17
ㅤㅤㅤㅤNi siquiera el gran adivino de Delfos supo sobre mis acciones, dude sobre lo divino entonces pues estaba actuando en contra de las palabras de Zeus, pero aparentemente: supe como quitar los ojos de los dioses sobre mí. Hervía las plantas de tallo duro, las aplastaba y cortaba los pétalos en pequeños trozos, con los minerales era mucho más difícil pero gracias a mi sangre me aseguraba de que pudieran volverse a mi favor. No me importaba cuanta sangre tuviera que derramar, pues la idea de que yo, una ninfa renegada por mi propio padre, encontrará una forma de hacer algo que si era lo suficientemente inteligente me daría al menos un himno al que los humanos oiría cantar en mi nombre.
Pero, así como tenía oportunidades de grandeza propia, si jugaba demasiado cerca del fuego me quemaría hasta las cenizas. No podía aspirar abiertamente a mostrar lo que logré y que muchos dioses antes seguramente ya dominan, si bien enseñar este arte a la humanidad me haría ganar su respeto, con Apolo a mi lado la mayor parte del tiempo y sin permiso de salir por mi cuenta fuera de la isla de mi señor: ese sueño de ganarme el amor de los humanos era vaga y imposible. Necesitaba una forma de ganarme la confianza total de Apolo para que pudiera hablar con Zeus y reducir mi castigo, yo era una ninfa, no valía la pena tanto esfuerzo si hacía algo malo.
Entonces recorde a mi prima y a una de mis hermanas, Circe y Calipso, ambas ninfas como yo que se habían ganado un castigo divino en el mundo mortal. Diferentes razones, mismos resultados de alguna forma. Ambas vivían en islas, ellas solas recibiendo a héroes o marineros en caso de Circe y Calipso maldita en enamorarse cada milenio de un héroe nuevo. Me recostaba en las noches, a veces al lado de Apolo y otras sola, siempre imaginado como sería yo en dado casos, ¿enseñaría alquimia a los humanos que me visitarán? ¿podría ver a un héroe? No me importaba tener que estar sola en una isla con tal de que mi nombre se escuchara entre himnos o historias de viajeros, o eso me hacía creer, pues bien sabía que la idea de estar totalmente sola no era algo a lo que estuviera acostumbrada.
Era como los peces, siempre rodeada del resto, pero estaba segura que con un poco de experiencia me acostumbrare a tal cosa como la misma soledad de mi prima y hermana. Después de todo, ya había perdido lo que era algo para temer en mi pecho y mi alma, el perdón de mi parte dejo de ser un anhelo cuando actúe en contra suyo hace tiempo.
Pero esa no era mi única carga y yo lo sabía, así que apenas me hacía saber eso dejaba mis ideas de grandeza y de una vida tranquila de lado. No mereces tales cosas, oía decir a su voz.
Ahogándome en mis lágrimas, corriendo hasta que se acabaran los años. Haciendo lo necesario para sobrevivir.
— Me aterra como te quedas tan metida en tus pensamientos incluso caminando.
— ¿Oh, yo?
— No te hagas la tonta — dijo —, ¿a quién mas estaría hablando?
Me hubiera disculpado en antaño, pero me distraje viendo las ventanas del palacio de Zeus. El todopoderoso, el mismo que me castigo y ordenó a su hijo favorito a marcar con su juramento mi espalda.
— ¿Por qué me trajiste? Bien pudiste dejar a Deacon cuidando de mí.
Una risa escapo de sus labios, brillando como el oro. Apolo emiro fijamente, su brillante rostro me cego cuando nos vimos a los ojos. Inmediatamente desvié la mirada.
— Porque no confío en que no lo vayas a convertir en algún tipo de platillo y me lo des de comer.
— No soy tan agresiva.
— No te creo.
Suspire y no le respondí, solo me adelante un par de pasos para estar a su lado, abrazando su brazo. A este punto, mi relación con Apolo era de altibajos, con palabras burlescas seguidas de toques suaves. Yo me sentía bien con esto, era lo que merecía, no podría rogarle un amor lindo cuando yo sabía que lo engañe con eso una vez y que lo hice sentirse traicionado.
— Oye, ¿para que te quiere ver Zeus?
Él se tomo el tiempo de responder, sus ojos dorados se quedaron fijos en el suelo mientras recordaba aquello que nos hizo venir. Se paso una mano por su cabello, los mechones corales se mueven al aire.
— Es para hablar sobre un oráculo que funde en el mundo humano.
— ¿Uno nuevo?
— Yep. En un pueblo de guerreros, les indique incluso no levantar armas durante ciertos días para celebrarme — dijo —, ¿no crees que fui muy amable?
— Eh... no lo sé, supongo que si.
Apolo me miro un momento con decepción, me sentí culpable entonces. Él estaba esperando un vitor ante su logro, algo que levantara su ego, y yo solo le límite a actuar vagamente.
Trague saliva, mirándolo incluso si mis ojos sufrieron.
— Eres el señor de los Delfos, por ende el adivino, si has de escoger esos días es porque sabiamente cuidarás a ese pueblo.
— Buen intento para arreglarlo.
Brillante como siempre, el hijo de la dulce Leto me quito de su lado, mientras tocaba la puerta de nuestro destino. Me quedé en blanco unos segundos pero al final abandone el tema.
Escuche la voz de ese hombre al otro lado de la habitación, dándole indicaciones a su hijo que pasará. Cuando Apolo abrió la puerta, la escuché más claramente, me sentí pequeña y helada, como un pez en una red. Cuando él lo noto, me sonrió como para decirme que estaba bien quedarme afuera.
No tenía a donde ir además, no había forma de escapar de allí.
Cuando la puerta se cerro, me abrace a mi misma, dejándome caer contra la pared, mirando mis pies como lo hacía en antaño cuando algo me parecía abrumador.
No importa cuanta libertad pudiera sentir o si me llegaba a sentir cómoda en mi propio cautiverio, en brazos de Apolo, mientras Zeus estuviera cerca, yo me sentía en peligro pues era él quien con solo un movimiento de su mano me podría derrumbar todo. ¿Podría crear alguna poción para envenenarlo? Estaba segura que más de una ninfa o dios menor estaría feliz de eso, yo estaría libre de mis cadenas si el que las puso una vez les di la libertad de hacerlo estaba muerto. Inmediatamente dije que no, era una idea totalmente estúpida y seguramente sería incapaz de crear algo así, pues quitar a Zeus de su trono no solo armaría un montón de líos de sucesión y disputas entre dioses supremos, una posible caída de Zeus también traería la tristeza de aquel hombre al que respeto por sobre todos: Hades, su hermano mayor. También Apolo y Artemisa se verían afectados. La idea de hacer sentir mal a aquellos que amo y aprecio por algo que solo me beneficia a mí me hace borrar esa opción de mi lista.
Cerré los ojos, limpiando las lágrimas que adornaron aquellas joyas oculares que traía conmigo desde nacimiento.
ㅤㅤㅤㅤCuando la sombra de la silueta se poso sobre mí, pensé que se trataría de Hermes, pero una vez vi aquel vestido verdoso supe de quien se trataba. Inmediatamente levanté la cabeza de golpe, viéndola ante mí.
Los años pasan sobre mis hombros como pesadas rocas, he matado a un hombre, traicione a mi padre por elegir a quienes me tendieron la mano, volví a traicionar ahora a la confianza de mis seres queridos, y ¿quién me dio la oportunidad de hacer todo eso? Ella, las aletas en sus orejas, su cabello recogido simplemente hermoso y majestuoso resaltando la divinidad en ella. Mi progenitora.
Deje salir un jadeo aterrorizada, pensé que estaba viendo un fantasma y me aferre a la pared con fuerza, los músculos en mi espalda se contrajeron y me paralice del miedo. ¿Qué hacía ella afuera? Se supone que debía estar junto al resto de titanes en el Tártaro, junto a mi padre. Sus ojos, como el más frío de los hielos o el abismo del océano, se fijaron en mí. A su lado vi a Hermes, quien parecía escoltarla.
Quería vomitar, quería tirarme del cabello y inmediatamente voltee a ver a mis pies que llevaban unas alpargatas doradas: la ausencia de mis aletas. Trague saliva y lentamente me puse de pie, Tetis no me dijo nada en aquel momento, solo pidió a Hermes espacio y como buen hombre dispuesto a ver un espectáculo él se alejo considerablemente.
— Te cortaste las aletas, ¿verdad?
— ¿Por qué... supones eso...?
— Porque Zeus te hubiera obligado a conservarlas para recordarte y posición, entonces debiste ser tú quien lo hizo.
Su voz fluvial y hermosa, ahora me sonaba como las mareas tormentosas que chocan contras las rocas y hunden barcos.
No dije nada, pero con solo ver mi cabello humedecido ella ya sabía todo lo que quería.
— No solo traicionaste a tu padre, sino que vistes buena ropa y te deshaces de lo que te une a él, sabiendo lo que ha de estar sufriendo — Dijo —, ¿por qué?
Me puse pálida y cerré los puños con fuerza.
Océano me engaño y me uso, prometiendo amor paternal y la seguridad de mis seres queridos a cambio de mi ayuda, nunca fue un padre, solo un Dios haciendo de las suyas. Yo misma lo supe antes del fin de la gigantomaquia, por eso mismo le dije todo a Hermes, pero no importaba que... me sentía terriblemente culpable por las noches, pero estaba harta de eso. Levante la mano, cubriendo mi boca mientras levantaba la mirada para verla a ella.
— Ni siquiera me veía como su hija.
— Te ofreció su perdón, te considero como alguien útil.
— No, lo intento con Fíale, Néfele y Híale, y cuando no sirvió se fue conmigo.
Tetis apretó la mandíbula, sus orejas se pusieron verdes. No me deje doblegar, frunciendo el ceño ante su muestra de descontento.
— Arruinaste nuestras vidas.
— Ustedes se lo buscaron a pulso.
— Te di la vida, te sostuve en mis brazos y te di un nombre. ¡Y aún así, llamas madre a una mujer que solo te cuidaba! ¡Ni siquiera actuó como una verdadera madre!
— Ella hizo suficiente a mi parecer.
Tetis levanto la mano, por un momento pensé: ¡Apolo! Él vendrá, él me ayudará. Pero era tonta, bien pensé cosas así antes y no paso nada similar. Como esperaba, una bofetada dio de lleno en mi rostro, haciéndome girar el rostro con las mejillas rojizas. No me queje, solo mire a mi progenitora, su mirada, ya la había visto antes.
— Eres insolente, tonta de naturaleza, no puedo creer que hayas sido una de mis hermosas hijas... ni a los talones le llegas a tus hermanas.
Guarde silencio, mirando el suelo a mis pies, de alguna forma guardaba razón en esas palabras abusivas y sin sentido, ella solo me decía estás cosas por mero odio y resentimiento. Y aunque yo sabía que no había sentido en sus insultos, me herían pese a todo, no podía evitarlo incluso si a este punto poco me importaba lo que fuera de mi familia biológica.
— Espero que al menos hagas algo grande con esta vida nueva que te conseguiste... para compensar todo el daño que has hecho.
Con sus últimas palabras se fue, no me moleste en seguirla con la mirada pues ya sabía que no quería como me daba la espalda. Yo sabía que esa sería la última vez que la vería, lo presentía.
Cuando la vi desaparecer por completo, suspire con alivio, apoyando la cabeza contra la pared y mirando el pecho. Ahora sí que había roto los lazos familiares que me unían a ellos, desde la raíz, desde la mujer que me trajo a este mundo.
Paso un rato, el sonido de la puerta de la oficina se abrió dejándome ver la silueta jovial de Apolo que se despedía alegremente de su padre. Cuando cerró la puerta, me miro con una cara curiosa.
— ¿Y ahora que te pasa?
Sonreí, acercándome a él, abrazando su brazo, como siempre detrás de él siguiendo su silueta luminosa. Apoye mi cabeza contra su brazo, en un respiro de tanto agobio.
— Solo... estoy un poco cansada.
— Ya veo — susurró —, volvamos a casa, no hay nada más que resolver aquí.
Su voz sono dulce, palmeando mi cabeza con la elegancia y a la vez la simpleza que solo él tiene. Es un dios incomprensible, donde conviven la razón y la irracionalidad.
Emprendimos la caminata, en dirección totalmente contraría a donde Tetis se fue enojada. Mira "madre", mira padre, miren como haré algo con esta nueva que hice, haré algo grande.
No quiero morir, pero a veces desearía no haber nacido.
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