo en el manifestaba pesar. Desde su ropa arrugada y manchada, hasta su cabello despeinado y sus ojos hinchados junto a esa expresión opaca. Cuando estaba a punto de cruzar la reja su cuerpo al igual que su alma se desvaneció.
— ¡Capitán! — gritamos todos al unisonó. Por suerte estaba lo suficientemente cerca de nosotros como para que Michael haya logrado tomar su cuerpo entre sus brazos, ahorrándole una fría caída al suelo. Me acerque a él con temor, pensando en que algo malo le ocurría.
—Llévenlo a su recamara, necesita descansar. Yo veré que hago con Yawaca.
— Está bien — dije tomando las piernas del capitán mientras Michael sostenía su pecho, y así lo llevamos escaleras arriba.
— Acuéstalo sobre la cama y quítale la el saco y la camisa, yo buscare ropa limpia para vestirlo — me ordeno Michael y así lo hice. Quité primero su saco, para luego desamarra el nuevo en el pecho de su camisa y con cuidado la fui subiendo desde su cadera hasta pasar cada manga por cada uno de sus brazos. — dámela — le pase la camisa arrugada al de rulos y la dejo a un lado — ven, te ayudare a colocársela — Michael se sentó a la espalda del capitán y subió esta para que yo pudiese pasar la camisa por sus brazos.
— Debemos asearlo — dije al ver el rostro del capitán manchado por las lágrimas.
— Voy a traer agua tibia espera un momento — dicho esto cruzo la puerta y me dejo a solas con el capitán inconsciente.
Mis ojos se volvieron a él y mientras lo observaba no pude evitar sentir pena por él. Su cuerpo no pudo soportar lo que su corazón por tanto tiempo tolero. La inquietud por no saber cómo ayudarlo se apodero de cada parte de mi ser y sin medir consecuencias me eche sobre su pecho fragmentado. Tal vez no podíamos abrazarnos de la manera debida, pero este abrazo incompleto era lo único que podía brindarle al capitán en mi inmensa pobreza de soluciones.
Cuando el agua tibia hubo llegado, sujete la gaza que Michael me dio y con ella limpie el rostro del capitán. Como anhelaba que nada de esto fuese real; que todo haya sud un mal sueño, que ahora cuando debía llevarle el desayuno a Yawaca ella saltase sobre mí, y recorriera mis manos con su lengua, pero nada podía ser más cruel que la verdad, la cual me abofeteaba con tanto vigor que yo sin más caía al suelo como una hoja endeble.
— Jimin ¿estás bien? — pregunto un preocupado Michael al verme llorar cuando aún no terminaba mi labor.
— No — negué con la cabeza secando la mucosidad de mi nariz con el dorso de mi mano - ¿Qué paso?
— No lo sabemos — negó el de rulos con la cabeza — la encontramos cuando ya sus ojos se habían perdido en la oscuridad — dijo Michael lamentándose.
— Que horrible... pobre de Yawaca y del capitán — exprese en un hilo de voz a punto de quebrarme del nuevo.
— El estará bien, te lo aseguro. Su vida ha sido tan dura que tuvo que aprender a sobrevivir de estos problemas — dijo el limpiando su rostro de las lágrimas próximas.
Y por supuesto que así lo era ¿Cómo iba a olvidar que el capitán fue esclavo durante una buena parte de su vida? Y no conforme con eso fue separado de su madre cuando solo era un niño. Pero no podía olvidar la expresión que tenía el capitán cuando vio a su reina sobre el suelo. La tristeza y la desesperanza fueron parte de su mirada y su rostro cambio de color como si de una persona agonizante se tratase. Lo creí morir en ese momento.
Pero yo no permitiría que nada más lo atormentase, me quedaría a su lado hasta que su alma diera señales de estar de regreso. Secaría sus lágrimas cada noche y lo abrigaría en mi regazo con la esperanza de poder descongelar ese corazón frio y lleno de tristeza que ahora habitada en su atormentado pecho.
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué tenía que ocurrir esto?
Me deshice de las botas en sus pies y tendí las cobijas hasta antes de su cuello. No sabía si dejarlo solo, más bien no quería, pero Michael me aseguro que estarían custodiando su puerta para que yo fuese a ayudar a Hope con el ataúd de Yawaca. Sentí temor al salir de la habitación y dejarlo en soledad, la última vez que había hecho algo así no volví a encontrar a ese ser con vida...
El atardecer iba a llegar en unas pocas horas y el ataúd de Yawaca ya estaba más que listo. Lo habíamos construido a las orillas del mar con tristeza y dolor. Podía recordar con melancolía como Yawaca amaba correar a la orilla del océano y que de estar ella aquí ahora mismo estaría haciéndolo, disfrutando de su libertad. Eso no me daba buenos ánimos en absoluto, solo me hacía caer más abajo. A esa oscuridad en donde solo muy pocos hombres han logrado ver la luz.
Ayude a Hope y a Martin a cargar a Yawaca hasta su ataúd. No podía negar que con cada una de las acciones que realizaba sentía como mi pecho se iba asfixiando cada vez más, al punto de imposibilitarme respirar.
Transportamos a Yawaca ya en su ataúd hasta la orilla de la isla en donde unos metros más allá cavamos su tumba con la ayuda de palas. Las lágrimas se deslizaban por mi sudado rostro y aunque las ampollas en mis manos ya fuesen agobiantes no me detendría, esto era lo mínimo que podía hacer por ella. Cuando el hueco ya tenía la suficiente profundidad bajamos el ataúd con cuerdas y fuerza bruta.
Al salir de dentro de la tumba observe como a lo lejos se acercaba el capitán en uno de los botes. Me precipite hace la orilla y asee me rostro y brazos como pude, debía de verme presentable en estos momentos, aunque no fuesen los mejores.
Cuando el capitán bajo del bote sentí como su aura enfrió un instante el lugar. Sus vestimentas eran completamente negras, desde el sombrero en su cabeza hasta las botas en sus pies. Su mirada estaba perdida, sus parpados resecos y su rostro opaco. Lo único que intentaba brillar era esa margarita que traía en su mano izquierda.
Nos mantuvimos frente a la tumbar de la felina mientras Joel ofrecía rezos. Camine entonces con sigilo y me detuve a su lado con la esperanza de que sintiese mi apoyo, pero ni siquiera estaba seguro de si él conocía en donde nos encontrábamos.
Al terminar los rezos, el capitán se acercó a la tumba y dejo caer en ella la margarita que traía en sus manos, y así sin más simplemente se marchó hacia el bote junto a otros piratas de regreso al navío.
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Las horas eran muy lentas y en ninguna de ellas era posible evitar la tristeza. Nadie era capaz de saber lo que le había sucedido a la felina y eso me tenía con muy malos augurios. Me preocupaba en demasía que el capitán no pudiese tan siquiera probar un solo bocado de su desayuno, almuerzo o cena y que al llevar su comida a la oficina este tampoco quisiera verme, ignorándome entonces y yo sin saber qué hacer.
Al día siguiente no soporte más esto y luego de esperar que todos se durmieran, subí con cautela a la oficina del capitán donde sabía que aún se encontraba. Toque a la puerta en varias oportunidades, pero en ninguna de estas escuche respuesta lo cual claramente se me hizo muy extraño.
Siendo necio con lo que deseo, abrí la puerta con cuidado y curioseé con mis ojos por el pliegue de la puerta. Contemple como el capitán se hallaba dormido sobre su escritorio. Me sentí mal por él y al no querer dejarlo así entre por primera vez a su oficina sin su autorización. Media parte de su cuerpo estaba recostado sobre el escritorio, y su mano izquierda sostenía una gran botella de brandy. Lo despoje de esta con paciencia dejándola a un lado para entonces poder despertarlo y llevarlo a su recamara.
— Capitán, capitán — lo llame despacio deseando su asustarlo. Entonces cuando moví su brazo fue que reacciono.
— Mmm ¿Qué...
— Debe ir a descansar en su recamara, yo lo ayudo — me ofrecí a llevarlo y él solo asintió. Coloque mi brazo detrás de su espalda y pase el suyo por mi hombro cargando de esta manera su peso — vamos — dije cuando lo hube levantado. Avanzamos a pasos torpes y lentos entre la oscuridad. Intentando no caer y tropezando con todo. El capitán se hallaba en otro mundo, ni siquiera sabía si estaba consciente de la situación.
Llegamos a la habitación y cerré la puerta detrás de nosotros descubriendo que solo la luz de la luna nos acompañaba esta noche. Caminé hasta la cama con su peso ya agotándome y siendo amable lo senté sobre ella para luego acostarlo por completo. Me dispuse entonces a quitar sus botas para luego arroparlo, pero antes de que me levantase, sin previo aviso y sin esperarlo lo sentí tomar mi mano.
— Jimin —me llamo con su voz pareciendo lejana — Jimin, no puedo...
— ¿Qué cosa capitán? – pregunte acercándome a él. Entonces lo vi sentarse en la cama.
— No puedo vivir sin ella Jimin — contestó con su voz rota y comenzó a sollozar frente a mi mientras su rostro era bañado por las lágrimas. Mi reacción inmediata, aunque no prudente fue tomarlo entre mis brazos y abrigarlo. Sorprendiéndome que él no me rechazara, sino que, al contrario, me sujetó con más fuerza mientras se perdía en el hueco de mi cuello — no puedo vivir sin ella Jimin, no puedo...
— Capitán, lo lamento mucho, pero va a poder — decía en el momento en el que acariciaba su espalda con mi mano.
— No ya no, ya no puedo más — respondió apesadumbrado sobre mi hombro – no me deje Jimin, no me deje.
— No lo dejare capitán — le asegure con mi voz ronca a punto del colapso. Tantos sentimientos juntos estaban jugando con mi mente y ya no estaba totalmente seguro de cómo debía sentirme.
Tenerlo tan cerca y respirar su aroma estaba haciendo desvariar a mis sentidos. Al punto en el que fui débil, apartándolo entonces de mi hombro para tomar su rostro con mis manos y llevar su frente a la mía. Respire con fuerza y deteniéndome en el acto, pensando en qué diablos estaba a punto de hacer. Obligándome a razonar con detenimiento las cosas y no actuar como un desesperado. Mucho menos cuando el capitán estaba desahogándose de su dolor conmigo.
— Me quedare a su lado capitán — susurre entre dientes, muriendo en cada segundo que sentía como su respiración ingresaba a mi boca abierta, la cual no podía cerrar al no poder respirar con tranquilidad. Solo yo me colocaba en situaciones apretadas para luego no saber cómo resolver — vamos capitán, debe dormir — lo único que se me ocurrió para salir de esa situación tan peliaguda, fue tomar al capitán y hacer que se acostara sobre la cama. Para mi fortuna no protesto.
— No me deje Jimin — apretó mi mano con vigor cuando después de arroparlo me dispuse a buscar algo para secar su rostro, y me observo con esos dos ojos gigantes que tanto han sido torturados.
— No lo hare capitán, solo voy a buscar algo con lo que limpiar su rostro — lo entendió cuando soltó mi mano y me dejo caminar fuera de la cama. Busqué a tientas en su habitación, y en el mueble en donde dejaba todas sus pertenencias encontré un pañuelo muy bien doblado.
Regrese a la cama y desdoblando el pañuelo lo pase despacio por sus parpados, mejillas y nariz. Mi corazón me quería llamar, pero yo no le haría caso. Sabia como el capitán me estaba viendo mientras lo cuidaba, sabía que ahora se hallaba más que despierto, pero no podía verlo o mi cerebro estallaría. Pero la vida queriendo apostar más alto hizo que él tocara mi muslo, que su mano se posara en esa zona estremeciendo todo en mí. Desde mi alama, hasta mis pies, los cuales ahora se sentían flotar.
Apretó mi muslo con su mano y yo ya no sabía a donde más asear solo para no verle el rostro. Me tenía mal por completo. Esto iba a ser mi perdición. Pues algo me decía que debía sentirme emocionado por esto, que las ilusiones que alguna vez sentí por toques con mi ex novia eran los mismos y no podía ser más descabellada mi vida.
Suspire con fuerza, pretendiendo despojarme de la presión y deje el pañuelo a un lado. Su mano toco la mía y no dudo en tomarla, entrelazando sus dedos con los míos.
— La vida es muy triste como para estar solo ¿sabe? — pregunto, pero yo continuaba sin verlo a los ojos así que solo me limite a asentir — recuéstese a mi lado, no me deje solo — me pidió algo que hizo que entrara en pánico ¿en serio pretendía que durmiese con él?
Las reglas habían sido hechas para romperse dese el principio en que fueron estipuladas. Eso lo había aprendido de los que eran los míos y también de quienes no. Yo estaba en medio del mar. Sin padre o familia, o tan siquiera un mozo que me dijera hasta el cansancio que debía ser recatado. Era libre, aunque antes no lo hubiese visto así, y justo ahora era el momento de demostrarme de cuanta libertar yo disfrutaba.
Entendí el mensaje y sacando mis botas me acosté al lado del capitán. En su cama, en su habitación. Donde nadie nos veía y podíamos ser nosotros. Donde no importaba la oscuridad, ni la cercanía, ni mucho menos el silencio porque este de hecho era abrigador, al igual como lo eran nuestros cuerpos juntos.
El capitán se abrigo a mí y yo sin ser egoísta le brinde mi calor, y deje que su mano sostuviera a la mía cuanto quisiera. Su llanto se había calmado y yo podía sentirme en paz por al menos haber hecho una cosa bien. Aunque tenía a mi corazón latiendo desenfrenado intente dormir y relajarme con el dulce aroma de sabanas limpias. Su mano y la mía esta noche serían las compañeras que tanto necesitaban con desespero.
Besos y abrazos 🌊🌊🌊🌊
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