Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap 6: encantada de conocerte

—¡Hey! Así que tú eres la famosa Agnes. —El chico me recibió con un cálido y carismático abrazo, sorprendiéndome. 

—Victoria, me has dado dos razones para estar enfadada contigo esta noche— simulé enfado— primero me dejas sola cuando prometiste quedarte a mi lado toda la noche, y segundo, y más importante, no me habías presentado a Ezra.

—Estoy de acuerdo con Agnes, Victoria. Llevo meses, desde que nos conocemos insistiéndote para que me dejes conocer a Agnes, pero como todo en la vida, la quieres solo para ti.

—¡Ustedes son unos bobos! Agnes, no te deje sola, estabas con Timothée y tú Ezra ¡eres un mentiroso! Has estado tan ocupado que ni tiempo te has dado para estar conmigo.

La mirada secuaz entre Ezra y yo no tardó en aparecer, llevándonos a soltar una risa sincrónica descarada. Ciertamente, hablar con él no me había parecido en lo absoluto algo engorroso, parecíamos compartir ambos cierto tipo de humor ácido que nos inducía a miradas cómplices cargadas de sorna. Por lo demás, su personalidad caricaturesca y excéntrica, su carisma, simpatía y simpleza le condecían un aire sumamente familiar, facilitándome el desenvolverme con soltura ante él.

Nos dirigimos los tres jóvenes a la sala contigua a fin de menguar a nuestros oídos el sonido de la música embriagante de la sala principal. Para ese entonces faltaba poco para la media noche, así que jolgorio festivo quedaba para un buen rato más.

—Amo tu camisa —confesé a Ezra posicionado junto a mí. Traía  una camisa a tonalidades degradé turquesa con sutiles motivos tribales. Amaba su sentido del estilo.

—Lo sé, es bellísima —respondió  con aires de superioridad.

—Agnes adora tu estilo, a veces la he pillado mirando internet solo para buscarte y enterarse qué nuevo traje has llevado a las galas y alfombras rojas.

—¡Para ya de avergonzarme, Vico! Pero sí, es la verdad.

—Bueno, ya sabes que quieres consejos de moda, chica. Aquí me tienes.— ofreció  caritativo, bebiendo de su copa—. Victoria estaría mintiendo con descaro si niega que ha aprendido mucho de los consejos que le doy.

Sonreí agraciada ante su respuesta, le vi mirar con ojos expresivos y concentrados los movimientos incércicos de algún que otro invitado. Su mandíbula prominente se mantenía ligera, el donaire que envolvía su carácter perpetuaba en mí una honda curiosidad por él. Digo,¡era Ezra Miller! Quién no sentiría curiosidad por saber un poco más de él.

—Entonces ¿qué te trae por aquí?, ¿eres amigo de Timothée?

—¡Íntimos!

—¿De verdad?—evidencié mi sorpresa en mis ojos un tanto desorbitados.

—No —carcajeó con obviedad—. Se podría decir que nos conocemos y nos hemos visto y saludado. Ayer estuvo en una entrevista en la que también participé, estuvimos hablando, me comentó lo de su fiesta y me invitó— completó en una sonrisa amplia.

—Ustedes deberían hacer algo juntos, eh.

—Estoy de acuerdo con Victoria, una sesión de fotos entre ustedes estaría más que bien.

—¿Así que ya se conocieron? —La voz gruesa del castaño nos interrumpió la sugerencia.  

—Timy, ¿dónde estabas? Te he buscado con la mirada desde que llegué a la fiesta. —Se irguió el pelinegro objetando saludarle.

—Lo siento, ha llegado mucha gente y siento que esto se está descontrolando un poco.

Mientras la escena de saludos concurría, mis ojos se afanaban por porfía a su figura, el líquido agridulce en mis poros me había hecho olvidar el cuadro que había tenido que presenciar antes, enfocándose mis sentidos curiosos en la presencia de aquel recién conocido actor. Sin embargo, una vez que el castaño se hizo ver, pude notar un ápice de languidez en su rostro que inesperadamente hizo refulgir en mí cierta necesidad imperiosa por saber qué le ocurría, como si sintiera que una eventual conversación sobre su decaimiento, nos permitiría fomentar esa cercanía que anhelaba con creces en mi inconsciencia. 

—¿Y dónde se fue Emily?— cuestionó mi amiga.

—Ella no se sentía muy bien. Así que partió.

Un silencio de ánimo bajo nos envolvió los cuerpos. Eso hasta que claro, en un deslice agraciado y extasiado, la voz enérgica de Ezra se pronunció.

—Bueno, pero qué mas da. ¿Qué tal si mejor bailamos todos juntos? Me muero por hacerlo.

—Estoy de acuerdo, pero antes iré por un poco de vino. ¿A alguien más se le antoja?—ofrecí.

—Voy contigo. —respondió compañero el pelinegro.

—Nosotros iremos a la pista de baile —informó Vico, arrastrando a Timothée con resolución.

La sonrisa en nuestros rostros a causa de alguna tonterilla comentada durante el camino de vuelta hacia los chicos era evidente. Si era honesta conmigo misma, la estaba pasando harto bien, no había sido necesario hablar de más ni tampoco ir a arrinconarme con una cerveza en mano con carácter retraído. Mi ánimo pareció adecuarse con facilidad a aquellas personalidades recién conocidas, haciéndome sentir más parte que nunca de un evento de esas características. Ciertamente, recordar cuánto tiempo más estuvimos bailando mientras compartíamos lo efímero de un trago me es algo imposible de dilucidar a estas alturas, sólo sé que en cierto momento éramos pocos los cuerpos que quedábamos en el apartamento del muchacho, señal evidente que ya era lo bastante tarde como para optar por marchar. 

—Timothée, ¿dónde está la cocina?  necesito agua antes de partir —pedí auxilio, quejosa.

—Te acompaño.

Hubo un algo en su voz y no me lo esperaba. Bien cierto era que no le había visto muy de buenas desde que nos confesó implícitamente que se había visto envuelto en un problema con su novia, pero si mis sentidos no me fallaban, ese 'te acompaño' no había sonado ni de lejos muy simpático. ¿Le habría molestado algo?, ¿habría dicho o hecho alguna desfachatez?, ¿habría tenido yo culpa de algo? No, imposible. Simplemente andaba de paranoica. 

—Disculpa si sueno entrometida pero ¿estás bien? Te siento un poco extraño y serio. —Me atreví a preguntar.

 El cristal con agua en mi mano era una buena excusa para llevar mis ojos allí y no fijarlos en lo recóndito de los del castaño. De lo contrario, el escarlata en mis mejillas no habría tardado en parecer, evidenciándole al muchacho mi turbación por su actitud distante. 

—Sí, solo tuve un problema con Emily, es todo.— Desvió su mirada y  apoyó su espalda en uno de los tantos muebles que había a disposición. 

Con sus brazos cruzados en su torso, el chico mantenía su vista concentrada en las fisuras de la cerámica en el suelo. Mi perspectiva a su lado me permitía la contemplación de la finura de sus pupilas turquesas, con ese brillo hipnótico que se cernía sobre ellas a causa del movimiento inquieto de sus ojos. Parecía estar reflexionando.

—¿Estás seguro? Sé que no somos amigos.— Me miró expectante—. Pero si hay algo de lo que quieras hablar y si eso te hace sentir mejor, entonces puedes decírmelo y conversamos. —Intenté esbozar una sonrisa ligera.

Se mantuvo callado durante unos segundo hasta que me respondió. Hizo caso omiso a mi ofrecimiento y se limitó a dejar salir de entre sus labios unas palabras cuyo contenido el chico parecía haber anhelado sacar hace un buen rato atrás. 

—Mañana habrá una exposición de arte en la galería del centro. Si te apetece podríamos ir. —Sus nervios ligeros fueron delatados por el gesto oculto de llevarse una mano tras la nuca, enredando las yemas de sus dedos en sus, aparentes, suaves rizos—. Está bien si no quieres, es solo que  pensé...

—Sí quiero —me apresuré a decir mientras la saliva de mi cavidad bucal bajaba por mi garganta, la resequedad en mi gaznate pareció deberse a la contención del temblor de mi cuerpo, que parecía haber petrificado todo el líquido de mi piel inquieta, ansiosa por aquella salida. 

—Genial —Sus ojos demostraban sorpresa y su boca esbozando una sonrisa entreabierta una misteriosa expectación. 

Qué chico más extraño. Fluctuar de una emoción a otra con tanta rapidez. 

—Entonces ¿te veo ... mañana?—cuestioné luego de que no había atinado a responder ni una palabra más y el tiempo pasaba.

—Sí, dame tu número —pidió con seguridad.

Esa noche tardé unos cuarenta minutos en llegar a casa: ya era de madrugada. Una sonrisa cándida, ingenua y cargada de enternecimiento me acompañó durante el alba cuando me escabullí en la comodidad de mis sábanas. Puedo asegurar que me esmeré en no sobrepensar la situación, me empeñé, juro que lo hice, en no imaginar cómo sería pasar un buen rato con  Timothée una primera vez a solas. Mi yo más sensato y crédulo, aniñado, siempre quiso atesorar la certeza de que nada significaba, de que aquella salida ninguna repercusión podría traerme. Sin embargo, esa emoción latente que me atiborraba de contento, me evidenciaban la ceguera que revestía a mi yo más reflexivo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro