Capitulo Ⅶ:
Relato en tercera persona:
Se podía contemplar desde lejos la llama ardiente que provocaba el fuego. Se escuchaba además el sonido de las espadas colisionando entre si al ser el arma que en esta fría noche usaban quienes batallaban. Esta noche no había escapatoria, esta noche no había quien se rindiera. Pues nuestros capitanes luchaban a muerte por algo que realmente se pudo haber prevenido.
– ¡Capitán! ¡capitán! — Michael alzaba sus manos en el aire queriendo llamar la atención del capitán Jungkook quien luchaba en el otro barco con el capitán barba gris.
El capitán Jungkook escucho el llamado de su tripulación y sin pensarlo por mucho más, maniobro con su espada y corto la garganta del hombre con quien combatía.
– ¡Jimin cayó al agua capitán! — grito Hope quien se había unido a Michael con la intención de hacerle saber al capitán que un hombre de su tripulación se había hundido en las profundidades del océano, pero ellos no podían hacer mucho. A pesar de ser piratas desafortunadamente ninguno de los dos sabia nadar y encima aun lidiaban con los piratas enemigos desde "La Bestia Susurrante".
– No vaya capitán — Joel tomo el hombro del capitán Jungkook cuando observo que las intenciones de este eran deshacerse de su abrigo y aventarse al agua — es mejor así.
– He dicho que no perderé a ningún hombre hoy — dijo despojándose de su abrigo y sombrero dejándolos caer al suelo — y lo voy a cumplir — fue lo ultimo que pudo decir antes de saltar al mar e ir tras de Jimin. Aquel príncipe que hoy pensó seria su último día.
Nado tratando de no pensar como el agua helada pretendía congelar cada centímetro de su cuerpo, y a pesar de la oscuridad de la noche logro ver gracias al brillo que creaban las llamas del barco, una figura que se hundía poco a poco en el averno del mar. Braceo hacia él y lo envolvió con uno de sus brazos mientras que con el otro luchaba por salir a la superficie.
Al salir del agua tomo al cuerpo desfallecido y lo subió sobre su hombro esperando la ayuda de su tripulación, quienes bajaron de inmediato por la escalera de cuerdas y apoyaron al capitán subiendo el cuerpo del príncipe de nuevo al barco. En ese momento fue cuando noto con extrema congoja que el hombre al cual rescato se encontraba herido y sangrando. Subió con apremio por las escaleras, percibiendo que el combate en su nave había terminado, pues los piratas enemigos se habían rendido al ver a su capitán muerto, dejando entonces el navío ajeno.
– Esta perdiendo mucha sangre, hay que cerrar la herida — apunto a decir Hope quien sostenía en sus brazos a Jimin.
– No lo va a lograr, es muy débil — dijo otros de los piratas quien observaba la escena.
– ¡Claro que si lo hará! La herida es pequeña ¡mírala! — hizo la observación Michael quien también sostenía al cuerpo desmayado de Jimin.
– Tráiganlo a mi recamara — ordeno el capitán haciendo que todos se preguntaran si habían escuchado bien.
– ¿Disculpe? — pregunto dubitativo Hope.
– ¡Que lo traigan a mi recamara ahora! — grito esperando que esta vez su tripulación si tomara su orden.
Hope y Michael sujetaron a Jimin con cuidado de no empeorar su situación y siguieron al capitán junto a otros piratas curiosos. El capitán empujo con fuerza las puertas para dar paso y camino hacia un mueble con la intención de buscar algo.
– Recuéstenlo sobre la cama — volvió a ordenar algo que los piratas tampoco comprendieron, pero que sin preguntar nada mas simplemente cumplieron la orden.
Dejaron al cuerpo frio y casi sin vida sobre el acolchonado de la cama observando como el capitán se aproximaba con pañuelos gruesos.
– ¡¿Qué hacen?! ¡busquen a Michell! Él sabe suturar heridas — Hope y Michael salieron despavoridos en busca de quien pedía.
El capitán por su parte arranco la camisa que vestía a Jimin y tomando uno de los pañuelos lo introdujo dentro de la herida, entretanto con otro pañuelo presiono contra la lesión abierta y espero así al hombre que lo ayudaría a salvar al príncipe.
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Jimin:
Mi cuerpo reacciono, no porque se sintiera pleno, sino que debía despertar. Mis piernas estaban casi dormidas y me dolía el abdomen, sentía como si alguien me hubiese golpeado muy fuerte en esa zona y ahora estuviese sufriendo las secuelas de los hematomas.
Abrí con cuidado los ojos teniendo una vista borrosa y parpadeé un par de veces hasta tener una imagen clara. Observando así una habitación desconocida por mí, pero entonces me exalte al recordar lo sucedido y por no saber lo que paso después.
– Tranquilo, tranquilo — el capitán se acerco a mi sosteniendo mis hombros cuando yo hube saltado — todo estaba bien, tenga calma — se sentó a mi lado y lo mire sin entender demasiado.
– ¿Qué sucedió? — pregunte sintiendo como mi cabeza dolió de repente — ¿Dónde estoy? — viaje con mis ojos por toda la habitación y creí por un momento que me encontraba en mi hogar. El lugar en donde estaba era muy lujoso con cuadros por todos lados, paredes bien pintadas, muebles con manillas brillantes, repisas con libros ordenados y una cama acolchonada con frazadas finas y techo donde yo descansaba.
– Alguien lo hirió y actualmente se encuentra en mi recamara — afirmo él como si no fuese muy importante, cuando en realidad todo lo que dijo era de mi interés.
– ¿Qué? — aún estaba anonadado por absolutamente todo — ¿usted me salvo?
– Así es — dijo el capitán quien ahora trenzaba lana.
– Pero... ¿Por qué haría algo así? — me había creído muerto porque jure no ser importante para nadie, y ahora el capitán aseguraba haberme salvado ¿Qué era todo esto?
– Porque ahora es parte de mi tripulación y yo me preocupo por mi tripulación — mi mente había estallado en ese momento ¿ahora me veía como a un pirata? Yo no quería ser un pirata más, sin embargo, agradecía el que me hubiese salvado — es bueno que despertara, ya hay que curar su herida — se levantó de la cama y a pasos calmados camino a uno de sus muebles, en donde vi que tenía una bandeja ordenada con insumos de primeros auxilios. Regreso con bandeja en mano y dejándola sobre la mesa de noche, se acercó a mi e intento quitar mis vendajes, cosa que me hizo estremecer — permítame curarle — me pidió siendo amable, asentí sintiéndome extraño y sin entender por qué tanta amabilidad.
Al sacar mis vendas observe mi herida la cual estaba suturada. Él tomo una torunda de algodón bañándola en agua con jabón y comenzó a limpiar alrededor de la sutura. Brinque un poco cuando sentí el frio del agua, pero luego solo lo deje que continuara. Sus movimientos eran delicados y se mostraba concentrado en lo hacía.
– Gracias capitán — le ofrecí mis más profundos agradecimientos. Nunca se me había cruzado por la mente que él tendría tal clase de atención para conmigo.
– No es nada — dijo al tomar otra torunda y esta vez limpiar solo con agua, para luego secar la zona con un pañuelo — supongo que usted al ser un príncipe está más que acostumbrado a tratos como este — solté un suspiro al recordar mi puesto en la realeza, el cual parecía más inexistente que un dragón con dos cabezas.
– Ya no estoy ni seguro si alguna vez fui un príncipe... quiero decir, no creo que le importe a mi pueblo lo suficiente como para ordenar mi búsqueda — me lamente de nuevo como un idiota.
– Nada es seguro, en estos momentos estamos lejos de su hogar — me observo de reojo colocando vendas nuevas sobre mi herida — en unas semanas estaremos en Francia.
– ¡¿Francia?!
– ¿A estado usted alguna vez en Francia? — pregunto cuando se levantó y camino con la bandeja hacia el mueble, botando mis vendas usadas y las torundas a un tacho.
– Si, hacía mucho tiempo ya de eso — recordé de repente como solíamos ir de vacaciones a Paris. Vestíamos nuestras mejores y costosas ropas al ser invitados al palacio del rey de Francia y todo terminaba en una cena junto a un baile.
– Es mi tercer viaje a ese hermoso lugar. No es de mi agrado estacionarme por allá en estas fechas, pero todo sea por los negocios — camino con sus manos tras de su espalda y observo inerte el sol que se reposaba en el cielo esta mañana.
– Capitán ¿Qué cree usted que deba hacer? — no sabía si confiar en él, pero viendo la situación pensaba que quizás ahora si me diría que tenía pensado hacer conmigo.
– Ser prudente Jimin. La vida le ha otorgado otra oportunidad, no la desperdicie. Ahora si me lo permite debo marcharme. Hope le traerá el desayuno — dejo la habitación haciéndome sentir vacío.
No obtenía las respuestas que deseaba, y me sentía vacilado cuando el capitán desviaba mis preguntas. Quería exigir a gritos que se me devolviera mi vida, pero no entendía porque las cosas estaban sucediendo de esta manera ¿Qué podía brindarles yo al actuar como un pirata?
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– No te levantes así, podrías lastimarte — Hope llego a la habitación junto con Michael, trayendo con ellos mi desayuno y ahora me ayudaban a la hora de colocarme una camisa.
– Siento como si me hubiesen golpeado — dije cuándo por error me encorve y lastime mi abdomen suturado.
– Tienes suerte de que la herida no fuera muy profunda o estarías nadando con los peces.
– Claro, atemorízalo más de lo que ya esta — Hope reprendió a Michael siendo sarcástico, lo que me hizo reír y doler luego mi herida.
– Aauch — expresé con un rostro de dolor — no me hagan reír por favor — les pedí.
– Ya estas, ahora come, necesitas reponer tus fuerzas — me alentó Hope.
– No te preocupes Jimin, a mí me han apuñalado como seis veces ¡mira! — se alzó su camisa y observe con repulsión todas las cicatrices extrañas en su abdomen.
– ¡No hagas eso! — Hope se apresuró a bajar su camisa y golpeo la cabeza de Michael en reprimenda — le vas a quitar el apetito.
Michael, un chico alto, delgado, con cabello negro y rostro manchado por el sol, era un joven muy optimista, aunque en situaciones así solía ser también muy extremo. Lo que me dio la oportunidad de hacer un chiste mientras tomaba mi sopa de cangrejo.
– ¿Acaso te dejas apuñalar apropósito para luego descansar en la recamara del capitán? — dije en tono de juego.
– Ni en un millón de años me ocurriría algo así. Siempre que me atacan, estos ingratos me dejan tirado como a un pez muerto, hasta que se acuerdan de mí y hacen lo mínimo — se quejó Michael con los brazos cruzados.
– Pero entonces ¿en dónde sanan ustedes? — pregunte al estar mucho más confundido que antes.
– En nuestras hamacas. Muchas veces tenemos que seguir haciendo nuestras labores a pesar de estar heridos — afirmo Hope quien no se veía como alguien que estuviese mintiendo.
– ¿Qué están tratando de decir?
– Que eres el primero en dormir en la recamara del capitán — los dos asintieron al mismo tiempo y si mi mente había explotado antes, ahora se había desvanecido en cenizas.
– Pero... ¿Por qué? — fue lo único que atine a preguntar.
– No lo sabemos — dijo Michael negando con la cabeza.
– Tal vez porque eres un príncipe — dijo Hope tratando de deducir el extraño comportamiento del capitán.
El capitán me había salvado, me dejo dormir y sanar en su recamara, me curo la herida y no conforme con ello me envió el desayuno a la cama. Llámenme loco, pero estoy seguro de que así no son los piratas, este hombre indudablemente se traía algo entre manos, y me temía que todos estos buenos tratos fueran por un costo. Un costo que tal vez yo tendría que pagar con sangre.
Al día siguiente ya yo era capaz de curar mi herida. Hope y Michael me acompañaron hasta mi hamaca en donde yo continuaría sanando. Note que ahora todas las hamacas poseían una enorme manta acolchonada, la cual serviría para sobrevivir a las bajas temperaturas que estaban próximas a llegar. También note las miradas de asco y desprecio que recibía por parte de todos los demás piratas. Algo que, si tenía por seguro era que mi rivalidad con los piratas sería mucho más fatigosa, ya que al capitán tener este inhabitual comportamiento conmigo, todos tal vez querrían matarme.
Ese hombre había hablado conmigo otras dos veces para preguntar mi estado y nada más, pues ahora limitaba nuestras conversaciones y yo no entendía el porqué.
Mientras sanaba, Hope me dijo que podía ayudarlo con cosas más simples en la cocina y que él se haría cargo de llevarle la comida al capitán. Había aceptado con un tanto de pesar, porque a mi realmente me intrigaba el capitán y deseaba con todas mis fuerzas preguntarle el motivo de su favoritismo, pero debía alejarme de él, hasta estar lo suficientemente recuperado para subir las escaleras.
Todo seguía igual que siempre, intentaba quedarme cerca de Hope o Michael quienes eran los únicos que me dirigían la palabra. Pero en algunas noches subía a la cubierta y observaba hacia las estrellas. Me perdía en cada una de ellas pensando en lo insignificante que yo era, pues desde mi punto podía ver miles de estrellas a lo lejos, parecían hasta ser infinitas y me preguntaba qué tan apartadas podrían estar y si alguna vez se despegarían del hermoso cielo.
Durante mi corta existencia se me había dicho lo importante que yo era. Que los demás eran irrelevantes al estar al lado mío. Que mi vida importaba mucho más que la de mi pueblo, y que ellos (los demás) solo eran bastardos famélicos que se arrodillaban por un trozo de pan. Era entendible porque mi pueblo no me extrañaba. Siempre fui un patán que se preocupó por el bien propio y nunca por el de los otros. Yo era insignificante y al dormir y comer igual que todos, lo entendí.
– ¿Qué haces aquí? — pregunto alguien haciéndome darme cuenta que no estaba solo.
– Solo observo el cielo — le respondí al hombre frente a mí, el cual era Joel. Ese pirata que me miraba como si yo fuese una plaga.
– Eres detestable ¿lo sabes? — lo vi acercarse hacia mí, lo cual me hizo echar varios pasos hacia atrás.
– ¿Por qué piensas eso de mí? — pregunte queriendo no titubear las palabras, no debía mostrar miedo.
– Vienes aquí con tu rostro bien cuidado, tus manos sin heridas. Te paseas por el barco pensando que haces un gran esfuerzo cuando apenas haces lo mínimo — todo lo que decía era expulsado de su boca con furia. Su cuerpo estaba lleno de odio — ¡yo me he tenido que ganar mi lugar! A sangre y sudor — seguía acercándose a mí y yo retrocedía sin saber qué hacer y temeroso por lo que podría pasar.
– Amigo yo no...
- ¡No soy tu maldito amigo! ¡miserable! — grito a todo pulmón, cuando entonces me tomo con sus dos manos del cuello de mi camisa y me acerco a el — ¡¿dime que le hiciste al capitán?! ¡¿Qué le diste?!
– ¡Te juro que nada! ¡no he hecho nada!
– ¡Eres un miserable! ¡desperdicio humano! — intentaba soltarme, pero este hombre me doblaba la altura y peso. Yo parecía ser solo una muñeca.
– ¡Yo no! ¡aah! — me soltó y caí repentinamente al suelo.
– No sé qué habrás hecho, pero ten cuidado. Si ni tu padre se preocupa por ti, tampoco nos preocuparemos nosotros si un día de estos por casualidad amaneces muerto — se giró sobre sus talones y desapareció en la penumbra.
No sabía cómo sentirme. Por supuesto que me aterraba el ser amenazado por ese hombre, pero pensaba tener la seguridad del capitán, más sin embargo, si aseguró que a ellos no les ha de importa mi muerte, eso significaba ¿Qué el capitán no me aseguraba mi protección?
¿Por qué me salvo? ¿Por qué me llevo a su recamara? ¿Por qué me curo? ¿Quién era este hombre al que llamaban capitán?
Besos y abrazos🌊🌊🌊🌊
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