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ㅤㅤㅤㅤBebí del té que él me dio, la taza tibia en mis manos me devolvía el calor corporal que perdí en mi crisis. Fui bañada y cambiada, las criadas del palacio me vistieron con ropas de virgen, algo a lo que ya no poseía derecho pero Hades me consolo diciendo que seguía siendo una joven dama, no una adulta. Me dejo procesar la situación en soledad unos momentos, estando al tanto de que la presencia luminosa de Apolo no se presentará entre nosotros.
Cuando estuve dispuesta a hablar, Hades ordenó a las criadas irse y evitar que alguien más se acercara a la habitación. Sentando ante mí, con las piernas cruzadas y suave mirada.
— En nuestra conversación de hace tiempo, pensé que... te había quedado en claro como se relaciona mi sobrino con sus amantes.
Se me hizo un nudo en la garganta en aquel momento. Aprete los puños contra mis piernas y mire mis manos.
— Pensé que sería diferente, él dijo que... no era una amante, él dijo que me veía como un reflejo de algo que alguna vez tuvo.
Hades ladeo la cabeza con curiosidad como un ave, apoyándose mejor el el respaldo del sillón donde yacía. Un suspiro escapo de sus labios.
— Entiendo — me dijo —, ¿sabes de qué se trata?
Yo negue.
— Tengo una idea de que podría ser, pero no sé si te interese saber.
Lo mire fijamente, nunca me había preguntado de qué se trataba a profundidad sinceramente pues estaba tan feliz con la voz de Apolo que me daba igual sus razones. Entonces recorde para que estaba aquí, para evitar que Apolo fuera a la batalla, había logrando retenerlo suficiente tiempo como para que su ausencia brillante fuera notada por Artemisa. Tenía un pequeño consuelo de que al menos todo había valido la pena, mi padre estaría orgulloso de mí o eso quería creer, y junto a eso: ambos hijos de Leto estaban fuera de peligro.
¿Por qué pienso en esto ahora?
— Si... dígame, señor Hades.
— Solo Hades.
Él se puso de pie, captando mi atención nuevamente viendo como se sentó a mi lado. La simple esencia de Hades me deja en claro del porque es el Dios más amado, el mejor de los cuatro hermanos.
— Apolo... es todo un caso, pero supongo que vio en ti lo que evita mostrar al resto.
Parpadee un par de veces, con confusión ante las palabras de Hades. Estaba segura que él conocía bien a Apolo, después de todo lo vio desde su niñez y eso, aunque pese a eso nunca rompería lo que Apolo ha construido porque no está para entrometerse en cosas así.
— Lloras, te quejas, eres débil en el exterior y repudias a la gente por miedo, ¿no es todo lo contrario a Apolo?
Con solo eso entendí a lo que refería. Devolví mi vista a las aletas en mis tobillos, con la mente vagando en mi mar de pensamientos, la voz de Océano no estaba presente, no infectaba mi corazón con todo aquello. Cada pequeña duda florecía y se marchitaba al generar una respuesta inmediatamente, todo lo que Apolo había hecho por mí y el tiempo que habíamos pasado: no fue por belleza o atracción, en verdad tenía un sentimiento ligado a mí.
Pero aún así, eso no podría justificar lo que hizo pero yo también, ¿por qué no lo detuve? ¿fue por haber dicho que lo amaba? ¿fue por cumplir mi deber con Océano? Me sentía repulsiva, pero tampoco entendía mis razones por las cuales no escape. Si fue por obra de mi necesidad de cumplir mi parte de la promesa, ¿me sentía tan desesperada por el perdón de un titán que no me amaba?
Cada pensamiento cayó sobre mí, inclinando poco a poco sobre mis piernas la cabeza y el torso. Deje escapar un jadeo, indicio del llanto en el que me deje ahogar. Hades se mantuvo a mi lado, no dijo nada ni me toco, solo me dejó llorar todo lo que fuera necesario para mí misma, incluso si mis lágrimas arruinan el día en el midgard. ¿Sería yo como Hera cuando se vio obligada a casarse con Zeus para mantener su dignidad? Corriendo de un lado a otro en su habitación, jalando su cabello violeta y gritando blasfemias al aire, mientras sus damas intentaban calmar a la joven reina de los dioses antes de ganarse aquel mismo título. Yo no sería una esposa, apenas era una amiga, mi suerte no sería la misma que Hera o alguna diosa que haya pasado un destino así. Que miseria.
— Puedo darte cobijo pero me temo que mi cuidado pueda marchitar tu vitalidad.
Levante la cabeza de golpe, mirando a Hades con un rostro esperanzado. Con la voz débil dije:
— ¿Habla en serio, señor Hades? Yo-...
Hubiera seguido pero el golpe repentino de la puerta me hizo paralizar, Hades con sorpresa volteo a ver poniéndose de pie y recogiendo su gabardina. Cuando lo vi asomarse por la puerta vi como hizo un ademan con la mano en señal que me ocultara.
Obediente me levanté del sillón y me fui a meter entre las cortinas. Pude identificar aquella voz afilada como navaja y astuta como gato, era Hermes. Lo escuche aclamar la presencia de Hades pues había sucedido algo con respecto a la guerra, inmediatamente me puse pálida y recorde a mi padre y mis motivos para estar aquí. ¿Habrá Apolo ya despertado? ¿Ya estará en marcha al frente de batalla?
Océano estaría muy enfadado, incluso si no sabía sus planes, tenía un mal presentimiento acerca de su necesidad de que los hijos de Leto se asusentaran. No solo eso, cuando estaba por irse también me dijo que si era posible, los hijos de Zeus que no sean de Leto fueran distraídos. Supongo que desea que entre menos apoyo tengan, más oportunidades de victoria tendrá Gaia y los gigantes.
Vi como Hades cerro la puerta un momento y susurró mi nombre, entonces salí de mi pequeño escondite. Me acerqué a él, a paso rápido.
— ¿Se tiene que ir? ¿A dónde va? ¿Qué ha pasado?
Pregunté en susurros, viendo como los ojos lilas de Hades me miraban con lástima. Él sostuvo mis manos entre las suyas, con una sonrisa diferente a la de Apolo, era más... como las de Artemisa, Hades irradia ese aprecio paternal. Me sentí arrepentida entonces por lo que iba a tratar de hacer, Hade tenía una familia que proteger y yo iba a tratar de evitar eso, ¿desdé cuando actuó tan mal? Me disculpe con Hades en mi mente y desvié la mirada.
— Ya veo que entendiste, tengo que ir ahora mismo así que por favor — me dijo —, no cometas nada peligroso ni para ti ni para nadie.
Quería decir algo más pero Hades continúo hablando, soltandome y acercándose a la puerta, dándome una última mirada que me hizo jadear. ¿Qué tenía aquel hombre que me hacía sentir tranquila? Su sola mirada, su presencia, cada sonrisa y gesto, era como un anhelo en el fondo de mi pecho.
— Ránide, deberías hablar con Apolo, ambos se aprecian así que sería mejor aclarar todo.
Dicho esto, se fue, dejándome de pie allí, mirando la puerta. Entonces, mi cruel existencia, ¿Era solo una farsa?
ㅤㅤㅤㅤUn nombre olvidado, algún refrían sin valor y perdido. Cuando desde el interior como mis esfuerzos fueron en vano me sentí miserable de inicio a fin, ver a los olímpicos librar batalla: los hijos de Zeus, los dioses aparte, sus hermanos mayores y... ellos dos. Estuve de pie, viendo con ojos de angustia toda la escena, ya podía sentir el peso del agua de mar sobre mis pobres hombros, sin celebración, que desconsolación. Mire el suelo un momento, ¿Este sería el precio de mi castigo? El tener que ver que por más que haya sacrificado tanto durante mucho tiempo, no logre pues ni gane el perdón de mi padre ni logré evitar que mi señora se pusiera en peligro.
Fue cuando la voz en llanto de una criada a mis espaldas me hizo voltear, en sus brazos llevaba a uno de los subordinados que asumí que era de Hades por su ropa. Me acerqué a ellos, la trenza que hace poco hice en mi cabello revoloteo en el viento. Néfele igual usaba una trenza, me recordé a mi misma.
Cuando llegue ante la criada y el subordinado, los llame con voz severa y exigí respuestas a una pregunta. La criada del susto dejo caer al pobre hombre que se recompuso con mi ayuda y la de ella.
— Dios menor, estás ante la compañera de la diosa Artemisa — le dije, aunque no el sentía en el derecho de referirme a mí misma de esa forma con lo que había hecho — , responde, ¿Qué hay de los titanes? Aquellos hijos de Gaia que igual odian a los dioses, ¿ellos han hecho algo?
Lo vi palidecer en muestra de horror, me sentí mal por el en ese instante. Se recompuso, alejando con un manotazo a la criada y se acerco lo suficientemente a mí para decirme algo al oído con su voz débil y cansada.
— El Tártaro... ellos escaparon.
Dijo a cuestas, me cubrí los labios con una de mis manos y me intente armar cabos. Tome de los hombros al criado de Hades, con el ceño fruncido y apretándolo con fuerza, sin la docilidad con la que se me caracteriza.
— ¿Hades lo sabe?
Él asintió, intente tener paz pues no dudaba de Hades pero... toda su familia, sus sobrinos y sus hermanos estaban aquí, aparentemente sus subordinados también. ¿Fue solo?
— Él... fue solo.
Afirme para mi misma, soltando al criado y dándole indicaciones a la criada de dónde había visto a un grupo de ellas cerca de aquí. Salí por piernas, no podría permitir que algo sucediera. Océano para esto quería tiempo, quería no solo darle la delantera a los gigantes sino que quería emboscar por la espalda a los dioses liberando a sus hermanos. ¿Gaia estaba enterada de esto? ¿Desde cuándo llevaban planeando esto? Yo era más que consciente de que los titanes libres detestan el gobierno de Zeus, pero nunca vi una conspiración directa sabiendo lo peligroso que podría ser. Gaia tenía en su poder la oportunidad de retar a Zeus y sus dioses, pero los titanes libres... fueron despojados de su gloria, subordinados, ¿es por eso que recurrieron a liberar a sus hermanos encarcelados para poder tener una oportunidad de volver a brillar?
Estaba aterrada, aterrada de la idea de que algo pudiera romper la perfecta paz en la que mi señora vivía y en la que mis hermanas gozaban de la luz del día. También me daba miedo que se dieran cuenta de lo que hice, sabría que sería castigada por traición, que Artemisa estaría decepcionada de mí. Que Apolo perdería la confianza que me dio, incluso pese a lo que hizo, él seguía brillando en mi mente.
Era cobarde como para asumir la culpa de mis pecados, no solo asesine a un inocente, también cargo en mis manos su sangre. He engañado a mi amada madre, use a un amigo a mi favor y mentí a su corazón, por un momento pensé en seducir a Hades para evitar que fuera al campo de batalla. Todo aquello, en vano, pues mi razón para hacerlo era el perdón de mi padre que tanto ansiaba, ¿realmente lo tendría ahora? Había fallado y por más que le dijera cuanto lo intente, me rechazaría como paso desde un inicio.
Desde que soy una niña he estado en busca de aquello, pero ahora que me dio la oportunidad fracase.
Tropecé con uno de los escombros, cayendo de cara al suelo levantando el polvo. Inmediatamente escuche su voz llamar mi nombre a mis espaldas, mientras me apoyaba en mis rodillas y brazos para recuperarme de la caída. Mis ojos buscaron su voz, cuando la encontre lloriquee con alivio.
No dude en lanzarme a sus brazos.
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