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Capitulo XX:

El agua helada cubría a mi cuerpo desde mis pies hasta la dadera, y el pacifismo que se sentía al movernos entre esta sin distinguir algún otro sonido ya me era de temer.

Estábamos ahora en el drenaje del castillo del rey de Malta cumpliendo la misión de conseguir lo que el capitán llamo "La Lagrima de la Virgen". Un diamante antiguo con la forma de una lagrima el cual colgaba del cuello del rey.

El plan era atacar por la noche cuando el rey usaba por última vez su trono antes de irse a dormir. Mientras nosotros conseguíamos apagar cada vela del salón del trono, el capitán junto a Joel y Hope ingresarían desde el techo y asesinarían a los únicos guardias cercanos al rey, para luego despojarlo de la dichosa joya. Un príncipe aliado a piratas robando a un rey, vaya historia tan disparatada, pero al menos podía tocar tierra firme y cambiar de rutina. Si a esto se le podía llamar "cambiar de rutina".

— ¡Ya no me pises Michael! — grito Martin quien ya estaba harto de que Michael lo usara como alfombra.

— No veo nada idiota — respondió el de rulos frente a mí.

— ¿Y crees que yo sí? ¿no te enseñaron que el suelo se hizo para pisar? —reprocho Martin.

— Ah como eres imbécil — bufo enojado el de rulos.

— Ya cállense ustedes dos. Harán que nos descubran — dijo Utonio detrás de mí.

Con cada pisada o palabra que pronunciaban se escuchaba el eco a través del túnel. Mis brazos ya se sentían algo agotados al sostener la gran espada por encima de mi cabeza y mi nariz odiaba el fuerte olor a podredumbre que aquí habitaba.

Al llegar a la entrada del castillo allí donde se situaban las rejas; dos soldados custodiaban las mismas. Martin posiciono un dedo sobre sus labios para que hiciéramos silencio y salió de manera cautelosa del agua junto a Michael. Se arrastraron por el piso y gracias a la oscuridad de la noche, no fueron vistos por los hombres a los que ya les habían cegado la vida al apuñalar sus cuellos con un cuchillo. Me decía a mí mismo que todo iba a salir bien, pero ver estas escenas aun perturbaban mi conciencia y me hacía sentir remordimiento.

Salimos del agua luego de que la zona estuviese despejada, y Michael junto a otros piratas accionaron la reja haciéndola elevarse, esa era nuestra señal.

Dentro del castillo el capitán debía esperar a que solo dos soldados se quedasen custodian al rey. Y así fue cuando todos los soldados (o la mayoría de ellos) llegaron a las puertas al ser estar abiertas sin autorización.

Oía los pasos de sus pesadas botas llegando a nosotros y mi corazón se aceleró junto a mi respiración que se volvió más fuerte. Michael tomo mi brazo recordándome que nuestra misión no era pelear con ellos. Lo seguí entonces por un pasillo oscuro junto a otros tres piratas hasta que fuimos a parar al vestíbulo principal el cual estaba casi a oscuras.

Apagamos las pocas velas que ahí yacían y Michael se encargó de cerrar las inmensas cortinas para que ni siquiera la luz de la luna los guiara en el camino.

Michael me entrego una enorme alfombra la cual tendimos de lado a lado con la ayuda de otro pirata.

— Jimin, cuando Ethan abra las puertas impulsaremos la alfombra con gran fuerza hacia delante de modo que cree una ventisca — me explico el de rulos.

Asentí a pesar de no estar muy seguro de que esto funcionaria para apagar cada vela del salón del trono.

Ethan abrió las puertas y mis piernas temblaron. Entonces ejecutamos nuestro plan (el cual no funciono del todo y por obvias razones).

Uno de los soldados grito algo que no entendí mientras nos señalaba. Fue entonces cuando el candelabro gigante cayo del techo pues Hope había cortado la cuerda que lo sostenía. Corrí con Michael hacia él y con la alfombra cubrimos el resplandor de esas velas. Ahora si todo se encontraba en la penumbra. Los piratas sacaron sus pistolas aso como los soldados sus fusibles y comenzaron una batalla en la que yo no podía ser participe.

Corrí ocultándome detrás de un mueble pensando en la locura que me había metido. Escuche luego más gritos y palabras en italiano que no entendía, y por lo poco que podría comprender se quejaban de que el colgante del rey había sido hurtado. Me sorprendió darme cuenta de que ni siquiera había notado cuando sucedió. Vaya que el capitán si había sido ágil.

— ¡Jimin! — oí gritar mi nombre a Hope.

— ¡Hope aquí! — grite esperando que me escuchara en medio de tanto alboroto.

— ¡Jimin! — llego a mí y pegue un brinco al no haberlo visto — ¿Qué haces? ¿no tienes un arma?

— No se usarla — admití avergonzado.

— Acompáñame — Hope tomo mi mano y me llevo con él en medio del caos.

Caminamos por el oscuro corredizo hasta llegar al recibidor. Cabe acotar que nos movíamos en la oscuridad y que hasta ahora no nos habíamos tropezado con nada.

Nuestro recorrido nos llevó a la parte trasera del castillo donde otros piratas de nuestra tripulación nos esperaban con caballos. Se escucharon gritos y vi como más soldados venían hacia nosotros.

— Ven Jimin — dijo Hope al tenderme la mano para que pudiese subir al caballo.

— Pero yo... — el castaño al verme titubear sujeto mi brazo y me hizo subir a la fuerza.

— ¡Sujétate! — bufo cuando le ordeno al caballo avanzar azotando las riendas. Tomé su ropa entre mis puños y cerré mis ojos sintiendo como la adrenalina se subía a mi cuerpo. Los disparos al aire hacían a mi alma desfallecer y rogaba porque ninguna de esas balas nos lograra herir.

— ¡Debemos cruzar por el puente! — grito uno de los piratas frente a nosotros.

El trote de los caballos y la brisa helada quemando mi rostro aceleraban mi pulso, junto a la incertidumbre de si lograríamos burlar la seguridad del rey.

Cruzando el puente vi como al final del mismo los soldaros nos esperaban. Lo di todo por perdido y escondí mi rostro en la espalda de Hope esperando el final. Pero sin previo aviso los soldados fueron atacados desde las alturas. El acero hirviendo de las balas pulverizo sus cuerpos y cayeron desfallecidos en el acto, permitiéndonos el paso hacia las rejas del castillo.

Apenas cruzamos el puente por completo observe atónito como algo parecido caer del cielo. Era el capitán, quien ahora estaba de pie sobre uno de los caballos comandados por otro pirata. La agilidad del capitán me sorprendía cada vez más y en esta ocasión no fallo, pues manejaba una pistola en cada mano haciéndolo ver sencillo. Lo observe estupefacto por unos segundos, sin poder creer que en esa posición tan peligrosa e incómoda era capaz de atinar sus disparos y más encima tener equilibrio.

— ¡Abran las rejas! — ordeno el capitán.

— ¡Abran las rejas! — gritaron todos para que los piratas a cargo de estas las accionaran.

Y así lo hicieron, abrieron las rejas y nos escabullimos en el crepúsculo de la noche, entre la frondosidad de los árboles.

— Jimin, ya estamos a salvo — Hope movió mi brazo haciéndome notar que ya nos encontrábamos lo bastante alejados del castillo.

En todo el camino no había soltado su ropa y se me hizo embarazoso que aún me encontrara escondido en su espalda.

— Ah si — escuché risas burlonas de algunos piratas por mi actitud y decidí ignorarlos. Baje del caballo con movimientos torpes y mi vista fue guiada hacia la luna, la cual se veía colosal y reluciente desde aquí abajo. Sonreí cuando contemplé al capitán acariciar el pelaje del caballo del cual había bajado. Vi como antes de acariciarlo de nuevo se dispuso a quitarle el freno de la boca junto a las riendas y la silla, le dio luego un vistazo más y lo dejo de esta manera en libertad.

El caballo corrió apartándose cada vez mas de nosotros, sin mirar atrás. No podía dejar de pensar en que en algún momento seria capturado de nuevo por los soldados, pues jamás obtendría la libertad que anhelaba ni aquí con nosotros, ni allá con ellos al serles de utilidad. Yo era como ese purasangre. Aunque por mucho tiempo llegué a sentir que no era libre aquí, tampoco lo seria con "los míos", ya que nunca fueron lo que yo creí. Por lo que mi libertad estaba ahora en duda, tal vez yo era el único que podía otorgarme esa liberación deseada.


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Semanas después del atraco el barco hizo una parada en otra isla italiana, una en donde nuestras caras no fuesen reconocidas, y esto solo podría darse en un puerto pirata. En donde todos sabían la clase de ladrones que eran, pero que ninguno se entrometía en los problemas del otro.

"Para descansar" Hope y Michael habían propuesto ir a uno de esos bares en donde la ley ni siquiera se asomaba por la ranura de una grieta. Entonces por ellos estábamos aquí, donde la música y las conversaciones son altas y nadie parece tener el sentido del aseo persona.

— ¡Hola chicas! — saludo Hope a las mujeres frente a él con una sonrisa que cubría casi todo su rostro.

—¡Hope! — gritaron sorprendidas cuatro de ellas y se abalanzaron así hacia al castaño para abrigarlo con sus brazos y algo más...

— Oh chicas yo también las extrañe — dijo Michael con la intención de unirse al abrazo, pero una de ellas lo empujo con brusquedad.

— ¡Tú me debes dos monedas de oro! ¡degenerado mentiroso! — lo acuso furiosa la mujer que lo apuntaba con su dedo.

— Mis disculpas Fiorella — se disculpó bajando su cabeza queriendo lucir avergonzado, pero entonces fue hasta mí y susurro – Jimin ¿me puedes prestar dos monedas de oro?

— ¿Qué ya no tienes? — confundido pregunte al no entender como ya había agotado todo lo que el capitán le hubo otorgado.

— Nada — dijo negando con su cabeza. Entonces decidí no actuar como un indolente y apiadarme de él, sacando la bolsa de tela de mi bolsillo y entregándole dos monedas.

— Gracias — agradeció con una sonrisa — aquí tienes amor — la mujer tomo las monedas con recelo y las guardo de esta manera en su corsé.

— Espero que esta noche no se te olvide pagarme o nunca más te hare eso que te gusta — dijo refunfuñando y cruzando sus brazos.

— No, como crees amor — oculte mi sonrisa detrás de mi mano al ver a Hope y a Michael siendo tan cariñosos con esas mujeres. Casi no se les notaba que eran unos ruines bucaneros.

— Si cariño te comprare, pero antes debemos hacer algo ¿no es así Michael? — dijo el castaño al apartarse de los abrazos y besos de las mujeres.

— ¿Qué? ¿Qué cosa? — pregunto sin entender porque Hope lo alaba de los brazos de Fiorella.

— Eso, ya sabes...

— ¡Ah sí! Eso verdad.

Uní mi entrecejo cuando sentí que estos dos ya parecían una comedia mal hecha.

— Vamos entonces — ordeno Hope sosteniendo el brazo del de rulos.

— Esperen, yo voy con ustedes — ni de chiste me iba a quedar aquí con un montón de gente que no conocía.

— No puedes Jimin, es algo secreto — apunto a decir Michael, pero debido a sus risas estúpidas era obvio que algo aquí no era del todo cierto.

— ¿Qué? Pero no me quiero quedar solo aquí — les rogué con mi miraba que me llevasen con ellos.

— Y no lo harás — Hope me tomo por los hombros y luego me hizo avanzar a la mesa en donde se hallaban esas mujeres — chicas, él es nuestro amigo Jimin cuídenlo por nosotros mientras volvemos — al terminar de decir aquello, Hope me empujó hacia ellas y como pude equilibre para no caerme.

— Pero chicos... — y así fue como esos dos miserables me dejaron solo con mujeres que no conocía.

—Ven, puedes sentarte con nosotras — dijo la mujer llamada Fiorella haciéndome un espacio entre ellas.

— No, gracias yo no... — no termine de decir cuando ya estaba siendo halado del brazo por las mujeres.

— Oh vamos no mordemos dulzura — hablo una de ellas y las demás la siguieron risueñas. Cediendo a su petición me senté en el banco en medio de ellas, sintiendo como la mujer que había tomado mi brazo aun no lo soltaba y dejaba sutiles caricias en él.

— ¿Eres tímido no? — pregunto Fiorella quien recostó su brazo sobre mi hombro.

— Algo — respondí con la vergüenza subiendo a mis pómulos pálidos convirtiéndolos en rojos.

— ¿De dónde eres cariño? — pregunto una mujer que había tomado mi mano de rehén y ahora acariciaba mis dedos.

— Soy de Inglaterra — acerté a decir titubeando y tragando fuerte, pues ahora sentía varias caricias en distintas zonas de mi cuerpo. Mis manos, brazos, pecho y hasta mi cabello estaban siendo masajeados.

Recordé la última vez que estuve tan cerca de mujeres y como eso no había resultado bien, y aunque las de ahora no estuviesen desnudas no podía dejar de lado esa escena.

— ¿De verdad? Yo también soy de Inglaterra — dijo una de ellas al otro extremo de la mesa.

— Ah ¿sí? — titubee de nuevo sintiéndome observado. Antes de esto nunca en mi vida había estado tan cerca de tantas mujeres y creo que el sudor en mi frente me delataba.

— Eres muy lindo Jimin — me halago Fiorella pasando con detenimiento su mano por mi mejilla.

— ¿L- Les gusta l-leer? — llegue a preguntar apenas con los nervios jugando con mi lengua.

— Ay no sabemos — negaron todas con su cabeza haciendo un puchero con sus labios.

— Ah entonces les enseñare — me ofrecí a enseñarles con la esperanza de cambiar el rumbo de la situación.

— ¿Enserio lo harías? — preguntaron emocionadas y sonreí asintiendo feliz de que mi idea si había funcionado.

— Consíganme una hoja y una pluma con tintero.

— Anastasia ve y busca eso — le pidió Fiorella a una mujer rubia quien se levantó de su asiento a buscar lo solicitado.

— Tus manos son muy bonitas — dijo la mujer que masajeaba mis dedos. De pronto gracias a ese halago recordé que ya alguien había piropeado a mis manos recientemente. Recordé como tomaron mis manos esa vez, pero ¿Quién pudo haber sido?, Hope ni ebrio haría algo así y mucho menos Michael.

Aunque mi mente no quisiera admitirlo y rogaba por encontrar otra opción, mi corazón conocía de sobra la persona que alguna vez halago mis manos. Pero si no lo recordaba y todo lo que veía eran escenas borrosas como memorias lejanas, eso podría significar que en ese momento estuve ebrio, y no lo recordaba como muchas otras cosas que hice y dije cuando bebí. De ser así... mis sueños entonces ¿eran solo eso?... sueños.


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Esos pulgares dando movimientos en círculos relajaban las plantas de mis pies, y las manos delicadas amasando una y otra vez mis hombros les brindaban a estos la tranquilidad que ya merecían y anhelaban luego de tantos trabajos pesados. Suspiraba de alivio y le indicaba a la persona que me brindaba estos placenteros toques donde debía seguir masajeando.

— Sí, ahí, un poco más arriba... aaff ahí... — exprese en un hilo de voz.

— ¡Aja! ¡al fin... ¿Qué? — Hope había abierto repentinamente la puerta de la habitación donde yo me encontraba, pero gracias a todas las suaves manos que me masajeaban, mi alma estaba en calma por lo que no brinque del susto al verlo — pero ¿Qué diablos haces Jimin?

— Jimin es un chico muy lindo nos enseñó el abecedario y a cómo escribirlo — dijo Fiorella quien masajeaba mi pie derecho.

— Si, además nos pagó para que le hiciéramos masajes — agrego la mujer que masajeaba mi otro pie.

— Es un chico muy amable — dijo la rubia masajeando mis hombros.

— Si! — asintieron todas con sonrisas.

Entonces escuche la risa burlona de Michael el cual intentaba cubrir sus carcajadas con su mano mientras se retorcía en el suelo. Por otro lado, el castaño me observaba confundido y como si le hubiese hecho alguna falta de respeto. Reí por ello al saber que había logrado torcer su "malvado plan".

— Jimin, debemos hablar afuera — dijo Hope con sus brazos cruzados.

— Pero... — titubee al no querer dejar se sentir esta paz plena.

— Ahora — volvió a pedir.

— Bueno — me levante de mala gana y me coloque mis botas — un momento chicas — salimos de la habitación cerrando la puerta, con Michael reventando de la risa.

— ¿Qué se supone que haces? — me reto Hope uniendo sus cejas y colocando sus manos en su cintura.

— Me dejo hacer masajes por tus "amigas" — respondí con sorna.

— Se supone que te las deberías estar cogiendo no enseñándoles el ABC y pagarles para que te den masajes ¿eres idiota? — expreso furioso.

— ¡Eso es! Sabía exactamente que ese era tu plan — hable apuntándolo con el dedo — y para que lo sepas no hare lo que tu desees solamente porque sí. Yo también tengo criterio — defendí mi postura con Michael muriéndose de risa.

— ¿Te guardas para alguien especial o qué?

— Eso quiero creer — la verdad era que no me sentía cómodo con la idea de que mi primera experiencia sexual fuera con una desconocida, pero eso no podía decirlo.

— Ay Jimin, te adoro. Nunca te vayas de mi lado, eres muy divertido — decía Michael quien secaba las lágrimas que le produjo la risa y dejaba caer su brazo sobre mi hombro.

— Eres una decepción... no mereces tener pene — dijo Hope negando con su cabeza y cruzando sus brazos mientras Michael tenía otro ataque de risa.

En el momento en que las chicas terminaron con los masajes Hope les propuso hacer algo mucho más íntimo. Algo en lo que, por supuesto yo había sido invitado, pero que ni estando demente haría. Así que solo me quede en el sofá leyendo un libro que había encontrado bajo la cama y que para mí fortuna estaba en inglés.

Pero siendo el caso de encontrarme en la misma habitación donde Hope y Michael realizaban sus pecados carnales con esas mujeres, me era difícil concentrarme en mi lectura, pues los gritos y gemidos no se hacían demorar y ya me era estresante esta situación.

En este punto ya me daba muy igual verlos desnudos, ya que al ser ellos unos exhibicionistas mis ojos se habían acostumbrado a tales imágenes, pero los gemidos ya eran algo muy aparte y me tenían al borde de la ira. Para no mandarlos al demonio tomé mi libro y me dispuse a pagar otra habitación, pero antes de cruzar la puerta algo llamo mi interés.

A través de una de las ventanas se podía contemplar el primer piso del bar y vi ahí al capitán junto a Yawaca encadenada al cuello. Él parecía conversar con un hombre al que no le reconocí el rostro, pero eso no era lo que importaba ya que al ver al capitán algo palpito dentro de mí y sentí tristeza.

Todo mi mundo se apagó en un abrir y cerrar de ojos; era como si verlo me recordara un asunto importante, pero no conocía el que. Me volví hacia Hope el cual estaba dando todo de sí en aquella cama, y al verlo a él junto a aquella mujer sentí pesar. Una especie de miedo recorrió mi espina dorsal e hizo temblar a mi estómago. Mi corazón se aceleró y el aire comenzó a faltarme. Sentí entonces dolor, angustia y pena.

El dolor lo sentí por mi alma verse ahogada a causa de tantos pesares. La angustia era debido a todas aquellas preguntas que me hacia mi mente y que por temor no podía darle las respuestas correctas, y la pena era sin lugar a duda porque sabía que lo que estaba sintiendo por el capitán traspasaba todos los limites morales.

Besos y abrazos 🌊🌊🌊🌊

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