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𝟬𝟬 ─ ¡El reencuentro de dos amigos! La increíble promesa de Adrie...

꒰ PRÓLOGO ꒱ ❟ ❝ ocean eyes ❞
ADRIE RACKHAM • ─ 𓇻 ─ • INVADER

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• ─¡EL REENCUENTRO DE DOS AMIGOS! LA INCREÍBLE PROMESA DE ADRIE Y ACE.─ •

El sonido del goteo de agua sucia traspasando las grietas del techo y el mal olor de su comida en mal estado no le permitían concentrarse. En los últimos tres días, el fracaso se volvió su compañero más cercano, ya que sus intentos desesperados por idear nuevas estrategias para salvar su pellejo parecían no ser de gran ayuda. Las ideas surgían en breves instantes, casi como si se trataran de pequeños desechos de luz que se apagaban tan pronto como podía pensarlas, lo cual resultaba frustrante.

Ya le dolía la espalda de tanto estar sentada con el cuerpo jorobado esperando pescar una idea. Tenía ambas muñecas moradas, las incómodas cadenas rozaban su piel morena ocasionándole: un ardor y dolor insoportable. Los pies se le entumecieron ante la falta de calzado, era consciente que sería incapaz de sostenerse en pie si se le ocurría dar un par de pasos. No existía un día en el que no pensara en escaparse o tomar una soga para sujetar su cuello y así terminar con esa vida tan miserable. Vivía en condiciones deplorables. La comida ni siquiera podría considerarse comestible porque se trataba de las sobras echadas a perder de los festines que tenían los piratas todos los días. Tampoco había ropa limpia para ella o una cama decente donde pudiera descansar ─ no tenía permitido tenerla ─ porque después de todo era una esclava de piratas y estaba allí con el propósito de llevarlos a la gloria. Se inclinó hacia adelante con el objetivo de obtener más tinta, tenía miedo, su mano sudorosa temblaba, sujetó la pluma con firmeza e intentó iniciar con sus tareas interminables: trazar posibles caminos de escape sobre los mapas.

Los aullidos de celebración se alcanzaban a escuchar hasta su celda vagamente con una resonancia parecida a los zumbidos, prosiguió dibujando líneas chuecas y puntos, para cuando se percató de los errores tan evidentes, las lágrimas ya habían empapado los mapas. Soltó la pluma desesperada, dirigió sus manos hasta su cabeza, tomando con fuerza los mechones despeinados y estirándolos con una fuerza sobrehumana, logrando arrancar unos cuantos cabellos castaños. Odiaba tanto su larga cabellera porque le recordaba a su padre.

Adrie Rackham así se llamaba.

Tenía un nombre peculiar igual que unos ojos extrañamente azulados. Todo en ella era único, por lo menos, sus rasgos lo eran. Adrie era especial, su destino estaba trazado en un delgado y diminuto hilo rojo desde que nació.

Así se convencía, recordando. Recordando lo que su madre le decía sobre cómo funcionaba el destino. Tal vez por eso dejaba que su "capitán" le hiciera todas esas cosas tan asquerosas.

Un estruendo hizo que se sobresaltara, el temor le volvió a recorrer cada parte del cuerpo. Reconocía ese sonido, lo producían aquellas botas malgastadas del capitán y tenía la manía de golpear las rejas de las celdas con su enorme espada para mostrarse superior ante ella. Rackham no despego la vista de sus notas, ignoro por completo la presencia del hombre. Henry Varne colocó ambas manos en los barrotes metálicos. No dijo nada, clavó su vista en ella, dejándose deleitar por la "belleza" de Adrie ─ como todas las noches anteriores que estuvo ahí ─. Rackham tuvo razón cuando dijo que se convertiría en una mujer hermosa, aunque solo ante los ojos de él.

Abrió la reja cuidadosamente para no distraerla.

Se veía tan linda sentada ahí, verla trabajar era demasiado excitante para él. Henry se acercó aún más, la joven intentó ponerse de pie, alejarse, pues ese hombre la hacía sentirse asqueada. Sabía el motivo de su visita, no era ninguna tonta para no darse cuenta de sus verdaderas intenciones, venía a saciar sus necesidades.

─ Dime cariño. ─ le hablo al oído imitando una voz gentil ─¿Cómo van las estrategias? Hay lugares que quiero tomar como míos, pero sin enfadar a nadie ─ mencionó.

─ Pues... ─ cerró los ojos con fuerza y apretó sus labios nerviosos. Adrie no tenía nada para él esta vez ─. Se me ocurrirá algo pronto, lo prometo.

El hombre frunció su entrecejo, sus traviesas manos recorrieron los brazos y hombros de la muchacha, deseaba poder seguir tocando más, sin embargo, también tenía que recriminarle por su ineptitud.

─ ¿Adrie sabes lo costoso que es mantener a una tripulación con más de cien hombres? ─ cuestionó el pirata, ella negó casi al instante. ─ Muy difícil... De hecho, es difícil mantenerlos alejados de tu celda.

─ ¿Y eso qué significa? ─ se animó a preguntarle. ─ Ya te conseguí tantos territorios como pude, eres el pirata con más islas y...

─ Significa que aún no soy un emperador. ─ interrumpió Henry con su gorda cara colorada ─ Mi querida Adrie ─ pronunció inclinándose hacia ella con la barba llena trozos de comida. ─ ¡Quiero más tesoros y territorios que pueda presumir! ─ le exigió

Adrie se mordió la lengua para no abrir la boca. Sintió como metía sucias manos debajo de su vestido sucio y desgastado. Tuvo que levantarse con fuerza, tomándolo por sorpresa, obligándolo a retroceder.

─ ¡Consíguelos por ti mismo! ─ espetó. ─ ¡Y no vuelvas a tocarme cerdo asqueroso! ─ sorprendida por sus propias palabras, Adrie trató de correr hacia la salida.

No supo de dónde salió ese valor para atreverse a gritarle al capitán de los Rakuma tampoco la iniciativa para huir. En el momento que las manos del individuo se aferraron a su cuello, se arrepintió de lo que había dicho. Adrie no atravesó la celda como esperaba, dado que Varne la sometió antes de que pudiera hacerlo.

Henry la estaba ahorcando.

─ ¡A mí no me hables con ese tono escuincla idiota!

─ Basta... ─ intentó apartar los gordos brazos del capitán de su cuello con la poca fuerza que aún le quedaba.

─ No. Me quiero divertir contigo pequeña.






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Portgas D. Ace había llegado al puerto de Eraslan esa tarde acompañado de su mano derecha Hanae Reis. En los últimos días, solo escuchaban rumores del paradero de Kurohige ─ todos una completa mentira ─. Aun así, revisaron cada lugar donde fue visto por sí las dudas. El motivo de su visita a esa isla era la misma que las anteriores. Los rumores decían que Kurohige estaba en ese lugar con la intención de tomar el tesoro más valioso del capitán de los piratas de Rakuma. Ambos estaban dispuestos a evitar que eso sucediera. Llevaban semanas buscando al traidor sin ningún éxito y ahora que tenían con certeza su paradero, decidieron arruinar sus planes. La muchacha caminó detrás Ace con una mirada cabizbaja, preocupada por los habitantes de ese sitio triste y gris.

Carecía viviendas o alojamiento y las que había les pertenecían a los piratas que regían la ciudad.

Hanae pasó cerca de donde estaba una anciana recogiendo lo que parecían las sobras de un gran banquete. Tenía las piernas sujetas por dos grandes cadenas conectadas a una pared ─ todos los que vivían ahí eran esclavos ─ se inclinó hasta estar a la altura de la mujer y le entregó un pan que tenía en su mochila.

─ Ace, este sitio es horrible. ─ le comentó a su compañero una vez se alejó de aquella anciana. ─ ¡Quiero irme! ─ exclamó con los brazos cruzados.

El hermano de Luffy se limitó a mirar todo con repulsión porque ya sabía la forma de operar de los Rakuma. Le contaron historias sobre ellos y como casi estuvieron a punto de reclamar el One Piece hace siete años, no obstante, él no podía hacer nada para liberar al pueblo de su esclavitud ─ la isla de Eraslan había caído mucho tiempo atrás ─, lo que ellos veían no era un espejismo del resultado de un enfrentamiento.

─ Nae, no te dejes engañar, esta isla ha sido afectada por la habilidad de Henry. ─ revelo, pero al ver que ella no entendía a lo que se refería continuó hablando. ─ Me refiero a que no es real.

─ ¿Qué querrá Barbanegra en este lugar? ─ ella aún no lograba comprender la forma de operar de Teach.

─ Empiezo a tener la leve sospecha de que él no está aquí.

─ ¡Estás en lo correcto! ─ aseguró alguien detrás de ellos con un tono de voz bastante divertido.

La de cabellos azules se puso alerta, al escuchar esa burlesca y desconocida voz. Algunos mechones de su pelo comenzaron a elevarse, de la tierra diminutas burbujas de agua fueron extraídas.

─ ¡NAE! ─ advirtió el pecoso tras descubrir las intenciones de su nakama.

Ella lo miró enfadada, sus ojos esmeralda se posaron en el chico que tenían frente a ellos, sujetando lo que parecía ser una lanza de bronce y una ancha sonrisa pintada en el rostro que a Hanae le parecía encantadora. Ace, por otro lado, se limitaba a observar con reproche. Conocía a aquel tipo y también le recordaba a su hermanito Luffy, ambos tenían muchas cosas en común: una de ellas era esa sonrisa y ese lado infantil que tanto los caracteriza.

─ Raiden. ─ murmuró Portgas con intención de que Hanae fuese la única en escuchar.

Esa revelación le puso los pelos de punta a su pareja.

Achak Raiden, antiguo comandante de la decimoséptima división de los piratas de Shirohige. Un chico bastante problemático y único rival de Ace. Al igual que Teach había sido capaz de traicionar al viejo.

─ Ace, ¿cómo está papá? ─ preguntó con entusiasmo, moría de ganas de saber cómo estaba su familia y sobre todo el estado actual de la salud de Shirohige. ─ Seguro todos siguen igual de revoltosos.

Hanae no dejaba de mirarle, aquellos ojos grises eran cautivadores y su sonrisa bastante bonita. Raiden era atractivo, muchísimo más que Ace, y al igual que su amigo tampoco tenía buen gusto para vestir. Llevaba un pantalón negro que parecía quedarle grande, una camiseta roja sin abrochar, dejando ver sus tatuajes y collares de oro.

─ Veo que tienes una nueva compañera, es linda.

─ Llevo semanas buscando señales de Teach y me olvidé por completo de ti. ─ Ace suspiró dejando caer su mochila ─ ¡El universo al fin está de mi lado!─ las llamas alrededor de su puño tenían un naranjo brillante.

─ ¡Vamos amigo! ─ Raiden dejó caer su lanza y levantó ambas manos en señal de paz. ─ No vine a pelear contigo. Tampoco a vencerte.

─ Ace, ¿este chico es más fuerte que tú? ─ los ojos de Hanae estaban que se salían de su lugar y él podría jurar que los ojos de su amiga se habían vuelto corazones. ─ Raiden, estoy soltera por si te interesa. ─ le guiño un ojo.

Ace la miró incrédulo.

"No está soltera" quiso decir.

El susodicho se sonrojó y luego puso un rostro bastante serio, se quitó aquel paliacate que llevaba en la cabeza dejando ver su cabello negro azabache para después amarrarlo en su muñeca. Ace odiaba aquella acción, sobre todo porque le recordaba a la que hacía Luffy con su sombrero de paja.

─ Hay alguien que quiero sacar de esta isla. ─ le comentó. ─ Una persona especial para mí.

El joven desapareció el fuego en su puño y se limitó a escuchar al azabache con fastidio; estaba seguro de que se arrepentiría de lo que estaba haciendo.

─ Cuando deje a los piratas de Barbablanca, escuche sobre los Rakuma y desafíe a su capitán a un duelo, pude haber sido el vencedor si no fuera porque me dio hambre a medio combate. ─ para Ace, quizás eso último pudo haber sido omitido, pero a pesar de su evidente desinterés, siguió escuchándolo ─. Siempre quise formar parte de la famosa banda de piratas que casi logró superar a Gold Roger y estuvo a punto de reclamar el One Piece.

─ ¡Ve al grano! ¿Qué es lo que quieres?

─ Cuando tuve ese duelo con su líder y perdí por un error desafortunado, tuve que unirme a la tripulación. ─ la chica lo miró sin entender lo que trataba de decirles. ─ Descubrí algo que me tiene preocupado y si me hubiera dado cuenta antes posiblemente habría matado a Henry Varne.

─ Aja, ¿y nosotros tendremos que...?

─ Henry tiene algo valioso para mí y quiero que ustedes lo recuperen.

El del sombrero naranja apretó ambos puños con fuerza y le dirigió una mirada de disgusto a su antiguo nakama ─ detestaba cuando Raiden le pedía favores, ─ sentía que de alguna forma siempre terminaba siguiendo sus órdenes y él no estaba dispuesto a permanecer bajo su sombra.

─ Ace, se trata de Adrie Rackham.

Aquel nombre le sonaba bastante familiar, pero no lograba recordar dónde lo había escuchado. Hanae contempló al muchacho que tenía enfrente y logró percibir aquella desesperación que sentía por querer salvar a la chica mencionada ¿Era su enamorada? Probablemente, Hanae nunca lo sabría.






─ 𐇴 𐬹. 𓆛 ゚ 𐬹 𓇻゜𐬹 ─




«Olvídalo. Olvídalo. Solo olvídalo Adrie. No pasó nada. No pasó nada.»

Se repetía una y otra vez.

El contacto de sus manos temblorosas sobre sus orejas probablemente era la única forma de evadir el ruido del exterior. Los gritos de la gente se oían hasta su celda y los cañones comenzaban a desmoronar los pilares del castillo de piedra. Adrie tenía miedo. Estaba acurrucada en una esquina soportando el dolor en su parte baja. En ocasiones, bajaba la mirada unas para determinar si el té que el médico le brindó minutos antes permanecía allí, siempre la hacían beber este té cuando Henry se "divertía" con ella. Se sentía tan humillada. Quizás ya era momento de despedirse, pese a que lo había pensado muchas veces, no se sentía preparada para abandonar el mundo de los vivos, resistió muchas cosas; que su existencia acabará de ese modo, era simplemente vergonzoso.

Carecía de fuerza y aun así se levantó del suelo, comenzó a gritar por ayuda, la desesperación estaba nublando su juicio. Por segunda vez la castaña no era capaz de idear una estrategia para liberarse. Golpeó y golpeó los barrotes de metal con sus puños. Adrie era consciente de que si no lograba salir quedaría enterrada bajo los escombros.

Tras muchos minutos de luchar por salvar su vida, Adrie Rackham se rindió y se preparó para morir.

Nadie iba a rescatarla.

«¿Por qué si comí una fruta del diablo no puedo usarla?» Se preguntó la chica.

¿Acaso era por las esposas? Claro que no, la respuesta era obvia: ella no tenía el poder ni la valentía de salvarse. Se sentía patética porque ni siquiera podía activar el poder de su fruta del diablo.

Aun teniendo su vista borrosa logró ver una silueta entre la oscuridad, era la de un chico con sombrero.

Un sombrero de paja.

Tal vez se trataba del chico que había visto en una visión.

El lugar comenzó a sentirse caliente de repente y ahí fue cuando logró ver con claridad, sus ojos se humedecieron al ver el rostro de su salvador y esa brillante sonrisa. Adrie se sintió feliz, pero a la vez decepcionada, ya que durante años se había aferrado a una ilusión. Su vida se había aferrado a Monkey D. Luffy el chico que portaba el sombrero de paja que ahora navegaba junto al resto de su tripulación por los temibles mares de la Grand Line, sin embargo, no había sido ningún muchacho con sombrero de paja como en su visión y quien había venido a salvarla se trataba otro pirata.

─ Podrías alejarte un poco. ─ pidió el joven con amabilidad.

Adrie se apartó de los barrotes de su prisión y en cuanto lo hizo Portgas D. Ace usó su habilidad para derretirlos.

─ ¡Ven conmigo! ─ extendió su mano con una amplia sonrisa.

«Adrie Rackham comió la Kādo Kādo No Mi y es de las pocas personas que conoce la ruta hacia el legendario tesoro, el One Piece.» El muchacho D. recordó las palabras dichas por Raiden en cuanto ella sujetó su mano. «Si la salvas, te guiará hacia ese famoso tesoro.»

Era imposible que aquella frágil muchacha conociera la ubicación del legendario tesoro.




─ 𐇴 𐬹. 𓆛 ゚ 𐬹 𓇻゜𐬹 ─






La joven de ojos verdes observaba con atención a la recién llegada que había abordado su pequeño bote con el ceño fruncido. Rackham se encontraba excesivamente pálida y demacrada. Tenía una gran cantidad de heridas que debían ser tratadas de inmediato ─ si no querían que se infectaran ─, pero ellos no disponían de los recursos necesarios para curarla. Debían seguir remando para llegar directo hasta donde habían dejado al resto de sus Nakamas. Por otra parte, Ace no podía quitarle la vista de encima, sobre todo porque sentía rabia consigo mismo por cumplirle su petición a Raiden en vez de llevarle al desertor a Barbablanca.

Había hecho todo lo contrario a lo que él quería.

─ Me llamo Hanae Reis. ─ se presentó la de pelo azul tras mucho tiempo de observar. ─ ¿Y tú?

─ Adrie Rackham. ─ murmuró la muchacha.

─ Yo soy Portgas D. Ace, un placer conocerte Adrie.

─ ¿Son piratas?

Ambos chicos asintieron.

─ Nos dijeron que sabías donde estaba el One Piece. ─ a Reis le brillaron los ojos cuando lo dijo y Adrie se irritó.

─ ¡Lo sabía! ─ chilló ─. Ustedes los piratas son ambiciosos... Por eso me salvaron, ¿cierto?

─ No te equivoques, a mí no me interesa el One Piece. ─ espetó el joven de inmediato y continuó remando sin darle la cara a Adrie. ─ Te liberé porque quise.

La joven Reis soltó una gran carcajada que sorprendió a la esclava.

─ Ahora eres libre Adrie, ¿qué quieres hacer? ─ le pregunto.

La castaña miró de reojo al hermano de Luffy con desconfianza.

─ Quieres ir en busca del One Piece, ¿cierto? ─ inquirió el moreno sin prestarle mucha atención.

No quería responder, aun así, lo hizo porque estaba en deuda.

─ Quiero regresar a mi hogar y para hacerlo debo seguir la ruta al One Piece.

La de cabello azul no se había dado cuenta en qué momento Ace desvió el rumbo hacia el barco y ahora estaban en medio del océano sin ninguna isla cerca.

─ Me agradas Rackham, ─ no era la primera vez que Hanae miraba a su amigo tan entusiasmado por algo, aun así, sentía que Rackham había causado algo en su capitán. ─ No puedo llevarte a tu hogar, pero conozco a alguien que quiere ir por ese legendario tesoro y convertirse en el Rey de los Piratas.

─ ¿Hablas de tu hermano? ─.

Él no dijo nada, únicamente contempló el enorme barco que se acercaba hacia ellos.

─ Te ayudaré a abordar ese barco ─ señaló él. ─ Cuando subas deberás esconderte bien para que nadie te encuentre. Procura sanar tus heridas y en el momento atraquen en una isla abandónalo.

Su nakama trató de replicar; no fue capaz de hacerlo porque ambos habían abandonado el bote sin ella.

─ Alguien me dio esto para ti ─ el de pelo oscuro le entregó una bolsa con dos cosas especiales para ella, la falda que había bordado para su madre y sus cartas del tarot. Los ojos de la castaña se humedecieron. ─ Ya eres libre.

─ Gracias.

─ Adrie, ¿te puedo pedir un favor?

Ella asintió de inmediato.

─ Vive tu vida como tú quieras y si puedes encuentra a mi hermanito Luffy... Él te ayudará con tu sueño.

─ Lo voy a hacer, ¡gracias!

El chico se llevó la mano a su sombrero y luego saltó de regreso al bote.

La castaña se asomó de inmediato para ver a sus dos salvadores. Por primera vez en años no les temió a los piratas porque después de todo Ace era la viva imagen de Roger.

─ ¿Te volveré a ver?

─ Sí. ─ Respondió.

─ Es una promesa entonces. ─

Ella le sonrió y este se sorprendió.

─ Algún día voy a devolverte el favor, Ace.

La muchacha hizo lo que su nuevo amigo le dijo que hiciera, se escondió bien para que nadie la viera y así poder llegar a la próxima isla e iniciar su búsqueda que la guiara hasta Monkey D. Luffy.

─ ¿Qué le vas a decir a Raiden? ─ cuestionó la pirata.

─ Le vamos a decir que cuando llegamos solo encontramos el cadáver de Adrie Rackham.

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