Capitulo XIX:
Repose mi cansado cuerpo sobre el mástil del barco. Añorando los días en donde mi inocencia era basta y no sufría por la realidad a mi alrededor. Mordí mis labios queriendo tranquilizarme, pero nada en esta fría noche me podía otorgar la paz que yo buscaba.
No podía evitar echarme toda la culpa. No podía evitar sentirme como un idiota. Me era difícil de creer que todas aquellas personas en las que confié por años era igual de ruines que los hombres dentro de este navío. Pero nada podía hacer yo. Solo debía aceptar y avanzar, tal y como lo habrían hecho Hope, Michael y el capitán. Era incapaz de detener o intentar arreglar todo. Sería como tratar de cesar la lluvia con las manos o decirle a un ave que no necesita volar. Mi "propósito" era una causa perdida hasta antes de intentarlo.
— Jimin ¿Qué haces aquí? — reconocí la voz de Michael y levanta la mirada para contemplarlo.
— Ver hacia la nada — respondí debido a la pobre iluminación que nos ofrecía la noche.
— Fui a dormir y vi que estabas no estabas en tu hamaca ¿te sientes bien? — pregunto en el momento en que se sentaba a mi lado.
— La verdad no — dije negando con mi cabeza — hoy me enteré de algunos tratos que tienen los piratas con gente de mi clase. Peor aún gente de mi clase que conozco y que consideraba mi familia.
— Vaya, la realidad te dio un golpe en toda la mejilla.
— Sí, y no me queda de otra más que aceptarla — exprese odiando mis palabras. Odiando el que tuviese que darme por vencido.
— Se cómo te sientes, pero esto te hará más fuerte Jimin y más sabio. Para algunos la lluvia se asemeja con la tristeza, pero para otros significa buenas cosechas. Todo depende desde que punto lo mires.
— Tienes razón. Lo mismo me dijo el capitán.
— Ah ¿lo ves? No soy tan estúpido entonces — se burló de el mismo riendo.
— Ni yo tan santo — le respondí sacando el reloj de mi bolso para entregárselo en su mano.
— ¿Qué es esto? — pregunto al ver el reloj brillante con la cadena colgando.
— Un reloj — dije por obviedad.
— Me refiero a que porque me lo entregas.
— Lo hurté durante el atraco — le hice saber. Había tomado aquel reloj del bolsillo de un hombre distraído entre toda la muchedumbre. No era como si no fuese capaz de comprobarlo, pero quería sentir esa sensación que se siente al robar.
— ¿Es el primer hurto en toda tu vida? — pregunto con una sonrisa.
— Robaba las flores del jardín de mi abuela ¿eso cuenta?
— Ni en un millón de años — dijo riendo y yo le seguí.
— ¿Sabes? El capitán me otorgo libertad — le dije recordándome a mí mismo aquello dicho por el capitán que me había tomado por extrema sorpresa.
— ¿Cómo dices?
— Me dijo que podía irme a mi hogar si así lo deseaba — me explique mejor.
— ¿Y por qué estás aquí Jimin? ¿Por qué no te has ido a casa? — me cuestiono con asombro en sus brillantes ojos.
— No si quiera yo puedo responder esa pregunta — hasta donde sabia ahora era un hombre libre, más, sin embargo, sentía como una fuerza mayor me ataba a este barco.
Mi mente me atormentaba, exponiendo imagines y recuerdos de esas veces en donde sufrí y lloré por no poder volver a mi hogar. Por sentirme atrapado y como un rehén.
Cuando coloqué por primera vez un pie en este barco, pensé de inmediato que mi vida estaba arruinada, o que esta sería mi sentencia de muerte. Pensé en ello al subir al barco la noche de hoy. Me vi a mi mismo esposado a Amelia. La vi a ella llorando e implorando por mi vida. Los piratas que tanto me aterraron aquella vez estaban ahí, solo que ahora no se veían tan tenebrosos. En este momento solo los veía como a un montón de zopencos que no vieron otra alternativa más que ser piratas.
El capitán no era lúgubre. Lo veía como un hombre que había sufrido toda su vida. Que camino entre pesares por gente como yo, y como me avergonzaba recordar las veces que vi como algo normal el castigar con azotes a los esclavos. Observé ese escenario en tantas ocasiones que me volví inmune a sentir empatía por esas personas, quienes como yo sentían y solo deseaban la libertad que yo anhelaba. El tener que ver esas horribles marcas en la espalda del capitán me hizo decepcionarme de mi linaje. Ver por primera vez el hecho de ser de la realeza como algo sin sentido y hasta negativo.
Pero ahora después de tanto tiempo todo era distinto y mi vida hubo cambiado. Mi lealtad se había modificado. Pues la traición de los que alguna vez considere mis aliados emano de mi la ira suficiente como para mantenerme en el navío.
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Pedir disculpas no era algo que acostumbraba a hacer. Tampoco era algo que me agradaba, pero de vez en cuando era necesario, como lo era en la noche de hoy donde tendría que ofrecer mis disculpas al capitán por haberlo tildado de sádico mentiroso cuando él nunca había mentido. Fue mi propia mente la que me hizo ver una imagen errónea del capitán sin él ni siquiera ser partícipe de esto.
Practique un par de veces en un espejo mis disculpas y quitando la bandana en mi cabello para peinarlo hacia atrás, subí entonces las escaleras y llame a la puerta. Al ingresar lo vi como siempre escribir en un pergamino sin alzar su mirada hasta que me escucho llamarlo.
— Capitán – me observo con asombro y podría jurar que sus enormes ojos brillaron al yo llamarlo — quiero ofrecerle unas sinceras disculpas. Yo he sido un tonto, pensé cosas erróneas y no fui prudente al momento de referirme a usted. Lamento el mal entendido que cause entre nosotros y espero que pueda perdonarme — le ofrecí disculpas con el mismo tono de voz que usaba cuando mi honorable padre me reprendía. Tal vez hacia esto esperando compasión de su parte.
— Sabe cuándo nos encontrábamos en Francia me tome el atrevimiento de comprarme un libro — abrió con delicadeza uno de los cajones del escritorio sacando entonces un libro — pero para mí infortunio descubrí poco tiempo después que este se hallaba completamente escrito en francés — soltó un suspiro de consuelo para luego observarme con atención — ¿podría usted leérmelo?
— Por supuesto que si capitán — el hecho de que me pidiera leerlo fue para mí como una aceptación a mis disculpas. Siendo así como él se recostó sobre un sofá y yo me senté a su lado para comenzar a leer un libro ya conocido por mi "El Rey Lear". Esta era la oportunidad perfecta para que además de practicar mi francés, pudiera releer una historia muy amada por mi persona.
Luego de leer unas cuantas paginas sentí como el sueño ya me estaba ganando, algo que el capitán noto y que por ello me hizo detener mi lectura.
— Le agradezco mucho Jimin. Nunca hubiese sabido lo interesante que es esta historia de no ser por usted — decía al yo cerrar el libro para dejarlo sobre su escritorio. Todo estaba bien, pero una pregunta carcomía a mi cabeza.
— Disculpe capitán, pero ¿Cómo es conocedor de que yo se francés?
— Usted mismo me lo hizo saber una vez — afirmo algo que me era imposible ¿Cuándo yo había dicho aquello?
— ¿De verdad? No recuerdo haberlo hecho nunca.
— Tal vez no lo recuerde porque estábamos ebrios — ahora lo entendía — bueno, usted más que yo – tome mi cabeza con una mano y me sentí avergonzado.
— Dios ¿Qué cosas le abre dicho estando ebrio? Le ruego me perdoné si dije algo imprudente — me apenaba con demasía ser tan indiscreto. No conocía mi faceta de borracho, pero esperaba que esta no fuese tan vulgar.
— No se preocupe, no ha dicho nada malo — se levantó del sofá y dio algunos pasos por la habitación hasta quedar de espaldas a mí — de hecho, puedo conocer mucho mas de usted cuando se encuentra así. No lo mal interprete, no soy partidario de la ebriedad, solo que pienso en que todos tenemos un concepto distinto cuando nos encontramos bajo los efectos del alcohol. Eso me resulta interesante.
— Es cierto, no lo había pensado nunca de esa manera — exprese en un bostezo sintiendo como mi cuerpo me pesaba.
— Jimin ¿usted cree en el amor? — pregunto aun dándome la espalda.
— Bueno, he leído sobre él, pero no sabría responder si lo comprendo o creo en él, ya que nunca lo he visto en persona — me exprese preguntándome que fue aquello que orillo al capitán a preguntar esto a tan altas horas de la noche — claro, con esto me refiero al amor de parejas, de un matrimonio. No al amor que se puede sentir entre familiares o amigos.
— Comprendo — le oí decir antes de abalanzarse hacia mí y acorralarme con sus brazos en el escritorio. No intente detenerlo, pues me había tomado de improviso, haciendo que mis manos solo se apoyaran de la madera fina, quedando yo frente a él. Tan cerca que podía escucharlo respirar. Mi corazón espantado revoloteaba con alarme en mi pecho por tan violento movimiento por parte del capitán, pero eso no era todo, pues sus ojos miraban a los míos sin perder ningún detalle de ellos ¿Qué se suponía que quería hacer? — su cicatriz...
— ¿Qué? — pregunte con desasosiego.
— Su cicatriz luce bien, no debería preocuparle que esta pueda quitarle belleza a su rostro — me alago antes de apartarse de mí y dejarme más que confundido — creo que deberíamos ir a dormir. Mañana será un mejor día.
— Si... así es — quité por fin mis manos del escritorio y con la mente intranquila me dispuse a caminera hacia la salida — buenas noches capitán.
— Buenas noches Jimin — nos despedimos y me marche de la oficina.
Cada vez que creía conocer al capitán una nueva actitud en él me hacía dudar por completo de mi conocimiento. No quería juzgarlo, pero era claro que algo no andaba bien en él. Pero después de todo lo que vivió, seguramente este hombre era mucho más normal que otros. Esa era mi manera de justificar su inusitado comportamiento. Comportamiento que me hacía pensar que el capitán escondía mucho más de lo que Hope o Joel conocían.
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Una vez más esos delicados labios abrigaban a los míos. Me dejaba envolver por ellos en el momento en que mi lengua se adentraba en su boca, siendo traviesa, siendo feliz. Beso y succiono mi mandíbula y yo tome su cabello entre mis dedos llevando mi cabeza hacia atrás ahogando un gemido. Sus manos pálidas como mi piel acariciaron mi dorso desnudo hasta llegar a mis pezones donde sus pulgares no se detuvieron para jugar entonces con ellos. Mi ritmo cardiaco fue en aumento cuando sus labios picaron mis pezones haciendo de estos su zona favorita. Gemía sintiendo como mi reparación se descontrolaba gracias a cada uno de sus toques y entonces sucedió lo inevitable. Acabe dándole fin a este encuentro romántico, pero no todo eran rosas. Pues lamentablemente nada de esto era real.
Me desperté en medio de la noche con una vez más mi ropa interior mojada y con mi pantalón casi obteniendo la misma mala suerte. Mi acción inmediata fue levantarme lo más rápido que pude y sacar mis pantalones antes de que estos se manchasen.
Mientras lavaba mi ropa interior pensaba en lo estúpido que yo era, porque por más que me quería negar a la idea, sabia de sobra de quien eran esos labios y a quien le pertenecían esas manos. Algo que no había querido admitir antes, pero que ahora no podía pasar por alto era el haber centrado mi visión a los labios del capitán y al lunar bajo estos. Cuando él me hubo acorralado no pude evitar mirarlo. Recordar cómo me miraba me provocaba escalofríos, pues me hacía pensar en que su mirada era muy similar o igual a cuando yo miraba a Amelia ¿Qué nos estaba pasando?
Y estuve todo el día pensando en ello, pensando en el capitán. Corte mal las verduras, me herí un dedo y Hope casi me mata cuando por error dejé caer agua caliente a una de sus manos. E s que esa manera que tenía el capitán de tocarme, de mirarme, no eran cuanto menos normales.
Temía aún más a algo que sentía en el fondo de mi corazón y que mi mente se negaba a aceptar. Y esto era que a pesar de que todo esto me resultara extraño no me molestaba. Es decir, no es como si fuese fanático de tener esos suelos tan indecentes y manchar i ropa, pero en lo que respectaba a lo que el capitán solía hacer conmigo podía admitir que no me desagradaba del todo. Me aterraba como nunca justamente eso, que no me desagradara. Torturaba a mi mente para que fuese capaz de encontrar respuestas y todo apuntaba a que el hecho de que fuese justo el capitán quien, hacia esas cosas se me hacía difícil negarme o preguntar el porqué de esos toques. En caso de ser Hope o Michael posiblemente esta situación me habría incomodado mucho más y hasta de seguro ya los hubiese detenido en el acto. Pero mi corazón no era tonto, mi corazón me decía a gritos que era mucho más, pero ¿Qué?
Sus ojos redondos y brillantes llegaron a mi mente cuando pelaba papas. Recorrí gracias a las memorias de mi mente cada detalle de estos. Eran rasgados y aunque se supone que en la genética asiática no existía el parpado doble él si lo poseía. Sus pupilas eran luminosas y jóvenes, a vece podía percibir que estas eran tan inocentes y me observaban con plena bondad, como si el capitán tuviese los ojos de un niño pequeño y frágil. Sus pestañas no relucían tanto como lo hacia el final de sus ojos. Ese lugar llamado parpado inferior el cual estaba normalmente maquillado por el intenso y frívolo color negro, pero que cuando lo dejaba de usar sus parpados inferiores se veían tan asombrosos y realmente atractivos. A veces envidiaba no tener así mis parpados inferíos.
Otra de las muchas características que comencé a notar de él era que su mirada al estar conmigo ya no era inexpresiva. Sonreía a menudo y se le veía con júbilo. Me sentía un tipo de apoyo emocional para él. Estaba ayudando al capitán a salir de ese pozo depresivo y lleno de soledad, y luego estaban sus ojos, siendo felices. Disfrutando de los momentos a mi lado, y la razón por la que me fijaba en ellos era por no querer bajar más allá de sus ojos (por tener miedo de bajar más allá de sus ojos) Esos dos redondos en su rostro me traían delirando y no lo podía negar ya que era lo que más recordaba de él. Negarlo sería imposible después de estar tanto rato soltando risas absurdas y risueñas solo para mí.
— ¿Te estas volviendo loco o qué? — pregunto Hope de mala gana luego de escucharme reír solo muchas veces.
— No — respondí inseguro. Tal vez si me estaba volviendo un loco.
— Cuéntanos ese chiste tan gracioso Jimin — me alentó Michael, pero no había chistes, solo era una insólita fijación a unos ojos. Muy hermosos, por cierto.
— ¿Alguna vez han interpretado algo que paso en la vida real como si hubiese sido un sueño? — pregunte queriendo cambiar el tema de conversación.
— Mmm no... — contesto Hope confundido por mi pregunta tan inusitada.
— ¿Te refieres a esas veces en las que imagina en un sueño que vas al baño y luego resulta que te orinaste en la cama? — las ocurrencias de Michael me hicieron reír y más porque Hope lo miraba con decepción profunda.
— Jaja ¿Qué? — carcajee un poco.
— ¿Es por eso que ahora te levantas en la madrugada a limpiar tu ropa Jimin? ¿te orinas encima? — pregunto Hope haciéndome sentir ofendido y observado. Ni siquiera sabía que conocía mis salidas nocturnas.
— ¡No! ¡claro que no! — negué colocando mi mano en mi cintura para observarlo indignado.
— ¿Entonces qué pasa con tu ropa? ¿te volviste lavador nocturno o que carajos? — insistió Hope con su pregunta. Me odié por el momento en que decidí abrir mi boca.
— No pasa nada, es solo una manía — mentí.
— Pues es muy raro, llevas haciéndolo una semana entera — atino a decir el castaño algo que me impacto ¿una semana? Creí que solo había sido tres días.
— Enserio Jimin si te orinas en la cama no nos va a molestar, yo también lo he hecho es de lo más normal.
— A veces no sé porque sigo entablando relación contigo — dijo Hope por el comentario tan extraño de Michael.
— No me orino en la cama y no soy tampoco un raro por lavar en la madrugada — dije convencido de mis palabras porque no era ni una ni la otra, sino algo mucho peor que no podría confesarles jamás o probablemente ahora si me harían caminar por la plancha.
Las noches siguieron pasando, así como aquellos sueños también. Nunca en mi vida había estado tan necesitado por zacear mis apetitos sexuales. Ni siquiera cuando llegue a pasar tiempo a solas con mi antigua novia o Amelia, y esto cuando me avergonzaba. Era solo un maldito urgido de diecinueve años que no sabía cómo controlarse. Me apenaba estar tan siquiera cerca del capitán luego de "habernos besado toda la noche."
Tampoco podía mantenerlo lejos. No ahora que me instruía en el arte de la batalla y me ayudaba a conseguir más resistencia. Encima de que nuestras charlas me resultaban más que interesantes haciendo nuestras tardes muy amenas.
Solo con él tenía la oportunidad de hablar de lo que tanto me apasionaba. Como el arte, las obras literarias, los autores de las mismas y la filosofía. Nunca me había entendido tan bien con alguien ni siquiera con esos que alguna vez llame amigos y hoy sabia nunca lo fueron.
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Estiraba ahora mis piernas a la par de mis brazos, listo otra vez para empezar el entrenamiento en la habitación del capitán. Él acomodaba su cabello atándolo con un trozo de tela y sería inútil tratar de desmentir que llevaba observándolo de reojo por un buen rato. Desde que se había despojado de su camisa dejando su torso desnudo, hasta ahora que hacía estiramientos de cuello. Una llama dentro de mí me quemaba instándome con que no le quitara los ojos de encima; era como si mi cuerpo se hubiese vuelto caprichoso y pretendiera actuar por su cuenta. Tal y como si mis ojos ahora le pertenecieran a él. Como si sus movimientos al ejercitarse fueran el arte y él, el artista. Pero nuestras miradas se conectaron y apenado tuve que bajar mi rostro. Había descubierto mi persistente fijación en él y yo ya estaba acabado.
— Jimin ¿a usted le gustan los juegos de mesa? — pregunto cuando intentaba olvidar que lo había estado observando desde hace más de veinte minutos.
— No son de mi favoritismo — dije al fin luego de tragar mi vergüenza.
— ¿Eso se debe a algo en particular? — indago más allá.
— Sí, soy lamentable como jugador — admití en una risa tonta.
— Yo puedo enseñarle a jugar ajedrez — me plateo estirando sus piernas en el suelo a cada lado de su cadera y fascinándome en el acto.
— Vaya usted es muy flexible — me exprese observando cómo no parecía costarle tener las piernas así.
— Tengo que o si no voy a vivir fracturándome con cada proeza que hago — dijo uniendo sus piernas de nuevo y colocándose de pie. Mientras yo intentaba torpemente llegar tan siquiera a mis dedos de los pies —¿entonces qué dice? ¿puedo ser su maestro de ajedrez?
— Si me va a enseñar a cómo ganar con trampa si — bromee con él.
— Jamás sería un pirata en el juego, solo lo soy en la vida — dijo con una meda sonrisa y guiñando uno de sus ojos. Acción que me dejo helado y me hizo tragar seco. Solo deseaba que él no estuviese notando mi actitud tan extraña — sacare el juego — aviso antes de usar su propia camisa para limpiar su sudor. Se veía bien con cada cosa que hacía ¿Cómo podía ser yo así de perfecto?
Platicamos y me enseño las normas básicas del ajedrez junto a las piezas. Había tumbado el tablero sobre el suelo lo que me dio la oportunidad de descansar mis piernas mal estiradas. Sentí luego como el sudor se secó en mi frente y como el frio de la tarde comenzaba a erizar mi piel. Por lo que no entendía como era que a él no le afectase nada de esto, pues su pecho seguía descubierto y no le veía temblar ni por un segundo.
— Capitán su almuerzo, oh hola Jimin — saludo Michael sorprendiéndose de mi presencia tan en confianza en la recamara del capitán. Pues aún estábamos sobre el suelo y reíamos por algunas ocurrencias. Yo le devolví el saludo agitando mi mano y deseando que nada se mal interpretara.
— Déjalo en el mueble y ve a traer el almuerzo de Jimin — le pidió el capitán y yo me sentí inseguro e incómodo. Esperaba que a Michael no le empezara a fastidiar este favoritismo que tenía el capitán hacia mi persona.
— Capitán, no se preocupe yo puedo comer afuera — dije en cuanto el de rulos atravesó la puerta.
— De poder puede, de querer... ¿quiere? — me pregunto observándome con una de sus cejas elevadas esperando mi respuesta.
— No...
— Entonces alimentemos a nuestros cuerpos juntos — dijo al levantarse y caminar hasta el mueble donde se hallaba su almuerzo para tomar el té de manzanilla.
— Capitán ¿Qué opina usted sobre los sueños? — al ser él, el protagonista de mis sueños me era de sumo interés conocer su opinión al respecto.
— Los sueños a mi parecer son la representación de lo que vivimos o no vivimos en la realidad —. En muchos de nuestros sueños se nos platean las metas frustradas o no cumplidas, aquello que anhelamos y no podemos obtener. Siendo también los sueños simplemente historias paradójicas de nuestro día a día.
— ¿Pero creer que tienen un significado o que es una manera en la que nuestra mente intenta decirnos algo? — insistí.
— Si. Los sueños también nos muestran lo que deseamos internamente, pero que en nuestro exterior nos negamos a reconocer — el capitán encima de ser perfecto casi en todo lo que hacía ahora también leía mentes. De un momento a otro lo tenía de nuevo frente a mí. Engullendo de su comida y observándome con esos ojos enormes y brillantes. Si mis sueños me intentaban decir que deseaba al capitán entonces ya yo era un completo desquiciado —. Entonces alimentemos a nuestros cuerpos juntos — dijo al levantarse y caminar hasta el mueble donde se hallaba su almuerzo para tomar el té de manzanilla.
— Capitán ¿Qué opina usted sobre los sueños? — al ser él, el protagonista de mis sueños me era de sumo interés conocer su opinión al respecto.
— Los sueños a mi parecer son la representación de lo que vivimos o no vivimos en la realidad — En muchos de nuestros sueños se nos platean las metas frustradas o no cumplidas, aquello que anhelamos y no podemos obtener. Siendo también los sueños simplemente historias paradójicas de nuestro día a día.
— ¿Pero cree que tienen un significado o que es una manera en la que nuestra mente intenta decirnos algo? — insistí.
— Si. Los sueños también nos muestran lo que deseamos internamente, pero que en nuestro exterior nos negamos a reconocer — el capitán encima de ser perfecto casi en todo lo que hacía ahora también leía mentes. De un momento a otro lo tenía de nuevo frente a mí. Engullendo de su comida y observándome con esos ojos enormes y brillantes. Si mis sueños me intentaban decir que deseaba al capitán entonces ya yo era un completo desquiciado.
Besos y abrazos 🌊🌊🌊🌊
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