15
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ㅤㅤㅤㅤMe quería arrancar las uñas o eso parecía, ya había quitado pellejos de mis dedos finos que sanaban inmediatamente y así durante los siguientes minutos. Yo bien sabía que hablar con Apolo de frente sobre el tema sería un acto peligroso, pero que demostraba confianza, algo que me llevaría a tener el favor de Apolo nuevamente o eso suponía. Si ocultaba todo, cuando se llegará a enterar sería un gran problema, así que prefiero decir que sospecho que fue por mi culpa y de mi mezcla extraña lo que le paso a la ninfa al bañarse. Baje la cabeza, mirando mis pies descalzos, estaba impaciente por su reacción ante mis palabras.
Apolo se había quedado en silencio cuando le comenté todo, jugando con un mechón de su cabello y mirándome fijamente con una expresión que no sabría describir pues no la había visto antes. Brillante como siempre, el patrón de Delfos solo producía sonido: el de su pie derecho golpeando el suelo repetidas veces mientras se hundía en su mar de pensamientos que me daban inquietud sin duda alguna.
Pensé que armaría todo un alboroto, que me tacharia de peligrosa y diría que hubiera sido mejor idea dejarme en el tártaro antes de tener que lidiar con una chica como yo. Ya me veía siendo juzgada por segunda y ganando nuevamente los ojos desconfiados de los dioses. Trague saliva, levantando la mirada azulina para ver a Apolo que con aquellos bellos ojos como el oro, parecía mirarme y a la vez no.
Levante un brazo a nivel del pecho, con la mano en un ademan tembloroso y acercándome de Apolo un poco, lo que lo llevo a reaccionar finalmente y retroceder un par de centímetros a mí. Siento que para Apolo, yo solo me volvía más y más problemas por más que me intentara defender o salvar el pellejo.
Lo vi abrir los labios, con una sonrisa torcida y alzando ambas cejas, sus ojos me miraron fijamente.
— Entonces... ¿me dices que crees tener la culpa de lo que le paso a Melia? — asentí —, Y... ¿Fue por qué mezclaste unas cosas y las vertiste en su bañera?
Volví a afirmar. Jure no contarle a Apolo y aquí estaba, aunque la tranquilidad de sus palabras me resultaba inquietante pero a la vez me daba un poco de esperanzas.
El hijo de la dulce Leto suspiro, levantando ambos brazos cerca de su pecho, ladeando la cabeza como las aves ante algo nuevo.
— ¿Fue por eso que me preguntaste lo de la otra vez?
— Si... Yo- lo siento mucho.
Se me cayó el rostro ante su siguiente movimiento, quedé boquiabierta cuando y como si la situación fuera un chiste para Apolo; el mismísimo Apolo, se echo a reír a carcajadas, apoyando una mano en una de las columnas de mármol cercanas. Parpadee antes de recuperar la compostura.
Sus risas eran cristalinas como el agua de un manantial, se sostenía el estómago mientras unas carcajadas llenaron todo el pasillo que incluso llegué a ver un par de ninfas viéndonos con la cara asustada ante la repentina reacción eufórica de su amo.
Jadeo, recuperando el aire mientras se secaba un par de de lágrimas de sus dorados ojos. Él recuperó su gracil postura y se acercó a mí, su mano derecha se alzó, con su dedo índice pico mi nariz.
— Debes estar bromeando, vosotras las ninfas apenas y tienen poderes que les aseguren la eternidad — canto —, además, me asegure de quitarte tus poderes cuando te ate a mi con ese trato de sangre.
— Mi señor...
— Ránide, eres graciosa, me intentas causar problemas incluso cuando ya ni tienes una razón para hacerlo.
Yo me quedé en silencio, mirando con el ceño fruncido en señal de angustia, me mordí el labio para mantenerme callada. Me sentía algo ofendida, tenía cierto orgullo, y ver como Apolo negaba algo que estaba cien por ciento segura que era mi culpa me hería.
Apolo se quedo en silencio, vi como se le borro la sonrisa del rostro ante mi reacción. Apolo supo que hablaba en serio, sentí el aura que emitía más pesada, como una llama.
— Ránide... ¿No me estás jodiendo, verdad?
En todo mi tiempo con él nunca había dicho tales palabras, siempre mantenía su capa de encanto y elegancia, como la superficie del agua que te oculta lo que hay debajo. Ambas manos de aquel hombre se posaron sobre mis hombros, sus guantes estaban fríos sobre mis hombros desnudos, haciendo ligera presión.
— ¿Eres consciente de que... lo que estás diciendo es algo muy serio?
Asentí.
— Por eso... se lo digo. Sabía que ocultarle esto sería peor, así que... trate de confiar en usted.
Tuve un poco de esperanzas de que darle la idea a Apolo de que yo "le tenía confianza" me haría tranquilizar su repentina muestra de conmoción.
— Oh, vamos, vamos, vamos...
Él agacho la cabeza, incluso así pude ver una sonrisa en su rostro, una sonrisa nerviosa. Me mantuve quieta, no podía hablar, sentía como el tatuaje en mi espalda me causaba picazón.
Cuando finalmente el dios dorado alzó la cabeza, el brillo emitido por él me volvió a cegar por un milisegundo.
— Belleza, ¿solo has causado este lío, verdad?
— Si... apenas y sé como lo hice.
— Ya veo...
Apolo me solto, frotándose la cien y tomando aire mientras daba vueltas sobre si, su cabello de un tono coral se movía como en un baile con el aire. Se detuvo, mirándome con un claro dolor de cabeza.
— Le diré a Zeus que lo descubriste por accidente, él fingira creerme y ya — dijo, suspirando —, ¿por qué me pasan estás cosas a mí? ¿qué he hecho yo para merecer tanta desgracia, madre mía?
Trague saliva, con una gota de sudor en la cien al verlo reaccionar tan teatralmente hablando al aire.
Hizo un ademan con la mano para decirme que me fuera. Estaba segura que ya era un punto menos a mi lista de cosas para tener el favor de Apolo, y ahora era una razón más de Apolo para tirarme a la calle. Me fui de allí como me pidió, a mi habitación sin antes pasar a ver a las ninfas que seguían asistiendo a la joven que yo fui causante de revelar sus verdaderos colores. Ella seguía llorando.
Me sentí mal, pero preferí no decir nada más, solo me encerré, con la mirada fija en el suelo apoyándome contra la puerta de mi habitación. Rogaba que la suerte del hilo de la vida tejido para mí no sea tan cruel y los siguientes acontecimientos en mi vida no me terminarán llevando a algo peor.
Mire la vasija donde cree aquella mezcla rara. ¿En verdad yo había hecho eso?
ㅤㅤㅤㅤUn jadeo escapó de mis labios, mis manos temblaron y mi boca se abrió ligeralmente, llevaba así un par de horas. Me encogi como un ratón señalado por una vela, atrapado en un rincón de la habitación a punto de ser comido si no buscaba ayuda de alguien más o si no escapaba. La habitación estaba repleta de flores que yo misma había robado, algunas muertas y otras apenas vivas, vendas que hice con los vestidos regalados por Apolo y mi cama estaba desordenada por las noches en vela. Ya no lloraba, hace tiempo que no lo hacía, no dormía por pasar la noche entera, momentos donde Apolo no me podía ver, probando aquella magia tan particular que se daba gracias a mi sangre.
Camine hasta las flores, tomando entre mis puños aquellos hermosos seres, con el ceño fruncido y apretando los dientes las arroje al suelo. ¿Por qué Apolo no solo había aceptado aquello? Confíe en él, estaba segura que Apolo iba a estar bien con eso pues creería que volví a estar bajo su yugo y solo me daría una pequeña advertencia o regaño. ¡Pero no! Tenía que ir a hablar con Zeus, estaba segura que otra cosa se me sería arrebatada de las manos, otra oportunidad de ganarme su favor siendo arruinada. ¿Hubiera sido mejor fingir estar loca y que no tuve nada que ver? Ya no lo sabía, parecía que cualquier opción no me venía favorable.
Ni siquiera pedí poder hacer eso, no quise poseer esa habilidad para trasformar. Me encorve, mis manos apretaban mi propio rostro: hermoso y joven, mientras me quejaba maldiciendo en voz baja. Me deje caer en el suelo, derrotada ante la idea de que ya podía ver venir otro castigo. Siempre estaba temerosa, toda mi vida me había sentido llena de miedo y intimidación, de mirar a los cielos y preguntarme que me permitirían hacer aquellos superiores a mí. Ni siquiera era algo que yo pudiera entender, incluso cuando Artemisa era mi señora, temia a su ira y sentirme rechazada por ella, por eso oculte la sangre en mis manos y la traición de Fíale, pensando que así estaría a salvo, aunque por debajo del agua yo sabía que me sentía amenazada por la propia mujer que llamaba "madre", temía a qué no fuera reconocida. Era lo mismo que me sucedió con mi padre.
Después de algunos días libre de las lágrimas que siempre agotan mis ojos azules, como gotas se lluvia nacieron de mis perlas oculares. Llore, tenía miedo de que mi libertad fuera cortada por algo fuera de mis manos, la luz de luna iluminaba mi espalda. ¿Tanto tiempo pase de pie quieta aterrada que incluso Selene ya había salido a dar su plateado paseo?
Para poder ser catalogada como hereje por todos los grupos a los que intente pertenecer, era una hereje muy mala.
La puerta se abrió, mis ojos se fijaron en la silueta en la puerta. Era Apolo, la luz que emitió acompañada de la luz del exterior me hicieron quejarme, mientras me reincorporaba con cuidado. La trenza que siempre solía llevar ahora estaba deshecha, dejando mis mechones de un rubio ceniciento cubrir mi rostro rojizo ante el llanto.
Apolo se acercó, en silencio y con los brazos cruzados sobre el pecho. Tardo un poco, pero extendió una de sus manos, invitandome a tomarla. Yo sin dudar tome su mano, acercándome a él con los ojos fijos en su tersa palma desnuda, sin aquellos guantes que siempre suele llevar cuando lo veo.
— Tu lista de deudas conmigo es cada vez más grandes, ¿sabes? — Murmuró —. Te purifique, te salve el pellejo antes de que fueras terriblemente castigada y ahora lo volví a hacer.
No dije nada, ni siquiera levante el rostro para verlo a la cara, era incapaz.
— Mi padre... dijo que no era magia, que bien se podía confundir pero que no eres peligrosa a menos que te permita actuar — paso una mano por mi cabello —, alquimia... Me advirtió que solo te quitará todo lo que te permite elaborar todas esas cosas.
Su voz salió dulce, despreocupada como si no fuera problema alguno, antes ya se las había arreglado para atarme a él, poner un poquito más de presión sobre aquel contrato no haría daño, no a él.
— ¿Qué harás? ¿le dirás a Deacon?
— ¿A mi linda ave? ¡no! Es un vago — Él dijo, como una melodía aguda —. Mentiría al decir que confío que no lo harás, pero se bien que no eres de fiar, ejem...
Desvié la mirada, verdad tenía en sus palabras, bueno... verdad a medias. Todo aquello de lo que era tachada como no de fiar, fue porque busque reconocimiento de cosas opuestas que me terminaron hundiendo, al menos en lo personal ante una petición así sabiendo como me podría ir, no era algo que no pudiera cumplir. Pero a la vez, algo en el fondo de mi pecho, algo latiendo por su cuenta, me dijo que dejar tal oportunidad de poder de lado no sería bueno. Era una nueva voz, plateada como la luna.
— Te tendré a mi lado cuando pueda, igual, en tiempos de paz mucho que hacer no tengo.
— Será contraproducente para tu reputación.
— ¿Por qué dañaría mi reputación que los demás dioses vean como tengo perfectamente domada a la traidora de la gigantomaquia? Además, podríamos revivir los viejos tiempos.
Trague saliva, apartando mi mano de la suya. Solo asentí, pero aquella voz que sono me dijo que no, que no abandonará tal oportunidad de poder. Pero no iba a romper sus reglas, no lo haría de la misma forma en que elabore esa primera mezcla victoriosa, encontraría una forma diferente.
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