Capitulo Ⅻ
Pase a través de la puerta con cautela intentando no verme como un entrometido. Él estaba sentado sobre un taburete y pintaba en el lienzo una roja amapola.
– ¿Qué ocurre Jimin? — me pregunto sin girarse a verme ni dejar de mover el pincel que pintaba a la flor. Seguro pensó que solo necesitaba algo de él o que venía a informarle de un acontecimiento, pero yo solo quería hacerle compañía.
– Pensé que tal vez me daría el honor de compartir conmigo un trago — dije con confianza para que creyera en mis palabras. Detuvo el pincel en el aire y se volvió a mí. Por instinto lévate la botella junto a los vasos y me sentí un tanto estúpido por actuar tan aniñado. Sus ojos fueron a la botella, a los vasos, luego a mí y por poco me golpee internamente porque de seguro ahora me veía como a un imprudente.
– Está bien, sírvame un vaso por favor — acepto y respire aliviado por eso. Me acerque al escritorio para dejar uno de los vasos sobre él y pegue un brinco cuando vi a Yawaca tirada sobre el piso durmiendo — no se preocupe, no le hará nada. Esta descansando.
Asentí y vertí el líquido dorado en el vaso para luego entregárselo en su mano. Tomo con delicadeza saboreando sus labios con su lengua y lo vi alzar una ceja sorprendido. Supuse entonces que si había reconocido el tipo de brandy que elegí. Cuando tomé el licor sentí cierto dulzor en el paladar, lástima que no estaba acostumbrado a los licores fuertes y por ello no lo podía disfrutar del todo.
– ¿Le gusta dibujar flores? — le pregunte cuando el silencio ya era estresante.
– No suelo dibujarlas, pero por algún motivo anoche soñé con amapolas — dijo mientras tomaba del brandy y posicionaba su mano sobre su cintura. En esta noche no usaba saco solo vestía una camisa blanca y me preguntaba cómo es que no le afectaba el frio del otoño.
– Por desgracia yo no llegue a conocer a mi madre más, sin embargo, muchos me han contado que sus flores favoritas siempre fueron las amapolas, así que siempre que veo una de esas hermosas flores es como si la viera a ella — afirme viendo más de cerca la pintura que el capitán había hecho.
– Entonces es como si estuviera pintando a su madre — dijo él.
– Podía decirse así — dije observando la pintura con detenimiento — ¿siempre es tan tranquila cuando duerme? — pregunté por el simple hecho de querer hacer conversación.
– Si. Nos brindamos paz mutuamente – respondió. Yo asentí y bebi otro trago de brandy — ¿ya la ha tocado?
– Perdón ¿a quién? — pregunte algo desconcertado.
– A Yawaca ¿ha podido acariciarla?
– Oh... no. No creo que yo le agrade lo suficiente como para que hagamos contacto.
– ¿Y cómo sabe que no se agradan sino han hecho contacto? — su respuesta fue un jaque mate.
– Eh... yo...
– Deme su mano — me pidió y yo accedí tembloroso dejando el vaso sobre el escritorio. Tomo mi mano y la fue acercando con lentitud hacia la bestia adormilada. Mi corazón bombeo con fuerza y mi respiración se agito, solo esperaba que en caso de una emergencia el capitán lograra contener a Yawaca.
Mi mano se posiciono en el pelaje anaranjado del enorme felino y sentí la suavidad de este. No era como el pelaje de un gato por ser este mas rasposo y tosco, pero la gracia aún se conservaba. Por mi temor no había logrado notar que la mano del capitán todavía se hallaba sobre la mía y me hacía moverla de un lado a otro para que pudiera acariciar a Yawaca.
– Es un animal muy noble si se saber tratar — dijo cuándo quito su mano y se colocó de pie.
– Eso puedo notar — dije a la par de tomar un poco más de Brady percibiendo que este ya se había acabado y luego al capitán quien abrió de nuevo la botella y me ofreció servirme.
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Luego de otros dos vasos el capitán me llevo a las afueras su oficina. Recorríamos la cubierta totalmente desolada del barco. Se escuchaba a lo lejos risas, música y conversaciones que no podíamos entender proviniendo de aquel bar, donde parecía que todos pasaban una buena noche. Yo incluido, pues no había parado de hablar desde que me empecé a sentir mareado y por alguna razón todo me daba risa.
– Sí, yo... siempre he sido un perezoso con los idiomas, pero intento mejorar. Mi padre dice que a debería hablar al menos dos — explicaba entre risas tímidas.
– Usted aprende rápido, lo lograra.
– ¿Eso cree?
– Por supuesto que sí. Su batalla el día de ayer lo comprueba — afirmo él.
– No lo sé, siento que no fue tan pulcra — dije sin estar convencido.
– Eso es lo mejor que tiene el ser un pirata; las batallas no tienen por qué ser pulcras o justas — afirmo tomando de su brandy. Yo hice lo mismo mientras miraba a las estrellas.
– ¿Alguna vez ha querido escapar de la realidad?
– ¿Cómo?
– Escapar de todo esto... sentirse insignificante a comparación de las estrellas — el licor ya estaba jugando con mi cordura.
– Si... todos queremos la vida de otros. Tal vez yo no quisiera la vida ajena, sino la suerte ajena... Si la tuviera muchas cosas no me habrían pasado — dijo cabizbajo y sentí esa tristeza en su mirada. Lo cual me llevo a sentir mal.
– No sé qué le haya pasado, pero no tengo duda ninguna en que usted es un buen hombre — esas palabras salieron de mi boca sin siquiera pensarlo mucho y era lo mejor... no pensar demasiado.
– No lo creo, yo... he hecho tantas cosas malas...
– Y sin embargo está aquí — tome otro trago antes de continuar. Ya me estaba gustando el dulzor del licor — tomando una botella con el príncipe de Inglaterra. Usted y yo deberíamos ser enemigos, pero usted eligió que no lo fuéramos, eso es tener bondad.
– Qué bueno que lo vea de esa manera — respondió y lo vi girar hacia otro lado. En ese momento recordé algo.
– ¿Qué estarán haciendo?
– ¿Quiénes?
– Hope y Michael, me escapé de ellos... — dije y reí como idiota.
– ¿Por qué habría de escapar usted de ellos? — pregunto al quedar desconcertado con mi afirmación.
– Porque... ay me avergüenza decirle — me reí de nuevo tomando mi rostro con mis manos. No entendía muy bien la expresión el capitán, pero podría decir que se veía confundido — está bien le dire.
– Lo escucho — dijo sin más.
– Ellos querían que yo... ya sabe, estuviese con alguien — hice una sonrisa ladina y temí un poco por la actitud que el capitán podría tener con este tema. Pero luego de estar hablando con él por al menos unas horas, tal vez estuviésemos ya en la confianza suficiente — pero yo no soy así, yo no voy a pagar para eso y menos sin estar preparado.
– ¿A qué se refiere?
– Es que yo... — oculte mi rostro antes de decirlo esperando que el capitán no se riera de mi — soy virgen, nunca he estado con nadie.
– Puedo comprenderlo — dijo con su voz seria y tranquila, que ya para este tiempo era más que cómoda para mí.
– Muy bien, le confesé mi secreto, le pido por favor que no se ría — dije apenas porque mi lengua medio muerta no me dejaba hablar con claridad.
– No tengo por qué hacerlo.
– Es una suerte porque... — tropecé con uno de mis pies y el capitán me sujeto. Mi cuerpo había entendido que él ahora sería mi soporte, porque me quede sobre él.
– Tenga cuidado — dijo mientras sostenía a mi cuerpo que ya no se quería dejar gobernar.
– Es hermosa la noche ¿no? — pregunte aun sobre él, sobre la calidez de su cuerpo.
– Jimin ¿usted ha bebido antes?
– No.
– ¿Y pretendió beber una botella entera conmigo sin haber bebido nunca antes? — pregunto atónito sosteniendo mi tronco.
– Podría decirse así ... — dije en una sonrisa. Cuando entonces vi algo que nunca había visto desde que llegue. Al capitán sonriendo ¡sonreía mostrando sus dientes! — se ve lindo.
– ¿Qué cosa?
– Usted. Se ve lindo cuando sonríe, debería hacerlo más a menudo — afirme y su respuesta no la pude escuchar o ver porque en ese momento todo se nublo y no hubo más que oscuridad en mis memorias de esa noche.
-----🌊-----
Mi cuerpo había sido movido lo que me hizo despertar y darme cuenta de que sufría ahora de un intenso dolor de cabeza y mis ojos ardían en sus cuencas.
– Jimin ¿todo bien? — pregunto una voz que reconocí como la de Michael.
– S- si... — dije bostezando y tomando entre mis manos mi cabeza que sentía que iba a explosionar dentro de poco.
– ¿Has visto a Hope?
– ¿Q-que? Ah no... — me giré hacia todos lados y descubrí que me encontraba en mi hamaca, pero no había nadie en mi alrededor. Al parecer todos ya habían despertado (o nunca volvieron).
– Ah, debe estar con sus prostitutas... ¿me acompañas a buscarlo? — pregunto mientras yo trataba de recordar cómo es que había llegado a mi hamaca. Lo último que recordaba es haber estado acariciando a Yawaca.
Asentí y Michael me ayudo a subir las escaleras. Mi primera resaca me había pegado fuerte.
Bajamos del navío y todo fuera de este estaba hecho un desastre. Varios hombres yacían echados en el piso más que ebrios, muchos de ellos con apenas ropa, quizás esta había sido hurtada por otros piratas. Algunos animales se habían escapado de los graneros, estando entonces ahora por todos lados.
Seguí a Michael hasta dentro del bar y bajando las escaleras al primer piso me llevo hacia unas habitaciones que se hallaban un tanto ocultas.
– Debe estar en esta, es la que siempre ocupa — me hizo saber el hombre de rulos cuando llegamos a la habitación con el numero 630 escrito en la puerta.
Al abrirla mis ojos fueron encandilados por la luz radiante del sol que entraba por las enormes ventanas. Cuando rasque mis ojos en el intento de darle paz a mis pupilas, contemple al abrirlos algo que me hizo exaltar horrorizado.
La habitación era muy grande, pero no era lo que realmente importaba... por lo mínimo pude ver en cuestión de segundos en los que no cubrí mis ojos, diez mujeres en completa desnudez. Sentí mis mejillas arder y tape con rapidez mi visión, ni siquiera quería avanzar. Intente abrir la puerta para irme, pero Michael me detuvo burlándose de mí.
-–¿Qué te sucede? — pregunto con una risa burlona que ya me estaba enfadando — ¿Qué nunca has visto mujeres desnudas?
– En pinturas... — dije queriendo ignorar el paisaje desnudo que tenía en plena vista, pero era casi imposible. Por donde viera había cuerpos de mujeres sin ropa.
– Ay amigo eres tan divertido — Michael rio otra vez y apoyo su brazo en mi hombro — no te van a morder, al menos que tú quieras — dijo picando su ojo haciéndome avanzar por toda la habitación hasta la cama donde se encontraba Hope. Que al verlo de cerca pude notar que este también se hallaba desnudo, acostado boca abajo y con su trasero pálido reluciendo en todo su esplendor.
– ¡Hope! — Michael grito al castaño dormido y las mujeres a su alrededor fueron quienes despertaron, pues Hope seguía roncando como si de una morsa se tratase — ¡el capitán te está buscando y volara tu cabeza!
– ¡El capitán! ¡¿Qué paso con el capitán?! — Hope se despertó alarmado como si un trueno hubiese caído sobre él y cubrí mis ojos girando a otro lado para no ver de más. Pero no iba a mentir, ya le había visto hasta el alma. Michael se echó a reír cayendo sobre la cama y Hope al notar que solo había sido una broma, refunfuño y golpeo a Michael en el pecho.
– ¡¿Eres idiota o qué?!
– Amo la cara que pones cuando nombro al capitán ¿tanto miedo le tienes?
– Jodete — dijo Hope a Michael chistando su lengua y rascando su cabello.
– Amor no te enojes, te vez más lindo cuando sonríes — hablo una de las mujeres desnudas al lado de Hope y dejo varios besos sobre su cuello y barbilla. Yo aún no sabía dónde esconder mi rostro por la vergüenza que todo esto me producía.
– ¿Y acaso yo no soy lindo Adrianne? — le pregunto Michael con un puchero a la mujer castaña que acariciaba el pecho de Hope.
– Tu eres hermoso, pero no me compraste anoche...
– Oh ¿y ahora no estoy entre tus favoritos? — pregunto Michael con una sonrisa pícara.
– Siempre estarás entre mis favoritos amor — la mujer llamada Adrianne acaricio el rostro de Michael mientras Hope besaba con descaro su cuello bajando y casi llegando a... creo que era mi momento de partir.
– ¡Jimin! ¡ven únetenos! — me invitó Hope al ver que giré sobre mis talones con intenciones de huir del lugar.
– No, gracias yo no...
– ¿Es amigo de ustedes? — pregunto una de las mujeres quien no dudo en acercarse a mi haciendo que retrocediera.
– ¿Chicas que les parece si le dan amor a ese hombre? — dijo Michael y yo lo fulmine con la mirada.
– Yo no tengo problema — oí hablar a una mujer detrás de mi oreja y me exalté cuando la sentí tomar mis hombros y acariciar mi pecho por la espalda.
– Tu amigo está muy guapo Michael — dijo otra chica rubia acercándose a mí y acariciando mi rojizo rostro. Mi corazón estaba a mil y no era por las razones que necesitaba en este momento.
– Háganlo feliz, chicas — fue lo último dicho por Hope antes de empezar a embestir frente a mis ojos a la mujer llamada Adrianne.
– ¿Qué quieres que te haga? Tu solo pídelo dulzura — pregunto la mujer tras de mi quien empezó a besar mi cuello, y no sé en que momento ya me hallaba sobre un sofá con dos mujeres desnudas a mis lados dispuestas a todo conmigo. Maldito sea el momento en el que acepte acompañar a Michael.
– Chica yo no... — titubee al decir pues ya tenía una mano ajena acariciando mi muslo.
– ¿Eres nuevo en esto verdad?
– Tranquilo, no seremos bruscas contigo — aunque sus voces fueran dulces y su actitud atrevida, no me sentía en el querer o necesidad de perder mi virginidad en este momento.
Hice un respingo cuando la mano de una de ellas apretó mi miembro siendo justo ahí el momento en el que mi mente y cuerpo no soportaron más vergüenza y me sacaron a fuerzas de esa situación tan complicada.
Mis pies aceleraron el paso hacia el navío y cuando estuve ya dentro de este todo el frenesí acumulado en mi interior salió disparado hacia todas partes.
– ¡Esos hijos de puta! — grite al aire sin medir las consecuencias y sin saber que el capitán estaba en mi espalda. Me gire sobre mis talones y al verlo sentí que mi alma había abandonado a mi cuerpo — ca- capitán... lo s-siento — exprese apenas avergonzado por mi actitud tan grosera.
– ¿Se encuentra usted bien? — pregunto desconcertado y con una de sus cejas levantadas.
– Sí, es que Michael y Hope me jugaron una broma y ...
– ¿Dónde están ellos ahora? — me interrumpió haciéndome una pregunta.
– Ellos están con... — ¿Cómo podía explicarle lo que ellos hacían ahora?
– ¿Ellos están con las prostitutas? — pregunto sin más. Asentí con timidez, pero aliviado al no tener que explicar con mis propias palabras lo sucedido – ahora entiendo el porqué de su estado — dijo esto y lo vi señalar hacia abajo. Ahora deseaba nunca haber bajado la mirada, pues me sentí casi muerto de vergüenza cuando vi que mi miembro más que despierto se veía perfectamente gracias a la tela fina del pantalón que usaba.
El capitán me observo sin expresión y subió las escaleras hacia su oficina. Yo cubrí mi parte desesperado queriendo explicar que no era nada de lo que pensaba, pero las palabras no salían de mi boca. Hui hacia la hamaca para cubrir mi vergüenza con la frazada que ahí había, pero ya el capitán había visto todo. Mi dignidad estaba más que perdida.
Besos y abrazos 🌊🌊🌊🌊
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