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Capitulo Ⅸ:

– ¡Debemos atacar apenas lleguemos a la bahía!

– ¡Si hacemos eso nos verán como enemigos y se unirán para matarnos!

– ¡Si no los atacamos pensaran que somos débiles!

Me encontraba en la oficina del capitán en medio de una discusión. Joel gritaba porque la idea de atacar a un barco enemigo apenas se tocará la bahía fuera tomada como un hecho, pero Hope pensaba que hacer esto era cavar nuestra propia tumba; ya que luego de haber asesinado al capitán barba gris muchos de los piratas con los que nos reuniríamos querrían nuestra muerte, y hacer algo así no era sensato. Yo no tenía nada que ver, pero cuando le hube entregado el té al capitán, Hope me hizo una señal para que me quedara, así que en estos momentos me hallaba de pie al lado del capitán quien se encontraba en su asiento escuchando balbucear a Joel y a otros piratas más que creían fielmente en su idea.

– ¡Acabamos con un hombre que llevaban persiguiendo por años! ¡jamás pensaran que somos débiles! — apunto a decir Hope quien ya estaba muy irritado por la actitud del barbudo.

– ¡La debilidad está en el no atacar! — dijo Joel quien fue inmediatamente silenciado por el golpe de un cuchillo filoso siendo enterrado en el escritorio. Todos se callaron e incluso yo entendí la señal. El capitán quería dar su veredicto.

– No somos palomas pacificas que volamos hacia a un bebedero esperando ser alimentados, pero... — saco el cuchillo de la mesa y jugueteo con este mientras observaba a todos — no somos unos malditos dementes suicidas como para actuar como tales — había dicho esto señalando con el cuchillo a Joel, quien se encogió en su sitio sintiéndose derrotado — no me crean tan idiota como para no saber que nuestra llegada al comité puede ser muy peligrosa. Es por ello que estuve estos meses contactando a nuestros aliados y han respondido — el capitán saco entre los pergaminos el sobre abierto de una carta y se la paso a Hope. El castaño la tomo y dándole vuelta observo el nombre del remitente.

– Chimyeongjenong - in ... ¡mortífero! Capitán ese hombre es peligroso — había dicho Hope con extrema preocupación. Yo no había entendido nada.

– No más que nosotros... he contactado con él y me ha asegurado de que él y su tripulación están de nuestro lado — afirmó el capitán.

– ¿Confía en su palabra? — pregunto de repente Joel con severa incredulidad.

– Es mi aliado más viejo solo en él puedo confiar, además... sabe que no le conviene hacerse el gracioso conmigo, conozco su caja de pandora — el hombre de brillante argolla tomo el cuchillo y lo guardo en su saco — ¿dudan de algo más?

– ¿Qué hará con él? — al decir esta pregunta Joel me señalo con la mirada y me sentí un poco ofendido. Yo no era un objeto.

– Eso no es asunto tuyo — expreso el capitán de manera cortante y me sentí dichoso por ello, no sabía exactamente el por qué — ahora largo todos necesito pensar — Joel se tragó sus palabras y de mala gana salió de la oficina dando furiosas zancadas. Hope salió tras de el con aires preocupantes, no estaba convencido del todo en la solución del capitán, yo caminé queriendo seguir los pasos de Hope hasta que oí al capitán llamarme — usted no Jimin, usted quédese. Necesito hablarle — Hope me observo sin comprender antes de salir cerrando la puerta. No sabía que quería decirme el capitán solo esperaba que no fuese nada malo.

– Si, dígame capitán — hable por respuesta al estar los dos solos.

– Siéntese — me pidió y nos relajamos sobre los asientos al mismo tiempo — como pudo haber escuchado nos tendremos que apersonar a un comité. Es más, como una reunión anual que imparten varios grupos de piratas, entre ellos estamos nosotros por supuesto y debemos presentarnos dentro de unos días, es por ello que hemos viajado aquí, a Francia — lo contemplaba atento, esperando atento en el momento en que mencionara mi nombre — mis hombres están asustados pensando que querrán matarnos por haber asesinado a barba gris, pero usted no debe temer, eso no pasara — negó con la cabeza y me observo con sus ojos enormes sin expresión alguna.

– ¿No querrán asesinarnos? — pregunte también incrédulo.

– No, ese hombre era detestable, hasta para los piratas lo era. Les hicimos un favor en tal caso, pero... usted si está en peligro — lo escuche decir y de repente todo mi cuerpo se tensó.

– ¡¿Yo?! ¡¿Por qué?!

– Pues vera al ser el príncipe de Inglaterra tal vez algunos puedan reconocer su rostro y pretenderán raptarlo — la respuesta era más que obvia, sucedía que había olvidado el detalle de mi linaje.

– ¿Entonces qué puedo hacer? — pregunte con mis ojos saltones y mi respiración agitada.

– No se asuste, no le comenté esto para que se asustara. Lo hago porque quiero que entienda que confió en usted y de igual manera espero que confié en mi cuando le digo que yo he de cuidarlo en ese comité.

– ¿Debo asistir? — trague seco al imaginarme en una jaula repleta con piratas fachosos apuntándome con sus armas.

– Debe hacerlo.

– Pero capitán...

– Ya le dije que yo lo cuidaré y usted también se cuidara — se colocó de pie y fue hasta la mesa en donde se hallaba el té para poder tomar de este — le proporcionare una espada, pero quiero que me demuestre en estos últimos días que quedan antes del comité que puede usarla mejor de lo que ya lo hace.

– Eso intentare.

– No lo intente, hágalo — tomo otro sorbo y dejo la taza en donde la encontró — practicaremos por las tardes, mientras tanto es todo. Puede retirarse Jimin — tomo un libro y pasando página comenzó a leer ignorando mi presencia.

Salí de ahí intentando convencerme a mí mismo que todo iría bien, pero convivir con piratas me había hecho descubrir que todo puede ocurrir al azar y sin previo aviso cuando se trataba de ellos.



Estaba en la cocina envuelto por el fuerte aroma a pescado y el calor abrumante que producían las ollas repletas de sopa. Esta vez hacia la misión simple de pelar papas y dejarlas en un barril con agua, Hope me lo había encargado cuando salió de la cocina hace un buen rato. El hecho de haber creído que tendría ayuda para con esto y ahora no tenerla me hacía sentir enojado, ahora esta misión no sería tan simple y el sudor que corría por mis cienes era un claro recordatorio de las temperaturas altas del lugar.

– Princesita, Hope te llama quiere que vayas a cubierta — uno de los piratas del cual no conocía el nombre que era parte del grupo de pesca, llego a la cocina para anunciarme tal cosa.

– ¿Qué es lo que quiere? — pregunte sin entender porque Hope querría que dejara mi puesto en la cocina.

– ¡Yo que se princesita! ¡solo hazlo! — gruñí por escuchar de nuevo ese estúpido mote por el que muchos habían decidido llamarme.

Queriendo evitar los problemas y pretendiendo olvidar que quería golpear a ese mal nacido, dejé de hacer lo que hacia y me dispuse a subir hacia la cubierta. Antes de subir del todo sentí una electricidad punzando mi corazón, algo no andaba bien. Desde mi posición podía ver como todo allá afuera parecía desolado y muy calmado.

La penumbra de la noche me hizo recordar aquella vez que por poco me abusan y también recordé esa noche en donde Joel me hubo atacado. La cubierta a estas horas no me hacía sentir cómodo. Entonces me decidí por saltar con rapidez por encima de las barandas para subir al segundo piso donde el capitán aun se hallaba en su oficina. Corrí a la puerta de la oficina y me afinqué del picaporte, tal vez parecía un loco histérico, pero algo dentro de mi me gritaba que debía temer por mi vida.

La tranquilidad del lugar era tormentosa y la brisa fría azotando a mi rostro ni siquiera era suficiente para refrescar mi cerebro que se sofocaba en miedo.

– Jimin.

– ¡Aaah! — grite espantado cuando alguien llego a mi tocando mi hombro.

– ¿Qué sucede Jimin? — pude respirar con normalidad cuando observé que quien me hablaba era Hope.

– Oh Dios Hope, eres tú — tome mi pecho e inhale y exhale para tranquilizar a mi corazón quien retumbaba como un tambor — entonces si me llamaste a cubierta — pretendí afirmar al comprobar que él estaba aquí.

– No, yo no te había mandado a llamar — Hope me observo confundido y me negó lo que yo le había acabado de confirmar, haciendo que todo se fuera al diablo de nuevo.

– ¿T-tu no me mandaste a llamar? — titubee al preguntar.

– Yo no ¿Qué haces aquí?

– Yo...

– ¿Terminaste lo que te encargué? — pregunto, pero no pude responder. Mis sospechas eran ciertas y temía que así fuera — ¿Qué sucede? ¿acabas de ver a un fantasma? o ¿qué diablos?

– Olvídalo — negué con la cabeza queriendo realmente negar todo lo que había comprobado — volvamos a la cocina.

– ¿Estas bien? te ves más pálido de lo habitual — me alejé de él y mordí mi lengua para no hablar de más. No era oportuno confesarle el atentado contra mi integridad. Michael a pesar de hablar sandeces tenía razón en que no debía confiar en nadie. Ni siquiera en Hope podía depositar mi confianza. Nadie era de fiar.

– Tuve solo un mal presentimiento no es nada, solo fui un tonto — tomé su brazo y nos dirigimos a la cocina, lugar que ahora se encontraba vacío, parecía como si todos hubiesen huido por algo.

No era idiota, sabía que intentaban hacerme daño, pero no se las iba hacer tan fácil. Daria tregua hasta que el capitán notase por si solo quienes eran los que intentaban herirme.


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– ¡Tus movimientos deber ser directos! ¡seguros! — decía el capitán en el momento que entrenábamos una vez más.

Mi brazo ya estaba doliendo luego de estar una hora sosteniendo la pesada espada y además luchando con ella. Mis piernas por su parte estaban débiles y a punto de desfallecer por el ejercicio en exceso. El sudor invadiendo tomo mi cuerpo empeoraba la situación.

Evadí unas cuantas veces más la espada que me atacaba hasta que mi mano se acalambro y dejo caer el arma al suelo. El capitán había notado mi situación y detuvo sus movimientos envainando su espada. Sujete mi mano adormecida con la otra y la masajee. Aunque mis intenciones fueran seguir practicando, mi mano enrojecida y casi muerta no me lo permitiría, mucho menos lo haría mi brazo que estaba palpitando de extremo a extremo haciendo que los músculos se sintieran tensos.

– Debe entrenar — dijo el capitán quien se sentó sobre su cama — su resistencia física deber ser mayor a esta — yo jadeaba junto a mi cuerpo que parecía morir, y con el aire apenas llegando bien a mis pulmones. Envidiaba como el capitán podía verse tan fresco luego de tal ejercicio tan extenuante.

– Creo tener túnel carpiano — me queje con dolor aun sosteniendo mi muñeca entumecida. El capitán chisto su lengua y negó con la cabeza.

– Es muy joven para eso. Lo que debe hacer es entrenar. Su actual resistencia física es débil y lo veo muy desorientado — y como no iba a estarlo si todos dentro y fuera de esta nave querían asesinarme. Quise gritarle eso, pero no podía decírselo... ya me estaba hartando de morder mi lengua y agachar la cabeza — Jimin — se levantó de la cama acercándose a mí — sé que está preocupado y no es para menos, pero tenga en claro y hágase a la idea de que esa preocupación que hoy siente debe ser lo que lo motive a ser mejor cada día.

– ¿Eso fue lo que lo llevo a entrenar capitán? — quise saber.

– La angustia es un sentimiento pasajero que nos empuja a hacer cosas que nunca pensábamos que haríamos. Si usted tiene como necesidad propia llenar cuatro barriles con agua, pero solo puede conseguirla cuando llueve a las tres de la madrugada ¿Qué hará?, muchos por fatiga o arrogancia esperarían hasta ya no tener ni una sola gota de agua en sus barriles, y todos los días se jurarían a sí mismos diciéndose que al día siguiente recogerán agua. A otros la pereza no los dejaría mover de sus camas a tales horas de la madrugada, por lo que tendrían la preocupación constante de no tener agua, lo cual no les permitiría tan siquiera dormir, entonces solo estarían postrados en sus camas sabiendo que no tienen nada para beber y más, sin embargo, no hacen nada. Solo nosotros tenemos el poder para resolver nuestras angustias. Muchas veces la preocupación nos llevará a hacer sacrificios como despertarnos a las tres de la mañana y mojarnos por completo para poder obtener algo de beber, pero la satisfacción de calmar nuestra sed será la recompensa que disfrutaremos el resto de nuestras vidas. Así que lo invito Jimin a llenar sus barriles antes de que el agua le falte.

– Interesante metáfora de la vida. La persona que los instruyo debió haber sido alguien muy sabio — atine a decir.

– Lo era...siéntese por favor — dijo señalando su cama y avanzamos juntos para acomodarnos en esta — yo estudie y practique la lucha a espadas cuando entendí que debía aprender a defenderme. En el momento en el que mi instructor creyó que ya estaba listo, me hizo competir con otros piratas —negó con su cabeza y vacilo un tanto — fue un desastre. Todos me ganaban, no importaba cuanto practicara, ni que tan perfectas pensara que eran mis maniobras, en el momento de la verdad hasta el hombre más escuálido lograba vencerme. Me creí idiota, un inútil. Hasta que mi maestro me explico que era aquello que me faltaba a mí y que los demás tenían. Me dijo que la razón de mis derrotas era porque yo luchaba pensando solo en ellos y nunca en mí. Yo podía aprender sus tácticas habituales y también podía aprender como vencerlas, pero ¿y mis tácticas qué? No eran las adecuadas, no eran lo suficientemente buenas porque pasaba más tiempo pensando en cómo podían ganarme que en cómo podía yo ganarles a ellos. Jimin, uno no debe trabajar pensando en cuanto daño pueden hacernos ellos, sino en cuanto daño podemos hacerle nosotros a ellos.

– ¿Al final logro vencerlos? — pregunte porque su historia me tenía al borde del asiento y no quería perderme ningún detalle.

– A cada uno — hizo una mueca con sus labios y se cruzó de piernas — ¿recuerda al pirata de la otra vez?

– ¿Cómo no hacerlo? — dije ya que, por la culpa de la tripulación de ese maldito pirata, yo por poco no volvía a ver la luz del día.

– Le gane este navío al luchar contra él. Desde ese momento estuvo resentido conmigo — el capitán volvió sus ojos a mí por un momento y luego bajo su mirada — estará pensando que soy un monstruo Jimin, pero ese hombre no era mucho menos diablo que yo y su actitud altanera ya me tenía más que harto.

– Yo no puedo juzgarlo por eso capitán. Esta es la vida pirata — la manera en la que se expresaba era singular y había un cierto eje en su voz que me insistía a pensar que pretendía pedir disculpas.

– ¿Cómo ha estado de su herida? — pregunto de repente.

– Ya mucho mejor. Se cerró por completo y no hubo infecciones. Michell realizo un excelente trabajo al suturar mi herida — casi nunca daba elogios a alguien que no fuese yo mismo, pero ese hombre había salvado mi vida. Se merecía todos los elogios que se me pudiesen ocurrir.

– Bien. Como podrá haber visto yo no soy como los demás piratas. Sigo reglas y pautas, y eso ha de molestar a los otros. Cada hombre o mujer que vera mañana me quiere ver hundido en las profundidades. Me odian porque piensan que solo soy un fanfarrón. La verdad es que sus cortas mentes no los dejan ver más allá de eso. Siendo entonces esa la principal razón por la que nuestras vidas y fortunas difieren — coloco sus pies sobre el suelo y camino por la habitación con sus manos en sus caderas — me ven como una amenaza.

– ¿Usted alguna vez los ha atacado? — pregunte aun estando sentado en su cama.

– Siempre que los ataco es porque lo han hecho ellos primero. Y no voy a ser humilde al decir que me han dado muchos problemas. Batallan como inútiles, no usan la cabeza para planear el ataque. Es por eso que debe trabajar en sus maniobras, en su fuera, en su destreza. Concéntrese en su daño no el de los otros. Usted a diferencia de los demás tiene potencial Jimin. No lo desperdicie.

Lo que el capitán veía en mi era cuestionable. Antes de todo esto pensaba que en lo único en lo que no era bueno, era para la batalla. Nunca había sido un gran luchador y mi resistencia era escasa, pues mi corazón parecía querer salir de mi pecho cada vez que corría por veinte minutos. La fuerza era algo indispensable que todos sabían controlar aquí. Era de carácter urgente que yo también la dominara o mi cuerpo terminaría descuartizado como pescado para la cena.


Besos y abrazos 🌊🌊🌊🌊

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