Cap 9: ¿problema?
Claire Lafutt - Vérite
***
Bajé las escaleras con la frustración impregnada en mi cuerpo, el cansancio a causa de no haber dormido lo suficiente durante la noche se advertía en todo mi rostro e incluso en mis torpes movimientos que por poco me hacen rodar por las escaleras. Me sobresalté ante el casi desplome e intenté que mi visible agotamiento pasara desapercibido frente a mis padres que como todas las mañanas pululaban por la casa, de lo contrario la pregunta por mi rostro cadavérico no se haría esperar.
—Agnes, ¿qué diablos te pasó? por Dios, mírate esos ojos— suspiré resignada, resultaría imposible.
—Mamá, por favor—regañé, comenzando a devorar un trozo de tostada. Me moría de hambre—. También me alegra verte.
Habían pasado días desde que no la veía y lo cierto es que ninguna conversación se había erguido entre nosotras desde hacía mucho. Sin embargo, sabía que había razones de peso que explicaban su ausencia constante. Como decía papá, el estado de salud de mi abuela estaba empeorando, de ello no cabía duda.
—¿Cómo ha estado la abuela?
—Ya sabes, no ha mejorado. Tengo la sensación de que cada día que pasa nos recuerda menos. Deberías ir a verla, pese a todo ella te ama, Agnes.
—La última vez pasó las dos horas que fui a visitarla diciéndome lo mal que había hecho al tomar la decisión de estudiar artes. Después de todos estos años me lo sigue reprochando, Madre. Dudo que se alegre de verme.
—Sabes que no está bien de la cabeza, sé un poco más comprensiva.
Me quedé en silencio, no quería tener una discusión con ella, menos después de no haberla visto durante días. Discutir con mamá era algo recurrente antes, pero con el tiempo me había agotado el querer hacer que nos comprendiéramos mejor. Así que desistí de seguir argumentando en mi favor y opté con sencillez por guardar silencio. Bien cierto era que aunque lo intentase, ella no cambiaría su parecer, o si lo hacía, jamás lo admitiría frente a mí.
—Buenos días, queridas—mi padre llegó a la cocina dándonos un beso en la cabeza a cada una antes de sentarse al lado de mamá. El beso me sorprendió.
—Henry, recién bajas. Se te hará tarde.
—Hoy me dieron el día libre, así que no te preocupes por eso. Estaré en casa durante todo el día y aprovecharé de arreglar la cerca del jardín, de lo contrario cualquiera podría entrar. —Su mirada se posó en mí—. Agnes, ¿me ayudarías hoy en la tarde?
—De hecho estaba pensando en ir a ver a Victoria, realmente necesito hablar con ella.
Me limité a bajar la mirada, intuyendo lo que se vendría.
—Ayer llegaste muy tarde en la noche, ¿y ahora quieres salir nuevamente? Ya tuvimos esta conversación y no la tendré de nuevo contigo.
—¿Qué? ¿Cómo supiste que ayer llegué tarde?—cuestioné, ligeramente ofendida.
—No somos estúpidos, hija—comenta mamá—, con Henry estábamos despiertos y te escuchamos.
—¿Ya tenían preparado el sermón? Tengo veintidós años, no soy una niña. —De pronto me sentía terriblemente ofuscada.
La velada del día anterior había plasmado en mí una dicha de la que hacía bastante tiempo ya venía careciendo, una falta que se advertía en la generalidad de mi desánimo y que inusitadamente había menguado gracias al contento de la compañía del castaño. Un decaimiento hondo se me venía encima de solo pensar que podría darle cabida a las reprimendas retorcidas de mis padres cuando la huella de la templanza con Timothée aún yacía pigmentada en mi piel.
—Hija, por favor, sólo queremos cuidarte —se defiende mi madre—. ¿Con quién estabas?
—Con Timothée. Me invitó a una exposición de arte. Eso fue todo—respondí con sencillez mientras alejada de mí el tazón de té. Tenía la pretensión de salir de allí, pero la voz de mi progenitor me detuvo.
—¿Con Timothée? ¿El chico famosos primo de Victoria?—curioseó.
—Sí.
—¿Ustedes están saliendo o algo?— Cuestionó, dejándome pasmada.
—¿Qué? No, claro que no —me apresuré a decir, con el celo fruncido y con un ligero tono de desesperación en mi voz.
No podía darles ninguna explicación sobre porqué había estado con Timothée. La idea de que yo obtuviese un trabajo no les parecería para nada bien y menos ahora que el ambiente se había puesto tenso. Por su puesto que en algún momento se tendrían que enterar, pero hoy no sería el día.
—Ya, está bien, Agnes. Ve donde Victoria hoy si quieres, pero no vuelvas tarde —accedió al fin mamá.
Noté cómo papá la miró incrédulo, ofendido con ella por haber pasado a llevar su anterior decisión. Como mi padre solía ser demasiado estricto, mi madre equilibraba el asunto con su comprensiva indiferencia. O al menos eso sentía.
—Sí, está bien—me giré para subir las escaleras y volver a mi cuarto. Quería escapar de la situación.
Mi cuarto, pequeño pero repleto de recuerdos dulces, me aligeró el sentir. A veces, me carcomía la sensación de que estar apenas un momento con mis progenitores me ponía de pelos, y sí, era un tanto acongojante asumirlo. Los amaba más que a cualquier cosa, pero durante todos aquellos años sus actitudes no dejaban de perpetuar en mí una incómoda sensación de encierro, mi único atrevimiento victorioso y que fue casi un acto de rebeldía fue la decisión de estudiar Artes, pero eso ya estaba terminando, la universidad ya era parte del pasado y lo único que me mantenía atada a sus puertas era la entregar nuestro proyecto con Vico.
Dejé caer mi cuerpo sobre la cama en un suspiro hondo. Miré las paredes y me encontré con miles de fotografías de mis compañeras y compañeros de facultad. Sonreí, había sido mi mejor experiencia hasta ese momento, el haber compartido con personas auténticas y apasionadas. Con la mayoría ya no existía ni un atisbo de comunicación, ahora todos trabajaban en sus proyectos o bien intentaban con afán conseguir un empleo que se asemejase aunque sea a pizcas a lo que estudiaron.
De pronto me sentí ligeramente afortunada, inusitadamente capaz, albergaba el optimismo de sentir que tenía en mis manos sacar adelante mi futuro, recientemente me ofrecieron la oportunidad de hacerlo de la mejor manera: con la música, mi compañera de infortunios y alegrías durante toda mi vida, y con la actuación, cuya práctica atesoraba en mis sueños desde infante.
Pasé el resto del tiempo antes de partir donde Victoria jugando con el teclado, después de tanto tiempo iba a hacer necesario tocarlo con más regularidad y eso no era en lo absoluto un sacrifico, lo disfrutaba. Estaba feliz y dispuesta a dar lo mejor de mí para que todo saliera lo mejor posible, lograr no defraudarme a mí, ni a nadie.
(...).
—Entonces...—comenzó mi amiga, juguetona— aceptaste la oferta de Timothée.
—Victoria, estoy profundamente dolida— me hice la ofendida— ¡le mostraste a tu primo algo íntimo de nosotras y no contenta con eso me lo ocultaste!
—Ya, ya, deja de hacerte la ofendida y vamos a mi cuarto, ¡quiero que me cuentes todo!
Después de estar relatándole cómo había sido la conversación con Timothée , Victoria comenzó a contarme cómo esos últimos días había estado haciéndose más y más cercana a Ezra, y honestamente no podía ser de otra manera, ambos eran chicos simpáticos, entretenidos y con una personalidad deslumbraste, no había duda de lo bien que podrían llevarse.
Por mi parte la estaba interesada, pero había pasado un buen tiempo pensando en Timothée y en cómo me estaba sintiendo con él, no quería que esa extraña sensación que me embargaba cuando lo tenía cerca —o cuando quería tenerlo cerca—interfiriese en nuestro eventual trabajo, porque era eso lo que exclusivamente tenía con él ¿o no? ¿Acaso él se estaría preguntando estas cosas? Qué barbaridades decía, por supuesto que no. Yo era la única que me espantaba a mi misma con lo que sentía.
—¿Hey?, ¿Agnes? Te estoy hablando, ¡no me escuchas!
—Disculpa, lo siento, me fui en mis pensamientos por un momento— respondí ya recostada de cabeza en la cama, mirando el techo, ida.
—No me digas, lo noté. —Se cruzó de brazos y se recostó a mi lado. Yo solo me limité a guardar silencio.
—¿Me vas a decir lo que ocurre? Has estado así desde que llegaste.
Bajé mi mirada y di un suspiro.
—Oh, ¿entonces es serio?
Me sobresalté
—¿Qué? No, para nada. En realidad es una estupidez, quizá no valga la pena ni mencionarlo—quise no darle mucha importancia.
—Hey—dijo dándome un empujón con su mano—, sabes que puedes decirme lo que sea, ¿verdad?
—Sí, claro que sí— susurré
—Bien, ¿entonces...?
Suspiré.
—Es Timothée.—noté como el calor se impregnaba en mis mejillas, honestamente esperaba que Victoria entendiera y no comenzara a fastidiarme con alguna de sus bromas.
—¿Te hizo algo?—cambió completamente su expresión a una de preocupación excesiva.
—No, claro que no. —Me alarmé—. Es sólo que siento estas... cosas —solté al fin.
—¿Cosas?, ¿qué tipo de cosas?
—No lo sé, Victoria, no lo sé, es extraño. —me erguí con rapidez de la cama, la frustración se estaba volviendo una compañía constante y además, me dolía estar aceptando lo que sentía.
—¿Agnes?—me imitó, acercándose a mí y mirándome seria —.Te atrae, quizá hasta te gusta. ¡Dímelo y ya!
—¡No, Vico!
—¿Por qué, Agnes?
—Porque si lo digo entonces... entonces se hará real.—Me crucé de brazos, tal cual infante a punto de perder su nuevo juguete. Me sentía extrañamente vulnerable y el acumulo de lágrimas inexplicables comenzaban a humedecer sutilmente mis ojos.
—Cálmate. No es nada tan terrible.
—¿Cómo que no es terrible? Trabajaré con él mucho tiempo y no quiero que mis sentimientos vayan creciendo y llegar a...—me senté de un salto en la cama.
—Hey, tranquila—se sentó a mi lado— no es el fin del mundo sentir atracción por un chico.
—No es cualquier chico.
—Lo sé, pero... no es nada de otro mundo, es muy normal que te sientas atraída por él, es un chico inteligente, simpático, guapo. Es muy probable que mientras más lo conozcas más te hagas la idea de que esa es su naturaleza, lo normalizarás y verás que eso que sientes probablemente sólo sea curiosidad por conocer más de su persona.
—¿Y si no, Victoria?
—Entonces estaré ahí para ti, y veremos que hacemos, estaré contigo, será un problema compartido —me acarició el cabello, cómo amaba a esta chica—, pero no te adelantes ahora, sólo siente lo que tengas que sentir y no te abrumes por tus propios pensamientos. ¡Siempre te ahogas en un vaso de agua y lo sabes!
—Tienes razón—suspiré—, es sólo algo pasajero, se me pasará.
Nos quedamos en silencio unos segundos.
—Gracias, Victoria, por todo. Sin ti me sentiría fatal, y sin ti no tendría este trabajo que me hace mucha ilusión. Estoy tan agradecida.
No vi el momento en que se alejó y tomó un almohadón para luego lanzármelo encima. No dejé pasar ni un minuto más para tomar el otro y golpearla con todas mis fuerzas. Estábamos en una guerra de almohadas que se estaba volviendo cada vez más violenta cuando escuchamos el timbre.
—Oh, es Ezra—Victoria corrió hacia al salón.
No me esperaba la llegada del chico, pero estar con ambos haciendo pizza durante el resto de la tarde fue lo mejor que me pudo pasar en el día. Conversé mucho con Ezra y como ya había pasado en la fiesta me sentí muy cómoda con él, la confianza nuevamente surgió muy rápido y para cuando estaba terminando el día parecíamos los mejores amigos. Me hacía ilusión pensar en lo bien que nos la podíamos pasar los tres, y lo bien que me hacía sentir que Ezra podía llegar a convertirse en una persona muy cercana a mí. Generalmente me costaba confiar, pero había algo en ese chico que me hacía sentir que podía contarle lo que fuese, y él lo entendería y estaría ahí para mí. Era algo muy parecido a lo que sentía con mi amistad con Victoria. Estaba feliz de haber comenzado a tener más persona como ella en mi vida, a pesar de lo apresurado que podía escucharse considerar a Ezra ya parte de mí.
—Hey, demonio con patas— me llamó Ezra.
—¡Oye! Más respeto, por favor—le di un leve puñetazo en el hombro.
—¡Auch! Qué mal agradecida eres, yo te iba a ofrecer llevarte a casa en mi coche—dijo sobándose.
Oh no, había olvidado por completo que tenía que llegar temprano a casa. No quería pensar en los problemas que tendría esta noche o mañana en la mañana. Dios, esto andaba mal.
—Vamos, rápido—dije tomando mis cosas— tengo que volver.
El chico tomó rápidamente sus cosas, eso era otra cosa que me agradaba de él, al parecer era fugaz para captar cuando algo no andaba bien.
Nos despedimos de Vico y tardamos un poco hasta llegar a la puerta de mi casa. Me despedí de Ezra sin ganas de pensar en lo que podía pasar. Algo me decía que las cosas no iban a salir tan bien como ayer cuando llegué.
Sé que no es un capítulo muy emocionante pero es necesario para entender lo que ocurrirá en los siguientes!
Gracias por leer <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro