Capitulo XVIII:
En una fría tarde cumplía la jovial labor de alimentar a Yawaca, y digo jovial por el hecho de que nos habíamos vuelto muy buenos amigos. Ella brincaba sobre mi rodeando mi cuerpo con sus enormes patas apenas entraba a su jaula. Jugábamos por un rato y acariciaba su cabeza mientras la escuchaba ronronear. Era como la mascota que nunca tuve al mi padre no ser amante de los animales. Pero una vez comprendí que yo era de su agrado me ofrecí por Hope a ser yo quien ahora la alimentase, y por ello ahora podía descansar sobre su regazo mientras fingía hablar con ella y me abrigaba del frio con la calidez que su cuerpo emanaba.
"Hablar con ella" me relajaba, porque tenía la libertad de expresarme y comentar sobre temas que no hablaría con nadie más. Era como mi confidente que solo me escuchaba y no me juzgaba; algo ideal para alguien como yo quien siempre vivió con criados que le daban la razón en todo. En días así extrañaba caminar por mi jardín lleno de deslumbrantes flores. Amapolas, jazmines, tulipanes, rosas... cualquier tipo de flor que deseara hacer crecer en mi jardín a la mañana siguiente simplemente estaba ahí, brillando para mí.
Soñé un poco más y recordé lo que era estar en mi palacio, donde todas las personas ahí se preocupaban por mi bienestar. Solo tenía que tronar mis dedeos o hacer sonar una campana y tendría mi postre favorito frente a mis narices. Posiblemente estuviese siendo un fanfarrón al extrañar y querer tener de nuevo mi vida con comodidades, pero fue lo que me tocó vivir. Cada quien nació con una vida distinta y ser el rey de toda Inglaterra era lo que me esperaba a mí y no por ello debía ser tildado como presuntuoso.
La voz sonora del capitán me despertó, dándome cuenta de que yo dormía sobre el cuerpo de Yawaca y que la noche ya era presente. Bostece y raque mis ojos intentando encontrar una luz, pero solo había oscuridad y un tenue destello de la luna que se colaba por las rendijas ubicadas sobre mi cabeza.
Me levante y camine subiendo las escaleras a cubierta. Entre más avanzada más comprendía lo que el capitán decía, pero aun no todo era claro para mí.
— Debido a los recientes enfrentamientos que hemos tenido con los motohiwa y la tripulación del capitán barba azul, me veo en la necesidad de organizar un atraco — le oí decir cuando llegue a cubierta y observe como todos lo escuchaban con atención. Vi como algunos piratas se alegraron de lo que el capitán afirmó, pero yo no cabía en si — puedo asegurarles que en estos mares se estarán corriendo los rumores de que nuestra tripulación ha pasado a ser débil o que poseemos tanto oro como para no tener que atracar nunca más. Es por ello que si no planeamos un atraco ahora luego de los motohiwa tendremos muchos atentados más, y no estoy dispuesto a poner a mi tripulación en riego. Debemos demostrar que aun somos fuertes y que tenemos la destreza suficiente en nuestras manos como para acabar con cada desgraciado que intente robar nuestro oro. Así que ¡¿Quién está conmigo?! — los piratas a mi alrededor aceptaron lo que el capitán decía gritando un "yo" con sus puños al aire. Yo no podía creer en lo que oía ¿un atraco? ¿Qué le había pasado al capitán con ojos de niño inocente? — encallaremos en Roma mañana por la noche, Hope se encargará de explicarles el plan — dijo el capitán para luego entrar a su oficina junto a Hope y Joel.
Intentaba entender porque el capitán podría ordenar algo tan barbado como ello. Luego de enseñarme a usar la espada, luego de hablarme sobre su pasado, luego de haberme rescatado y ser gentil conmigo, aun pretendía continuar hurtando a las personas. A pesar de que el barco pesara por todo el oro dentro de este, el capitán no detendría sus actos criminales y eso me decepciono.
Ya estando en la cocina preparando lo que era la cena para la tripulación me limite a hablar con Hope. Tanto problema con haberlos juzgado y al final resultaron ser aquello de lo que yo los acusaba. No sé en qué momento pensé que podrían ser algo más.
— ¿Y ahora que carajos te pasa Jimin? — pregunto ofuscado Hope cuando no respondí de manera cortes a sus preguntas.
— Nada ¿Qué no ves que estoy picando cebolla?
— Deberías tranquilizar tu alma. Tu mala actitud va a envenenar a las ratas — bromeo Michael quien tranquilo comía cerezos como si mañana no fuese a masacrar personas.
— Ya escúpelo — me pidió Hope de manera poco ortodoxa.
— ¿Qué acaso no ven lo que piensan hacer mañana? ¿no les preocupa? — pregunte como si fuese algo obvio, tanto pacifismo me tenía alterado.
— Ah es sobre eso. No es nuestro primer atraco Jimin, somos profesionales, estaremos bien.
Pero ¡¿Qué?!
— ¡Dime que es una maldita broma Michael! — cómo podía decir una barrabasada como esa ¡¿qué diablos les sucedía a todos?!
— Jimin — Hope se acercó a mí y hablo lento — si vuelves a gritar te colgare por los calzones al mástil de la bandera ¡así que cállate! — y más encima se atrevía a amenazarme, estos miserables no tenían respeto por nada.
— Pero ustedes están locos, si van a atracar en un puerto como lo hicieron cuando me secues... cuando me llevaron, morirá gente inocente — les hice comprender al fin lo que estaba mal con ellos.
— ¿Y qué? — dijo Michael con desinterés alzándose de hombros, y yo lo fulmine con la mirada.
— Pero eso está mal.
— ¡Claro que está mal! ¡somos piratas! ¿Qué esperabas? ¿Crees que llevaríamos amor y alegría a dónde fuéramos?, esa no es nuestra vida — afirmo Hope algo que no debía ser sorpresa para mí, pero que olvide por la manera en la que me trataba el capitán y la historia desgarradora de Michael.
— ¿Si no necesitan el oro ¿Por qué tienen que atracar?
— ¿No escuchaste lo que dijo el capitán? — me pregunto Michael.
— Pero si continúan haciendo esos actos lo único que lograran será repetir el ciclo. — ¿Cómo no podían entender que justo lo que pretendían hacer para evitar el mal los llevaría a ese mal?
— Jimin somos piratas es lo que hacemos. Te parezca bien o no nosotros robamos, matamos y algunos degenerados violan, pero nosotros no tenemos nada que ver con eso — afirmo Hope haciendo que mi paciencia fuera llevada al límite.
— ¿Cómo que no tienen que ver con ello? Si ven que alguno de nuestros compañeros está abusando de una dama ¿no harían nada? — les pregunte en desconcierto, pero ellos solo me observaron aceptando la culpa.
— Jimin es mejor que no te metas en eso — pidió Michael tomando mis hombros.
— ¿Qué?, pero Michael... tu hermano...
— Michael ve a traerme más agua — le pidió Hope alejándolo de mí. El pelinegro por su parte tomo un balde y con la cabeza baja salió de la cocina.
— Primero: no uses al hermano de Michael para obtener compasión de él y segundo: debo hablar muy seriamente contigo — hablo el castaño quitando su mandil para tomar mi brazo y alejarnos un poco del caldero.
— Pero...
— Escúchame bien. Sé que estas teniendo ideas erróneas sobre nosotros por el trato que el capitán te otorga y por la manera en que somos nosotros contigo, pero que no se te olvide nunca cual es nuestra labor como piratas y que le debemos nuestra lealtad al capitán, lo que él dice se hace.
— No lo entiendo, el capitán no parece ser alguien que arriesgue vidas — sabía que estaba siendo un iluso, pero me negaba a creer que ese hombre fuese así.
— Mira no me gusta hablar del capitán, las paredes tienen oídos, pero... Te dije una vez que tu no conocías al capitán. A él solo le interesan los suyos, su tripulación. Si el día de mañana mueren mujeres, ancianos o niños a él no va importarle, así como tampoco nos debe importar a nosotros. Esta tripulación es lo único que tenemos, a lo único que le debemos ser fiel y nada más. Así que deja de pensar en el capitán como un tipo de pastor por que no lo es. Si lo traicionas no dudara en cortar tu garganta, así que cierra esa boca prejuiciosa y ponte a cortar cebollas.
Había estado por tanto tiempo en desconcierto debido a la actitud tan particular de ser del capitán conmigo, que había olvidado lo que él es, un pirata. Suena estúpido y yo mismo no podía creer en lo ciego e inocente que fui, creyendo que si el capitán era amable conmigo desistiría de sus actos de piratería, creyendo que si yo era amable con el me dejaría en libertad.
Me sentía enojado y no solo conmigo mismo sino también con el capitán. Él era alguien sabio y tenia de seguro que sabía muy bien que no le hacía falta oro. Me enojaba que viera a las personas solamente como trozos de carne, como yo una vez vi a Amelia... No, pero lo de él estaba mal ¡lo de él estaba mil veces peor! Mi furia era tal que no deseaba ni siquiera verlo al rostro ¿Cómo pude llegar a sentir admiración por un genocida? Me daba asco solo pensar que me llegue a sentir mal por su historia, pues de ella no aprendió nada y es ahora hasta peor lo que él se atrevía a hacer. No debía ni siquiera tener mi respeto.
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Subí las escaleras con el pecho decepcionado y mi alma cansada. No quería verlo, pero lamentablemente mi última labor en esta noche era llevarle la cena.
Entre a su oficina luego de que me permitiera el ingreso claro está, y deja su comida en orden lo más rápido que pude. No deseaba hablarle, siquiera me atrevería a observarlo de reojo, me sentía traicionado y no sabía por qué.
— Jimin — me llamo e inconscientemente apreté mi puño con fuerza para no aventarle la sopa encima.
— ¿Si capitán? — sentí como la ira subía ya que mi cabeza comenzó a doler y mi rostro se sentía caliente. Iba a explotar.
— Lo veo alterado ¿se encuentra bien? — no entendía como tenía el descaro de preguntar algo así. Luego de haberme engañado por tanto tiempo tenía la osadía de actuar como si nada ple pesara.
— Me encuentro bien — respondí a regañadientes.
— ¿Puede girarse y decírmelo frente a frente? — no había notado que aún le deba la espalda y esto se debía a que hasta mi cuerpo se negaba a entablar relación con él. Pero le concedí su deseo. Me volví a él y lo observé deseando golpearlo, pero sin poder hacerlo.
— Me encuentro bien capitán — repetí con falsedad. Sostuvo su mirada un par de segundos en mí y luego la aparto para negar con la cabeza.
— Jimin quiero que quede algo en claro. Yo no obligo a nadie a hacer nada. Sé que le molesta mi propuesta de un atraco, pero yo no le debo nada a usted como para que me mire como si deseara matarme — se colocó de pie y camino fuera de su escritorio. Al parecer había leído mi mente — si usted o alguien más de mi tripulación decide no estar presente mañana en el atraco lo aceptare. Pero le hago presente que no podrá volver a entrar a este barco. Si mañana durante la noche decide partir hágalo ¡lárguese a su hogar si eso es lo que desea! Pero recuerde y tengan en mente que usted si me debe a mí y que, más sin embargo no le he cobrado ¡ni lo hare!, use la vida que se le ha extendido para hacer lo que mejor le parezca — era la primera vez que lo veía alterarse por algo. Entendí que yo no era el único indispuesto aquí.
— Creí que usted era diferente — dije con seriedad.
— ¡Y por supuesto que lo soy! Pero no a su conveniencia. Usted y yo tuvimos vidas distintas y, aun así, aunque no lo entienda y le moleste somos más parecidos de lo que cree — caminaba de un lado a otro y de vez en cuando me apuntaba con su dedo. Yo solo podía pensar en que todo lo que decía era una completa estupidez.
— Eso jamás — me negué. Yo no era un sádico mentiroso como él.
— ¡¿Ah no?! — tomo mi brazo y me halo con fuerza hacia su escritorio haciéndome sentar en su silla — debe ver esto — se dirigió a su librería y comenzó a buscar algo a las apuradas.
Lo vi tomar un libro gigante y lo dejo caer sobre su escritorio abriéndolo al instante.
— Almirante André Avelar de Portugal, tiene un trato con el capitán Sarmentó en donde le otorga a él y a su tripulación el veinte por ciento de su fortuna, esto a cambio de que le entregue mujeres vírgenes y jóvenes con el fin de zacear sus ruines deseos carnales — leyó señalando el texto que lo afirmaba, el cual estaba escrito a mano — Comodoro Pierre Dubois de Francia; conservaba un trato de siete años con el capitán Jean Paul en donde le daba libertad de atracar en cada puerto de Paris. Esto debido a que el capitán y su tripulación asesinaron a las únicas personas que eran conocedoras de que el Comodoro Pierre violo y mato a su menor hija. Hasta el día de hoy ese desgraciado le hace creer a su pueblo que ese acto tan dantesco fue hecho por piratas.
Gobernador Luciano Lombardo de Italia; tiene un trato con el capitán Stephan donde le permite atracar en los puertos de Roma a cambio de que no divulgue que ese hombre alguna vez fue un pirata, y que cuando lo era asesino a la hija del rey de quien ahora es mejor amigo.
Era tanta la información que recibía que ni siquiera era capaz de analizarla por completo. Solo me quede pensando en que si el libro tenía tantas páginas ¿entonces cuantas personas que conocía estaban envueltas en tratos criminales?
— ¿Lo ve? Su gente no es la buena ni estaba exceptos de pecado. El villano aquí depende de quien este contando la historia. Esto es lo que me todo y aunque no le guste es lo que hago para sobrevivir en este mundo tan corrompido y lleno de maldad. Yo no puedo tomar el té en enormes jardines ni mucho menos ser invitado al cotillón del rey de Polonia Jimin, pero al menos yo muestro un solo rostro y no engaño a un pueblo entero afirmándoles que soy la nueva venida de cristo. Tu gente posee tanto que la comida se les desborda de las mesas y son incapaces de ofrecer a su pueblo. Sé que ha visto las marcas en mi espalda y sé también que no es tonto. Sé que sabe que no fueron hechas por piratas, sino por gente como usted. Gente "fina" y "recatada" que ven a los demás que no son como ellos como cerdos sin valor alguno — camino con pasos lento hacia la puerta abriéndola, pero antes de irse se volvió de nuevo a mi — Jimin, aunque yo haya sido esclavo no soy mucho menos diablo — cerro la puerta con gran fuerza, dejándome en su oficina y con el libro en mis narices para curiosear con total libertad.
Podía ahora curiosear entre las paginas gastadas del libro para darle paz a mi agobiada alma que rezaba por no encontrar el nombre de mi padre o el de alguien conocido. No tenía palabras para negar todo lo que mis ojos veían, así como tampoco pude negar que el capricho fue más grande que yo, y que me empujo a leer por lo que parecieron horas cientos de nombres con historias.
La noche del siguiente día llego. Los cañones cargados con antelación fueron accionados en el momento exacto. Impactando los proyectiles en casas, bodegas y todo aquello que pudiesen destruir. La histeria colectiva no tarde en llegar, así como el llanto, los gritos y aquellas llamadas de auxilio.
Los piratas incluidos Hope y Michael, corrían dentro de los hogares y negocios para despojar a las personas de sus bienes. El fuego se hizo presente cuando un hombre de la tripulación decidido quemar algunas casas que no habían sido tocadas por los proyectiles, para que de esta manera la gente dentro de estas saliese despavoridos pretendiendo salvar sus visas, solo para encontrarse con piratas que no dudaron en asesinarlos.
Cuando vi a una mujer que huía desesperada de un pirata cargando a su bebe en brazos, mi mente se atormento de nuevo. Recordé todos esos nombres, desconocidos y conocidos junto a tratos para ocultar historias fúnebres y aberrantes. Historias que podían helar la sangre de cualquiera y que en cuando las leí mi espíritu fue quebrantado, destrozado y pulverizado. Hombres y mujeres que fueron parte de mi infancia y adolescencia habían hecho acuerdos con piratas para callar y dejar en el olvido actos tan ruines y deshumanizados que no hubiese imaginado ni en mis peores pesadillas.
Mi padre no estaba, pero aquel hombre de tan alta alcurnia quien fue alguna vez mi profesor de francés sí. También aquella duquesa De Gales quien en un momento de mi vida llegue a considerar como una madre. No podía creer que esa mujer tan amable y cariñosa, fuera una amante de la compra de esclavos africanos con el único objetivo de asesinarlos como si de un deporte de caza se tratase. De cada nombre y apellido que leía un recuerdo de esa persona invadía a mi cabeza. Maldito sea el día en el que creí en esas bestias, quienes estaban muy lejos de llamarse humanos.
Comprendí entonces que el único que no había entendido era yo. El capitán, Hope y Michael lo habían entendido a las malas hace años. El único inocente en este mundo de astutos era yo. El capitán y los demás sabían ya de por sí que era lo que había que caer. Esto no era solo un ciclo, era algo mucho peor. Era una inmensa nada de podredumbre asfixiando a personas que ni siquiera tenían algo que ver. Las escrituras no eran actuales, algunas eran tan longevas que perdían claridad, pero ahí estaban. Miles de historias de personas que fueron asesinadas, abusada, ultrajadas y que jamás y nunca recibieron justicia.
Y yo estaba ahí, en medio de un atraco observando todo el caótico desastre. Sin saber que hacer o a quien ayudar, pues ya yo era parte de esto. Todo en lo que había creído por años era mentira y lo supe aún más cuando no observe a ningún soldado del gobierno intentando detener a los piratas ¿en quién podía creer sino era en los míos? ¿Quiénes eran los míos? Nadie. Nadie era de los míos.
Decepcionado y sin una pizca de incertidumbre arranque el colgante de mi cuello y observando al mar lo deje caer. Yo no era como ellos, yo no era como nadie. No pertenecía a un bardo y no tenía tampoco por qué. Todo estaba corrompido y manchado. Nada era puro o benevolente y eso me debe sin un propósito. Ahora era libre. Luego de tanto tiempo podría regresar a mi hogar, pero ¿era mi hogar?
Besos y abrazos 🌊🌊🌊🌊
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