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ㅤㅤㅤㅤLos primeros rayos de sol siempre se podrán comparar con el primer parpadeo de un bebé, o con la primera vez que los peces ven la luz. Brillante y puro, como un sol dorado en el firmamento que antes correspondía a Helios, titan del sol, ahora lo veo todos los días y va dañando mi vista cuando lo hago por mucho tiempo, como una polilla. Sobre el suelo, con un sello en forma del astro principal, un lindo sobre que fue tomada por ambas manos. En su interior había una carta escrita a mano, con una caligrafía ideal y una gramática como la de los poetas, una poesía gramática.

Por el sello y la firma al final, entendí que era de Apolo y al instante la escondí entre mi ropa, recelosa de mis hermanas que me veían evitar que ellas se acercaran demasiado. Esa mañana me salte al desayuno algo que hizo que Artemisa se preocupará, pero con un simple: me retrase en mis tareas, fue fácil de quitar de encima. Me sentía mal por eso, sin duda, pedí perdón varias veces, pero no podía vivir sin leer aquella carta.

Cuando mis ojos finalmente pudieron apreciar cada oración, cada vez que aclamaba por mi belleza, mi corazón estaba hablando un poco con eso. Fue hasta que al final leí como me pedía vernos en la playa cercana al bosque que los músculos de mi cuerpo se tensaron,  con el rostro ligeramente pálido. Pero nuevamente, aquella voz me dijo que ir no sería mala idea, asistir a un encuentro corto no afectaría a mi señora ya que seguramente ella tendría cosas de las que ocuparse en valhalla.

Robando un velo a Néfele, la mayor de mis hermanas, me encamine hasta las afueras del bosque. Cuando vi la playa colina abajo, mis ojos se abrieron con fuerza pese al brillo solar, siglos que realmente no veía el mar de frente, lo había estado evitando desde que llegué a la superficie pues su rostro y su voz seguían en mi mente. Cuando baje a la playa, mis pies tocaron la arena y mi cuerpo se estremeció como si se tratara de pisar fuego. Aprete el velo en mi cabeza, cubriendo mi cabellera y esas orejas que tanta inseguridad me causaban. Después de todo, no eran tan largas como las de mis hermanas.

Tarde un par de minutos, casi media hora, pero finalmente vi su silueta de pie. Pero estaba muy cerca del mar, sus pies estaban empapados por las olas del mar, sentí como mi cuerpo no quiso acercarse a él por más que la voz en mi cabeza me estuviera diciendo que sí.
Cuando Apolo se dio cuenta de mi presencia, me saludo con la mano y se acerco a mí. Tan bello y radiante como siempre, su cabello coral se movía al compas del viento de las orillas del mar. No pude evitar pensar en mi hermana mayor.

— ¿No crees que me veo tan radiante en este entorno? — preguntó, sacándome de mi trance.

Afirme con la cabeza, mirando el mar unos momentos. Luego volví a ver a Apolo, levantando la carta, él sonrió de forma juguetona y la tomo en sus manos.

— ¿No es romántico? Dejarte cartas que escribo en noches en vela, sin poder dormir por pensar en ti.

— ¿Te desvelaste? No se nota.

Apolo soltó una carcajada, con un rostro sonrojado por las risas. Sus manos me quitaron el velo, dejándolo volar en el viento, estaba casi segura que si eso caía en el mar Poseidón lo iba a matar. O a mí.

— No hablaba en serio, tú eres la que tiene cara de no dormir, ¿Por qué? — me tomo del rostro —, vosotras las ninfas casi nunca sufren de insomnio.

— Es por llorar.

— ¡Ah! Bueno.

Me soltó, pasando sus manos por mis hombros y acercándome a la orilla del mar, sentía como las aletas en mis tobillos se humedecieron cuando me hizo tocar el agua salada. Al instante que eso paso, como una serpiente me escape de los brazos de Apolo y me aleje de la orilla del mar.

Apolo me miro con curiosidad, acercándose nuevamente aunque su aura emanaba confianza como si hubiera confirmado alguna intuición suya.

— ¿Para qué me trajiste?

— Quería verte, ¿Es mucho pedir, Ránide?

— No... lo siento por mi pregunta.

Murmuré para mi misma, mirando el mar con cierto recelo. Quería entrar, sin duda alguna, pero sentía que algo me decía que no lo hiciera, la misma voz que a su vez me incita a ahogarme en el mar en busca de volver a mi hogar. ¿En verdad las profundidades abisales del océano eran mi hogar?

— Apolo, ¿Le gustas a los chicos y las chicas, no? — pregunté —, ¿Tienes un grupo de fans, verdad?

Con la curiosidad de un ave que ladea la cabeza, y con una sonrisa que mostraba su burla infantil ante mi pregunta repentina me miro con los brazos cruzados sobre su pecho.

— ¿A qué viene eso? Pero sí, soy bastante popular — dijo.

Tome el valor que me faltaba, conteniendo el aire antes de agachar la cabeza con vergüenza en el rostro. Solo estaba abedeciendo la voz en mi cabeza, que me incitaba a saber mi lugar y si en verdad podría actuar de la forma infantil que no pude tener en mi niñez. Si podría confiar en la misma persona que trajo desgracia a mi hermana mayor y que si Artemisa se llegará a enterar, yo había pecado de desobediencia y sería castigada por traicionar la confianza de mi madre. Era aterrador, pero a la vez, necesitaba hacerlo.

— Me gustaría saber... si... — tartamudeé —, si me considera parte de ese grupo de gente.

El rostro de Apolo pareció mortrar sorpresa y estar desconcertado, con los ojos ligeramente abiertos dejándose llevar por sus emociones. Segundos después recuperó su compostura, con una sonrisa y balanceando la mano en el aire llamo a mi nombre un par de veces con una suavidad que me hacía titubear, como una flor con el viento.

— ¡Ja! No seas tan tonta, Ránide querida mía, eres más que una ninfa como mis damas — Apolo se acercó, tomando mi rostro con ligera fuerza sin dejarme huir —. Veo en ti algo personal, algo que se fue hace tiempo y que aún conservas y muestras sin vergüenza alguna.

Confesó, mirando mis ojos, cegados y adoloridos por la brillante luz que Apolo emitía, pero tampoco deseaba dejar de verlo pues era simplemente embriagador. Se refirió a mí como alguien en la que ve algo del pasado que se le fue arrebatado, me hizo sentir como una niña otra vez pese a que la voz en mi cabeza me afirmaba la negación a eso. ¿Qué diría Fíale ahora mismo?

— Ven, vamos a mojarnos los pies a orillas del mar... — Canturrea.

Oh, Dios dorado, si crees que puedes salvarme entonces ven, te reto a intentarlo.







ㅤㅤㅤㅤSobre la mesa una copa se derramo, el vino regalo de la dulce Leto cayó sobre la blanca tela del vestido. Yo aparentando sorpresa y disculpándome me levanté de la mesa de la cena, saliendo del salón en silencio solamente para escapar de las miradas de mis hermanas y de madre. Todas eran tan dulces, pero la idea de comer me generaba náuseas pues mi mente rondaba en visiones que alguien me mostro. Salí del hogar donde me trataban cálidamente solo para sentir la frialdad nocturna del bosque en mi piel blanca, me retorcí como un gato cuando un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral.

Estos últimos días desde que Apolo me confirmo el hecho de que para él, yo era un reflejo de algo que alguna vez tuvo y que se fue, algo especial que se refleja en mi rostro y mi actitud; desde aquel momento mi cercanía con él se volvio algo más... relajado. No escapaba de él, no lo alejo a gritos, pero tampoco permito que se acerque de la misma forma en que lo hacía con Fíale: esa sola idea me daba miedo.

Pero esos mismos días la voz en mi cabeza que siempre me incitaba de forma positiva a cosas que me hacían dudar, ahora me hablaba con recelo y se quejaba de mi actuar: de mis mejillas rosadas cuando actuaba como una ninfa, cuando dejaba mi sufrimiento constante de lado, cuando la lluvia era escasa. Es algo doloroso pues la misma voz fue la que me incito a preguntarle a Apolo lo que me hizo actuar así.

Tome el mismo camino a la orilla del mar, con los pies descalzos y la falda del chitón recogida para desnudar mis rodillas, con el ceño fruncido y agotado, mis noches de terror por repetir la escena de la muerte del sátiro se habían convertido en noches donde la voz me dejaba en claro como Apolo era quien tiene la culpa del destino de Fíale, de como estaba traicionando a Artemisa. Me rehusaba a seguir con eso, no tenía caso a mis ojos.

Cuando llegue a la orilla del mar, entre al agua sin temor alguno, más que consciente de lo que pasaría cuando hiciera eso. La misma razón por la que me negué a qué Apolo me metiera al agua.

Sentí como las aletas en mis tobillos se tensaron, como el sonido de las olas se volvía más pesado como el choque de una roca dentro de una cueva. Trague saliva, cuando un aire frío me rozo y ese olor a algas y agua oceánica inunda mis fosas nasales.

Cuando voltee a ver, le vi, de pie, sus joyas adornando su cuerpo reflejaban su brillo en el agua, las orejas eran sustituidas por aletas verdosas y su piel del mismo color. La gracia de su figura era simplemente hermosa, poderosa pues en sus venas corría la misma sangre de titán que corría por las mías. No era a quien esperaba, ni siquiera fue lo suficientemente valiente como para presentarse ante mí.

Mando a su mujer en su honor.

— Hija mía, dulce niña de cortas orejas y aletas suaves — susurró, extendiendo sus brazos —, me alegra tanto verte.

Su voz era suave y gentil, maternal de una forma en la que mi estómago se contrajo con inquietud. No cedí a sus palabras, mantuve mi rostro serio, cuando ella pareció aquello solto una risilla. Sus ojos azules como el cielo o el agua de un manantial en su totalidad estaban fijos en mí, brillantes.

— Tetis, ¿por qué has venido en su lugar?

— Sabes bien que tu padre no es de tomarse el tiempo para ver a seres inferiores a él — dijo —, además... quería ver a la menor de mis hijas.

— Que alentador... fue él quien me metió en este problema, además, Hades esta sospechando.

Dije cruzando ambos brazos, ansiaba tanto la figura de Apolo ahora pues a diferencia de la oscuridad que emana mi madre, Apolo brillaba por su actitud extravagante.

— ¿El pequeño Hades? No soy de meterme en estos temas pues no me interesan, pero estuche a Perseis hablar de esto con tu padre — Ella se acercó a mí, a lo que yo volví a retroceder —, sabes bien que si Hades se entera de todo lo que tu padre ha estado planeando serás una mala hija a sus ojos.

Tetis dijo, seguramente no tenía malas intenciones pero su posición como esposa de Océano no le iba a permitir dar su sincera opinión. Mire el agua a mis pies, mis aletas, las cosas que me dejaban en claro que su hija era.

— Está enojado porque estoy alejándome de la burbuja en la que quiere tenerme siempre — dije —, además, ¿Qué me ha hecho Apolo a mí?

— Fíale...

— Fíale estaba feliz en sus brazos.

Soy totalmente consciente de que siempre recuerdo a Fíale de forma amarga, sintiéndome mal por ella, pero ver cómo alguien como mi madre que no se mostro después de lo sucedido con Fíale intenta usar su destino trágico me hace querer destacar que mi hermana dio su consentimiento y que ella sabía lo que podría pasar.

— Mi padre dijo que no le haría daño a mi señora, Tetis.

— Y no le ha hecho ningún daño — dijo.

Aprete los puños, estaba haciendo tantas cosas con la esperanza de una promesa que yo misma sabía que es tan frágil como el cristal.

— Selene le dijo a Artemisa, ella es una de ustedes así que alguno debió incitarla pese a que Fíale era hija de un titán... — Murmuré —, hicieron sollozar a mi madre cuando expusieron a Fíale.

La esposa de Océano frunció ligeramente el ceño, mostrando su amargura al verme llamar madre a Artemisa.

— Fíale se lo busco, nadie la mando a romper su voto de castidad.

— ¿Ahora sí que vas a culpar a Fíale?

Tetis mantuvo silencio, desviando la mirada y juntando sus manos. No sé que puede estar pensando ahora mismo, solo sabía que no iba a permitir que la promesa que me fue hecha se rompiera a pedazos. Que mi hilo de felicidad fuera cortado y que la razón por la que aguanto tanto pesar se me fuera arrebatada.

— Ve y dile a Océano que no piense meter a Apolo en esto — le señale —, sea cual sea el resultado podría romper su promesa, así que mantenlo a raya, se una buena madre.

Ya ven, a mi manera, actuaba como si fuera una adulta. O eso intentaba creer.

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